domingo, 9 de julio de 2017

El poder y el chavismo


Estoy convencido que una de las diferencias insalvable del chavismo ante la realización de un sistema democrático efectivo, tiene que ver con su conceptualización del poder. Poder para un chavista no es ni remotamente parecido al significado de poder para un demócrata republicano y liberal, y estoy hablando de todos los chavistas, sean estos maduristas, revisionistas, fundamentalistas o post chavistas.
Al conceptualizar el poder, inevitablemente caracterizamos igualmente a la soberanía, a la legitimidad y finalmente a la democracia, dependiendo de donde y en qué condiciones ubiquemos el poder, podremos hablar del tipo de política, de su calidad y de sus partícipes. 
La jugada que Nicolás Maduro y el chavismo radical están planteando con la propuesta de la constituyente comunal, habla muy claro del tipo de poder que esta facción tiene en mente, deja en evidencia su posición ante el sistema democrático, la separación de los poderes y del papel que tiene la sociedad civil dentro de sus planes de un nuevo estado, cuya forma deja de ser republicana y se extravía por caminos de la irracionalidad, muy parecido a al modelo autoritario y represivo que existe en la Cuba actual, y esto lo hacen ciertos “políticos” supuestamente socialistas, sólo para complacer unas urgencias de seguridad personal, unos patrimonios de dudosa procedencia y unas expectativas de dominio absurdas.
Esto es así, fundamentalmente porque el chavismo nace de una logia militar, de una doctrina arcana de un árbol de tres raíces, donde el componente militar prevalece sobre todos los demás, el asunto se trata de palear con referencias a lo cívico-militar, tratan de minimizar el militarismo intrínseco a esta ideología con la figura de un pueblo en armas, intentan distraer a los ciudadanos con el elemento miliciano como principal en el quehacer revolucionario, pero ninguna de estas figuras lo logra, ninguna de estas aproximaciones disminuye la visión militarista del poder.
Y es tan fundamental esta noción del poder, porque es la que define, aguas abajo, a la política, el profesor Giuseppe Duso (1999) recalca en uno de sus estudios sobre el poder lo siguiente:
La acción de gobierno, que para una larga tradición de pensamiento se considera natural y necesaria en cualquier forma de comunidad, desde la domestica a la civil, a causa de la diferencia de sus miembros, y debido a que existe un problema objetivo del bien común que no depende de la voluntad de los individuos, se entiende conforme a la óptica moderna del poder, es decir, como una forma de dominio, de sujeción de las voluntades de los gobernados ante la voluntad de los gobernantes.

La política tiene como tema central el asunto del orden que necesariamente implica al poder y para cualquier observador es obvio, que el concepto de orden y poder tienen un significado muy diferente en el ambiente militar que en la esfera civil.
Y como ámbitos diferentes, con sus propios objetivos, formas  e instancias, el poder entre lo militar y lo civil es justamente una de las diferencias irreconciliables entre ambos mundos, justamente porque los identifica, es parte basal de su naturaleza, un militar que acepte manejarse dentro del concepto de poder civil deja de ser militar, igual sucede con el civil, por ellos es que la institución militar, aunque complementa la idea de la nación, como superestructura de la sociedad, siempre se encuentra separada, aún en los casos en las sociedades donde todo ciudadano es considerado un efectivo militar.
En el caso de Israel, por ejemplo, donde toda la población civil es reserva militar, los “modos”, las oportunidades y momentos están perfectamente definidos para que de un momento a otro, en caso de un llamamiento a las armas a fines de entrenamiento, alerta o conflicto, la población deja de funcionar bajo el régimen civil, y pasa a operar bajo el orden militar, y al terminar el episodio, se regresa a la operatividad civil, porque el estado de Israel funciona en modalidad civil, como cualquier otros estado-nación.
No pueden funcionar ambos órdenes simultáneamente, pues no están hechos para los mismos fines, y cuando conviven, es siempre uno supeditado al otro, en tiempos de paz el orden y el poder son mayoritariamente civiles, en tiempos de guerra, cambia.
El profesor Duso sigue elaborando su tesis sobre el poder civil:
Con base en esto surge el poder, una relación formal de mandato-obediencia, que solo puede instaurarse sobre el fundamento lógico de esos derechos de igualdad y libertad que se convierten a su vez en su finalidad. El poder de la sociedad o de todo el cuerpo político entonces solo puede existir en tanto que es legítimo, en tanto que se basa en la voluntad de todos los individuos. En ese momento, cuando desaparece un mundo objetivo en el cual orientarse y cuando se absolutiza el papel de la voluntad, se plantea el problema —moderno— de la legitimidad. Nace así la historia de la soberanía moderna que no está ligada al significado de la majestas tal como se podía encontrar en los anteriores tratados sobre política, ni tampoco a las diversas potestates que se insertan dentro de un orden jerárquico. Ahora el poder es único y pertenece a todo el cuerpo político, implica sumisión dado que es racional y está legitimado por la expresión de la voluntad de todos que asume la forma del contrato social en las doctrinas iusnaturalistas. La pertenencia del poder a la totalidad del cuerpo político excluye que pueda ser ejercido por una persona a causa de sus cualidades o prerrogativas; todos los hombres son iguales, y por eso aquel o aquellos que ejerzan el poder solo podrán hacerlo en la medida en que todos los autoricen, es decir, solo como representantes del sujeto colectivo.

Duso es muy claro al advertir que las acciones del gobernante investido de poder implica la separación de la acción pública y política con respecto a la conducta privada de los sujetos, es decir, quien ejerce el poder no puede hacerlo como si estuviera actuando en su vida privada, por lo que sus gustos, temores, favoritismos, sentimientos, ideología y debilidades no deberían afectar el desempeño de su función como representante de esa gran mayoría de ciudadanos, incluso a quienes no lo llevaron al poder.
Para proceder con nuestra breve exposición, debemos estar claros que hay una diferencia sustancial entre el poder político y el poder militar, y si le concedemos algo de razón a Michael Foucault, todo poder es injusto desde el momento en que no nos pertenece.
En el pasado, el poder tanto civil como militar se concentraban en una sola persona, como era el caso del podestá en la Italia medioeval, funcionario elegido por las comunas en las ciudades lombardas y autorizado por el Rey, el cual convocaba concilios, dirigía el ejército comunal y administraba la justicia civil y criminal.
La mayor parte de las administraciones coloniales de los imperios, se mantenían en orden gracias al poder de un militar que también tenía funciones civiles, durante la Primera y Segunda Guerra mundiales los territorios ocupados tenían jurisdicciones militares que cubrían ambos ámbitos, igual ocurría durante las dictaduras militares.
Contrario a lo que creía Clausewitz de que la guerra es la prolongación de la política, el teórico canadiense Kalevi Holsti considera que la guerra se ha tornado un fin en sí mismo, y se atreve a afirmar la existencia de: “Bandas delincuenciales interconectadas en redes a escala global, sin otro objetivo que el de obtener ganancias, riqueza, poder y liberando su decisión de matar y cometer genocidio, apoyados en supuestas razones de etnia, clase o religión, básicamente contraculturales. Para ello deben destruir las Instituciones del Estado.”
El poder militar, a diferencia del civil, se sustenta en la fuerza de las armas y está organizado jerárquicamente en función a una cadena de mandos a quienes corresponde la ejecución de las órdenes superiores, órdenes que tiene la característica que no se discuten, se obedecen.  El poder militar cuenta con una organización basada en la disciplina y la obediencia, en la mayoría de los casos son organizaciones apolíticas y no deliberantes, su función primordial es dominar sobre un territorio, defenderlo y destruir al enemigo, en la modernidad sus funciones se limitan a la de seguridad y defensa de las naciones y por tener el monopolio de las armas y la violencia, no se involucran en la política, su actividad fundamental, es estar preparados para la guerra y hacerla, si fuere necesario.
Venezuela está pasando por la terrible situación que sus fuerzas armadas han sido tomadas por estas organizaciones para delinquir y explotar al país, se dicen ser poder político, pero en realidad son una fuerza opresora que están destruyendo las instituciones y montando un nuevo estado criminal para amurallarse en su interior, y controlar la población con la violencia y las armas.
En las repúblicas constitucionales y liberales como la nuestra, el componente militar está supeditado a la autoridad civil y una de sus obligaciones principales está en obedecer y defender la constitución nacional y aunque la institución militar se encuentra inserta dentro del sistema democrático, a su interior la democracia no existe ni se practica por ir en contra de los principios de disciplina y obediencia.
Bajo este aspecto, todos los intentos históricos por realizar la idea de una unión cívico militar estable y perdurable en el tiempo han fracasado, sólo ha funcionado durante muy corto tiempo y para fines específicos pero no como una manera de convivencia en una nación, es por ello que el ideal chavista de llevar al componente militar a la política y de militarizar a la sociedad civil, han resultado en situaciones harto difíciles para el orden y la estabilidad del país.
Este punto en específico nunca ha sido suficientemente discutido en ninguno de los dos ámbitos, aparte de los usuales lugares comunes, memes, slogans políticos y buenas intenciones, es imposible razonar una sociedad libre manejada por el poder militar, el resultado sería obvio, la destrucción del ámbito civil y el debilitamiento del militar, habría que crear instituciones híbridas de rasgos muy contradictorios que solo traerían confusión en la población y abuso por parte de los militares, las instancias administrativas, de justicia y de seguridad comunitaria serían imposible de manejar en un gobierno cívico-militar.
Si a ver vamos, todos los regímenes actuales que se tienen por cívico-militares, desde Corea del Norte, pasando por Cuba y siguiendo con Siria y Venezuela, son todos gobiernos militares donde la población civil está domeñada por el poder de las armas.
El chavismo que se dice democrático, nunca podrá aspirar a convivir dentro de la sociedad civil ni competir por el poder político hasta que no resuelva de una vez por todo este delicado asunto.
La experiencia venezolana con el gobierno revolucionario socialista del Siglo XXI lo que ha dejado claro es que el modelo cívico militar es inviable, y que en el mejor de los casos lo que se nota, es una pronunciada deriva hacia un modelo autoritario militarista que ha roto con el orden institucional en el país que ha producido un estado de indefensión y de inseguridad en el grueso de la población, y la propuesta de Maduro para su constituyente comunal, sólo indica un oportunismo ciego y egoísta que en nada favorecerá los intereses de la nación venezolana.
Estoy seguro que los venezolanos y el mundo no van a permitir la creación de un estado forajido y que vendrá la reconstrucción del país y la vuelta al cauce democrático, para ese momento deberíamos estar muy claros, todos, de cuál debe ser el papel de los militares en este nuevo orden de cosas.   -    saulgodoy@gmail.com










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