domingo, 9 de julio de 2017

La oposición ante la crítica


La oposición libre y democrática tiene innumerables problemas y muchas virtudes, de estas últimas no hace falta que hablemos, nuestros principales voceros se encargan suficientemente de mantener en alto lo positivo de nuestras organizaciones y principios, si no fuera por las frecuentes metidas de patas, de nuestras inconmensurables torpezas,  se diría que somos ángeles perfectos en esta lucha contra los demonios del averno.
Veamos nuestros defectos, o mejor dicho, continuemos señalando las “pequeñas extravagancias” que nos caracterizan, esto lo voy a resumir en lo que llamo las tres leyes de la venezolanidad, que rigen la vida de gente como yo y como 30 y dele, de millones de venezolanos en el país y alrededor del mundo; tenemos unos atavismos de los que no nos damos cuenta hasta que un tercero nos lo señala y el primero de ellos, configura la primera ley, y es, que nos creemos el centro del universo, no somos siquiera una parte importante del cosmos, somos el sol en la teoría heliocéntrica, o el centro de la galaxia, todo gira alrededor de nosotros, o por lo menos debería girar, no porque nos lo merezcamos o porque nuestro influjo es producto de un tenaz trabajo de influencia sobre la leyes que rigen la naturaleza, sino que se trata de un sentimiento, de una puntada inculcada desde la cuna, de que sin nosotros, la vida no merece la pena vivirla.
Y esto se manifiesta de diversas maneras, somos “el alma de las fiestas”, el centro de las reuniones de trabajo, los más “vivos” e inteligentes de la partida, los líderes de la manada, los que saben más que los expertos, el amigo y vecino que todos quisieran tener… en fin, esta impronta de protagonismo desmedido nos marca, de modo que cuando nos suceden cosas desagradables, cuando las situaciones se presentan en nuestra contra y debemos aceptar que somos uno más del montón, que no somos extraordinarios, nos ponemos melancólicos y le echamos la culpa a nuestros hijos, a la esposa, a la suegra, al alcalde de turno, al presidente, a la ONU, a Dios… no importa, y esto es muy socialista, somos incapaces de aceptar nuestra responsabilidad en las cosas que nos suceden, los malos y brutos son siempre los otros.
Nuestra segunda tendencia (ley), muy arraigada, la conocemos con la expresión “escurrir el bulto” o sea, en el momento decisorio, a la hora de las chiquitas, siempre preferimos que sea otro el que asuma la dirección y el liderazgo de lo que se vaya o se tenga que hacer, aunque nos sentimos superiores para casi todo, somos muy dados en darles “las oportunidades” para que se destaquen a otros, que terceros asuman la carga, conservamos nuestra capacidad crítica pero sin involucrarnos personalmente en el asunto, sabemos que hacer y cuál es la solución para el problema, pero que sea otro el que dé la cara por nosotros, por ello es que estamos en una constante búsqueda del líder mesiánico, del tipo cuatriboleado o la mujer cuatriovariada que se ponga al frente y nos arrastre.
Y el tercer elemento definitorio de nuestro sino, es esa bendita mitología que nos consume del héroe de las mil caras, al decir de Joseph Campbell, donde todos nos creemos Connan El Bárbaro, el bruto noble sin miedo y capaz de enfrentar cualquier amenaza, aún la imposible de vencer, y enfrentarla con una sonrisa, afortunadamente la gran mayoría de nosotros nos dejamos dominar por la segunda ley de ser venezolano, la de escurrir el bulto, y solo una pequeñísima parte de nuestra población tiene el gen de Connan suficientemente desarrollado, para que dado el momento y las circunstancias, surja de entre nosotros uno de estos fenómenos.
Bajo estas tres leyes de ser venezolano es que podemos comprender nuestra tragedia política, que no es de ahora, ha sido siempre que nos ha afectado y sólo comprendiéndola, podremos algún día dominarla y convertirnos en gente normal.
Pero igual hay una condición que nos distingue, y que es la que nos ha llevado una y otra vez a estas crisis existenciales, a guerras, a quiebras de la nación y miseria generalizada, y es el cretinismo generalizado en la población, no somos un pueblo inteligente entre otras cosas porque todos los esfuerzos por otorgarle una educación útil, racional, práctica y rica en valores, para poder sostener una sociedad en términos de civilización, han sido torpedeados y manipulados para fines exclusivamente partidistas, para sostener regímenes políticos, o apetitos personales de caudillos, no para ser una nación libre, organizada y próspera.
El cretino se distingue por una insuficiencia mental, trabaja en términos de sus más básicos elementos de sobrevivencia, instinto y sentimientos, le falta el raciocinio, al verse enfrentado a decisiones que pudieran cambiar su vida se van por lo más elemental, por la satisfacción de las necesidades más inmediatas y trabajando sobre los sentimientos más primitivos, amor y odio, miedo y alegría, bajo estas circunstancia un pueblo con cretinismo severo, como el venezolano, no tiene capacidad de ver más allá de sus narices, por ello nos es imposible plantearnos un futuro, planificar y trabajar para hacerlo realidad.
De ese pueblo es que surgen nuestros políticos, no vinieron de otro país ni de otro planeta, son tan venezolanos como cada uno de nosotros y afectados por estas deficiencias de carácter, si la pregunta que surge en nuestras mentes es ¿De dónde salieron estos gobernantes que nos tienen la vida hecho papelillo? La respuesta está en nuestro cretinismo endógeno y las tres leyes de la venezolanidad.
Pero no desesperen, no todo es tan malo como parece, lo bueno de nuestra naturaleza y circunstancias es que son mutables, podemos hacerlas cambiar, podemos superar esos atavismos, de hecho, muchas de las naciones que hoy son consideradas del primer mundo y que están a la punta de los pueblos más prósperos y adelantados del planeta, en algún momento de su historia, en el pasado, tuvieron que enfrentar sus propios problemas y superarlos, problemas muy parecidos a los nuestros.
Los países en el decurso de su historia aprovechan estas crisis justamente para cambiar de rumbo, la cultura China descubrió hace muchos siglos atrás, que la palabra crisis tiene dos significados igualmente importantes, uno significa problema, el otro, oportunidad, creo que estamos en medio de esa encrucijada, durante 18 años hemos estados en manos de nuestros Connan los bárbaros, rigiendo el país como si fuera su tribu, nos han traído de regreso a etapas históricas superadas, han sido regresivos, fuimos nosotros mismos quienes los llevamos al poder, producto de seguir nuestros sentimientos sin aplicar la razón, de no involucrarnos cuando era necesaria nuestra participación.
Seguimos arrastrando el pesado fardo del cretinismo, en nuestra oposición todavía hay elementos irracionales, incluso totalitarios, ese manejo que hemos tenido de la unidad y de las acciones de los diferentes partidos políticos y dirigentes que la componen, rica en aciertos, también incurren en egoísmos primitivos como el de pretender darle cátedra de moral y ética a sus seguidores cuando aceptan en sus organizaciones prácticas fascistas y criminales, permitiendo dobleces y traiciones en nombre de una supuesta contabilidad, en la cual lo importante es sumar, no restar.
Si a algo debe acostumbrarse la oposición democrática a partir de éste momento es a la crítica, a la contra argumentación, al desmontaje de sus pretensiones, al análisis de sus resoluciones, al examen de sus posiciones, a la diferencia de opiniones y criterios, deben aprender a defender sus valores y principios y no echárnoslo en cara como si fueran dogmas, y esto es así porque en ese ejercicio, se pone en movimiento el músculo de la inteligencia, del razonamiento, de la prueba y la búsqueda de la verdad.
Todavía hay personas que prefieren el silencio a ser confrontados con otras tesis diferentes, no soportan el escrutinio público de sus haberes en ideas y acciones, se han acostumbrado a la censura y la autocensura, mandan a callar a quienes piensan diferente y si no tienen argumentos para contradecirlos, los acusan de radicales para restarle valor y consecuencias a sus ideas, y lo hacen en nombre de la unidad. Para no resquebrajarla- alegan algunos-  y es por ello que a estas alturas de la lucha en contra de la dictadura filocubana, todavía se anteponen agendas políticas personales, sobrevivencias electorales, a la lucha por la libertad y la democracia, eso es lo que la crítica trata de evitar.
En tiempos de incertidumbres, dudas e inesperados avatares es cuando más se necesita de la crítica, acallarla no solo es un pecado sino en un peligro para nuestra sobrevivencia, no podemos permitirnos el lujo de que unos líderes políticos con sus gríngolas ideológicas y sus compromisos partidistas nos extravíen por caminos sin retorno, es necesario escuchar las voces disidentes aún dentro de la oposición, la verdad puede estar en cualquier lado, aun debajo de la piedras. –
saulgodoy@gmail.com








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