jueves, 26 de octubre de 2017

La filosofía japonesa



“Lo que hemos llamado el estudio del Oriente hoy, ha significado el Oriente como un objeto para el estudio. Pero todavía se necesita una profunda reflexión acerca de la manera de cómo el Oriente piensa, en orden de desarrollar un nuevo método para pensar, esto no se ha hecho.”
—Nishida Kitaro, "The Problem of Japanese Culture."

En Japón si quiere estudiar en la academia la carrera de filosofía, se encontrarán con estudios de filosofía China, que incluyen la sabiduría de los textos de Confucio y los clásicos del Tao, de filosofía de la India contenidos en los textos acerca del budismo escritos en Sanscrito y Pali, y la filosofía Occidental, principalmente la filosofía alemana, aunque la filosofía clásica griega es muy popular, pero si encuentra cursos en filosofía japonesa, será algo de muy reciente data.
Esto no quiere decir que no existan los filósofos propiamente japoneses, los hay en buen número y son muy buenos, pero por razones que trataremos de explicar en este artículo, los japoneses prefieren estar tras los bastidores de lo que ellos llaman la filosofía oriental, y de la cual, en Japón, por cuestiones de su carácter y de política, han preferido desde hace más de un siglo, desarrollar lo que consideran les viene de manera natural, que es la estética.
De modo que la filosofía oriental que se estudia en Japón, reposa sobre tres columnas, la filosofía de la religión desarrollada en la India, los estudios de la ética muy propio de los chinos, y los estudios sobre el arte donde los japoneses brillan con luz propia, esta filosofía oriental la anteponen los estudiosos a la filosofía occidental.
Y en este cruce entre la filosofía occidental y la oriental se han sucedido una serie de cortos circuitos y chispazos que han hecho imposible un verdadero encuentro, dos maneras de ver el mundo tan diferentes que han traído muchos malos entendidos y contradicciones, los intercambios no han sido nada fáciles.
El investigador Inaga Shigemi de la Universidad de Kioto nos dice que el problema empieza con establecer la adecuada traducción de la palabra “filosofía” en idioma japonés, tuvo que ser inventada  (tetsu-gaku), para que se ajustara a lo que en occidente se entiende por filosofía, en 1860.
El problema principal según Shigemi era: “… el nuevo método proveniente de Occidente contrastaba enormemente con el Confucionismo Chino que entraba en decadencia. El Confucionismo es deductivo en la aplicación de reglas personales de moral que vienen de la sociedad como un todo, mientras que la filosofía Occidental es inductiva en la búsqueda de la verdad de acuerdo a las ciencias naturales… Mientras la filosofía Occidental pone su énfasis en el conocimiento, desestima la acción y le presta poca atención a purificar el espíritu.”
Fue alrededor de 1880 que la filosofía empezó a estudiarse en las universidades japonesas, el primer decano de una escuela de filosofía fue Inoue Tetsujiro (1855-1944) quien se propuso hacer una síntesis de la filosofía Occidental y Oriental, pero su intención real era más nacionalista que académica, para esa época ya Japón se sentía en competencia con el Occidente, capaz de proporcionar un liderazgo al mundo tan bueno o mejor que el de Occidente, el pensum de estudio que propuso hablaba de una filosofía Oriental no de una filosofía Japonesa y es la línea que ha permanecido hasta hoy.
Muchos estudiantes japoneses viajaron al Occidente buscando educarse en el nuevo método de pensar que ofrecía principalmente Europa, se hicieron traducciones de los clásicos de la filosofía Occidental, ofrecían plazas a profesores Occidentales para que impartieran enseñanza en los centros de estudio de un Japón, que empezaba a modernizarse e industrializarse de manera acelerada, las técnicas y las tecnologías que llegaban del resto del mundo eran rápidamente asimiladas no sólo como fuerza de trabajo productivo sino como un componente cultural, de allí su gusto por la filosofía Alemana, que también se ocupó en su momento, de incorporar la tecnología y la ciencia a su carácter nacional.
Entre la década de los 30 y el principio de los 40 del pasado siglo Japón había crecido y se sentía poderoso, la política había devenido en un imperialismo agresivo y militarista, la balanza se había inclinado por un fascismo racista, considerándose ellos, una raza superior y dominante, sus principales pensadores como Kuki Shuzo,Tanabe Hajime, y Watsuji Tetsuro, alimentaban con sus ideas el imperialismo japonés, se hablaba de una causa divina para la conquista del mundo, el mayor filósofo japonés del momento, Nishida Kitaro (1870-1945), uno de los intérpretes de la filosofía Occidental más destacados y uno de los más profundos investigadores del nihilismo Oriental, considerado el fundador de la filosofía moderna japonesa, no compartía esas ínfulas de imperiales de conquistas.
Nishida había logrado reunir en su entorno un grupo de estudiantes que lo reverenciaban y hacían de sus trabajo filosófico la base del nuevo pensamiento japonés, de ese entorno nace la famosa Escuela de Kioto que a partir de ese momento se convertiría en el movimiento emblemático del nuevo pensamiento de Japón, y aunque era respetado también era vigilado, y hasta censurado, algunas de las conferencias de Nishida levantaron escozor entre los círculos más radicales del poder político del imperio debido a que no compartía este espíritu de misión guerrera.
La Escuela de Kioto fue la encargada de introducir el estudio de la obra de Martin Heidegger, que para ese momento se plegaba al movimiento nazi, razón por la cual a Kioto le sería atribuida la inmerecida fama de recipiendaria de la ideología nacionalsocialista.  Hay temas comunes en la obra de Heidegger y del budismo zen, la exploración del nihilismo en la filosofía ontológica  del alemán hace contacto con la filosofía oriental desde el momento es que tiene que dar ese “paso atrás” para entender la naturaleza del ser, la investigadora mexicana Rebeca Maldonado en su interesante ensayo titulado, Descopernización o vaciamiento de la razón en la era del nihilismo- sendas comunes entre occidente y oriente (2009) nos dice:
Para el taoísmo y el budismo zen, sólo desde la nada es posible experienciar el ser de lo ente. De la misma manera para Heidegger, sólo desde la nada es posible la experiencia del ente como tal y en su totalidad. En De un diálogo acerca del habla Heidegger piensa que «el encuentro entre el mundo extremo-oriental y el europeo se ha hecho inevitable». Sin calar en absoluto en la nada, la ausencia de penuria de Occidente, dice Heidegger, es la más suprema de las penurias, porque el sujeto de dominio continúa sin ser cuestionado y por el contrario es apuntalado y encumbrado con la ideología de la ausencia de penuria y del afán de tenerlo todo como medio de aseguramiento de sí. Cuestionar la era de la ausencia de penuria, requiere de desacostumbrarse del tic y de la tara del querer y de la voluntad para apuntar al horizonte de la nada. El vaciamiento del yo, sin lugar a dudas, esencia, sí, del verbo esenciar, tal y como la jarra en la cual meditó Heidegger sólo puede acoger, por el vacío que el alfarero modela. La meditación heideggeriana sobre la jarra nos recuerda a Lao Tsé que pensaba que la utilidad del recipiente proviene del vacío y cuanto más hondo sea, más se tomara de él. Transitar por el pensamiento oriental es el paso atrás obligado de Occidente para dar lugar a una experiencia tal en la que el yo comience al menos a parecemos extraño. Se comprenderá ahora lo dicho por el japonés a Heidegger en De un diálogo acerca del habla: «Aún hoy nos sorprende y nos preguntamos por qué los europeos pudieron caer en la cuenta de tomar la nada en un sentido nihilista. Para nosotros, el vacío es el nombre eminente para lo que usted quisiera decir con la palabra “ser”»

Nishida era un firme creyente que Japón sería el centro de confluencia entre la filosofía Occidental y la Oriental para llevar a la humanidad a un estadio superior de progreso, si en algo creía Nishida era en la superioridad cultural del Japón, no en sus fuerzas militares, y trabajó toda su vida con ese propósito en mente, por ello estaba opuesto a cualquier forma de aislamiento, creía en la globalización, sus ideas servirían en la década de los 60 y los 70 para inspirar el movimiento conocido como “las teorías del excepcionalismo japonés” (nihonjinron), pero a la inversa de lo que Nishida pensaba; luego de la guerra y estando Japón del lado de los perdedores, la mayor diferencia en cuanto a la expresión cultural japonesa, era encontrada en las remotas regiones que aún no habían sido tocadas por la modernidad, lejos de la influencia de la tecnología y donde imperaba el conocimiento tradicional.
Uno de sus grandes amigos y compañero de escuela, quien luego resultare otro de los grandes filósofos del Japón, D. T, Susuki, escribió un artículo Cómo leer a Nishida, Susuki espresa lo siguiente: “La filosofía de Nishida de la Nada Absoluta así como su lógica de las absolutas contradicciones de la identidad personal, son difíciles de entender, al menos que uno esté al tanto de lo que significa la experiencia del Zen.  Para Nishida… su misión era hacer inteligible el Zen para Occidente… había sentido la experiencia máxima y entonces, queriendo darle un análisis intelectual que lo satisficiera, reflejado en aquella experiencia, de modo de hacerla asequible para una mentalidad sofisticada, así como para él mismo, fue que nació la filosofía de Nishida.”
El antiguo alumno del maestro, Tanabe Hajime, es todavía más crítico cuando expresa: “[Nishida] evidentemente trae a concurso conclusiones ilegítimas de premisas tomadas del campo religioso y transferidas al filosófico, por lo tanto transgrediendo las fronteras de la filosofía.”
Pero sean cualquiera las objeciones, hay una piedra de tranca importante que hace sumamente difícil el intercambio entre Oriente y Occidente en términos filosóficos y por lo tanto, dificultó la labor de Nishida, lo apunta muy bien Shimomura Toratarō, un distinguido historiador de las ciencias en Japón: “Mientras el pensamiento en Occidente (incluyendo el pensamiento islámico) es argumentativo y dialógico… el pensamiento Oriental tiende a evitar los pronunciamientos verbales.  Confucio declaró que los pronunciamientos elaborados y embellecidos carecen de moral.”
Verbalizar lo que debe permanecer sin verbalizar es el drama que sufre Oriente al momento de exponer su pensamiento en el sistema dialéctico Occidental, un pensamiento que solo puede existir en la negación de sí mismo, ya que si se le da la forma lógica, quedaría desnaturalizado.
En el momento que la filosofía Oriental se niega a conformarse en el logos Occidental el diálogo se hace imposible, o puesto de otra manera, si al pensamiento Oriental se le da forma lógica, queda inmediatamente falsificado, lo que lo hace inútil para el pensamiento Occidental.
Luego de la guerra, Japón se enfrascó en su propio desarrollo económico, buscó aprender de Occidente lo útil, la filosofía japonesa prefirió continuar su desarrollo de manera soterrada, casi que en la clandestinidad, lo único que exhibían al mundo era su extraordinaria vena estética, mientras el pensamiento político, religioso y filosófico era de estricto consumo local, y sólo para iniciados, ha sido por medio de la literatura y de su industria de comunicaciones de masas, de las pocas maneras de averiguar los derroteros del pensamiento contemporáneo japonés, y de los pocos análisis que he leído, se trata de un pensamiento muy avanzado y con una enorme carga nihilista.
En futuros escritos exploraremos otras aristas de esta importante filosofía.  -   saulgodoy@gmail.com
 



No hay comentarios:

Publicar un comentario