sábado, 17 de junio de 2017

La historia de Dios


A medida que me hago más viejo me preocupan los temas espirituales, una tendencia muy común y natural en el hombre que ha pasado la línea que marca más de la mitad de su vida, y viviendo en un país como la Venezuela de principio del siglo XXI, donde la dignidad de un ser humano se tranza en unos pocos centavos y lo material ha obnubilado la visión de quienes se ocupan del gobierno, lo espiritual, ante lo inevitable de la muerte, se hace necesario para diferenciarnos de las demás bestias.
Es por ello que insisto en mis estudio sobre las religiones, de las experiencias místicas, de ese mundo que no podemos ver pero suponemos está allí- y como decía el historiador A. Toynbee- donde se encuentran las respuestas fundamentales de nuestras vidas- por eso mi empeño en comprender la mitología, por descifrar ese lenguaje secreto de las leyendas, por entender esos chispazos que producen esos cables pelados de la magia, de los mensajes revelados del mundo divino, de los epifenómenos que se disparan en nuestro sistema nervioso central y nos hacen alucinar túneles de luz, cuando nuestros sistemas de vida empiezan a colapsar.
Como muchos de los detractores de la religión y Dios, me paseé por la idea de que la fe y las creencias religiosas son parte de un sistema justificativo ideológico bien para el campo socialista, donde fui educado por los jesuitas, o bien para un anarco capitalista como terminé siendo, que justificaba mi tendencia de derecha, en la que hoy creo.
La idea más actual, la opinión que prevalece en los círculos académicos y que vienen referenciados por la epistemología moderna, es que la religión y Dios son “accidentes” evolucionistas, subproductos de adaptaciones psicológicas que nos permiten presumir existen causas y agentes ocultos, involucrados en los cambios que se suceden en el mundo físico y social.
Paul Bloom (2005) dice con mucha más precisión, que nuestro aparato cognitivo evolucionó para ver en el mundo propósito, intención y diseño, aún cuando nada de eso esté allí en realidad.
Y dentro de todo este complejo panorama la pregunta sobre Dios es fundamental, hay una tendencia dentro de la antropología religiosa que se interroga sobre la evolución del concepto de Dios ¿Es un Dios único una señal de evolución religiosa en el hombre? O por el contrario, todo en el universo tiene su propio genio y espíritu, cada cosa tiene su causa vital y debemos referirnos a ellas por su nombre (divinidad) particular, y la univocidad de Dios, ¿Es un error?, o en el peor de los casos, ¿Una degradación de la superioridad del politeísmo?.
Autores como Max Müller, Andrew Lang, J.G. Frazer hablan de períodos pre-lógicos, de estados mentales animistas, de orígenes del lenguaje naturales donde la relación del hombre con el mundo eran de manera más inmediata, sin ningún tipo de mediación o filtro cultural, por lo que el contacto con la realidad era de otro tenor, en directo, casi en un estado constante de demencia, alucinado, donde el asombro, el terror y el éxtasis eran estados colectivos comunes entre los miembros de la tribu.
Muchas de estas religiones antiguas no tenían la intención de explicar el origen de la vida o de dar soluciones a los más urgentes problemas del hombre primitivo, muy por el contrario su intención era mantener a los hombres en un estado de continua búsqueda del equilibrio entre la maravilla y el terror que significaban estar vivo, eran muchas más las preguntas que generaban, que las respuestas, y su papel principal era mantener a los pueblos en actitud de reverencia ante los misterios.
Ya para el siglo 8 a.C., cuando los arios (de Irán) invadieron la India, llevaron consigo los Rig-Veda que eran una colección de odas referidas a una multitud de dioses, que representaba cada uno a las fuerzas de la naturaleza en forma de un instinto con poder, vida propia y personalidad.
Y ya por la misma fecha los sacerdotes babilónicos estaban tratando de desentrañar, a partir del caos original, una sola divinidad, absoluta y trascendente que unía a todos estos dioses en una sola expresión del misterio de la existencia.
Los rituales y los sacrificios eran puestas en escena de un microcosmos que representaba a todo el universo, había implícito un proceso de revelación de los desconocido, todo lo que sucedía era un manifestación de ese poder de la deidad sobre el mundo y los hombres.
El historiador de las religiones Georges Dumézil, en su ilustrativo estudio Los Dioses de los Germanos, ensayos sobre la formación de la religión escandinava, (1959) nos habla de varios grupos de divinidades en la alborada de estos pueblos, los Ases y los Vanes, también los Elfos, nos dice Dumésil:
Cuando Adán de Bremen, en los últimos tiempos del paganismo, conoció la religión practicada en el templo de Upsala por los habitantes del Upland sueco, se resumía sensiblemente en los tres ídolos que habitaban codo con codo el edificio, abriendo a los creyentes un abanico de devociones:  En este templo, todo adornado de oro —escribe el viajero alemán—, el pueblo adora tres estatuas de dioses, Thor, el más poderoso, está sentado en medio, con Wodan a su diestra y Fricco a su izquierda. Las significaciones de estos dioses son las siguientes: Thor, dicen, es el amo de la atmósfera y gobierna el trueno y el rayo, los vientos y lluvias, el buen tiempo y la cosecha; Wodan, o sea el Furor, dirige las guerras y da al hombre la valentía contra los enemigos; el tercero es Fricco, que procura a los mortales la paz y la voluptuosidad, y cuyo ídolo está dotado de un miembro enorme. Tienen sacerdotes agregados a todos sus dioses, que presentan los sacrificios del pueblo. Si amenazan peste o hambre, es al ídolo Thor al que hacen ofrenda; para la guerra, a Wodan; y si han de ser celebradas bodas, a Fricco.

Pero de igual manera la investigadora de la religión Karen Armstrong, de quien ya hemos dedicado un artículo sobre el budismo, nos recuerda en su magistral trabajo Una Historia de Dios, (1993) de los serios inconvenientes del monoteísmo:
Hoy nos hemos familiarizado con la intolerancia que desafortunadamente ha sido característica del monoteísmo que no podemos apreciar en la hostilidad hacia otros dioses y que es una nueva actitud religiosa. El paganismo era esencialmente una religión tolerante: eran cultos antiguos que no se sentían amenazados por nuevas deidades, siempre había espacio para otro dios en el partenón tradicional… Pero los profetas de Israel no tenían esa capacidad de tomar con calma a otras deidades que competían con Iahvé. En las escrituras judías, el nuevo pecado de “Idolatría”, el culto al dios “falso”, inspira algo cercano a la náusea…

Y es interesante como el sexo de los dioses de pronto tuvo relevancia en sus existencias, en el pensamiento arcaico, la figura de la diosa madre era de vital importancia en las sociedades primitivas que le daban un principal significado a la abundancia y la fertilidad, asociados a sus ganados y campos de cultivos, a la abundancia de peces en el mar y de aves en el cielo, de hecho Baal fue adorada como diosa de la fertilidad por muchas tribus canaanitas hasta que fue desbancada por Iahvé, el dios masculino y guerrero que las tribus de los hijos de Abraham trajeron de su larga huída de Egipto.
Le era muy difícil a dioses masculinos asumir los ritos de fertilidad que desde tiempo inmemorable eran funciones de las diosas, pero en el caso de Israel, con el Convenio, el pacto entre Iavhé y los hombres, establecía como punto de honor, que sólo serían los judíos el pueblo elegido, si dejaban de adorar a otros dioses.
Para terminar este brevísimo escrito sobre una inquietud tan compleja como Dios, quiero referirme al estudioso Eliade Mircea, en su imperdible libro El vuelo mágico y otros ensayos, (1995), quien afirmaba, que es en las religiones primitivas del oriente, donde encuentra su génesis la inquietud espiritual del hombre y donde por primera vez, de manera sistemática se abre el estudio profundo de esta materia tan fundamental como lo es la religión, allí están las bases formativas de las principales religiones como el judaísmo, el cristianismo y el islamismo, hace toda una apología al estudio de las religiones y dice, refiriéndose a la modernidad:
Es sabido que Feuerbach y Marx defendían que la religión alienaba al hombre de la tierra y le impedía realizarse humanamente, etc. Pero aun en tal caso esta crítica solo puede aplicarse a formas tardías de religiosidad, como las de la India post-védica o del judeocristianismo, es decir, a religiones en donde el elemento del “otro mundo” desempeña un papel importante.  La alienación y el alejamiento del mundo son desconocidos, incluso inimaginables, en todas las religiones de tipo cósmico, tanto primitivas como orientales, pues en estas últimas -la aplastante mayoría de las religiones conocidas por la historia- la vida religiosa consiste precisamente en exaltar la solidaridad del hombre con la vida y la naturaleza.

Pero concurro con la opinión generalizada, la pérdida del interés por la religión y por la cuestión de Dios se debe principalmente, a que en occidente, a partir del siglo XIX gracias al auge del materialismo, le metafísica cayó en desgracia y todo el pensamiento religioso quedó atrapado en cuestiones eminentemente dogmáticas.
Aunque Wittgenstein en su Tractatus distinguía lo que se puede decir de lo que sólo se puede mostrar, y las proposiciones metafísicas según él, eran inefables, si se expresaban siempre iban a estar mal construidas, por lo que eran elementos que solamente podían mostrarse, y además, estaba el hecho con que Wittgenstein concluyó tajantemente, que no hay necesidades metafísicas en la naturaleza.
Aristóteles que era un científico y siempre tuvo por la religión un gran respeto, decía que aquellos que se iniciaban en los misterios no estaban obligados a aprender hechos, sino a experimentar ciertas emociones y a ponerse en predisposición a ciertos estados, esos iniciados(as) son hoy una rareza, y un tesoro.  -   saulgodoy@gmail.com




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