lunes, 2 de octubre de 2017

El populismo como problema


Hoy, más que nunca, el auge del populismo en el mundo tiene a mucha gente de cabeza; Mario Vargas llosa se expresa, escandalizado, porque Europa ha sido tomada por asalto por esta modalidad de hacer política; para muchos observadores, la lucha política en los EEUU es entre dos tipos diferentes de populismo, el de los Republicanos y el de los Demócratas; América latina y Asia no se quedan atrás, Filipinas, Corea del Sur y Venezuela son tres casos a destacar por los grados exagerados con que se manifiesta esta tendencia.
Nos dice el profesor de filosofía de la UCV, José Rafael Herrera, su impresión sobre el populismo, que considera la enfermedad infantil del latinoamericanismo: “la mayor de las tragedias del populismo: la facilidad de llegar al poder sobre los infantiles hombros de una multitud poseída por la imaginatio desbordada y –apenas un minuto después– su manifiesta impotencia para poder gobernar”
De derecha o de izquierda, en democracia o en tiranías, los rasgos del populismo se dibujan en el panorama político como si se tratara de una epidemia; es una tendencia globalizada en la que, por cierto, no están ausentes los autores que piensan que la globalización, obligatoriamente, contiene la semilla del populismo.
Pero, por otro lado, existen los populistas que creen y defienden a ultranza esta manera de ver el mundo y a la sociedad ¿Qué hay de malo de darle a la gente lo que quiere? ¿Que sea la masa quien dicte sus gustos e instituciones? ¿No es el mismo pueblo el más capacitado para decidir sobre sus temores y esperanzas, su presente y su futuro, no es ésa la esencia de la democracia?
Mi amigo, el abogado Vicente Carrillo Batalla, fue requerido por la Universidad de Navarra para dictar una conferencia dentro del coloquio celebrado en Madrid, Para entender los Populismos, y su ponencia llevó por título El Populismo como Problema para la Iniciativa Privada (Anotaciones sobre la Experiencia Venezolana). Acabo de terminar de leerla y valen algunos comentarios.
Carrillo Batalla examina el rastro dejado por el populismo a partir de la nacionalización petrolera, punto de inflexión en nuestra historia económica, pues el principal negocio del país; la explotación del petróleo pasa a manos de una empresa nacional, administrada por el estado, a partir de ese momento, y como si se tratara de un masivo hueco negro cuya fuerza de gravedad afecta a todos los demás componentes económicos de la nación, el estado no sólo se hipertrofió, sino que la influencia del gobierno en todo el concierto de las actividades del país se hizo imprescindible, si no en el financiamiento, entonces en la actividad regulatoria y de control.
Todo el proceso de nacionalización estuvo envuelto en una campaña de retórica populista que justificaba el intervencionismo estatal, apunta Carrillo Batalla:

Aquel gobierno tan pródigo, igualmente incapaz de planificar y menos aún de cumplir ordenadamente su gestión fiscal, tomaba una serie de medidas económicas que afectaban severamente el curso de los negocios en general. Las inversiones extranjeras fueron reglamentadas, se prohibieron despidos injustificados de trabajadores, se promulgó el Decreto Ejecutivo que congelaba los precios de productos de primera necesidad, se reglamentó el salario mínimo y se decretó un aumento general de sueldos y salarios. Pronto el Banco Central de Venezuela tomará medidas monetarias y financieras para contener la inflación desatada: la restricción del crédito hipotecario, el incremento del encaje legal de los Bancos y entidades financieras del país, así como limitaciones normativas a los plazos para efectos de comercio.

Era la combinación del populismo de izquierda latinoamericano, evolucionado del peronismo, al “perecismo” del partido Acción Democrática, los demiurgos de la Venezuela Saudita, de La Gran Venezuela, y de la Democracia con Energía; con estos cambios dirigidos hacia una mayor injerencia del estado en la vida del país, quedaba allanado el camino para que, años después, apareciera el chavismo.
Continúa el autor analizando las nefastas consecuencias:

De todo ello derivó la crisis en el Sector Agropecuario, el menoscabo del desarrollo industrial, la escasez y alto costo de los alimentos, el desempleo y el subempleo de grandes masas, el éxodo de la mano de obra desde regiones agropecuarias hacia las principales ciudades, la fuga de capitales, la merma del Producto Territorial Bruto, la caída en la propensión a invertir, el despilfarro de los recursos fiscales y otros males de aquello que se llamó “estrategia del desarrollo”, con todas sus devastadoras consecuencias para la economía y la sociedad venezolanas...

La mesa estaba servida, y llegó el huracán revolucionario, con Hugo Chávez a la cabeza, quien, de acuerdo con Carrillo Batalla, nunca le mintió al país, siempre dijo lo que iba a hacer y lo cumplió; en su presentación a las academias, el candidato Chávez, en 1998, exponía su visión ante los intelectuales venezolanos; así lo recoge el autor de la conferencia:

…un cambio estructural o una transformación de estructuras económicas, políticas, sociales, éticas, etc., y de manera acelerada, no tiene otro nombre si buscamos un diccionario histórico, político– que revolución; así que no le tengamos miedo al término; enfrentémoslo más bien, hagamos una revolución pacífica, democrática en lo social, cultural, político, económico, ético; hagamos un nuevo contrato social, en vez del Acuerdo que proponen otros sectores, el acuerdo de más de lo mismo. ¿Qué acuerdo vamos a hacer con los que han destrozado el país? O ¿qué acuerdo pueden estar planteando los que destrozaron a Venezuela? Se requiere mirar al futuro y replantearnos el contrato social que se acabó, que se rompió…

Ya para esa época tenía en mente ese Teniente Coronel de Paracaidistas la idea de una constituyente, que sería la manera como la franquicia del Socialismo del Siglo XXI llevaría a cabo su perpetuación en el poder o como brillantemente lo expresa Vicente en su papel de trabajo:

Ofreció exactamente realizar lo que los populistas suelen hacer, tan pronto conquistan el Poder Público por vías democráticas: cambiar el pacto social, en nuestro caso, abolir la democracia representativa y convertir al gobierno en una verdadera autocracia, sin posibilidades de alternabilidad.

Vicente Carrillo Batalla y su familia vivieron en carne propia la apropiación indebida por parte de elementos revolucionarios de sus propiedades, permanece fresco el recuerdo de estarle acompañando en una reunión social, cuando le avisan por teléfono la invasión de una de sus fincas productoras de ganado… y con mucho aplomo se disculpó con sus invitados y se fue al aeropuerto, para viajar hasta Barinas y atender personalmente el problema, nada pudo hacer para evitar la ruina de unos de los centros de cría de doble propósito más importantes del país.
Nos dice el autor sobre este tema:

Chávez se afincó en su afán de reforzar, de ampliar decididamente, de anteponer el modelo de Estado Patrimonial a cualquier otra forma viable de organización, para lo cual realizó expropiaciones y tomas ilegales de activos pertenecientes a los particulares. Algo que para nada era novedoso en Venezuela, ya se había vivido en tiempos pasados de historias revolucionarias del Siglo XIX y sus desplantes al fuero institucional. También en la era democrática se produjeron invasiones de predios rústicos y urbanos, y expropiaciones por una supuesta “causa de utilidad pública o interés general”, cuando en verdad se ejecutaban con fines netamente políticos.

Fue, sin duda, la destrucción del aparato productivo venezolano el daño fundamental a nuestra estabilidad económica, perjuicio que tenía un repugnante contenido de corrupción, las empresas estatizadas o “rescatadas” eran entregadas a colectivos, militares o amigos del régimen para que las manejaran; muy pronto empezaban los problemas de producción, entre otras cosas, porque los presupuestos de inversión y operación de las plantas desaparecían, muchas veces incluyendo en eso fondos que se esfumaban los fondos de prestaciones de los trabajadores; una vez que la instalaciones cerraban, los equipos eran desmantelados y puestos a la venta… pero el negocio más lucrativo venía después que desaparecía la industria nacional, y era el negocio de la importación con sobreprecio, de los productos que antes se hacían en el país, ahora de productos con caducidad próxima, en el mejor de los casos, en el mejor de los casos… desmantelar el músculo empresarial venezolano se convirtió en un negocio carroñero, propio de buitres.
Carrillo Batalla nos señala lo siguiente:

Lo cierto es que en Venezuela el Sector Privado de la economía ha experimentado ingentes pérdidas de valor en sus negocios y empresas, unas veces por falta de decisiones oportunas, otras por resoluciones apresuradas y las más de las veces por la acción de un gobierno que solo piensa en política y en dar la batalla definitiva para “pulverizar” –palabra preferida del Comandante-Presidente– a la oposición en cualquiera de sus expresiones, lo que incluye igualmente a los empresarios y sus colaboradores. En semejantes condiciones, es imposible ser exitosos en los negocios…En cuanto al sector agroalimentario industrial, cabe decir que en Venezuela, desde el mes de Abril de 2003, cuando el gobierno populista lanza la Misión Alimentación, avanza el progresivo deterioro de una actividad fundamental para la población. Paradójicamente la Misión Alimentación quiso ser “la punta de lanza para la consolidación de la soberanía alimentaria”, como muestran los papeles oficiales. El propósito es netamente político y por tanto viene afectando severamente la viabilidad de la industria agroalimentaria nacional. La izquierda populista venezolana, vio la oportunidad de adquirir “el control de la alimentación del pueblo”, sin duda una de las grandes torpezas de la gestión de gobierno, que ha tenido como consecuencia la crisis humanitaria de nuestros días.


La conferencia de Carrillo Batalla en Madrid le puso los pelos de punta a muchos empresarios y oficiales del gobierno español; muy pronto anunciaremos un link para que nuestros lectores puedan acceder a la misma, que es una lectura obligada que nos hará recodar los orígenes de nuestras tribulaciones, pero sobre todo, es la experiencia y el testimonio de uno de los actores principales en esta lucha incansable contra uno de los populismos más descarnados y peligrosos gestados en la modernidad de nuestra Latinoamérica.  -   saulgodoy@gmail.com

No hay comentarios:

Publicar un comentario