miércoles, 30 de agosto de 2017

Quien odia no puede amar, quien miente no puede decir la verdad.


Hoy quiero referirme al comportamiento violento y dominante que gravita en torno a esa ideología del odio que conocemos como el castro-comunismo, y nos interesa porque esa forma de pensar, de ver el mundo y de actuar sobre él, ha sido importada a nuestro país por un grupo de Venezolanos llamados chavistas, quienes se han doblegado y rendido como súbditos de estos “revolucionarios” que no son sino una banda de parásitos, una dictadura, la más antigua del Caribe, que por más de 60 años tiene a la isla de Cuba oprimida por un puño de hierro, y que ahora, debido a estos venezolanos… y aquí debo aclarar, para ingresar en esta orden, o secta, o régimen, la persona debe renunciar a su nacionalidad, a su tradición, a su pasado, a su familia (a quienes dejan como garantía de cumplimiento de sus deberes) e incorporarse de manera fanática, a la obediencia y a creer en la ideología, que lo obliga a traicionar a su patria y a su familia, para entregar su lealtad a unos militares cubanos cuyo lema es Patria o Muerte.
La Patria de la que hablan las consignas cubanas y que son reproducidas por sus esclavos venezolanos, tiene que ver con un concepto Latinoamericano marcadamente etnocentrista y una gesta de liberación de un supuesto imperialismo yanqui, u occidental, se valen de ese pasado colonial por el que atravesó nuestra historia continental, para anclar un odio ancestral, en una pretendida lucha armada y revolución, para hacer de ellos, los castro-comunistas, los nuevos amos del patio, los verdaderos dueños del destino latinoamericano, de esa “casa grande” que tanto predicó Hugo Chávez y el socialismo del siglo XXI en todos los países donde el comunismo se había convertido en gobierno.
El Dr. Enrique Salgado, en su obra, Radiografía del Odio (1969) dice al respecto:
La tendencia invasora del socialismo se encamina a inmiscuirse en las cuestiones internas de todos los Estados. He aquí el origen de la gran batalla. El odio político pertenece a un binomio cuyos factores son el sentir y el deseo, esto es, sentirse oprimido y desear oprimir. Hay miembros de partidos comunistas con mentalidad opresora… Aquéllos buscan el poder político y social como sustituto del poder económico del que carecen. En consecuencia, por albergar el hombre instintivamente la tendencia al poder, los odios políticos revelan que el individuo quiere el poder no para servir sino para servirse.
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El problema fundamental de esta ideología es que sus principales presupuestos están basados en el marxismo leninista más rancio de la Rusia comunista de principios del siglo pasado, alimentada por el ideario del comunismo chino enfrentado al imperialismo japonés, en las luchas independentistas de algunos países del Asia y del este europeo, de las revoluciones agrarias latinoamericanas… el comunismo resultante fue condensado y reelaborado en diversos congresos ideológicos de la izquierda latinoamericana, añadiendo la incipiente teología de la liberación, convertida posteriormente en filosofía de la liberación, resultando en un peligroso coctel de propaganda de guerra, destrucción de las economías capitalistas, la necesidad de contar con un estado gigante y centralizado, totalitario y militarista, ultranacionalista con pretensiones milenaristas y utópicas, y con un supino irrespeto por la persona humana.
Por más de un siglo esta ideología comunista trató de conquistar al mundo, pero tenía pies de barro, aunque fue exitosa en sus conquistas militares no podía mantenerse en el tiempo, ya que era incapaz de generar una economía productiva y una sociedad libre, obligatoriamente todo los ensayos del socialismo terminaban en dictaduras y en violaciones generalizadas de derechos humanos, que a su vez, traían los vientos de la contra revolución, y uno por uno, los regímenes caían y finalmente desparecían a un altísimo costo social.
Parte de su éxito fue el aglutinar a una gran masa de seguidores, fue su llamado a los estratos más humildes, embrutecidos y perdedores, a los excluidos, al proletariado, a los pobres, a quienes les alimentaba el odio de clases, le echaba combustible al resentimiento social, manipulaba los sentimientos de justicia, promovían un estilo de vida basado en la solidaridad social, glorificaban la vida en comunas, les daba esperanzas a las masas de que algún día, en algún momento, ellos sería los poderosos, los que gobernarían sus naciones y cuando tuvieran el poder, sus enemigos serían destruidos.
El otro atributo era que creaba una nueva clase política que se rodeaba de privilegios, con una nueva élite que ocupaba los espacios y los estilos de vida de las clases burguesas que desalojaban y les quitaban sus bienes, esta “nomenclatura” era la clase dirigente, aparecieron nuevos ricos y empresarios dependientes del régimen para quienes había grandes negocios mientras que el pueblo seguía pasando penurias y era controlado por un estado-policial.
Los cubanos ante la imposibilidad de poder desarrollar un aparato productivo autosuficiente, se dio a la tarea de buscar gobiernos que los ayudaran por obligación ideológica, o en su defecto, países que explotar por medio de un neocolonialismo disfrazado de ayuda humanitaria (principalmente asistencia médica, educación y deportes), complementaba sus necesidades asociándose con el crimen organizado, principalmente con la droga, la extorción, la corrupción que ejercían por medio de los diferentes frentes guerrilleros que auxiliaban y mantenían operando en otros países.
Pero esta situación cambió a partir del triunfo del chavismo en Venezuela, donde se posicionó para recibir cuantiosos fondos del petróleo, para hacer la revolución continental, y con esa chequera y su agresividad política, pudo colocar a líderes socialistas en Brasil, Ecuador, Argentina, Paraguay, Uruguay, Bolivia, Nicaragua, El Salvador, Guyana y en buena parte de las islas del Caribe; nunca había Cuba experimentado un rebote tan alto como cuando se pintó el subcontinente de rojo con los comunistas en el poder.
Pero su intervención en Venezuela fue la más profunda, no quería una simple cabeza de playa, necesitaba un gobierno subordinado a sus intereses y para lograrlo penetró en las FFAA como un poder fáctico, oficiales y militares cubanos manejaban a voluntad la institución, una buena parte de su aparato de inteligencia, varios organismos de injerencia civil se posicionaron en todos los niveles de seguridad y de negocios de Venezuela, incluyendo la industria petrolera.
Teniendo a un agente a sus órdenes como presidente de la república, a un extranjero que no tuviera vínculos profundo con el país, de modo que pudiera hacerle un gran daño cuando esto fuera necesario, La Habana se garantizó el control político de Venezuela y construyó un sistema electoral y un partido único socialista, con la capacidad de perpetuarse indefinidamente en el poder.
La agenda del presidente Norteamericano Barak Obama para Latinoamérica de no intervención, y de permitir la expansión del comunismo en la región, consolidó el poder de Cuba y la subyugación de Venezuela, que fue prácticamente entregada a los Castro, como pago para asegurar la pacificación de Colombia, de esta manera, el partido demócrata de los EEUU, traicionaba las políticas y la visión de un hemisferio libre de la amenaza comunista, echando al cesto de la basura las relaciones históricas de amistad y buena voluntad con nuestro país, todo, para que Obama pudiera entregarle el gobierno a los Clinton en un ambiente de aparente control, armonía y paz en la región, pero el destino le tenía otra jugada.
El castro-comunismo es una ideología de odio y guerra, es la exacerbación de la violencia política por el poder a toda costa, y en su comportamiento se encuentra eliminar a todo aquel que no comparta sus fines, no tiene contendores, tiene enemigos, y los hace “desaparecer” fingiendo una posición humanista, atribuyéndose el papel de víctima, encarnando la justicia y el amor, y predicando su evangelio como si fuera su misión: “Lo que te hago hermano, es por tu bien, sufre ahora, me lo agradecerás después cuando venga tu redención o la de los tuyos”.
La revolución cubana no tuvo ningún rubor en pasar por las armas a quien se le opusiera, o de quien sospechara alguna deslealtad, no tiene vergüenza en hacer pública su crueldad sobre el  propio pueblo cubano a quien ya tiene décadas en la miseria más abyecta, eso sí, se jacta de los logros de la revolución, el alfabetismo, la salud, su cultura, el turismo… todo lo que le sirva de propaganda para reflejar la felicidad que genera el socialismo, pero la dignidad y la libertad del hombre son lujos prohibidos en la revolución.
Todos esos venezolanos que fueron indoctrinados en la isla, que les lavaron el cerebro con el catecismo revolucionario, que fueron entrenados en el servicio a la revolución, funcionan como una secta, para ellos nada hay más grande que Cuba y su revolución liberadora, si por ella hay que mentir, se miente, si hay que asesinar, se asesina, si hay que sacrificar al pueblo, se hace, y ya.
Los que se creen revolucionarios se piensan eximidos de cualquier culpa o responsabilidad por sus actos, ellos trabajan en la creencia que viven para algo mucho más grande que un solo individuo, o un estado, o un continente; la revolución es algo cuasi religioso, sólo comparable a la misión de Cristo en la Tierra, son soldados de la historia cumpliendo un destino, la creación de un nuevo mundo y un nuevo hombre, hay algo heroico y puro en la gesta de tomar un fusil y liberar a tus hermanos, así sea en contra de su voluntad.
Pero como buenos productos caribeños, el anhelo de vida es verse rodeados de bienes materiales, gozar de los placeres, que nada les haga falta, en la creencia que los líderes de las revoluciones se merecen gozar de sus botines de guerra.
¿Qué importan todos esos dineros acumulados en cuentas secretas, esos portafolios de inversión, esos proyectos en enormes corporaciones que les son descubiertos a los altos jerarcas del régimen? Un revolucionario es capaz de soportar cualquier tentación burguesa, de no distraerse de sus fines con unos cuantos millones de dólares en el mismísimo imperio, la buena vida es apenas un sueño que duran un instante, un día tienes el oro en tus manos y al otro, desaparece, un día te reciben como un jefe de estado y al otro te buscan por narcotraficante… la vida de un revolucionario es azarosa, no apta para nerviosos.
En ese mundo maniqueo, de buenos y malos, de revolucionarios y los otros, de pobres y ricos, de valientes y cobardes, de patriotas y traidores, hay algo que no funciona muy bien, hay una enfermedad, que una vez que incubada, es mortal, y es el odio de clase que nace de la diferencia social, de los que son educados en contra de los incultos, de los que tienen riqueza frente a los depauperados, de los revolucionarios opuestos al resto del mundo, es un fundamentalismo destructor que confunde, porque lo llaman amor, así tengan que masacrar al pueblo para mantenerse en el poder.  -  saulgodoy@gmail.com




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