domingo, 10 de septiembre de 2017

Un jesuita de Wall Street



A mi amigo ignaciano, Henrique Iribarren Monteverde

Aclaro, cuando hablo de jesuitas, estoy incluyendo no sólo a los miembros de la orden religiosa, sino a todos aquellos que hemos sido educados en sus planteles y que querámoslo o no, tenemos como un sello en el alma, especie de certificado de origen, que identifica un grupo de personas alrededor del mundo, que han sido formados por esta enorme maquinaria de saberes y valores, con el propósito de crear líderes.
Aunque eso de crear líderes es más un proyecto que una realidad, sin desmeritar el número de personalidades mundiales que han destacado y que provienen de estos establecimientos especializados en educación, pues estamos hablando de una serie de colegios y universidades de primerísimo orden que han inundado el mundo con esta extraña impronta, de en algún momento, dentro de los grupos más disímiles y en las circunstancias más variadas, surgen los ignacianos como raras avis en los momentos más complejos y difíciles para cambiar el rumbo de los acontecimientos.
Chris Lowney pertenece a este exclusivo grupo, de acuerdo a su nota biográfica contenida en su libro El Liderazgo al Estilo de los Jesuitas (2003), abandonó la Compañía de Jesús un viernes en 1983 de la que fue seminarista por siete años, con votos de pobreza, castidad y obediencia al padre general, y comenzó una nueva carrera el lunes siguiente en el J.P. Morgan y Co., con los cuales laboró por 17 años donde se desempeñó como Director Administrativo y miembro del Comité de Administración de las operaciones en New York, Tokio, Singapur y Londres.
Durante su dilatada y exitosa carrera como banquero se codeó con lo más granado del mundo de las finanzas y empresarial del mundo, y se dio cuenta, del enorme éxito de una de las compañías más longevas (el asegura, se trata de la más antigua del mundo), más ricas y de mayor alcance,  de la cual había sido parte en su juventud.
Lowney analiza desde el punto de vista de los emprendimientos como la Compañía de Jesús fue desde su fundación por Ignacio de Loyola, en 1540, una de las empresas más exitosas en la historia de la humanidad, nos introduce por el laberinto de sus ideales, la evolución de su misión, las grandes aventuras de algunos de sus más arriesgados miembros, sus contribuciones a la cultura universal, pero estudia con especial cuidado lo que motivaba a sus miembros y alumnos, los valores que dejaron establecidos como cuerpo.
Recordemos que San Ignacio fue un militar por buena parte de su vida, hasta que un desgraciado incidente en el campo de batalla lo dejó impedido, lo que pudo terminar con cualquier carrera o sueño fue un acicate para nuevos rumbos, le gustaba la educación, de hecho su primer grupo de colaboradores eran maestros, que luego mutaron en viajeros, diplomáticos, inventores, misioneros, espías para el Papa, excepcionales lingüistas, investigadores, exploradores, cartógrafos, mártires…
La historia de esta empresa, vista desde el punto estrictamente organizativo es apasionante, una de las luchas más importantes que dio San Ignacio fue en contra de su propio éxito, hubo de ponerle bridas a su organización para que no se desbocara y aún así tuvieron enormes crisis y rompimientos, incluso fue disuelta por un edicto del Vaticano en 1773, con lo que fueron prácticamente expulsados de Europa y América, fue una situación extrema de la que pudieron sobrevivir gracias a que en secreto, mantuvieron en Rusia sus operaciones bajo la protección de la emperatriz Catalina La Grande, para años después reaparecer en Boston, desde donde reiniciaron su increíble recuperación.
La historia que nos cuenta Lowney de algunos de sus personajes más notorios de la compañía como Benedetto de Goes, Matteo Ricci, Christopher Clavius, Francisco Javier, Roberto de Nobili, Johan Adam Schall von Bell, Doña Juana de Austria, Teilhard De Chardin todos personajes que dejaron huella en los eventos humanos de sus épocas, hasta llegar a nuestros contemporáneos, con ex alumnos de los jesuitas de la talla de Bill Clinton, Francois Mitterand, Antonin Scala, Fidel Castro, Rafael Caldera entre otros muchos líderes que pasaron por la tutela de la compañía, habla de una labor de excelencia para la conducción de los hombres.
Y es justamente en esta labor de liderazgo que Lowney se explaya en su estudio, empieza con un análisis general de los cuatro principios corporativos que rigen la organización: 1-Conoserce a sí mismo (Ordenar su propia vida), 2-Ingenio (Todo el mundo será nuestro hogar), 2-Amor (Con más amor que temor), 4-Heroísmo (Despertar grandes deseos).
En cuanto a ordenar su propia vida Lowney dice una gran verdad:
Quien sabe lo que quiere puede buscarlo enérgicamente. Nadie llega por accidente a ser un gran maestro, padre, violinista e ejecutivo de una gran corporación. Solo quienes conocen sus debilidades pueden enfrentarse a ellas o incluso superarlas. Los ejecutivos cuyas carreras se estancan por falta de confianza en sí mismos solo pueden reanudar su trayectoria ascendente si identifican y atacan sus debilidades. A quienes han identificado que los mueve a comprometerse de todo corazón, no les cuesta trabajo mantenerse motivados.

Y es aquí cuando los Ejercicios Espirituales, elaborados por San Ignacio de Loyola, vienen como anillo al dedo, son un manual para llegar a la autoconciencia plena, que es en el fondo la búsqueda que los jesuitas se proponen en sus alumnos, los ejercicios originales duraban 30 días y consistían en el aislamiento total de la persona de su entorno para hacerse el examen de sí mismo, un paseo salvaje por la interioridad del ser donde nos veremos cara a cara con todos esos afectos desordenados, que puede ser en algunos casos, muy doloroso, pero el objetivo es identificarlos para luego dominarlos, lo que implica un duro trabajo para el espíritu.
No hubo emprendimiento más global que el de la Compañía de Jesús, aún antes que el concepto se hiciera un estilo de vida postmoderno, “el mundo es nuestra ostra”, si esa era la idea, entonces había que innovar, ser creativo, adaptarse, no temerle a los errores sino aprender de ellos, gustar del cambio, tomar caminos equivocados, volver atrás, abrir nuevas rutas… todo eso hicieron los jesuitas durante 500 años y en condiciones desventajosas, cuando no había información ni posibilidades de auxilio inmediato (la noticia del fallecimiento de San Francisco Javier frente a las costas de China, lo conoció la sede central de Roma, tres años después), fue así como tomaron por asalto la milenaria Asia, a la exótica América de Sur, no hubo ciudad importante en el mundo donde los jesuitas no tuvieran una misión, un colegio o una universidad, al punto que hoy, son la empresa con el mejor portafolio de propiedades inmobiliarias del mundo.
Pero cosa curiosa, todos y cada uno de los miembros de la orden se le exige el voto de pobreza, ninguno tiene bienes materiales, no lo necesitan, pertenecen a una de las empresas más exitosas del planeta donde se practica el desprendimiento.
Diego Laínez, sucesor de Loyola al frente de la Compañía de Jesús, le escribía a sus compañeros en la India: “No parece necesario que les escriba a ustedes una carta especial, puesto que estoy en comunicación frecuente con sus superiores sobre las cuestiones esenciales, pero quiero tener la satisfacción de escribirles ahora como prueba de mi afecto por ustedes, a quienes llevo en mi corazón, inscritos en mi alma.”
El amor era lo que aglutinaba a los miembros del grupo, ninguno se sentía solo jamás pues estaban seguros que alguien pensaba en ellos en ese momento, gobernar por amor- decía Loyola- más que por terror, y una empresa que tenga este tipo de valores es prácticamente imbatible.
Lowney resume la importancia del amor en la filosofía que ha sostenido a la Compañía: Visión para ver el talento, potencial y dignidad de cada persona, valor, pasión y compromiso para desatar ese potencial, y lealtad y mutuo apoyo resultantes, que vigorizan y unen los equipos.
Por último, en cuantos a tener a los actos heroicos como objetivos, simplemente la palabra imposible se desvanece, ir más allá del deber es proponerse la excelencia, el compromiso con el trabajo bien hecho es fundamental pero como apunta el psicólogo conductista Frederick Herzberg- No se puede motivar a nadie para hacer un buen trabajo si no tiene un buen trabajo que hacer.
Y de allí los actos heroicos, el buscar siempre los retos difíciles que traen en su ejecución la mayor satisfacción, el libro de Chris Lowney es uno de las lecturas motivacionales más interesantes que he leído últimamente, y si hay alguna relación con los jesuitas, más aún; el libro está traducido al castellano y lo publica la editorial norma.  -  saulgodoy@gmail.com






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