sábado, 14 de enero de 2017

Cuéntame una de vaqueros




Tuve una infancia feliz, no todo el mundo puede decir eso, por lo que me siento afortunado; pude leer a mis anchas y era un lector voraz, todavía lo soy, mi universo era inmenso y crecía con cada día que pasaba y jamás podré olvidar uno de los más memorables personajes que poblaron esos tiernos años de formación, el vaquero del viejo oeste.
Recuerdo que todos los jueves corría al kiosco del periódico que quedaba cerca de mi casa en busca de las últimas novelitas de vaqueros, que llegaban ese día, compraba tres o cuatro y las leía en un día; una buena parte de ellas eran de Marcial Lafuente Estefanía y de Silver Kane (Francisco González Ledesma), pero también podía conseguir las de Zane Grey y las de Louis L’Amour…  y de otros tantos autores que ahora se me escapan.
El chofer de mi casa esperaba pacientemente a que las terminara para pedírmelas, pues también era un fanático; son para mí memorables las series de televisión Hopalon Cassidy, El Llanero Solitario, El Virginiano. Roy Rodgers, Bat Masterson, las películas de John Wayne, las de Disney, los suplementos (comics)… el vaquero fue un compañero fiel y un buen ejemplo, como modelo para enfrentar la vida.
Pero también he percibido su transformación y, con el transcurso de los años, he estudiado el mito y cómo se construyó la leyenda que me perteneció de niño; y entre los cambios más importantes que me tocó presenciar vi como el vaquero cambió su caballo por una nave espacial, la frontera terrestre por el espacio profundo y sus revólveres por facers; de un momento a otro, mi vaquero se convirtió en astronauta, ya no era el sheriff, ahora era un ingeniero de mundos.
El género de la literatura del oeste no es ya tan importante; tiene su culto, un público fanático que mantiene los libros circulando, pero ya no es lo mismo. Todo empezó, por allá por 1784, cuando John Filson publica la historia de su famoso personaje Daniel Boone, las aventuras de un auténtico hombre de frontera; en 1820, James Fenimore Cooper creaba su historia sobre El Último de los Mohicanos; y pasaron cerca de ochenta años para que apareciera, en 1902, la novela El Virginiano, de Owen Wister, con la que se inauguran las ediciones de libros baratos sobre el oeste, las llamadas dime novels, que se conseguían en las tiendas de abarrotes por unos pocos centavos.
Dicen los historiógrafos y los expertos sobre el tema que fue una conferencia dictada por Frederick J. Turner, en 1893, titulada La Significación de la Frontera en la Historia Americana, frente a un dilecto grupo de la Asociación de Historia Americana, cuando finalmente puso a rodar la bola sobre el mito de la frontera como el punto donde la barbarie y la civilización se confundían en un abrazo de aventuras y gestos de arrojo del nuevo Adam Americano.
A este fenómeno ayudó mucho el gusto que tenía el presidente norteamericano Theodore Roosevelt  por la aventura expedicionaria, el naturalismo y las armas, fue el mandatario que no sólo elaboró su famoso Destino Manifiesto sobre estas bases, sino que publicó libros sobre sus viajes al oeste, donde preveía a un nuevo norteamericano recio y conquistador.
Y la verdad era que en ese momento había todo un movimiento nacionalista, una necesidad histórica por borrar las heridas producidas por la Guerra Civil norteamericana y una preparación para entrar en un nuevo período de desarrollo industrial, y fue la figura del vaquero en el oeste la que sirvió de bisagra en la conciencia colectiva.
Y el personaje era perfecto, era la continuación de un rico legado de mitos y gestas que venían de los relatos antiguos de aventuras, de los caballeros medioevales, de la leyenda del Rey Arturo, de las historias de los cruzados… con la intervención de muchos escritores y publicistas, las novelas del oeste empezaron a cosechar éxitos dentro del público norteamericano, ansioso de tener sus propios héroes. La cuestión fue que, de alguna manera, se violentó la realidad histórica, se construyó una leyenda.
Artistas como Frederick Remington le dieron la imagen de aquel ranchero recio, conductor de manadas de cuernos largos en las planicies de Texas, de fieros indios al ataque y de los soldados de azul repeliéndolos, sus pinturas marcaron la época.
Cuando nace Hollywood, se dedicó a fomentar a este nuevo personaje, que ya era popular en la literatura; personajes legendarios, como Wyatt Earp, llegaron como consultores a los estudios y convirtieron a las historias de cowboys en un éxito de taquilla, igual sucedió posteriormente con la televisión.
Las revistas no se daban abasto publicando truculentas historias de bandidos y cuatreros, de duelos en las calles, de trifulcas con disparos en los saloons, entre las mesas de póker y las botellas de whisky, de ex pistoleros convertidos en hombres de la ley, de asaltos al tren, de ahorcamientos públicos de ladrones de bancos, de pueblos sin ley durante la fiebre del oro…
A partir de los años 60 del siglo pasado, se empezó a dar una revisión más seria y reposada sobre este marco histórico y se inició toda una crítica que, entre otras cosas, descubría para nosotros un oeste muy distinto del que habíamos consumido; para empezar, el grueso de la migración de colonos hacia la frontera fue de gente trabajadora, religiosa, de familias enteras que, buscando una nueva vida, se organizaron de manera pacífica y para la producción.
Los bandidos, aventureros y pistoleros eran una minoría, en comparación con la enorme masa de agricultores, artesanos, pequeños comerciantes, constructores, que se dedicaron a fundar asentamientos donde imperaba el orden y la ley; los pueblos perdidos en manos de forajidos como pudieron ser Deadwood y otros poblados californianos eran realmente excepcionales, pero era lo que vendía, fue el vehículo para plasmar la imagen del hombre americano que se hace a sí mismo, del nuevo Ulises en sus aventuras por llegar a la Ítaca de la frontera.
Directores de teatro y cine como Sam Shepard, Kevin Costner, Clint Eastwood (con esa memorable pieza, Unforgiven), no digamos nada de la película Brokeback Montain, con la actuación de Heath Ledger, como el vaquero gay que conmovió a los roughnecks hasta la indignación, y así como estas películas, otras muchas, tratan de llegar a términos con la verdad del pasado, se replantearon el oeste americano en otros términos mucho más realistas, menos maniqueos, sexistas y racistas.
Las historias que conocemos del oeste, una gran parte de ellas, son episodios históricos manipulados o que nunca sucedieron, desde el famoso enfrentamiento en el O.K Corral, hasta la caída de El Álamo en Texas, pasando por algunos episodios claves en la lucha contra los indios nativos; todos esos sucesos tienen un fuerte contenido ideológico que trata de preservar rasgos importantes del carácter y la cultura norteamericana; los investigadores de la historia que los han estudiado se han visto confrontados por un muro de escepticismo, y hasta de rechazo, cuando tratan de demostrar la verdad de los hechos.
Trabajos tan serios como el elaborado por el historiador James Welch, en su obra La muerte de Custer.  La Batalla de Little Big Horn y el destino de los indios de las praderas (1994), o el desgarrador libro de Larry MacMurtry, Crazy Horse (1999), son estudios que tratan de acercarse a la verdad de los hechos, arrojando nueva luz sobre el lado oscuro de la conquista del oeste.
Para mí, como para un gran número de nostálgicos de aquel oeste en que vivíamos nuestras fantasías, éste queda suspendido en algún lugar de nuestros recuerdos, con relecturas de clásicos como Riders of the Purple Sage (1912) de Grey, Not of Texas only (1994) de Zollinger, Recuérdame al morir (1957) de Kane. Hoy en día, aunque siguen produciéndose novelas de vaqueros, hay ya un mercado muy marginal, que apenas se sostiene con reimpresiones de los grandes clásicos y algún que otro éxito, que aparece sin aviso.
La influencia de las novelas de vaqueros ha sido vasta y de enormes alcances; hasta en la literatura japonesa, con sus Samuráis, que están asociados a la idea de los pistoleros de la frontera unidos por una causa, en España y en los spaguetti westerns italianos, por mencionar algunos países europeos cultores del género, los vaqueros encontraron hogares cálidos. En los EEUU fue tan grande su impacto, que hasta un presidente que empezó haciendo películas de vaqueros para ganarse la vida, tuvieron.
De vez en cuando desempolvo mi peace maker, me calo mi sombrero Steetson de 10 galones, me calzo mis botas puntiagudas de cuero de cascabel, y salgo a dar un paseo con mi pareja, vestida con su traje de pastorcita, su callado y nuestro perro ovejero, por mi urbanización, ante la estupefacción de mis vecinos y la delicia de los más jóvenes.  -   saulgodoy@gmail.com
  


viernes, 13 de enero de 2017

La MUD, 2do. Episodio






Luego de lo que nos hizo la MUD en la primera parte de nuestra trágica historia política, no debería haber razones para continuar confiando en su dirigencia, fueron errores que nos están costando vidas y sufrimiento, sus líderes puede que no sientan la urgencia del país, pero la gente en la calle sí, de modo que todas esas estrategias donde se cuenta con tiempo “a ver qué pasa” quedaron atrás.
Cuando empezó este año 2017, con todas esas muestras de arrepentimiento, de mea culpa, de posibles cambios y mayores aperturas hacia la sociedad, muchos venezolanos le dieron el beneficio de la duda a esta organización, no tanto porque hubieran sentido el rechazo de los ciudadanos y ahora sí iban a tomar su rol de dirigentes de oposición, sino porque saben que los tiempos se acortan, la crisis se hace más intensa, la represión ha escalado, la economía cruje por sus cuatros costados y en cualquier momento el gobierno se viene abajo por inercia, y ellos, los políticos que nos dejaron en la estacada, no quieren perder su momento estelar de estar allí para, ahora sí, actuar en nuestro nombre y erigirse como el nuevo gobierno.
Tienen una gran ventaja, están solos en el paisaje, la sociedad civil organizada ha sido incapaz de conformar un equipo de trabajo que sustituya a la MUD como representación política de la oposición libre y democrática, y mientras esto no suceda, seguirán repartiendo las cartas.
Los líderes de la MUD que ya nos han demostrado con creces que no sirven para sacarnos de éste problema, que están equivocados en su actitud ambivalente y cobarde de enfrentar al gobierno chavista, siguen cometiendo los mismos errores de pensamiento y acción.
Tienen ahora la posibilidad de iniciar una limpieza de la organización, sacando a las ratas que lo que hacen es ensuciar, confundir, traicionar, boicotear los esfuerzos por lograr acciones coherentes, pero sigue prevaleciendo el criterio errado de la unidad a ultranza, la prédica de que los necesitamos a todos para poder vencer al enemigo, y que como demócratas debemos permitir la disidencia de criterios en cuanto lo que debemos hacer, y que si alguien no está de acuerdo, es libre no sólo de expresarlo, sino de torpedear las iniciativas.
Parecieran no darse cuenta que la Mesa de la Unidad está infiltrada por factores leales al dictador, que allí hay gente oportunista, que no están con el pueblo de Venezuela sino con la Revolución y no lo ocultan, se comportan más como defensores del régimen, sabotean, argumentan y votan en nuestra contra y a los dirigentes de la MUD eso les parece digno de demócratas, como si estuviéramos en otros tiempos y circunstancias.
Pero es que hay además un pensamiento disonante, contradictorio en esencia, pretenden complacer a la oposición y al régimen, me refiero a la acción que marcó la entrada de Borges como presidente del parlamento, yo en lo personal le tengo una gran desconfianza, creo sinceramente que es una persona con severas limitaciones de pensamiento, que sea o no un gran tribuno es lo de menos, pero sí es importante que tenga coherencia en sus acciones.
Se inaugura declarando la ausencia absoluta de Maduro en el cargo a la Presidencia, pero antes de hacerlo acepta lo inaceptable, que los representantes del estado Amazonas renuncien a sus curules para reparar el supuesto desacato en que ha incurrido la Asamblea según el TSJ.
La incongruencia es enorme, se la pasan diciendo que los magistrados del TSJ son ilegítimos, que la Sala Constitucional es un despacho de abogados de Maduro, pero bajan la cabeza y con esta acción desconocen la soberanía del pueblo del Amazonas que eligió a sus representantes, le dan legitimación a la trampa que montaron algunos sujetos del PSUV declarando las elecciones en ese estado como fraudulentas en un proceso absolutamente viciado, y se someten a la sentencia del TSJ de la manera más servil e inconstitucional.
En el acto de declarar la ausencia de Maduro de su cargo suceden dos cosas inexplicables, por un lado Ramos Allup adelanta que ellos saben que tal acto no podrá hacerse efectivo, pero tampoco hicieron nada por hacerlo efectivo, no llamaron a nuevas elecciones, entonces ¿De qué estamos hablando? Matan a la culebra y ahora le tienen miedo al cuero.
Esas declaraciones infelices de expresar que Maduro violó la constitución al no presentar memoria y cuenta ante la Asamblea es absolutamente fuera de lugar, Maduro ya no es presidente de Venezuela, nada tiene que hacer en la sede del Palacio Legislativo.
Pero bueno, sucedió algo positivo, hay un acto de la Asamblea Nacional y una declaración de motivos que queda en el expediente del usurpador, este acto tendrá sus consecuencias en el país y en el mundo, lo importante es que a partir de ahora, nuestros políticos se comporten en concordancia a lo decidido, no pueden volver a reconocer a Maduro como presidente en ninguna instancia ni situación, a partir de éste momento sus actos carecen de legitimidad.
Maduro y sus secuaces creen poder sobrevivir a este puntillazo, todavía el toro está vivo y furioso, aún puede actuar como si no hubiera pasado, pero es cuestión de tiempo para que sientan que sin el congreso del pueblo es imposible gobernar de acuerdo a nuestra constitución y las normas democráticas.
De aquí en adelante la Asamblea Nacional debería jugar un papel mucho más asertivo y de dirección del país, una nación puede existir sin presidente pero no son sin Poder Legislativo, si estuviera en los zapatos de Borges pediría de inmediato a las Naciones Unidas un contingentes de cascos azules para la protección de la sede de la Asamblea Nacional, conjuntamente le pediría a los EEUU su colaboración para que ese contingente pueda entrar al país por un corredor humanitario custodiado por sus fuerzas armadas, vista la inoperancia y la falta de reconocimiento de nuestras propias fuerzas armadas a las leyes y al mandato del soberano, debemos contar con nuestros aliados, de la misma manera que los chavistas cuentan con Cuba para torcer los principios democráticos.
Esta acción es urgente pues ya vemos que el aparato policial del chavismo está adelantando acciones para apresar a palamentarios sin respeto de la inmunidad que viene con el cargo, el ataque es directo y afondo y si el parlamento no se defiende pidiendo protección internacional, a la cual tiene derecho, lo más probable es que los ponga de rodillas con amenazas de prisión y tortura.
A partir de este momento el juego es rudo, sin tregua y utilizando elementos de excepción, ante un enemigo armado hasta los dientes y obedeciendo órdenes desde La Habana, debemos utilizar recursos que sólo en circunstancias extraordinarias utilizaríamos, Borges y nuestros representantes en el parlamento deben darnos señales claras que indiquen hasta donde son capaces de llegar por rescatar el hilo constitucional.
El gobierno viene organizando una nueva jornada de conversaciones de negociación con la oposición, la MUD debe estar preparada para desactivar y poner al descubierto a los esquiroles que sí van a acudir a la trampa en nombre de la oposición, su deber es descubrirlos antes, anticipar la traición, desactivar su legitimidad y representatividad.
Deberían señalarnos con claridad quienes son nuestros enemigos y explicarnos porqué, deberían dejar todo intento por cohabitar con el “malandraje” del chavismo y ofrecer la resistencia extrema, no somos iguales, ellos no son demócratas, no respetan la ley, son delincuentes y como tal deben ser tratados, la política de salón, de convivencia y tolerancia la dejaremos para cuando el país vuelva a su cauce institucional, pero ahora empeñémosno en la lucha por la sobrevivencia, por el rescate de nuestros valores nacionales, para ello hay que actuar con transparencia, sin dobles discursos, con integridad.
La Asamblea tiene toda la legitimidad, el poder y las rutas para gobernar el país hasta que se puedan llamar a nuevas elecciones, no vivamos de esa esperanza, debemos trabajar por construirla, si este nudo gordiano que nos puso el chavismo no puede ser desanudado o cortado, pasémosle por encima, el país ya no aguanta más dilaciones.   -    saulgodoy@gmail.com






jueves, 12 de enero de 2017

Un problema de calidad


A la pregunta ¿Tiene el chavismo clase? En el sentido de que si tiene buen gusto, si posee, principalmente su clase dirigente algún patrón de refinamiento, de tendencia o inclinación hacia las cosas de calidad, sean estas arte, espectáculos, ropa, accesorios, estilos de vida, educación… la respuesta salta a la vista, no, no tienen ningún criterio sobre lo que significa buen gusto por lo tanto no tienen clase, no sabrían distinguir entre algo valioso en términos de su manufactura o excelencia, de algo burdo y tosco, excepto por el precio que pagan.
Y es que mucha gente, predominantemente inculta y poco refinada, cree que usando prendas de vestir con el nombre del diseñador exhibido en su exterior, inmediatamente se les transfiere el buen gusto y la asociación que se hace de calidad y lujo.
En el sistema de comercio mundial se ha dado por costumbre que los grandes diseñadores de moda, sacan unas líneas de ajuares o prendas con sus iniciales u logos que los identifican, de una calidad más o menos aceptable (todo depende del precio de las piezas) pero dentro de ese circuito de manufactura masificada, donde varía es la calidad de los materiales sobre un concepto o diseño destinado para el alto consumo, es decir, para aquel segmento del mercado que no puede acceder a sus productos más refinados y deben contentarse con unos de calidad estándar, pero que aún así, los “diferencia” del común gracias a sus iniciales, que indican que por ello han pagado un poco más y que pudieran tener buen gusto.
Bienvenido al mundo de las ilusiones y de la clase instantánea, el mundo de las marcas, el viejo sueño de los simios que creían que vistiéndose de seda podían dejar de serlo y convertirse en “señores”, ese es parte del mundo de la moda, uno de sus más lucrativos sectores que van desde mansiones, pasando por autos y yates y terminando en los trapos que visten.
Esto no quiere decir que tales piezas sean malas o no tengan buen diseño, al contrario, es un mundo muy competido, donde abundan las iniciales, donde prosperan industrias piratas que se encargan de falsificarlas para venderlas a un menor precio (en el negocio de las carteras, relojes y las piezas de equipaje son industria piratas multimillonarias) por lo que sí, efectivamente va involucrado cierta medida de calidad obligada para distinguirse de lo “otro”, de la “basura” que se puede adquirir “dos por el precio de uno”.
¿Qué hubiera sido del chavismo sin estas líneas prêt-à - porter? Impensable unos líderes sin sus guayaberas hechas del mejor lino por sastres de Panamá o República Dominicana teñidas en esos colores escarlatas, o sus poderosos BMW o las camionetas todo terreno como las que usan los gringos en sus películas de Hollywood, porque en mi humilde opinión, no hay consumidor más conspicuo y voraz por las marcas y los símbolos de estatus, que nuestros socialistas bolivarianos endógenos, sí, los mismos que predican que ser rico es malo, pero no les tiembla el pulso en adquirir costosos relojes en Suiza, finísimas plumas fuentes en Francia o hermosísimas pistolas 9mm enchapadas en oro y con apliques de marfil para llevarlas al cinto, por si acaso.
Pero este consumismo sin sentido no es exclusivo de las masas, nos dice la historiadora Bárbara Tuchman en su ensayo El Declive de la Calidad (1980): “Esto no está confinado al gusto de las masas. Alcanza incluso dentro de los rangos de los ricos, donde el poder de compra ha tomado ventaja por sobre el juicio cultivado.  Personas con esta desventaja tienden a comprar bolsos y pañuelos y otros varios accesorios- incluyendo sábanas- adornados con las iniciales del diseñador o fabricante en la ilusión que, sin tomar riesgos sobre decisiones individuales, ellos creen adquirir calidad con sólo ese estampado.  De hecho, estas personas están proclamando que no poseen el gusto necesario propio.  Si fuéramos adoptar el criterio que el buen gusto viene con la clase, deberíamos concluir que quien usa algo con iniciales de otro, carece del gusto por la calidad”.
El chavista es un animal extraño, no sólo contradictorio porque es insuficiente de intelecto, lo que a su vez afecta de manera importante su capacidad moral y ética, su estrabismo al percibir que es bueno y que es malo, y que necesariamente constriñe su gusto por lo bello, lo armonioso, los justo y lo balanceado, es toda una cadena de carencias que de seguro se inició en sus infancias, donde no había ni afecto familiar ni una buena alimentación, lo que determinó su deficiente desarrollo psico-motor y lo convirtió en el socialista resentido y chabacano, tal como se exhibe hoy en día.
Hay verdaderas lagunas mentales en nuestros socialistas, aún en aquellos que pudieran haberse distinguido por sus logros intelectuales y sus probos desempeños como administradores, hay algo en esa ideología que afecta de manera directa, e invariablemente para distorsionarlo, al buen gusto.
Y quiero hacer una precisión, no es que yo desde mi posición crítica me esté erigiendo como el paradigma del buen gusto, muy por el contrario, me declaro muchas veces incapaz de reconocerlo por lo que siempre tiendo al canon, a la tradición, a lo simple y probado como aceptable.
Pero el chavista siempre quiere destacar, debe destacar, es imposible no hacerlo así no se tenga con qué, todos aquellos chavistas que hoy visten trajes de Saville Road, o tienen el closet lleno de piezas de Hugo Boss probablemente sean analfabetas funcionales, o todavía revuelvan el hielo de sus tragos con el dedo, eso no importa, como no importa conservar una buena postura o no emitir ventosidades en público y reírse desvergonzadamente si son atrapados en el acto, menos aún hablar de Chávez como único tema de conversación de sobremesa que tengan.
Lo que verdaderamente importa al chavista es el dinero, su capacidad de compra, de derroche, no de estilo, sino de vulgaridad, de exceso, de mal gusto; la verdadera virtud de un socialista termina siendo sus cuentas secretas en bancos situados en paraísos fiscales, sus cofres, literalmente, cajas llenas de dólares o euros escondidas en el jardín de sus estrambóticas mansiones sometidas a constantes remodelaciones.
El mundo de necesidades de donde vienen trata de ser compensado con las mejores propiedades en el extranjero, justo en los lugares que de jóvenes prometieron destruir por representar el oprobio del capitalismo, que en sus discursos de conveniencia para las masas empobrecidas, condenaban como lugares decadentes y de perdición.
Hoy buscan para sus hijos las mejores escuelas privadas del mundo, se entretienen criando caballos pura sangre, adquiriendo acciones de corporaciones ultracapitalistas, algunos hasta comprando títulos nobiliarios y enormes viñedos europeos con palacios incluidos, hay ex encapuchados, que de estudiantes, gustaba de quemar con bombas molotov los carros de los demás, ahora coleccionan jets corporativos.
Los hay que eran humildes maestros hoy son encumbrados políticos que predican la igualdad social que no ven la hora de abordar sus lujosos yates, el problema de la carencia de buen gusto no solo pasa por su apariencia personal, sino que se ve reflejado de la peor manera en sus obras, son incapaces de hacer algo bien, de llevarlo a términos con responsabilidad, de cumplir con su palabra y de algo tan sencillo como obedecerla ley.
Lo que quiero decir es que la avaricia y la ignorancia son como la uña y la mugre, van juntos, y cuando tienen los medios y quieren hacerse pasar por gente civilizada, más o menos culta, terminan haciendo el ridículo, despilfarrando el erario público en sus fantasías socialistas, haciendo quedar al país en ridículo.

Yo me imagino que hay mucho de angustia existencial en el asunto, el miedo que tienen de perder en cualquier momento sus fortunas mal habidas, el ser destronados del poder político que alimentan los fastos en los que se revuelcan como cerdos en el chiquero, pero en sus vidas cotidianas siguen con las mismas alucinaciones que los han mantenido, sobre todo el de la creencia que ellos se merecen lo que tienen porque lo han conseguido con mucho sacrificio, pues entienden que mentir, hacer trampas, torturar, asesinar, robar, extorsionar, traficar con drogas es un trabajo, con la misma dignidad que la de cualquier profesional, cuidado si no más.
Para los socialistas, el simple hecho de decirse interesados en el bienestar del colectivo ya basta para dignificar lo que toquen, es como estar ungidos no solo con la razón, la verdad y la justicia sino con la prodigalidad en la repartición de lo que no es suyo, porque cuando alguien les toca su patrimonio personal, entonces la guerra es a muerte, porque la ofensa es en contra del pueblo, de la soberanía, de los principios más altos de la moral humana, del Imperio atacando al débil.
De toda esta carencia estructural y de pensamiento deviene uno de los problemas fundamentales del chavismo, su incapacidad de hacer las cosas bien, cualquiera sea el propósito que anime al chavismo sea este lícito o ilícito, de construcción o destrucción, discursivo o material, todo termina en contradicciones, en escándalos, en acusaciones y en tiempo y dinero malgastado.
Por ello es que las casas que construyen se derrumban al poco tiempo, las industrias que ocupan las quiebran, el tráfico de drogas que hacen dejan una estela de evidencias, las masacres que perpetran las realizan en medio de testigos y con unas pésimas tumbas colectivas que no alcanzan para todas sus víctimas, aún en política, que debería ser su mayor aval por la dedicación que le imprimen, se vuelve incomprensible en cuanto a las metas que quieren lograr, hablan de un Plan de la Patria que lo único que ha producido es miseria, hambre y violencia, por ello la ilusión que generan, la necesidad de andar “encadenados” todo el día en televisión diciendo mentiras, pero sólo son buenos para hacer el mal, son tan ineptos, que terminan haciéndose daño ellos mismos.
De allí su afán por desmontar todo lo que esta ordenado, de ensuciar lo que está limpio y acabar con lo que nadie ha tocado, el universo que se imaginan es tan feo y hediondo, la vida que llevan es tan infernal que no creen en nadie y terminan matándose entre sí, cultivando la traición y la corrupción, rindiéndole culto a muerte y a los muertos, traicionando hasta a su propia familia.
Ser chavista es incursionar en la locura, es automutilarse, deshumanizarse hasta llegar a la animalidad más básica, con esa gente es con quienes algunos de nuestros más excelsos políticos quisieron negociar, y por lo visto, todavía hay algunos, que creen poder llegar a acuerdos respetables con ellos.  -   saulgodoy@gmail.com



















lunes, 9 de enero de 2017

La relojería del arte



Para metaforizar lo complejo, siempre utilicé la imagen de un reloj mecánico abierto y enseñando sus entrañas, todo ese cúmulo de ruedas, engranajes, muelles, palancas moviéndose como si estuviera vivo, eran para mí algo incomprensible aunque muy real de cómo el universo pudiera estar trabajando en determinado momento.
Pero no era el aspecto mecanicista del ingenio lo que me atraía del conjunto, sino la variedad de piezas, algunas tan pequeñas, otras más grandes, montadas unas sobre las otras, moviendo dientes que engarzaban en pestañas y movían a otras, en una cadena interminable de acciones y reacciones, todo esto, para empujar con precisión las agujas del reloj con el fin de conociéramos en que fracción, de un tiempo figurado en que habíamos dividido el día que vivíamos.
Era sorprendente como algo mecánico, podía marcar de manera tan rotunda nuestra existencia.
El arte se me asemeja mucho al reloj, pero al revés, como algo tan inasible, abstracto y metafísico, salido de un objeto o conjunto de objetos materiales, podía provocar en el alma de las personas, tanto individual como colectivamente, ciertos estados del alma y de la conciencia con efectos contundentes sobre nuestra estética y nuestra ética.
Pero además, el arte tiene esa extraña condición de retratarnos el presente, permitiéndonos ver destellos del futuro en una especie de distorsión espacio-temporal, muchos estetas de la izquierda ideologizan el presente diciendo que vivimos en un “capitalismo total”, donde el tiempo de la gente ha sido colonizado por un sistema de mercado, que precisamente, con la ayuda de ese ingenio que es el reloj, asigna precios y productividad a cada segundo.
Bajo esa premisa, que vivimos subsumidos en un sistema esclavista de nuestro tiempo, el arte se convierte en crítica y subvierte en contra del sistema presentándonos, en algunos de estos ensamblajes y performances, horridos y hasta vulgares, como espejos de lo contemporáneo, un punto de quiebre de nuestra realidad, el ¿nuevo? malestar cultural, la sempiterna alienación.
Deluze, el filósofo y esteta francés, un verdadero estudioso del cine, ha hecho importante consideraciones acerca del tiempo en el arte, para él (y muchos otros) el espacio y el tiempo son elementos fractales, de los cuales somos conscientes de una pequeñísima parte.
El cine, por medio del ojo de la cámara nos ha hecho conscientes de que el flujo de la realidad está compuesto de múltiples cuadros independientes y distintos, que juntos nos dan la ilusión de una unidad en el mundo, en nuestro mundo.
El arte tiene esa extraña facultad de congelar para nosotros un momento y dárnoslo a probar en toda su plenitud, y de alguna manera nos actualiza en los elementos espaciales y más extraño aún, nos hace experimentar duraciones de tiempo que son ajenas a nuestra cotidianidad.
Esta modalidad del arte en cuanto al tiempo, es considerado como subversivo por algunos autores, pues hacen un corto circuito en la fibra espacio-tiempo donde trabajan las ideologías.
Por otra parte, el arte entendido como canal de comunicaciones para alcanzar un público, ha sido una fórmula tan vieja como la historia, siempre ha existido la expresión del artista a favor o en contra de alguna tendencia política, una de las funciones más notables del estado es su capacidad de censor de algunas de estas manifestaciones artísticas, que sin tener ninguna consideración con su contenido estético, permite o no la exhibición de esa pieza de arte al público, prohíben una película o una canción, precisamente, por esa capacidad que tienen tanto el arte como el artista de influenciar la moral pública.
El artista y su obra, aparte de las consideraciones ideales pertinentes a su oficio, no dejaban de ser actores sociales, y algunos, precisamente por su relevancia, se les exige hacer pública su simpatía hacia el régimen en el poder, para poder gozar del favor del gobierno, y no fueron pocos los artistas que tuvieron que pagar con el exilio su negativa, de modo, que tratar de sacar con pinzas al artista de su responsabilidad social es un absurdo.
Platón escribió sobre el papel del artista en su República (y no lo dejó muy bien parado), el Imperio Romano tuvo sus edictos en contras de artistas ostrizados de la ciudad, el imperio pontificio tuvo a sus “favoritos” trabajando para ellos, como fue el caso de Miguel Ángel, quien complacía a los Papas con su arte institucional (y a pesar de ser un artista a carta cabal, era vigilado, pues lo consideraban peligroso), los estados nacionales tuvieron sus listados de artistas a favor del régimen y de otros que tenían prohibido su arte, el caso de los artistas judíos durante el nazismo en Alemania es un caso, el cuadro Guernica de Picasso fuera incomprensible sin ese elemento político que constituye su intención, algunos movimientos artísticos como el dadaísmo no tuvieran sentido si se les obviara su elemento de protesta política en contra de lo establecido.
La novelista norteamericana Joyce Carol Oates lo pone de manera excepcional cuando dice: “El asunto importante para el artista, por supuesto, es: ¿La ética de quien?  ¿La moral de quien?  ¿De quienes son los usos de propiedad?  ¿A qué comunidad?  ¿Qué censores?  ¿Qué jueces?  ¿Fiscales? ¿Carceleros?  ¿Verdugos?  ¿Qué Estado?  La costumbre de la tribu puede parecer para observadores de afuera tan arbitrarios como el lenguaje mismo- lenguaje, en que las palabras por las cosas se entienden que no son las cosas, pero, que para la tribu, son raramente negociables. Menos aún se permite que un individuo las viole excepto tomando un gran riesgo (como el estresante caso de Salman Rushdie dejó en claro)”      
De modo que efectivamente, el arte no puede sustraerse de la política mientras exista y se genere en el marco de la sociedad humana, y no hay duda que las obras pueden llevar contenido político y alguna de estas propuestas contemporáneas está haciendo política abiertamente, de hecho no hace falta escarbar muy profundo para encontrar al estado, o a organizaciones políticas comunistas (en el caso de Venezuela) como promotores de estas exposiciones, sistemas de orquestas, festivales y premios de literatura, por ejemplo, lo que a su vez lleva al financiamiento de las carreras de estos artistas afectos al régimen.
Pero igual, sea bajo comunismo o capitalismo los museos y galerías, salas de conciertos y coliseos, una gran parte de ellos, son manejados por el estado, y algunos artistas aceptan comisiones de entes públicos, proyectos encargados por gobernaciones y alcaldías, o por la misma Presidencia de la República o de alguna fundación que maneja fondos públicos, que conforman el entramado ideológico del estado, imponiendo un gusto y una visión del mundo.
No es el arte en sí lo que pudiera verse comprometido cuando un gobierno lo apoya, es el impacto ético en lo social lo que verdaderamente le interesa, y más cuando se trata de un gobierno totalitario cuyo propósito es la opresión y la imposición de una ideología, basta que un tirano se vea asociado a buenos eventos y a triunfos de alguno de sus nacionales en el mundo, para aprovechar y lavarse la cara ante el orden internacional como un buen humanista, así tenga sus cárceles llenas de presos políticos.
Un arte tan inocuo como la música, que pudiera considerarse el arte menos político de todos, es precisamente el que más afecta los sentimientos humanos, pueden entristecer o alegrar a la audiencia, pueden enaltecer y darle pompa a un evento, algunas de sus piezas incluso pueden proyectar valor y bravura para quienes marchan bajo sus notas, es el arma preferida de los regímenes de fuerza, y cuando quienes lo producen, compositores, directores, ejecutantes, etc., se hacen parte de esos espectáculos públicos, es imposible separar “el arte” de su intención política.
Recordemos otro elemento importante en la ecuación del arte, y es que el observador, la audiencia, el recipiente final de la obra de arte que es el público, cada uno de ellos al percibir la obra lo hará de una muy particular manera, esta interpretación unipersonal está fuera de todo control y manipulación, constreñida únicamente por el conocimiento, valores, sentimientos, posturas (incluso políticas) que esa persona tenga en ese momento.
Esa recreación de la obra dentro del espíritu de cada espectador es único, y mucha veces muy distinto del que se propuso su autor.
Me atrevería adelantar otras interpretaciones mucho más políticas, cuando vemos a un Latinoamericano triunfando en los escenarios del mundo interpretando obras que no son de su tradición, capturando el espíritu y la intención de compositores que nada tienen que ver con su tierra, pudiera interpretarse que la música es efectivamente universal, que una vez creada, le pertenece al mundo, pero para los teóricos de la liberación y de las posturas nacionalistas (entre ellos muchos revolucionarios), ese es un acto de coloniaje innegable, donde los gustos, valores y modos del imperialista, han penetrado el alma del vasallo y lo han convertido en un esperpento, en un fenómeno digno de ser presentado en un circo, el producto más acabado de la manipulación espiritual, que un barquisimetano pueda llegar a sentir lo que un natural de Hamburgo, como el maestro Johannes Brahms, sintió al momento de componer e interpretar su música, es algo que trasciende el simple conocimiento del lenguaje o la técnica de ejecución, se necesita una inmersión completa en su cultura para que no sea una mera imitación mecánica.
De modo que no se trata de simples opiniones o de considerar al arte como algo metafísico más allá de las posibilidades humanas, el arte, todo arte, tiene, aparte de su misterio y su mundo propio, su efecto innegable en la sociedad, el artista y su obra juegan un papel importante no solo para aquellos espíritus delicados y sublimes que comulgan en el empíreo de las formas perfectas.
Para muchos, incluso para quienes ni siquiera pueden participar de esos delicados placeres exclusivos de melómanos, para el pueblo llano, ver al artista abrazado al dictador, ver a la orquesta presentando honores a la nomenclatura del poder, observar al artista eludiendo su responsabilidad con la situación de su país ante los medios de comunicación, tiene un contenido altamente político, y creo que es un error y hasta un pecado, tratar de sustraer al artista de su compromiso como actor de su grupo social en crisis, y menos todavía cuando ya hizo su elección política y nos las restriega en el rostro, contando con la impunidad inaceptable de que es un artista, y todavía más indecoroso, de fama internacional.
Me parece que anteponer el ideal democrático del derecho a disentir, para excusar una falta grave a los deberes cívicos de un ciudadano, que durante toda su vida se benefició de los favores de la política, y que cuando más se necesitan ejemplos de probidad, patriotismo y ética se pretenda echar debajo de la alfombra un comportamiento dañino a la integridad del grupo social por la vía de que es “su derecho”, esa persona incurre en un error grave del sentido de lo que es democrático.
Pero por otro lado, quizás hemos entrado en la fase postmoderna de la cual, el sociólogo Zygmun Bauman declara: “hemos entrado en la época de l’après devoir, una época posdeóntica, en la cual nuestra conducta se ha liberado de los últimos vestigios de los opresivos deberes infinitos, mandamientos y obligaciones absolutas. En nuestros tiempos, se ha deslegitimado la idea de auto sacrificio; la gente ya no se siente  perseguida ni está dispuesta a hacer un esfuerzo por alcanzar ideales morales ni defender valores morales; los políticos han acabado con las utopías y los idealistas de ayer se han convertido en pragmáticos. El más universal de nuestros eslóganes es - sin exceso-. Vivimos en la era del individualismo más puro y de la búsqueda de la buena vida, limitada solamente por la exigencia de tolerancia (siempre y cuando vaya acompañada de un individualismo autocelebratorio y sin escrúpulos, la tolerancia solo puede expresarse como indiferencia).”
Seguimos perdurando el fatal error de no querer reconocer a los enemigos de la sociedad abierta, de aceptar como demócratas a quienes no lo son, de darle rango de iguales a los oportunistas, a los parásitos, a quienes no les importa si nuestra democracia perdura o es destruida por un inaceptable contubernio con el mal.
No importa la excusa si la persona es un excelente médico, director de orquesta, gran literato o preclaro sacerdote, si ese individuo se hace parte de un grupo de narcotraficantes y terroristas para poderle dar educación a unos jóvenes necesitados, si por política presta su imagen y fama a unos mafiosos para poder sostener a un “sistema de orquestas”, me perdonan, pero hay algo inmoral en esa posición, y no se trata de poner en una balanza el sumo bien, pues igual, Hitler decidió acabar con los judíos pensando en el mejoramiento de la raza aria.
Quien se sustraiga de su responsabilidad con su grupo social, está haciendo política, y si esa supuesta neutralidad lo que hace es contribuir a la disolución de esa sociedad; para efectos del resultado final, el que haya sido un gran artista o científico, no tiene importancia.    -    saulgodoy@gmail.com








domingo, 8 de enero de 2017

¿Me opero las tetas?




Cuantas mujeres venezolanas, y del mundo entero, no se han hecho esta pregunta, y no pocas han decidido someterse a la cirugía estética que les cambiaría, en un buen número de casos, la vida.  Porque para quienes vivimos este siglo y tenemos la posibilidad de accesarla, la cirugía estética se ha convertido en una opción más en nuestros estilos de vida.
Y cuando hablamos de estilos de vida hablamos de lo que en verdad nos importa y quisiéramos tener como parte del proyecto existencial, que por supuesto, incluye nuestro cuerpo.  ¿No nos gusta algo? Cambiémoslo, ¿Queremos sentirnos bien? Comprémoslo, de hecho, constantemente estamos cambiando nuestro entorno, casa, piso, rancho a mansión, cada uno de acuerdo a sus posibilidades, gastamos importantes sumas de dinero en trajes, zapatos, perfumes, joyas, no reparamos en sentirnos a gusto con nuestra apariencia, de modo que si tenemos la oportunidad podríamos retocarnos la papada, quitarnos unos kilos, desaparecer algunas arrugas.
Pero hay personas que tienen ciertos problemas con su apariencia que ya pasan a mayores, en el caso de las damas, pechos muy grandes con los que se sienten incómodas, o la ausencia de ellos que las mortifican, que afectan no solo su vida social sino sentimental, a veces con consecuencias graves como la pérdida de un matrimonio.
Porque hay una parte importante de nuestros estilos de vida que tiene que ver con nuestra autoestima, como nos vemos y como nos ven los demás, y para poder funcionar como personas debemos buscar un equilibrio que nos permita navegar sin problemas en ese complejo mundo de las relaciones humanas.
El médico holandés Henri Wijsbek, de la Universidad Erasmus de Rotterdam, ha escrito un ensayo que ha tenido enorme repercusión en el mundo de la bioética, Estilo de Vida y Belleza (2006) publicado por el Journal of Medical Etics, ha sido discutido y estudiado en diversos foros internacionales y producido no poca controversia.
Wijsbek confronta en su estudios dos posiciones antagónicas de dos investigadoras, la de Katheryn Pauly Morgan quien asevera que las mujeres que buscan soluciones en las cirugías estética lo hacen bajo coerción, no son decisiones libres, sino obligadas bajo la presión de tres paradojas, por un lado está el estilo “Baywatch”, la apariencia escultural de modelos consideradas como óptimos por la sociedad gracias al mundo publicitario, quieren conformarse a la medida de esos modelos y lucir igual a ellas.
La otra paradoja es la de la colonización, el cuerpo que le dio la naturaleza a la mujer es un proyecto a construir por los hombres que la rodean.
La última es  que lucir “ordinaria” conlleva a un castigo social, a ser apartada e ignorada, la buena apariencia se premia como en los concursos de belleza, la cirugía estética se convierte en un imperativo social.
La mujer sometida a estas presiones no es libre, sus decisiones están afectadas por una imposición del supremacismo machista, de diferencias de clase, sal pimentadas de antisemitismo, con exigencias eugenésicas, discriminando factores como la edad.
Por el otro lado tenemos a la autora Kathy Davis del estudio, Reshaping the female body (1995), quien concluye que las mujeres que dan el paso de cambiar su cuerpo por medio de la cirugía estética lo hacen tras un largo período de dudas, consultas y de mucho pensarlo, rara vez comparten sus planes con sus esposos o parejas, lo hacen con amigas que ya se han sometido al proceso y toman muy en serio lo que dicen los cirujanos.
Las mujeres que Davis entrevistó sufrían de su condición (senos muy grandes o muy pequeños), sus decisiones fueron conscientes y ejerciendo su libertad personal, no presionadas por elementos culturales ni presión social.
Servida la mesa, el doctor Wijsbek se embarca en una interesante disertación sobre fortalezas y debilidades de cada argumento y las evidencias que presentan, uno de los problemas que se derivan de esta confrontación es el origen real de las decisiones tomadas, para algunas mujeres su esquema mental está basado justamente en los prejuicios y valores de una sociedad machista y conducida por intereses sociales y hasta médicos, para que conformen ese mundo clientelar de la industria de la belleza, pero no lo saben o no lo admiten.
Dice Wijsbek en su interesante exposición: “Uno de los objetivos principales de Davis es buscar la forma de ser crítica del sistema de belleza que trata a las mujeres como inferiores, sin culpar a las mismas mujeres que forman parte de ello.  Pero ¿Qué puede hacer sosteniendo que la mujer es libre al mismo tiempo?  Su fórmula- que la decisión se hace, constreñida por las circunstancias- no es muy satisfactoria, porque las decisiones siempre son hechas con información incompleta, bajo condiciones que muchas veces no fueron creadas por ella, y con pocas, si alguna, opciones a disposición.  Parece que se sigue de su posición que la mujer es responsable después de todo.  ¿Cómo puede alguien participar en una situación cuestionable, sin que ella, tenga responsabilidad en sus resultados?”
En cambio Morgan acusa al sistema, que es opresivo, no a la víctima, que es la mujer que se entrega en manos del cirujano plástico como si fuera zombis inocentes, se dejan manipular por el sistema.
Morgan efectivamente cree que allá afuera hay uno hombres, probablemente sus padres, hermanos, novios o esposos que las van llevando poco a poco y la entregan en manos de los cirujanos plásticos, incluso habla de un estamento de hombres hipotéticos, muy poderosos que deciden sobre sus vidas manejando el sistema de belleza en que las atrapan.
Davis, al contrario, descubre que muchas veces son las otras mujeres, con sus comentarios hirientes sobre alguna desventaja natural en las otras, las que remueven sentimientos negativos haciendo de catalizadores de la decisión, pero a pesar de todo debemos reconocer, que el número de mujeres que se someten a operaciones estéticas es en realidad una fracción insignificante, frente a las mujeres que no lo hacen.
Puede ser también que la búsqueda de la belleza por parte de algunas personas se convierta en una obsesión, las obsesiones limitan la libertad, pero de nuevo, que es normal o equilibrado en la búsqueda de la belleza, también hay personas en el otro extremo, que les importa muy poco como lucen, al punto de parecer descuidadas.
El que exista la posibilidad de corregir la apariencia es una bendición para algunas mujeres que buscan en sus personas el equilibrio y la belleza, malo sería tener que vivir en un mundo donde nadie se preocupara por cómo se ven, donde impere lo ordinario y donde lo feo y grotesco no pudiera corregirse.
El artículo de Wijsbek es mucho más profundo y completo que esta breve reseña que les estoy presentando, si les interesa el tema, búsquenlo en Internet y léanlo, vale la pena, creo que está muy bien escrito y sus conclusiones son interesantes.   -   saulgodoy@gmail.com