sábado, 22 de julio de 2017

Lo último del capitalismo: El estado mercado, por Saúl Godoy Gómez


Les voy a traducir la primera parte de la introducción que hace el profesor Richard Robinson, economista de la Universidad de Holanda en La Haya del libro La Revolución Neo-liberal (2006) cuyo subtítulo es La forja del Estado Mercado, una compilación de importantes ensayos de diversos autores sobre el estado de arte del capitalismo mundial, el resumen que hace es imbatible sobre lo que está sucediendo en el mundo.
Han pasado tres décadas desde aquella ideas y prescripciones para la organización y reforma de la vida económica y social, conocidas como neo-liberalismo emergieron como las políticas ortodoxas que definieron su época. En ese período, las agendas para la desregulación económica, el retiro del estado, el desmantelamiento de la esfera pública y la ascendencia del interés privado, se han convertido en la moneda de cambio para los procesos de reforma que parecen inexorables. A pesar de que estos procesos de reforma no han sido paritarios y muchas veces contradichos con amargura, el retroceso continuo del estado benefactor en Europa y América, el dramático colapso de la Unión Soviética y las más recientes crisis de las economías asiáticas aparentemente han confirmado, en el gran esquema de cosas, que los intentos de ignorar las eficiencias del mercado, bien sea por los arreglos distributivos de la social democracia, la coordinación centralizada de un estado desarrollista o por medio de una pandilla de predadores que lo que buscan es la renta capitalista, son opciones que han sido desechadas por los mercados mundiales.

La economía mundial se encuentra en una fase avanzada de neo-liberalismo, mucho más sofisticada y productiva que lo que pudo conocer Latinoamérica a finales del siglo XX, lo que ha brindado no sólo estabilidad y desarrollo a un importante número de países, muchos de ellos que no pertenecen al llamado primer mundo, pero que gracias a su continuo crecimiento, gobernabilidad y contactos con la globalización han podido muchos de ellos, salir de la pobreza extrema y de las desigualdades sociales que han causado tan graves problemas sociales y políticos.
El mundo ha cambiado a una velocidad vertiginosa, el socialismo ha quedado para los museos de historia y para los países más retrasados del planeta, entre los que nos encontramos, con la dudosa mención de contar con una de las dictaduras más primitivas y violentas del orbe.
En un estado mercado justamente se busca proteger al mercado de la política para que no interfiera ni en su desempeño ni en el logro de sus objetivos, que son la creación de riqueza y elevar el estándar de vida de la población.
Para logarlo se introducen en las sociedades una serie de cambios profundos en la economía, legislación y conformación de los gobiernos, empezando por hacer una limpieza de la casa, principalmente abriendo al escrutinio público las cuentas del país, ninguna economía moderna puede funcionar en este mundo globalizado manteniendo en secreto sus balances y estados financieros, el secretismo en los bancos centrales y demás órganos de la economía es una rémora del pasado, el mundo de hoy es abierto y el intercambio de información es la norma.
Una vez estabilizada la macroeconomía (para ello hay instituciones multilaterales que tienen los expertos y las fórmulas para lograrlo) se pasa a la fase de encontrar un lugar en el enorme tráfico de la economía mundial, que para ilustrarlos, piensen en gigantescas autopistas virtuales que recorren el mundo con paradas estratégicas en ciertas capitales donde los productos y servicios recogen financiamiento, tecnología de punta, maquila o mejoramiento de los productos finales, marketing y comunicaciones y finalmente los segmentos del mercado donde son consumidos o utilizados en la elaboración de sus productos.
Ya la producción no era como antes donde el productor se encargaba de todo el proceso hasta llegar a su cliente, ahora existe toda una super red de servicios globales que hace al proceso de intercambio mucho más rápido, confiable y con posibilidades de llegar a mercados más grandes, sofisticados y productivos, que antes era impensable.
Ahora, montarse en esa autopista global de intercambios es lo difícil, primero se necesita amoldar toda la infraestructura física y productiva del país para tales fines, hay que educar a la población para esa actividad, tener a un gobierno con capacidad de ayudar y estar al lado de sus empresas para una competencia mundial que no es fácil y necesita de una gran coordinación, preparar toda una red de servicios financieros, de comunicaciones, de transporte, de puertos y aeropuertos, de trenes, autopistas, depósitos, de hoteles, de centros de convenciones, de universidades, de una planificación urbana de primera línea, ya que ingresar en este mundo de la economía de la globalización implica un enorme intercambio migratorio de clientes, expertos, técnicos y trabajadores especializados que necesitan de ambientes urbanos del primer mundo, donde los servicios sean de primera, donde no se vaya la luz ni el internet disminuya su velocidad.
Estamos hablando de convertir al estado, en sus dos acepciones, la de país y la de gobierno, en un aliado del mercado y de la productividad, lo cual implica un compromiso nacional con estos objetivos, todos los habitantes del país deben estar contestes en los retos, dificultades y responsabilidades que se tienen que asumir para despegar por la senda del crecimiento acelerado, porque una vez que una economía forme parte de este gran sistema global de intercambios, los cambios en la calidad de vida y prosperidad van a ser enormes y muy rápidos, y hay que estar preparados para asimilarlos sin atragantarnos.
Ya otros países han transitado por esta senda, sobre todo en Asia y en el caso de Latinoamérica, Chile es un buen ejemplo, lo importante es que la nación toda asuma el trabajo y los sacrificios que hay que hacer en los primeros años, que el gobierno informe adecuadamente, que se tengan los planes para atender a la población más vulnerable y que no caigamos en la tentación de desviarnos de la senda hacia las metas planteadas, lo que implica una continuidad administrativa y permitir el desarrollo de las potencialidades de la sociedad civil en un clima de libertades.
Venezuela en este sentido tiene varias ventajas competitivas que la hacen ideal para ingresar de manera rápida a la globalización, primero su situación geográfica es privilegiada en el mundo, nos podemos convertir sin ningún problema en uno de los nodos más importantes (hub, en inglés) de esta autopista virtual, lo que significa que podemos prestarle servicios a las otras economías que se van a servir de nuestra situación geoestratégica, segundo, disponemos de productos energéticos y de minerales estratégicos, que bien administrados, podría pagar en corto tiempo por el desastre dejado por el chavismo y darnos pie para iniciar las transformaciones necesarias a lo interno, tercero, tenemos la capacidad de convertirnos en un gran platel productivo de agroindustrias, petroquímica, comunicaciones y entretenimiento, educación, turismo y reserva de la biodiversidad como pocos en el mundo.
Pero tenemos una gran desventaja, y es la mentalidad socialista que nos tiene atados a la pobreza, lo único en que podemos pensar es en justicia social, en gobiernos benefactores, en planes centralizados y en una economía de conuco, nuestros políticos son todos enemigos de estos planes de desarrollo, su capacidad mental está reducida a lo local, a resolverse para la próxima elección, a tratar de conseguir una igualdad imposible entre los venezolanos, por eso hablé de un compromiso nacional y empieza justamente por cambiar a ese estamento político retrasado y con esas taras mentales que nos tienen condenados al pillaje y la miseria.
La transformación de un estado nacional a un estado mercado es fundamental, en posteriores artículos seguiremos ahondando en el tema.   -   saulgodoy@gmail.com




No hay comentarios:

Publicar un comentario