“Lo que hemos llamado el estudio
del Oriente hoy, ha significado el Oriente como un objeto para el estudio. Pero
todavía se necesita una profunda reflexión acerca de la manera de cómo el
Oriente piensa, en orden de desarrollar un nuevo método para pensar, esto no se
ha hecho.”
—Nishida Kitaro, "The Problem of Japanese Culture."
En
Japón si quiere estudiar en la academia la carrera de filosofía, se encontrarán
con estudios de filosofía China, que incluyen la sabiduría de los textos de
Confucio y los clásicos del Tao, de filosofía de la India contenidos en los
textos acerca del budismo escritos en Sanscrito y Pali, y la filosofía
Occidental, principalmente la filosofía alemana, aunque la filosofía clásica griega
es muy popular, pero si encuentra cursos en filosofía japonesa, será algo de
muy reciente data.
Esto
no quiere decir que no existan los filósofos propiamente japoneses, los hay en
buen número y son muy buenos, pero por razones que trataremos de explicar en
este artículo, los japoneses prefieren estar tras los bastidores de lo que
ellos llaman la filosofía oriental, y de la cual, en Japón, por cuestiones de
su carácter y de política, han preferido desde hace más de un siglo,
desarrollar lo que consideran les viene de manera natural, que es la estética.
De
modo que la filosofía oriental que se estudia en Japón, reposa sobre tres columnas,
la filosofía de la religión desarrollada en la India, los estudios de la ética
muy propio de los chinos, y los estudios sobre el arte donde los japoneses
brillan con luz propia, esta filosofía oriental la anteponen los estudiosos a
la filosofía occidental.
Y en
este cruce entre la filosofía occidental y la oriental se han sucedido una
serie de cortos circuitos y chispazos que han hecho imposible un verdadero
encuentro, dos maneras de ver el mundo tan diferentes que han traído muchos
malos entendidos y contradicciones, los intercambios no han sido nada fáciles.
El
investigador Inaga Shigemi de la Universidad de Kioto nos dice que el problema
empieza con establecer la adecuada traducción de la palabra “filosofía” en
idioma japonés, tuvo que ser inventada (tetsu-gaku), para que se ajustara a lo
que en occidente se entiende por filosofía, en 1860.
El
problema principal según Shigemi era: “…
el nuevo método proveniente de Occidente contrastaba enormemente con el
Confucionismo Chino que entraba en decadencia. El Confucionismo es deductivo en
la aplicación de reglas personales de moral que vienen de la sociedad como un
todo, mientras que la filosofía Occidental es inductiva en la búsqueda de la
verdad de acuerdo a las ciencias naturales… Mientras la filosofía Occidental
pone su énfasis en el conocimiento, desestima la acción y le presta poca
atención a purificar el espíritu.”
Fue
alrededor de 1880 que la filosofía empezó a estudiarse en las universidades
japonesas, el primer decano de una escuela de filosofía fue Inoue Tetsujiro
(1855-1944) quien se propuso hacer una síntesis de la filosofía Occidental y
Oriental, pero su intención real era más nacionalista que académica, para esa
época ya Japón se sentía en competencia con el Occidente, capaz de proporcionar
un liderazgo al mundo tan bueno o mejor que el de Occidente, el pensum de
estudio que propuso hablaba de una filosofía Oriental no de una filosofía
Japonesa y es la línea que ha permanecido hasta hoy.
Muchos
estudiantes japoneses viajaron al Occidente buscando educarse en el nuevo
método de pensar que ofrecía principalmente Europa, se hicieron traducciones de
los clásicos de la filosofía Occidental, ofrecían plazas a profesores
Occidentales para que impartieran enseñanza en los centros de estudio de un Japón,
que empezaba a modernizarse e industrializarse de manera acelerada, las
técnicas y las tecnologías que llegaban del resto del mundo eran rápidamente
asimiladas no sólo como fuerza de trabajo productivo sino como un componente
cultural, de allí su gusto por la filosofía Alemana, que también se ocupó en su
momento, de incorporar la tecnología y la ciencia a su carácter nacional.
Entre la década de los 30 y el principio de los 40
del pasado siglo Japón había crecido y se sentía poderoso, la política había
devenido en un imperialismo agresivo y militarista, la balanza se había
inclinado por un fascismo racista, considerándose ellos, una raza superior y
dominante, sus principales pensadores como Kuki Shuzo,Tanabe Hajime, y Watsuji
Tetsuro, alimentaban con sus ideas el imperialismo japonés, se hablaba de una
causa divina para la conquista del mundo, el mayor filósofo japonés del momento,
Nishida Kitaro (1870-1945), uno de los intérpretes de la filosofía Occidental
más destacados y uno de los más profundos investigadores del nihilismo
Oriental, considerado el fundador de la filosofía moderna japonesa, no
compartía esas ínfulas de imperiales de conquistas.
Nishida había logrado reunir en su entorno un grupo
de estudiantes que lo reverenciaban y hacían de sus trabajo filosófico la base
del nuevo pensamiento japonés, de ese entorno nace la famosa Escuela de Kioto
que a partir de ese momento se convertiría en el movimiento emblemático del
nuevo pensamiento de Japón, y aunque era respetado también era vigilado, y hasta
censurado, algunas de las conferencias de Nishida levantaron escozor entre los
círculos más radicales del poder político del imperio debido a que no compartía
este espíritu de misión guerrera.
La Escuela de Kioto fue la encargada de introducir
el estudio de la obra de Martin Heidegger, que para ese momento se plegaba al
movimiento nazi, razón por la cual a Kioto le sería atribuida la inmerecida
fama de recipiendaria de la ideología nacionalsocialista. Hay temas comunes en la obra de Heidegger y
del budismo zen, la exploración del nihilismo en la filosofía ontológica del alemán hace contacto con la filosofía
oriental desde el momento es que tiene que dar ese “paso atrás” para entender
la naturaleza del ser, la investigadora mexicana Rebeca Maldonado en su
interesante ensayo titulado, Descopernización
o vaciamiento de la razón en la era del nihilismo- sendas comunes entre
occidente y oriente (2009) nos dice:
Para
el taoísmo y el budismo zen, sólo desde la nada es posible experienciar el ser
de lo ente. De la misma manera para Heidegger, sólo desde la nada es posible la
experiencia del ente como tal y en su totalidad. En De un diálogo acerca del
habla Heidegger piensa que «el encuentro entre el mundo extremo-oriental y
el europeo se ha hecho inevitable». Sin calar en absoluto en la nada, la
ausencia de penuria de Occidente, dice Heidegger, es la más suprema de las
penurias, porque el sujeto de dominio continúa sin ser cuestionado y por el
contrario es apuntalado y encumbrado con la ideología de la ausencia de penuria
y del afán de tenerlo todo como medio de aseguramiento de sí. Cuestionar la era
de la ausencia de penuria, requiere de desacostumbrarse del tic y de la tara
del querer y de la voluntad para apuntar al horizonte de la nada. El
vaciamiento del yo, sin lugar a dudas, esencia, sí, del verbo esenciar, tal y
como la jarra en la cual meditó Heidegger sólo puede acoger, por el vacío que
el alfarero modela. La meditación heideggeriana sobre la jarra nos recuerda a
Lao Tsé que pensaba que la utilidad del recipiente proviene del vacío y cuanto
más hondo sea, más se tomara de él. Transitar por el pensamiento oriental es el
paso atrás obligado de Occidente para dar lugar a una experiencia tal en la que
el yo comience al menos a parecemos extraño. Se comprenderá ahora lo dicho por
el japonés a Heidegger en De un diálogo acerca del habla: «Aún hoy nos
sorprende y nos preguntamos por qué los europeos pudieron caer en la cuenta de
tomar la nada en un sentido nihilista. Para nosotros, el vacío es el nombre
eminente para lo que usted quisiera decir con la palabra “ser”»
Nishida era un firme creyente que Japón sería el
centro de confluencia entre la filosofía Occidental y la Oriental para llevar a
la humanidad a un estadio superior de progreso, si en algo creía Nishida era en
la superioridad cultural del Japón, no en sus fuerzas militares, y trabajó toda
su vida con ese propósito en mente, por ello estaba opuesto a cualquier forma
de aislamiento, creía en la globalización, sus ideas servirían en la década de
los 60 y los 70 para inspirar el movimiento conocido como “las teorías del
excepcionalismo japonés” (nihonjinron), pero a la inversa de lo que Nishida pensaba; luego
de la guerra y estando Japón del lado de los perdedores, la mayor diferencia en
cuanto a la expresión cultural japonesa, era encontrada en las remotas regiones
que aún no habían sido tocadas por la modernidad, lejos de la influencia de la
tecnología y donde imperaba el conocimiento tradicional.
Uno de sus grandes amigos y compañero de escuela,
quien luego resultare otro de los grandes filósofos del Japón, D. T, Susuki,
escribió un artículo Cómo leer a Nishida,
Susuki espresa lo siguiente: “La filosofía de Nishida de la Nada Absoluta
así como su lógica de las absolutas contradicciones de la identidad personal,
son difíciles de entender, al menos que uno esté al tanto de lo que significa
la experiencia del Zen. Para Nishida… su
misión era hacer inteligible el Zen para Occidente… había sentido la
experiencia máxima y entonces, queriendo darle un análisis intelectual que lo
satisficiera, reflejado en aquella experiencia, de modo de hacerla asequible
para una mentalidad sofisticada, así como para él mismo, fue que nació la
filosofía de Nishida.”
El antiguo alumno del maestro, Tanabe Hajime, es
todavía más crítico cuando expresa: “[Nishida] evidentemente trae a concurso
conclusiones ilegítimas de premisas tomadas del campo religioso y transferidas
al filosófico, por lo tanto transgrediendo las fronteras de la filosofía.”
Pero sean cualquiera las objeciones, hay una piedra
de tranca importante que hace sumamente difícil el intercambio entre Oriente y
Occidente en términos filosóficos y por lo tanto, dificultó la labor de
Nishida, lo apunta muy bien Shimomura Toratarō, un distinguido historiador de
las ciencias en Japón: “Mientras el pensamiento en Occidente (incluyendo el
pensamiento islámico) es argumentativo y dialógico… el pensamiento Oriental tiende
a evitar los pronunciamientos verbales.
Confucio declaró que los pronunciamientos elaborados y embellecidos
carecen de moral.”
Verbalizar lo que debe permanecer sin verbalizar es
el drama que sufre Oriente al momento de exponer su pensamiento en el sistema
dialéctico Occidental, un pensamiento que solo puede existir en la negación de
sí mismo, ya que si se le da la forma lógica, quedaría desnaturalizado.
En el momento que la filosofía Oriental se niega a
conformarse en el logos Occidental el diálogo se hace imposible, o puesto de
otra manera, si al pensamiento Oriental se le da forma lógica, queda
inmediatamente falsificado, lo que lo hace inútil para el pensamiento
Occidental.
Luego de la guerra, Japón se enfrascó en su propio
desarrollo económico, buscó aprender de Occidente lo útil, la filosofía
japonesa prefirió continuar su desarrollo de manera soterrada, casi que en la
clandestinidad, lo único que exhibían al mundo era su extraordinaria vena
estética, mientras el pensamiento político, religioso y filosófico era de
estricto consumo local, y sólo para iniciados, ha sido por medio de la
literatura y de su industria de comunicaciones de masas, de las pocas maneras
de averiguar los derroteros del pensamiento contemporáneo japonés, y de los
pocos análisis que he leído, se trata de un pensamiento muy avanzado y con una
enorme carga nihilista.
En futuros escritos exploraremos otras aristas de
esta importante filosofía. - saulgodoy@gmail.com
No hay comentarios:
Publicar un comentario