Haber
invitado al chavismo para que compartiera nuestra cama, para que la llenara de
vidrios rotos, de modo que cada movimiento que hiciéramos nos causara dolor y
nos hiriera, no es una alegoría cualquiera; es una realidad en la que vivimos,
producto de bandidos cuyo proyecto, desde el principio, era uno de dominación y
abuso.
Nuestra
democracia falló al no identificar a nuestro enemigo, quien haciéndose pasar
por un salvador nos intenta esclavizar; falló por no haberse activado las
alarmas ante la amenaza, porque ni siquiera pudimos defendernos de manera
eficaz, cuando ya era obvio que el plan era la destrucción del país.
El
chavismo es una fuerza corrosiva, que debilita y desarticula todo lo que toca,
empezando por el lenguaje, al que transforma para hacer imposible la
comunicación; lo hizo con la economía, que convierte en un arma para agredir a
quienes participan en ella; lo reafirma con la ley y la justicia, a las que
desprecia y usa como si fueran tenedor y cuchillo, para trinchar y rebanar las
libertades y derechos de la población. El chavismo es una especie de populismo
agresivo, una cepa que no cesa de mutar y hacerse resistente ante cualquier
intento de salir de él por vías, justamente, pacíficas y democráticas, porque
es tan contagioso, que hasta nuestra misma oposición se ha convertido en una
versión chavista de la idea de lo que, para los chavistas, debería ser su
propia oposición.
Con
lo que quiero decir que esa Mesa de la Unidad (MUD) que hoy tenemos, esos
partidos políticos y sus dirigentes, luego de estos penosos veinte años de
cohabitación, se han transformado en el reflejo de los chavistas ante el
espejo, son iguales, excepto por el hecho de que la derecha y la izquierda
aparecen invertidos, como en una simbiosis, ambos se necesitan, están unidos en
sus ideologías, en su manera de ver el mundo, en su necesidad de preservarse en
el poder.
A
estas alturas del juego, para nadie es un secreto que contamos con una
oposición política totalmente amaestrada y sumisa, que tenemos que diferenciar
de la verdadera resistencia, que nace del pueblo y se mantiene viva por esa
vital necesidad de libertad; que la verdadera y única oposición es la que está
en la calle, la que se rebela contra la injusticia y la necesidad impuestas por
un régimen corrupto y violento que pretende, luego de llevarnos a la miseria,
seguir enquistado en el poder y viviendo como parásito de nuestra sociedad.
La
verdadera tragedia de Venezuela es que el pueblo, la gran mayoría de los
ciudadanos venezolanos, que padecen y viven el horror chavista, tenemos una
dirigencia política que tiene una agenda aparte, que no se corresponde con los
intereses del país, ni con las necesidades de la gente; todo lo contrario, son
apéndices del régimen y manejados con una desvergüenza total. Esa oposición
política, ese sistema de partidos políticos de la oposición, existe sólo en la
esperanza de convertirse en los auténticos herederos del chavismo, sus
organizaciones son plataformas de negocios y gestiones, que aguardan
pacientemente la hora de cobrar, de ser ellos los depositarios de una nueva
etapa de explotación en nombre de la democracia.
No,
no se trata de una argumentación anti política y anti partidos; la realidad es
que esa forma de hacer política no es política, es una versión barata de
la política electorera y clientelar, sus bases están dadas por un populismo
pernicioso y vulgar, no por una vocación de servicio público, ni un
entendimiento de la sociedad y sus relaciones, de sus partes interactuando, de
sus posibilidades de crecimiento en armonía; es el fruto de una democracia
deformada, donde los partidos pretendieron copar los espacios políticos,
dejando al ciudadano en el asiento de atrás, mientras unos “genios” conducían
el país a su saber y entender.
Ya
sabemos de qué democracia se trata, de la electoral, la única que ellos conocen
y a la que se deben, pues es un juego de azar, una apuesta, que se gana a veces
teniendo la mayoría de los votos, aunque puede no ser así, si no tienes el
respaldo de la fuerza para imponer el triunfo; de eso tenemos una larga
experiencia, una cosa es lo que el pueblo quiere, lo que vota en las urnas, y
otra lo que se da en la realidad, sostenido por las armas, y todos sabemos de
esa condición de ludópata que nos distingue a los venezolanos, de entregar
nuestro avatar a las fuerzas ciegas del destino, y por ello es que nos encanta
una lotería.
Pero
en esta ocasión hemos sido tan castigados y hemos sufrido lo indecible en manos
de estos operarios del mal, que son los chavistas, esa mescla oprobiosa de
marxismo leninismo, cristianismo amanecido, oportunismo, resentimiento social,
frustración postcolonial, teología de la liberación, militarismo, caudillismo,
salpimentado con el discurso democrático y populista… en fin, todas esas taras
e ideologías a medio masticar, que conforman esa franquicia de exportación
llamada el socialismo del siglo XXI, que creo, por primera vez en mucho tiempo,
los venezolanos hemos tenido, por fin, una dosis de realidad, que nos ha hecho
confrontar nuestra posibilidad de sobrevivencia.
Y en
ese trago amargo estamos, padeciendo los resultados de una ignorancia general,
de una apatía, que desespera a muchos y complace a unos pocos. El chavismo,
conjuntamente con los partidos políticos de la oposición, han convertido la
institución del voto en una ficha de cambio, que sólo le sirve a los intereses
electoreros de un exclusivo club de políticos, a quienes hemos investido de
legitimidad y poder.
Y digo
que el voto es una institución porque, aparte de ser el instrumento por el cual
deberíamos expresar nuestra voluntad como pueblo soberano y libre, está rodeado
de órganos del estado que pretenden controlarlo, mediatizarlo, conducirlo,
entre ellos el Consejo Nacional
Electoral (CNE), una oficina del gobierno que debería ocuparse de poner al
servicio de los ciudadanos los registros, la plataforma tecnológica, la
logística, los servicios de arbitraje, en casos de conflicto, y todos los
medios para que podamos contarnos sin problema, permitiendo de esa manera que
el pueblo participe y decida sobre su presente y futuro, es todo lo contrario,
una caja negra donde lo que entra sale violado y “arreglado” a la conveniencia
del poder.
El chavismo,
en colusión con los partidos políticos de la oposición, lo convirtieron en un
poder del estado que ha secuestrado la posibilidad de hacer de nuestro voto un
medio de participación en la conducción del estado.
La
MUD no quiere aceptar que la única manera de arreglar los problemas
existenciales de Venezuela es saliendo del chavismo, que abandone el gobierno
lo más rápido posible pues, mientras siga allí, continúa haciendo un daño
terrible; y no es con elecciones, ni con negociaciones, que vamos a solucionar
nuestro problema. Lamentablemente, no va hacer con medios pacíficos.
Pero
se han encerrado en ese mantra que repiten como si eso fuera a salvarlos del
caos que viene, perder de vista el objetivo de desalojar al chavismo y
distraernos en elecciones y negociaciones es un garrafal error que nos desgasta
y frustra. Entre los memes favoritos, que frecuentemente promueven se encuentra
el que dice que el voto es la única arma de un demócrata; nada más falso, nada
más cómodo y conveniente para una plataforma de partidos que lo único que
persiguen es continuar haciendo una política que no es política, sino
negociados.
El
voto ha sido desvirtuado en su naturaleza, ya no es expresión de nuestra
voluntad, ya no depende de nuestro discernimiento ni es nuestra decisión; ahora
es un instrumento de los partidos, de los políticos que nos venden la salvación
si votamos cada vez que nos lo piden, y que nos amenazan con la condena eterna
en los infiernos de la abstención, si no se los damos en el momento y en las
condiciones que nos lo exigen las necesidades de sus organizaciones
partidistas, no la nuestras.
El
voto ha sido horriblemente desfigurado por el chavismo y por la oposición, ya
no nos pertenece, ahora no elige, no es respetado, y para colmo hay que defenderlo
hasta con nuestras vidas, votar se ha convertido en una actividad de
trincheras, de largas horas de espera por las acciones de los tramposos; nos
dicen que el voto es fundamental para la vida institucional del país, cuando puede ser escamotado por cualquiera, bien
en las actas, en los listados, por unas máquinas, por un software, por unos
pillos electorales, por un Plan República en manos de los militares, por unas
mujeres que aparecen en televisión anunciando cualquier resultado menos el real
en las horas chiquitas de la madrugada, proclamando unos ganadores que lograron
su triunfo con votos fantasmas…
Uno
de los argumentos más falaces que utilizan los mercaderes del voto es que si es
posible ganarle al CNE unas elecciones, no importan las trampas, los atajos o
las argucias que utilicen, si todos vamos a votar masivamente tendrán que aceptar
los resultados, supongamos que ese escenario se haya dado por imprevistos o
errores del enemigo, lo importante en este caso no es ganar sino cobrar, es
decir, lo que importa no es triunfar en la competencia, sino que el candidato
que elegimos efectivamente pueda hacer su trabajo, arreglarnos la vida,
recomponer al país, que nuestro voto se haga efectivo, si esto no se produce en
la realidad ¿Qué sentido tiene votar?
Las
elecciones en nuestro país se ganan y se pierden a pesar de los votos, el
elector ha quedado como figura de reparto, como excusa, para que fuerzas
invisibles manipulen los resultados y, si estos no pudieren ser manipulados,
pues tan sencillo como que no se reconocen, se modifican los resultados, se
anulan las actas, aparecen decisiones judiciales en oscuros tribunales y de
pronto cambian el panorama y los ganadores se convierten en perdedores.
Pero
se ha llegado a extremos tan repulsivos como cuando, aun ganando, el gobierno
ahoga a los vencedores, les monta gobiernos paralelos, no les entrega los
presupuestos, los persigue y los inhabilita, los destituye por cualquier medio,
no deja que gobiernen…
La
MUD sabe que con este gobierno ni valen las elecciones ni las negociaciones,
sabe que movilizar a los venezolanos para que voten es perder el tiempo. Pero ah,
nos dicen los utilitaristas, sirve para dejar al gobierno en evidencia de lo
que todos sabemos, que es un tramposo, para que el mundo se percate de que en
Venezuela no hay democracia ¿Para eso sirve nuestro voto?
Vamos
a votar por un grupo de políticos que en una buena parte elegimos para que nos
representaran en la Asamblea Nacional, pero ahora, como se aburrieron de no
estar cobrando sus sueldos, de tener que trabajar bajo presión, de haber
abandonado “sus espacios” en el Palacio Federal, ahora quieren defender con
nuestros votos esos otros espacios que, ahora sí, van proteger, las
gobernaciones.
La
situación tiene tintes de extremismo democrático, y pone al voto como la única
manera de poder hacer algo contra el régimen tiránico, que maneja todos los
hilos del poder electoral y, si eso no le resulta para proteger sus intereses,
tienen las maneras de arruinarle al más pintado de los gobernadores la
posibilidad de hacer algo por sus territorios y pobladores. Todo pareciera
indicar, y desde hace ya mucho tiempo, que no es el momento para la vía
electoral, que antes de eso hay que desalojar del poder al tirano, sólo
entonces el votar volverá a tener significado y podrá resolver los problemas de
las grandes decisiones y la legitimación del gobierno.
Todo
en democracia acaba en unas elecciones, en eso estamos claros, pero éste no es
el momento; lo que la MUD está haciendo, con su insistencia de utilizar nuestro
voto como vía para desenmascarar al régimen, un régimen que ya tiene un tiro en
el ala, sin ningún tipo de credibilidad en la comunidad internacional, con un
expediente monumental en violaciones de DDHH, es absolutamente innecesario; con
ello sólo agotan a la gente, utilizándola para no obtener ningún resultado, restándole
fuerza y convicción al sistema electoral.
Pareciera
más bien algún tipo de narcisismo suicida el de algunos políticos al pretender
movilizar a todo el país y agotarlo en una elecciones que, claramente, van hacia
un callejón sin salida ¿Que si vamos a entregarle el país a los chavistas? Eso
no es verdad, ellos no tienen el país, no controlan nada, lo que único que hacen
es robar y proteger sus negocios y eso lo van a seguir haciendo con
gobernadores chavistas o de la oposición.
¿Que
si es mejor salir y votar que quedarse en la casa sin hacer nada? Pues hay una
gran confusión en esa apreciación, en vez de movilizar a la gente a votar,
porqué no la movilizamos para salir del régimen. No ganamos nada con tener 20
gobernadores mirándose el ombligo, sin poder trabajar, amenazados, con sus
familias vigiladas, sin recibir un centavo de sus presupuestos; nuestros votos
no deciden nada en este momento y circunstancia, nada, y esto es así porque el
tirano está en el poder y todos los venezolanos sabemos cuál es la única manera
de sacarlo, y no es con los votos.
¿Para
qué la charada? ¿Para legitimar a un gobierno que ya claramente hemos
rechazado, que no reconocemos? ¿Qué tipo de resultado, que no sea seguir perdiendo
la fe en el voto, se va a lograr con estas elecciones?
Hay
algunas personas, a quienes respeto su idea de que el voto hay que ejercerlo
con cada oportunidad que se presente, como si fuera una función automática como
respirar, que es un deber sagrado de todo demócrata o ciudadano comprometido
acudir a cada llamado; están los utilitaristas que se preguntan: “¿Qué ganas
quedándote en casa?”, como si votar fuera hacer ejercicio, subir cerro o vender
artículos por catálogos puerta a puerta; para otros es un asunto de conciencia,
el voto hay que darlo cuando nos lo pidan, es una reacción automática, como el
saludo, ni siquiera hay que pensar en sus consecuencias, si vale o no, si sirve
de algo o no, si nos manipulan o no, lo importante es sentirse bien, haber
cumplido con la obligación…
Votar
pierde sentido cuando no se logra resultados, nuestro poder de decisión se ve
disminuido cuando nuestra voluntad no se manifiesta en hechos palpables,
perdemos fuerza y confianza en la democracia cuando nuestras decisiones no son
tomadas en cuenta… eso es lo que quieren Maduro y el chavismo, deprimir a los
venezolanos, hacer del ejercicio ciudadano de participación un hecho banal. Me
parece improbable, como mínimo, irresponsable, que la MUD no haya caído en
cuenta de que está aliándose con sus enemigos para lograr esos mismos fines,
porque lo que vamos a tener son a 20 nuevos funcionarios quejándose de que no
los dejan trabajar.
La
oposición política, en su irresponsabilidad de no medir los efectos de una
nueva frustración electoral, al concluir estos eventos, y al obligar a los
ciudadanos venezolanos a prestarse para una acción absurda, cuando se dé cuenta
de que nuestro voto no vale, será la culpable de ponernos en esta situación, de
manos contra la pared; una situación que no tiene razón de ser, sometiéndonos a
un dilema perverso: votar o no votar, y haciéndonos sentir indignos si no
accedemos a peticiones de políticos. Pero lo que conviene a los partidos
políticos dentro de sus agendas electorales no necesariamente le conviene al
país; empujarnos a esa esquizofrénica búsqueda de salidas electorales que no
funcionan, nos hace más mal que bien, porque están debilitando a la democracia.
¿Le
vamos a dejar la vía libre al chavismo para que instale sus gobernadores y todo
el país sea rojo rojito? A los que se preguntan por tal posibilidad les pediría
que abran los ojos y se percaten de que ya no hay comida, ni medicinas, no hay
seguridad, no hay dinero, no hay servicios públicos, no hay transporte ni vías
de comunicación en buen estado, que cada vez se hace más difícil viajar, que ya
no tenemos cómo educar y entretener a nuestros hijos… hemos perdido el país y
esa gente sigue insistiendo en elecciones, como si ganar las gobernaciones
fuera a resolver nuestros problemas más urgentes, como si levantarnos ese día,
hacer la cola y votar fuera un rito mágico que nos devolverá el país y la paz
perdida.
Maduro
no hace nada con veinte gobernaciones o con cuarenta; de todas maneras, tendrá
que dotarlas de presupuesto y no tiene dinero, deberá pagar una nómina de
empleados que no puede honrar, deberá atender necesidades sólo de sus
partidarios y no los va poder complacer… pregúntese si el gobierno hace sus
negocios porque tiene o no gobernadores y se dará cuenta de que, solamente, se
trata de llenar un formulario, de que la Asamblea Constituyente llamó a
elecciones y el pueblo cumplió, y el gobierno ganó ¿Cree usted que eso le dará
al gobierno algún tipo de legitimidad o a la oposición alguna ventaja?
Nuestro
problema principal es sacar al gobierno del poder; ya está más que probado con
votos no es la vía ¿Para qué seguir desperdiciando fuerza electoral, que es un
recurso limitado en nuestras circunstancias? Nos estamos distrayendo, alejando,
divergiendo de nuestro verdadero objetivo; estamos perdiendo miserablemente el
tiempo y dándole aliento al régimen, dejando la calle y desestimando la intervención
de la comunidad internacional. Seguir en resistencia y hacer efectiva labor de
oposición, sin pausa, sin atajos, es la única manera de salir de esta
pesadilla. - saulgodoy@gmail.com
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