viernes, 30 de junio de 2017

El secuestro de la filosofía en Latinoamérica


Cada vez que me informo sobre el estado de la filosofía en Latinoamérica me queda más y más claro el daño terrible que le ha causado el marxismo, pareciera existir una afinidad perfecta entre nuestro carácter y el pensamiento socialista (una de las derivaciones del marxismo) que parecen amoldarse como sombrero a la cabeza.
La filosofía comunista tiene acaparado el mundo editorial y académico latinoamericano en todas sus variantes, ahora, hasta las creencias animistas de nuestros pueblos aborígenes pasan como versiones puras de un socialismo “natural”, la revolución cubana y sus efectos en el pensamiento social y político persisten en sus versiones postmodernistas, la ontología heideggeriana es favorita en las elucubraciones de la nueva metafísica que se imparten en nuestras universidades, Marx es revisado críticamente por el nuevo psicoanálisis que se cultiva en Argentina, por las corrientes indigenistas bolivianas, por el laborismo brasileño y las milicias venezolanas.
El espíritu de sumisión al líder y las ideas de liberación a la opresión, aunque contradictorias, se suman en un ramillete de culpas, de sentimientos de venganza, de enormes complejos de inferioridad, de fantasías decimonónicas que van desde el buen salvaje al magnífico revolucionario, del justiciero social tipo Robin Hood de las pampas y llanos, hasta la figura del padre o la madre que trata con rigor y amor a su pueblo, todo lo que es sentimental se potencia en grado sumo, lo racional se descarta como si fuera un veneno.
El pensador venezolano Carlos Rangel ha sido muy claro en señalar que esos mitos fundamentales del ser latinoamericano fueron creaciones de los europeos, el Nuevo Mundo no es sino una de las tantas fugas del pensamiento mítico de los conquistadores que fueron trasplantados en la mente calenturienta de nuestros antecesores, toda esa carga fantástica atribuidas a las Indias Occidentales venían ya emparentada con las utopías elaboradas por Tomás Moro, de Juan Jacobo Rousseau, con la leyenda del Dorado, que no eran sino elucubraciones sobre informes y crónicas de viajeros de la época que no solo exageraban, sino que sin rubor mentían, sobre lo que vieron en estas tierras.
Para cuando se dieron los movimientos independentistas en nuestra América una de las influencias más perniciosas que se dieron fue la del socialismo utópico, antecesor del socialismo marxista, y que llenó la cabeza de mucha gente, sobre todo de políticos, de ideas extrañas sobre experimentos sociales que no tenían ni pies ni cabeza, de nuevo eran propuestas europeas que de todos los lugares, fue en nuestra América donde vinieron a probarlas y hacerlas realidad.
Hay una rama de la filosofía que es la teología, que cultivada por la Iglesia postulaba principios y valores humanos, que servían de freno a los intentos opresivos y abusivos de ciertos gobiernos sobre sus propios pueblos, u otros que conquistaban, la teología sostenía que el amor, la tolerancia y la paz era fundamentales para la convivencia humana y de allí surgieron una serie de ideas ensayos societarios que fueron practicados en nuestra América, sobre todo por los jesuítas.
Las ideas sociales de la Iglesia fueron en un momento dado, tomadas como principios rectores del socialismo primitivo, las virtudes de un buen gobierno donde imperara la justicia, la igualdad y el respeto mutuo fueron guías fundamentales para pensadores del siglo XVIII y XIX, pero el marxismo se apropió de muchos de estos principios, y descartó a la Iglesia como cómplice de la explotación burguesa del proletariado.
Tuvo que esperar la Iglesia al siglo XX, y de todos los lugares, en Latinoamérica, para que ocurriera un proceso a la inversa, y fuera la Iglesia colonizada por el marxismo, proceso que aún continúa y que ha llegado hasta ocupar la mitra papal.
La teología de la liberación, el fenómeno político que conmovió el principio de autoridad y la unión de la Iglesia, nace de esa filosofía de la liberación, que como apunta el brasileño Antonio Sidekum, en el compendio Pensamiento Crítico Latinoamericano (2005) dispone de una ideología renovada en términos postmodernos: “La filosofía de la liberación como un pensar que surge de una historia de sufrimiento y que por lo tanto sirve como fundamento ético para comprender la alteridad.  Ella será, en este sentido, una nueva dimensión de la filosofía.  Esta filosofía coloca un nuevo horizonte en la luz de la historia.  Ella apunta a los derechos fundamentales de los oprimidos y de sus virtudes”.
Un pensamiento que Hugo Chávez y Nicolás Maduro usarían en sus discursos contra la democracia y las libertades individuales.
Casi todos los tratados que he leído empiezan con la pregunta por el ser del latinoamericano, de entrada el problema de nuestro continente es uno de identidad, con sus consecuencias metafísicas que nos impiden poner los pies en la tierra, hay todo un constructo sobre nuestro pasado antes del descubrimiento que no nos hemos podido despegar de la piel, hay una falsa historia que tiene que ver con nuestro pasado, una época de oro donde los socialistas quieren hacernos creer, éramos auténticos y originales, hay una añoranza por esa vida tribal y neolítica, supuestamente ecológica y comunitaria que nos llevan a la añoranza por una utopía originaria.
El gran poeta y esteta cubano José Lezama Lima, en su indispensable obra La Expresión Americana (1993) nos refiere:
De Sarmiento a Martí, pasando por Bilbao a Lastarria, en el siglo XIX; de Rodó a Martínez Estrada, en un primer arco contemporáneo que incluye, entre otros muchos, los nombres de Vasconcelos, Ricardo Rojas, Pedro Henríquez Ureña y Mariátegui, las respuestas a aquellas indagaciones variaron de acuerdo con las crisis históricas, las presiones políticas y las influencias ideológicas,  En sus escritos América había pasado por el sobresalto de las antinomias románticas (¿civilización o barbarie?), por los diagnósticos positivistas de sus males endémicos, por la comparación con Europa y la cultura angloamericana; algunas veces había reivindicado su latinidad, otras, la autoctonía indígena; se vio erigida, posteriormente, como el espacio cósmico de la quinta raza y hasta conceptualizó su bastardía fundadora.  No existió intelectual prominente en su tiempo que permaneciera indiferente a la problemática de la identidad.  Ya fuera con pasión vehemente o frialdad cientifista, con optimismo o desaliento, con visiones utópicas o apocalípticas, nacionalista o hispanofóbicas, progresistas o conservadoras, los ensayistas del americanismo expresaron-como en un texto único- su angustia ontológica ante la necesidad de resolver sus contradicciones de una manera que certificara su identidad.

Los socialistas se aprovecharon de esta debilidad, olieron como si fueran lobos la sangre que brotaba de nuestra herida existencial, y para devorarnos a gusto, nos impusieron sus ideologías, especialmente diseñadas para pueblos confundidos, fue así como el progresismo, la social democracia, el estado social de derecho, la democracia cristiana, el nacional socialismo, el comunismo, son todas fórmulas que nos retrotraen a ideas superadas de organización social, donde el líder, ahora transmutado en un estado centralista y poderoso, un estado paternalista y benefactor que reparte justicia entre sus súbditos, y que controla a una masa informe de clientes del partido de gobierno donde tratan de nulificar al individuo en beneficio del colectivo.
Pretendemos ser originales en nuestras formas políticas, nos jactamos de una manera particular y novísima de ver el mundo, pero todo lo que ha producido nuestra cultura mestiza está fuertemente emparentado con nuestra herencia occidental, dominado por sus ideologías, en especial por esa corriente del historicismo alemán que es el marxismo y sus formas estéticas, incluso, muchas veces deformadas por nuestro falso orgullo de ser diferentes.
Bien lo dice el profesor español Carlos Beorlegui en su obra El Pensamiento Filosófico Latinoamericano (2010): La obsesión de los más interesantes pensadores iberoamericanos ha sido siempre encontrar su identidad y su lugar en el mundo de la cultura universal, especialmente tras desgajarse políticamente de la Colonia española, intentando lo que los intelectuales de la generación romántica denominaron la «segunda emancipación»”.
A finales de la década de los treinta del pasado siglo, Latinoamérica recibió un nutrido grupo de pensadores y académicos españoles que venían exilados o emigrados por motivo de la guerra civil en España y la caída de la República.
Casi todos eran socialistas y comunistas, muchos de ellos eran filósofos de profesión entre los que se encontraban ilustres profesores como Joaquín Alvarez Pastor, José Ferrater Mora, José Medina Echeverría, Juan David García Bacca, Ramón Xiran y muchos otros, que entre otras cosas, instauraron los estudios del pensamiento marxista en nuestras universidades, sistematizando unas ideas supuestamente libertarias, definitivamente historicistas y contundentemente anticapitalistas.
Uno de ellos fue el profesor José Gaos (1900-1969) quien desarrolló una productiva actividad en México y quien opinó sobre la filosofía elaborada en la región lo siguiente:
La filosofía de los países hispanoamericanos y de España presenta rasgos típicos de toda ella: la preferencia por los temas y problemas sueltos sobre los sistemas, por las formas de pensamiento y de expresión más libres y bellas sobre las más metódicas y científicas, el gusto por las orales, el politicismo y el pedagogismo distintos de los pensadores categoría peculiar de la cultura de estos países.

Uno de los dilectos alumnos de Gaos fue el filósofo mexicano Leopoldo Zea, con una fecundísima obra que se adentró al nuevo milenio, la obra de Zea se ha tomado como la base sobre la que funda la filosofía de la liberación, que para los pensadores marxistas latinoamericanos se trata de la joya de la corona de nuestra filosofía Latinoamericana, y con la que justifican todas las revoluciones socialistas del continente, la visión del mundo de Zea, partía de una postura maniquea muy marcada, dijo en su obra La Filosofía Americana como Filosofía sin más, (1969):
“El mundo está dividido en dos grandes grupos: en el grupo de los países pobres y de los ricos, de proletarios y dueños de los instrumentos de producción, de pueblos subdesarrollados y pueblos en plenitud de desarrollo y el abismo lejos de cerrase, se abre día tras día”.
Por razones exclusivamente ideológicas la propiedad privada es aborrecida, excepto para quienes son factores de poder, hay un igualitarismo a ultranza que lo que promueve es la mediocridad y la tendencia en los pueblos a conformarse con el menor esfuerzo posible, no hay cultura del trabajo productivo, no hay tradición en el ahorro ni en la inversión, en su lugar florecen las economías de sobrevivencia, las de sustento familiar, la de la pequeña unidad agraria, las cooperativas, que genera una cultura del conformismo y la fatalidad, el odio generado hacia el latifundio y las grandes empresas hablan claramente de esa visión que condena y combate las economías de escala, los grandes emprendimientos, la visión corporativista.
La explotación del rico hacia el pobre es el mantra de nuestros textos de filosofía clásica, la opresión del más fuerte sobre el débil, la esclavitud de indios, negros y mestizos por los blancos dueños de los medios de producción, toda una tesis de discriminación racial sustentado en patrones históricos que son resaltados y manipulados para inducir, y esto lo creo así, el complejo de inferioridad en nuestros pueblos, ese es el caldo de cultivo de la filosofía de la liberación.
La filosofía de la liberación ha sido la gran culpable de nuestra malformación espiritual y de carácter, el destacar nuestra calidad de víctimas, de hombres usados, de pueblos atropellados por imperios, por empresas, por aventureros y blancos, nos ha llevado a la creación de unas tesis como la de pertenecer a una supuesta periferia, lejos del centro de poder, la de ser subdesarrollados, partes de un Tercer Mundo, o de países en vías de desarrollo, del sur pobre frente a un norte rico, el uso del sempiterno argumento del neocolonialismo, de ser explotados por el capitalismo salvaje, de ser alienados y ciegos consumistas, gente manipuladas por modas y mercados, por publicidad y una red mundial de información que nos niega nuestra realidad.
Uno de los supuestos filósofos de la liberación, el argentino Enrique Dussel, admirado y varias veces premiado por el gobierno bolivariano de Venezuela, considerado por los comunistas del continente uno de los valores más importantes del pensamiento filosófico de Latinoamérica, quien acusa a europeos y norteamericanos de querer imponernos maneras de vida e ideologías que nada tienen que ver con nuestra idiosincrasia, nos dice en una de sus obras Introducción a la filosofía de la liberación (2010):
¿Por qué el oro es para mí un valor?  Si fuera San Francisco de Asís, al ver una moneda de oro en el suelo, la patearía con desprecio porque para él no era una mediación para su proyecto de “estar-en-la-santidad”. Pero si junto a San Francisco caminara un habitante del burgo (un burgalés o burgués), y hubiera visto la monedita, se habría zambullido en el acto y atrapado la moneda, porque era una mediación para su proyecto. ¿Cuál era su proyecto?  Era el fundamento de su mundo, era "estar- en-la-riqueza". Porque ese era el fundamento o el proyecto de su mundo, el ente concreto "oro" vale; vale por ser mediación (ser "medio-para") para su proyecto. Por otra parte, hay que ahorrar el oro para llegar a ser rico. Por ello no queremos perder tiempo, porque es oro. Es así como tenemos relojes privatizadamente, cada uno en su muñeca, para ahorrar "oro". Con esto quiero decir que en el fondo del reloj está el proyecto de "estar-en-la-riqueza" del hombre moderno europeo, quien ahorra el tiempo porque es oro y así se lo exige su proyecto.

Dussel tiene una extensa obra gran parte de la cual, se basa en el existencialismo satreano, en la hermenéutica Heidegeriana y en  la ontología de E. Levinas (todo el asunto de la alteridad), con un lenguaje complicado, con diagramas oscuros e interpretaciones infantiles, trata de levantar una razón para la liberación latinoamericana como causa principal de las luchas revolucionarias y socialistas, igual sucede con sus promotores y adláteres como Pablo Guadarrama González, Arturo Andrés Roig, Augusto Salazar Bondy y tantos otros, cuyos nombres se encuentran en las marquesinas de las salas show del pensamiento marxista contemporáneo, y aupados por organizaciones y centros de investigaciones sociales, financiados por Cuba y la Venezuela socialista bolivariana, en una campaña intensiva por colonizar mentes y frustrar espíritus, sobre todo jóvenes.
Para la filosofía latinoamericana que se vende en las universidades, la experiencia por la liberación del otro que se encuentra en la injusticia, es clave para la ética que se enseña, mientras no se plantee al socialismo o a los gobiernos comunistas como los verdaderos opresores, basta que un gobierno sea de derecha para que le llueva todo “el pensamiento crítico” posible, pero si es de izquierda, si son gobiernos que producen pobreza, violencia y muerte como es el caso del de Cuba y Venezuela, entonces sobreviene el silencio y la complicidad.
Todo ese lenguaje acomplejado, de víctimas de un bulling mundial, de constante señalamiento de nuestra condición de seres inferiores, de segunda, de alguna manera tiene que afectar nuestra imagen y respeto por nosotros mismos, toda esa trampa-jaula de lenguaje denigratorio y llenos de resentimiento hacia los demás, nos impiden en gran medida incorporarnos a la civilización global, nos hace ser “diferentes”, creernos menos que los demás.
Esa condición es justamente la que le interesa al marxismo producir en los latinoamericanos, hundirnos en nuestra condición de pueblos dependientes y pobres para desde allí cultivar a los revolucionarios, a las fuerzas insurgentes y movimientos de liberación nacional, a los terroristas, narcotraficantes, criminales, dictadores y gobiernos de izquierda, sujetos al mandato de la vanguardia revolucionaria que no es otra que la que manda en Cuba desde hace 60 años, la Cuba de los Castro.
El pensamiento de la liberación es una alcabala que impide nuestra verdadera emancipación, la tarea del intelectual Latinoamericano debería ser la de deslastrarnos de esas ideas que nos empequeñecen, y de entrada nos hacen unos pueblos envidiosos, por lo tanto, resentidos, ante el desarrollo de otros países, nos hace ver el éxito y la riqueza como valores negativos, entre ellos creer que esos países son prósperos porque nos robaron, que todo lo que tienen es gracias a lo que se llevaron de nuestra tierra.  -  saulgodoy@gmail.com






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