sábado, 15 de julio de 2017

Sobre los remitidos públicos


“Dos o tres o mil cabezas piensan mejor que una. Se aplica a la tesis de que el colectivo imbécil es una agrupación de personas inteligentes que se reúnen para imbecilizar-se, una intellientzia local que ofrece, colectivamente respuestas mucho más imbéciles de la que sus miembros en soledad lograría producir por sus propios medios”.

Olavo de Carvalho, filósofo brasileño.

Empezando que se trata de una costumbre muy comunista, eso de hacer un pronunciamiento sobre un tema que se encuentra en la palestra pública, y se consiguen una cierta cantidad de firmas que lo apoyen, entre ellos personalidades de cierta importancia y otros nombres sin ninguna relevancia, por lo general el chorizo de firmas es tan largo que sólo publican las más relevantes o las que quieren hacerse pasar por relevantes, para finalizar con la coletilla de “sopotocientas firmas en depósito”, de modo que mucha gente dio su firma creyendo que iba a salir retratada con los grandes ligas de su medio, resulta que ni siquiera publican su nombre, o lo hacen de un tamaño tan ínfimo (cuando se trata de legiones de partidarios) lo cual, cuando ha contribuido con dinero para su publicación en el periódico más leído, resulta una estafa.
En Venezuela es casi un deporte, eso de los remitidos públicos firmados por los bien llamados colectivos, trátese de académicos, artistas, intelectuales, profesores, gremios, víctimas o políticos, todos tienen algo que decir al unísono, todos coinciden en expresar un problema o sus posibles soluciones con las mismas palabras y el mismo sentir.
Por lo general es la iniciativa de alguien quien se toma muy a pecho el problema o situación y considera necesario hacer una manifestación colectiva pública y por escrito, con lo que, desligarse del asunto a posteriori resulta un problema, por lo general el panfleto lo escribe alguien que conoce del problema y que por lo general no sabe escribir, o de alguien quien escribe muy bien pero desconoce la materia, la mayor parte de estas posturas colectivas están marcadas más por la inteligencia emocional que por la racional, el asunto es que cuando finalmente sale publicado, una gran parte de los involucrados se sienten burlados porque eso no fue sobre lo que ellos estuvieron de acuerdo.
Y es que está el asunto de los borradores y de la copia final, con alguna modificaciones imposible de consultar a tanta gente, “Pero el espíritu es el mismo”- te alegan, aunque tú sabes bien la diferencia entre “rogar” y “exigir”.
En nuestro país, y parece que es una tendencia muy común en otros países de Latinoamérica, les encanta una lista de “notables” de “intelectuales comprometidos”, de “ciudadanos preocupados”, de “artistas con el país”… que no me mal entiendan, son todas expresiones colectivas de gente con una opinión en común y que por lo general pretende, entubar a la opinión pública en mecanismos políticamente correctos para que no surja competencia en lo tocante a solucionar las crisis, o pretenden no pagar el precio de la libertad, escurriendo las responsabilidades.
En esos comunicados expresan sus deseos como si se tratara de un listado al ratón Pérez o al Niño Jesús, por lo general son pacifistas con una aversión a las salidas violentas, o a sacar unos malandros del poder de la única forma posible, lo más probable es que se trate de impulsar negociaciones con el narcotráfico y con terroristas, de llamar a un diálogo con los verdugos en un desesperado intento por reducir las ejecuciones sumarias que el régimen hace diariamente en las calles de Venezuela, llamando a la conciencia de estos criminales o despertando lástima con sus ruegos, todo sea por evitar  o prolongar el conflicto, sin importar si la parte perdedora es la oposición.
No se dan cuenta que estos llamados a la cordura y a la sindéresis justo en el momento del despliegue del horror es simplemente una acicate a multiplicar la maldad, estas demostraciones de debilidad son las que excitan de sobremanera al violador y lo hace más violento porque se sabe dueño de la situación, y al igual que el matarife en un matadero, cuando el corderito empieza a balar por su madre en medio del olor a sangre, es un premio para que el degüello continúe con más ahínco.
Para el escritor y filósofo brasileño Olavo de Carvalho en su polémico libro O Imbecil Colectivo (1996) en el que hace una dura crítica a la cultura de ese país, dice que la intelligentzia (vocablo ruso que denomina a los intelectuales locales) de los pueblos se distinguen por tres actitudes básicas, la primera, cada miembro de la colectividad se compromete a sólo percibir como realidad lo que todos perciben al unísono, segundo, todos juran que ese recorte minimizados de la realidad que han hecho, es la única visión verdadera del mundo, tres, todos profesan un divisor en común y es que su versión es infinitamente más inteligente que la de cualquier persona dentro o fuera del grupo y agrega, tal y como Marx y Freud lo han demostrado al descubrir el poder de la conciencia colectiva sobre la conciencia autónoma.
Lo peor de hacerse parte de este tipo de comunicado es que si hay reacción, si hay crítica y observaciones, o peor, si hay malos entendidos, tengan sus firmantes que aparecer en la palestra pública explicando lo que quisieron decir y cuáles fueron sus verdaderas intenciones.
Antonio Gramsci el promotor de la hegemonía cultural, instruía a sus cuadros marxistas estas prácticas de publicar estos remitidos colectivos como llamados de la consciencia nacional.
Ahora, háganse la pregunta ¿Qué es lo que intentan unos intelectuales izquierdistas reunidos en gavilla con un comunicado pidiendo negociaciones con el régimen de Maduro? ¿Demuestran debilidad o fortaleza? ¿Es lo más inteligente a estas alturas de los acontecimientos o pasa como un acto de cobardía?
La oposición democrática desde un principio, por medio de la MUD estuvo siempre dispuesta a la negociación, fue el gobierno quien reiteradamente violaba su palabra empeñada, hacía trampa, no cumplía con las condiciones, se burlaba de sus adversarios, y los representantes de la oposición insistían, reuniéndose en secreto, pactando a puertas cerradas y siempre terminaban como unos idiotas, denunciados por el mismo gobierno de estar reunidos tramando un arreglo secreto.
Ya deberíamos estar curados en salud con las nefastas intervenciones del Vaticano a favor del gobierno de Maduro y de los intereses de Raúl Castro en Venezuela, el club de negociadores venezolanos insisten en involucrarlos (a Francisco y a Bergoglio) para que vuelvan a hacernos daño o para alargar la salida de la dictadura comunista, yo me quedo con nuestros curas que han probado en carne propia la naturaleza de la bestia, y saben que esas criaturas reptantes del gobierno no tienen palabra.
Ahora las condiciones cambiaron, el gobierno está contra la pared y busca con quien negociar, aunque insiste en su posición “dura” pero con una torpeza sin igual, lo sucedido en el asalto al parlamento no tiene nombre y cuando siente las brasas de la presión internacional en el trasero, entonces permite que Leopoldo López continúe preso en su casa, justo el gesto de buena voluntad que necesitaba el club de negociadores de la oposición, para que volvieran a hacer la danza de la lluvia.
Afortunadamente, ni soy inteligente ni pertenezco a ningún grupo de notables, lo poco que pienso lo hago por mi cuenta y lo digo con mi nombre, no ando buscando firmas para validar mis argumentos ni me diluyo en conciencias colectivas, tampoco ando negociando con bichos de uña.
Creo que es el momento de introducir ciertos cambios en nuestra cultura, tratar de enderezar lo torcido y no dejarnos llevar por culillos, ansias de protagonismo ni depresiones, el momento que vive nuestro país es heroico, es una gesta por la libertad que va a necesitar mucho más que pacifismo y sacrificios humanos de jóvenes ante las fuerzas del horror, olvídense de la palabra negociación, para negociar con el chavismo hay que tenerlo en el piso, inmovilizado y derrotado, aquí lo que viene es lucha y sólo habrá un ganador, ya veremos si la compasión tiene cabida en las resultas.   -   saulgodoy@gmail.com





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