Hoy,
más que nunca, el auge del populismo en el mundo tiene a mucha gente de cabeza;
Mario Vargas llosa se expresa, escandalizado, porque Europa ha sido tomada por
asalto por esta modalidad de hacer política; para muchos observadores, la lucha
política en los EEUU es entre dos tipos diferentes de populismo, el de los
Republicanos y el de los Demócratas; América latina y Asia no se quedan atrás,
Filipinas, Corea del Sur y Venezuela son tres casos a destacar por los grados
exagerados con que se manifiesta esta tendencia.
Nos
dice el profesor de filosofía de la UCV, José Rafael Herrera, su impresión
sobre el populismo, que considera la enfermedad infantil del latinoamericanismo:
“la mayor de
las tragedias del populismo: la facilidad de llegar al poder sobre los
infantiles hombros de una multitud poseída por la imaginatio desbordada y
–apenas un minuto después– su manifiesta impotencia para poder gobernar”
De
derecha o de izquierda, en democracia o en tiranías, los rasgos del populismo
se dibujan en el panorama político como si se tratara de una epidemia; es una
tendencia globalizada en la que, por cierto, no están ausentes los autores que
piensan que la globalización, obligatoriamente, contiene la semilla del
populismo.
Pero,
por otro lado, existen los populistas que creen y defienden a ultranza esta
manera de ver el mundo y a la sociedad ¿Qué hay de malo de darle a la gente lo
que quiere? ¿Que sea la masa quien dicte sus gustos e instituciones? ¿No es el
mismo pueblo el más capacitado para decidir sobre sus temores y esperanzas, su
presente y su futuro, no es ésa la esencia de la democracia?
Mi
amigo, el abogado Vicente Carrillo Batalla, fue requerido por la Universidad de
Navarra para dictar una conferencia dentro del coloquio celebrado en Madrid, Para entender los Populismos, y su
ponencia llevó por título El Populismo
como Problema para la Iniciativa Privada (Anotaciones sobre la Experiencia
Venezolana). Acabo de terminar de leerla y valen algunos comentarios.
Carrillo
Batalla examina el rastro dejado por el populismo a partir de la nacionalización
petrolera, punto de inflexión en nuestra historia económica, pues el principal
negocio del país; la explotación del petróleo pasa a manos de una empresa
nacional, administrada por el estado, a partir de ese momento, y como si se
tratara de un masivo hueco negro cuya fuerza de gravedad afecta a todos los
demás componentes económicos de la nación, el estado no sólo se hipertrofió,
sino que la influencia del gobierno en todo el concierto de las actividades del
país se hizo imprescindible, si no en el financiamiento, entonces en la
actividad regulatoria y de control.
Todo
el proceso de nacionalización estuvo envuelto en una campaña de retórica
populista que justificaba el intervencionismo estatal, apunta Carrillo Batalla:
Aquel gobierno tan pródigo,
igualmente incapaz de planificar y menos aún de cumplir ordenadamente su
gestión fiscal, tomaba una serie de medidas económicas que afectaban
severamente el curso de los negocios en general. Las inversiones extranjeras
fueron reglamentadas, se prohibieron despidos injustificados de trabajadores,
se promulgó el Decreto Ejecutivo que congelaba los precios de productos de
primera necesidad, se reglamentó el salario mínimo y se decretó un aumento
general de sueldos y salarios. Pronto el Banco Central de Venezuela tomará
medidas monetarias y financieras para contener la inflación desatada: la
restricción del crédito hipotecario, el incremento del encaje legal de los
Bancos y entidades financieras del país, así como limitaciones normativas a los
plazos para efectos de comercio.
Era
la combinación del populismo de izquierda latinoamericano, evolucionado del
peronismo, al “perecismo” del partido Acción Democrática, los demiurgos de la
Venezuela Saudita, de La Gran Venezuela, y de la Democracia con Energía; con
estos cambios dirigidos hacia una mayor injerencia del estado en la vida del
país, quedaba allanado el camino para que, años después, apareciera el
chavismo.
Continúa
el autor analizando las nefastas consecuencias:
De todo ello derivó la crisis en
el Sector Agropecuario, el menoscabo del desarrollo industrial, la escasez y
alto costo de los alimentos, el desempleo y el subempleo de grandes masas, el
éxodo de la mano de obra desde regiones agropecuarias hacia las principales
ciudades, la fuga de capitales, la merma del Producto Territorial Bruto, la
caída en la propensión a invertir, el despilfarro de los recursos fiscales y
otros males de aquello que se llamó “estrategia del desarrollo”, con todas sus
devastadoras consecuencias para la economía y la sociedad venezolanas...
La
mesa estaba servida, y llegó el huracán revolucionario, con Hugo Chávez a la
cabeza, quien, de acuerdo con Carrillo Batalla, nunca le mintió al país,
siempre dijo lo que iba a hacer y lo cumplió; en su presentación a las
academias, el candidato Chávez, en 1998, exponía su visión ante los
intelectuales venezolanos; así lo recoge el autor de la conferencia:
…un cambio estructural o una
transformación de estructuras económicas, políticas, sociales, éticas, etc., y
de manera acelerada, no tiene otro nombre si buscamos un diccionario histórico,
político– que revolución; así que no le tengamos miedo al término; enfrentémoslo
más bien, hagamos una revolución pacífica, democrática en lo social, cultural,
político, económico, ético; hagamos un nuevo contrato social, en vez del
Acuerdo que proponen otros sectores, el acuerdo de más de lo mismo. ¿Qué
acuerdo vamos a hacer con los que han destrozado el país? O ¿qué acuerdo pueden
estar planteando los que destrozaron a Venezuela? Se requiere mirar al futuro y
replantearnos el contrato social que se acabó, que se rompió…
Ya para esa época tenía en mente
ese Teniente Coronel de Paracaidistas la idea de una constituyente, que sería
la manera como la franquicia del Socialismo del Siglo XXI llevaría a cabo su
perpetuación en el poder o como brillantemente lo expresa Vicente en su papel
de trabajo:
Ofreció exactamente realizar lo
que los populistas suelen hacer, tan pronto conquistan el Poder Público por
vías democráticas: cambiar el pacto
social, en nuestro caso, abolir la democracia representativa y convertir
al gobierno en una verdadera autocracia, sin posibilidades de alternabilidad.
Vicente Carrillo Batalla y su
familia vivieron en carne propia la apropiación indebida por parte de elementos
revolucionarios de sus propiedades, permanece fresco el recuerdo de estarle
acompañando en una reunión social, cuando le avisan por teléfono la invasión de
una de sus fincas productoras de ganado… y con mucho aplomo se disculpó con sus
invitados y se fue al aeropuerto, para viajar hasta Barinas y atender
personalmente el problema, nada pudo hacer para evitar la ruina de unos de los
centros de cría de doble propósito más importantes del país.
Nos dice el autor sobre este
tema:
Chávez se afincó en su afán de
reforzar, de ampliar decididamente, de anteponer el modelo de Estado
Patrimonial a cualquier otra forma viable de organización, para lo cual realizó
expropiaciones y tomas ilegales de activos pertenecientes a los particulares.
Algo que para nada era novedoso en Venezuela, ya se había vivido en tiempos
pasados de historias revolucionarias del Siglo XIX y sus desplantes al fuero
institucional. También en la era democrática se produjeron invasiones de
predios rústicos y urbanos, y expropiaciones por una supuesta “causa de
utilidad pública o interés general”, cuando en verdad se ejecutaban con fines
netamente políticos.
Fue,
sin duda, la destrucción del aparato productivo venezolano el daño fundamental
a nuestra estabilidad económica, perjuicio que tenía un repugnante contenido de
corrupción, las empresas estatizadas o “rescatadas” eran entregadas a
colectivos, militares o amigos del régimen para que las manejaran; muy pronto
empezaban los problemas de producción, entre otras cosas, porque los
presupuestos de inversión y operación de las plantas desaparecían, muchas veces
incluyendo en eso fondos que se esfumaban los fondos de prestaciones de los
trabajadores; una vez que la instalaciones cerraban, los equipos eran
desmantelados y puestos a la venta… pero el negocio más lucrativo venía después
que desaparecía la industria nacional, y era el negocio de la importación con
sobreprecio, de los productos que antes se hacían en el país, ahora de
productos con caducidad próxima, en el mejor de los casos, en el mejor de los
casos… desmantelar el músculo empresarial venezolano se convirtió en un negocio
carroñero, propio de buitres.
Carrillo
Batalla nos señala lo siguiente:
Lo cierto es que en Venezuela el
Sector Privado de la economía ha experimentado ingentes pérdidas de valor en
sus negocios y empresas, unas veces por falta de decisiones oportunas, otras
por resoluciones apresuradas y las más de las veces por la acción de un
gobierno que solo piensa en política y en dar la batalla definitiva para
“pulverizar” –palabra preferida del Comandante-Presidente– a la oposición en
cualquiera de sus expresiones, lo que incluye igualmente a los empresarios y
sus colaboradores. En semejantes condiciones, es imposible ser exitosos en los
negocios…En cuanto al sector agroalimentario industrial, cabe decir que en
Venezuela, desde el mes de Abril de 2003, cuando el gobierno populista lanza la
Misión Alimentación, avanza el progresivo deterioro de una actividad
fundamental para la población. Paradójicamente la Misión Alimentación quiso ser
“la punta de lanza para la consolidación de la soberanía alimentaria”, como
muestran los papeles oficiales. El propósito es netamente político y por tanto
viene afectando severamente la viabilidad de la industria agroalimentaria
nacional. La izquierda populista venezolana, vio la oportunidad de adquirir “el
control de la alimentación del pueblo”, sin duda una de las grandes torpezas de
la gestión de gobierno, que ha tenido como consecuencia la crisis humanitaria
de nuestros días.
La
conferencia de Carrillo Batalla en Madrid le puso los pelos de punta a muchos
empresarios y oficiales del gobierno español; muy pronto anunciaremos un link
para que nuestros lectores puedan acceder a la misma, que es una lectura
obligada que nos hará recodar los orígenes de nuestras tribulaciones, pero
sobre todo, es la experiencia y el testimonio de uno de los actores principales
en esta lucha incansable contra uno de los populismos más descarnados y
peligrosos gestados en la modernidad de nuestra Latinoamérica. -
saulgodoy@gmail.com
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