viernes, 30 de junio de 2017

No todo es negociable



Lo verdaderamente importante no es vivir, sino vivir bien.
Atribuido a Sócrates en el Crito, de Platón

Hay un sector de profesionales de la negociación que han aparecido en el mundo académico, organismos multilaterales  y de las ONG’s que se ocupan de mantener el orden y la paz en el mundo, que se han posicionado en el mercado de los conflictos internacionales como no sólo mediadores y buscadores de soluciones a las diferencias políticas que originan enfrentamientos armados y revoluciones, sino como verdaderos demiurgos de la paz, en el sentido que sin el concurso de ellos, las diferencias de opinión entre partes enfrentadas podrían escalar a una guerra, presumiblemente evitable por medio del diálogo.
La fórmula que venden es justamente que todo es negociable, principalmente son fórmulas de compromisos entre las partes que juegan hasta los límites con la justicia, el perdón, el honor, la tolerancia… hay una creencia bastante común que dice, que todo en política es negociable, que los verdaderos políticos (de raza, le dicen algunos) son los que se sientan con el más vil de los hombres en la tierra y negocian con el sin vomitar.
Lo que en realidad logran estos super-negociantes es la suspensión temporal de hostilidades, suprimen por un tiempo ciertas corrientes de sentimientos, hechos y significados, para darle la oportunidad a esa sociedad de conseguir un alto al fuego, para permitir el desarrollo de procesos complejos de compensaciones y  sublimaciones, que permitan la continuidad de la vida local o nacional en “normalidad”, para aliviar la crisis humanitaria y las consecuencias económicas negativas producidas por el conflicto, esto, con la esperanza de que la paz pueda ser duradera y la mayoría lo prefiera, al retorno del conflicto.
Un verdadero negociador debe saber con quién, cuando, donde y como sentarse a dialogar, que hay cosas que no se negocian, que hay oportunidades donde no se debe negociar, no es una obligación moral, es una herramienta del manejo de los conflictos
Y la verdad sea dicha, la mayor parte de los conflictos humanos se trata de fallas graves de comunicaciones, de la imposibilidad de lograr acuerdos sobre asuntos que son percibidos con diferentes ópticas y que no pueden ser comunicados con claridad, y es sobre estos desacuerdos, sobre estas zonas oscuras de los significados y del intercambio de ideas, de donde surgen las diferencias irreconciliables (por lo menos hasta que se reconocen los malos entendidos).
Pero hay otros conflictos, que son los menos pero los más difíciles de resolver que tratan sobre asuntos de dominio, de poder desnudo, de hegemonía sobre la sociedad y que no se resuelven en una mesa de negociación, algunos expertos en negociación me lo han confesado, hay intereses que utilizan la negociación como arma a favor de sus posiciones, el diálogo es sólo una pieza más del mecanismo que han desarrollado para el avance de sus pretensiones, en estos casos el negociador, sin proponérselo, de hace parte del juego del agresor.
Hay una tendencia en política que se ha venido acentuando desde mediados del siglo pasado donde el horizonte de la acción política hace de la biología una síntesis con la economía, es decir, las decisiones de carácter político tienden a incrementarse por el lado del “bio-poder” tal como lo definió Foucault, el estado toma el control de los cuerpos humanos sin mas caracterización que una masa biológica a la que hay que controlar, la población ya no es vista como un conglomerado de ciudadanos con derechos y deberes que participan en la vida política de una nación, sino como cuerpos a los que hay que alimentar, atender, disciplinar y ordenar para ciertas actividades que propicia el estado de acuerdo a un plan.
Dice Foucault: “Lo que podemos llamar el nivel de modernidad, se alcanza cuando la vida de la especie se hace parte de las estrategias políticas.  Por milenios, el hombre fue considerado como lo hacía Aristóteles: un animal vivo con la capacidad adicional de tener una existencia política; para el hombre moderno es un animal, cuya política pone en entredicho su existencia como un ser vivo.”
Esto quiere decir que la vida del ser humano se ha convertido en objeto de la política, que nuestra esencia ya no es la de un ser humano libre sujeto de derechos y deberes como rezan las constituciones, nos convertimos en el barro con el que los políticos hacen sus creaciones, sus figuritas para que actúen en la sociedad que ellos diseñan a placer.
La realidad pública- como dice Hannah Arendt- ha sido degradada por los gustos y opiniones de personajes siniestros y crueles, para quienes una limpieza ética, un holocausto, un genocidio como los que ocurrieron en Yugoslavia y Ruanda, son “necesidades” para hacer realidad proyectos mucho más grandiosos y utópicos, que una vez concretados serán perfectos y de seguro, salvarán a la humanidad, dicen ellos.
Agamben lo recalca en cada uno de sus memorables libros sobre política, la nuda vida, la vida en su esencia siempre ha sido el objeto de la política, desde tiempo antiguos, disfrazado este interés por una patina de humanismo, de elevados principios que ponían al hombre en un pedestal, pero que en el fondo era el interés por controlar hasta el aire que se respira, para manejarlo como una marioneta a favor de las distintas ideologías.
El chavismo en Venezuela es un patético y primitivo ejemplo de lo anteriormente expresado, es una fuerza política que tiene una imperiosas necesidad de dominio, de control total sobre la sociedad y sus instituciones, es una forma política elaborada en Cuba y producto de mezclar experiencias marxistas y militaristas, tanto europeas como asiáticas (todas ellas fracasadas), con una sed implacable de poder, riqueza, buena vida, privilegios, honores y pleitesía para sus dirigentes, que se cubre de un proyecto socialista y de unos principios humanistas para excusar el expolio y la matanza, pero en realidad es un programa totalitario de opresión y estado policial, que no puede, ni sabe cómo jugar en democracia.
El chavismo es un movimiento político íntimamente asociado al negocio del narcotráfico, y de acuerdo con las prácticas mundiales, no se negocia con narcotraficantes, tampoco se negocia con secuestradores y el chavismo tiene secuestrado al país entero a punta de pistola, menos aún hay que sentarse a dialogar con el terrorismo, y el chavismo ha dado muestras de su vocación terrorista y basta ver su comportamiento en contra del pueblo de Venezuela que protesta y reclama sus derechos legítimos, entonces, ¿Por qué la insistencia en sentarnos a negociar con Maduro? ¿Vamos a legitimar y a reconocer la beligerancia del crimen organizado?
Creo que la gran mayoría de los venezolanos hemos aprendido la lección, ningún chavista es demócrata, así se vistan de la estatua de la libertad, su conformación mental, su disposición moral, su ideología, les impide acceder a la vida democrática, y no es especulación, los hemos visto durante estos 18 años, son totalmente incapaces de actuar con tolerancia, se creen tan superiores moralmente que no hay manera para que actúen en un plano de igualdad y puedan razonar con argumentos.
Cualquier intento de negociación con estas formas de política es inútil, algo que sabe muy bien Zapatero, el Vaticano y los demás interlocutores por la paz chavista, el mismo presidente Barack Obama sabía que negociar con estas fuerzas era imposible, su interés político era pasar sin mayores perturbaciones y al menor costo posible la página latinoamericana en su gobierno, y prefirió entregarle Venezuela a los Cubanos para salvar el proceso de paz en Colombia, no nos veía como seres humanos, sino como cuerpos.
Como cuerpos nos tienen que ver los negociadores que pretenden sentarnos en una mesa con estos criminales comunistas, para ellos somos guarismos, una masa biológica asignada a unos territorios, somos simples números en unas cuentas que sacan los países que apoyan éste oprobio en la OEA, los que transaron nuestras vidas y bienestar por unos barriles de petróleo, nos cambian como fichas en un juego de intereses mundiales, somos refugiados, receptores de ayuda humanitaria, víctimas fatales que crecen en una columna en rojo sin nombres ni rostros, somos cifras en las alarmas sanitarias del continente, estadísticas que entran en las cuentas epidemiológicas y que hay que cuidar no se desborden fuera de control.
Todas esas estadísticas rojas de torturados, de presos políticos, de desapariciones, secuestros, asesinatos, de fosas comunes, de ataques militares contra poblaciones indefensas, conforman un esquema planificado y reiterativo de inducir terror en la población para doblegar sus protestas y reclamos, el gobierno de Maduro tiene al país contra la pared y con un arma en la cabeza, con la sola exigencia de obediencia sin resistencia, que es lo único que Maduro espera de una negociación exitosa con su gobierno, no se trata de tranzar un perdón o de una salvoconducto para que se vayan del país, ni siquiera se trata de elecciones generales, es solo el poder brutal de hacer con nosotros lo que le venga en gana.
Lo que importa para los negociadores es lograr la paz sin importar el precio, el objetivo es eliminar de la ecuación política el mayor número de resistencias para que callen los fusiles, y ellos, los negociadores, correr a cobrar sus premios internacionales por la paz
Las negociaciones con un régimen como el de Nicolás Maduro tienen un solo resultado, mantener al régimen en el poder, para ello se comportan como una mafia, se la pasan ensayando con nosotros experimentos de inducción al terror, a la violencia, a la sumisión del pueblo a sus gobernantes que actúan como amos del país, lo malo es que les salimos respondones y creativos, y que en la calle, estamos aprendiendo a defendernos.
Los que abogan por negociaciones con el chavismo simplemente saben que van a tener que ceder hasta nuestra dignidad de humanos, para ellos es más importante la vida, aunque sea de rodillas, y si les dejamos que dialoguen por nosotros vamos a terminar transando por una esclavitud “light”, que se reduce a recibir sus bolsas de comida CLAP, que nos atengamos a sus misiones socialistas para cuidar de nuestra salud, y que las consejos comunales manejen el resto de nuestras vidas, incluso con quien vamos a aparearnos.
Los negociadores “toderos” que no tienen límites en su capacidad de negociación, que no reconocen contraparte que no se le pueda sacar algo para su beneficio, aquellos dialogantes que creen poder entablar negociaciones hasta con el mismo diablo como lo hiso Florentino y salir sin rasguños del encuentro, son como los apostadores compulsivos, en algún momento la suerte los abandona, o tienen una mala mano y pierden todo, lo malo es cuando las fichas somos todos nosotros, lo terrible es que negocien a nuestras espaldas, en secreto y sin agenda conocida.
Y cuando no hay negociación posible o sentarse a un dialogo improductivo y tramposo no es lo aconsejable, siempre quedan otras maneras de hacer presión y de buscarle salida al conflicto y entre ellas se encuentra la violencia, no es la más civilizada ni la menos dolorosa, pero si es efectiva y no hay que temerle, simplemente administrarla y utilizarla cuando sea necesario y más cuando se trata de sobrevivir, viene ahora el régimen de Nicolás Maduro por medio de su Constituyente comunal a ponernos las cadenas, el collar y el bozal, dependen de nosotros que nos dejemos, mi opinión es que debemos defendernos hasta morir, al final, o quedan ellos o quedamos nosotros, con la particularidad de que somos muchos y ellos pocos, y además, son unos cobardes. Y por último, algo que es muy claro, la libertad en Venezuela no es negociable.   -   saulgodoy@gmail.com










No hay comentarios:

Publicar un comentario