Ya se
anuncian las nuevas elecciones, apuraditas, con la esperanza puesta en el vacío
inmenso de un país que no tiene capacidad de respuesta, ni de comprensión de lo
que le está sucediendo; de nuevo se levantan las tiendas y la gran carpa del
circo, llegan los camiones con los animales de la selva, los payasos y sus
trucos, se montan las altas plataformas para los trapecistas, la cuerda para el
equilibrista, se instala el anillo en la arena y se erigen las gradas, todo
huele a paja meada por los caballos y a cotufas saltando en los aparadores.
De
lado y lado aparecen candidatos, los de siempre, y las sorpresas… todos están
dispuestos a participar en un acto que, supuestamente, es la culminación y el
producto de la democracia, donde el pueblo participa y, en principio, decide. Debería
tratarse de la oportunidad pacífica, inteligente, madura, para que un país
utilice los medios civilizados de cambiar de gobierno, si no ha satisfecho éste
las esperanzas de la mayoría, o de premiarlo, dejándolo en el poder para que
siga su labor de gestionar nuestras vidas a nuestra entera satisfacción o, por
lo menos, contentos por la manera como han administrado la cosa pública.
Quien
tenga dos dedos de frente debería darse cuenta de que estas elecciones,
convocadas a la carrera por el gobierno, son el acto menos democrático y
malvado del que la política venezolana tenga memoria; una pantomima para
asegurar el continuismo del indocumentado usurpador Nicolás Maduro y su
pandilla de maleantes, que ahora incluye, ya sin duda alguna, a los partidos de
la supuesta oposición que se están prestando para esta charada.
¿Porqué
lo hacen? En el caso de los chavistas, porque ya las sanciones internacionales
los tienen contra la pared, están perdiendo sus fortunas mal habidas, sus
villas y apartamentos, adquiridos con los dineros de la corrupción, son confiscados,
sus empresas y carteras de valores están siendo investigadas por lavado de
dinero, las visas de sus familiares son negadas… la lista de funcionarios con
ordenes de captura se incrementa con las semanas, la suerte del ex presidente
socialista Lula da Silva, en el Brasil, con 12 años de cárcel, les ha caído
como balde de agua fría, la fiesta socialista se les está agriando… pero, sobre
todo, está la crisis económica, que se levanta en el horizonte de Venezuela y
presagia un colapso total de la economía y el orden social en el país… su único
refugio ya no es seguro.
Para
los políticos y partidos de la mal llamada oposición democrática venezolana, la
desfachatez y la ignominia no tienen medida; están a la venta por un puñado de
dólares del narcotráfico, viajan a donde sea, negocian lo innegociable, se
prestan a cualquier jugada que implique ganarle tiempo a sus amos rojos rojitos,
son capaces de echar por la borda todos los esfuerzos internacionales que hemos
conseguido con tal de obtener perdones, rebajas de las penas, consideraciones
especiales, respetos a sus cuentas offshore.
Es más,
el concurrir y participar en las elecciones que han propuesto los convierte en
cómplices, a pesar de todos los argumentos banales que esgrimen: lanzar sus
candidaturas sin importar los resultados, porque participar es la esencia del ciudadano
democrático; que son ventanas para el cambio que hay que aprovechar, así hagan
trampa; que es una oportunidad política para ganar conciencias; que nos sirve
de vitrina para enseñarle al mundo la naturaleza del opresor; que no podemos
dejarle los espacios libres para que los ocupen y, menos, si se trata de unas
presidenciales… los argumentos son muchos y todos son falsos, peor aún,
inmorales.
Este
contubernio entre gobierno y oposición, la falta de políticos claros y
honestos, la enorme carencia de inteligencia, pero, por sobre todas las cosas,
la inmensa cobardía de la que hace gala nuestra oposición democrática, nos han
traído hasta estas costas, donde la única opción es estrellarnos en contra de
los acantilados, perder el barco y, posiblemente, nuestras vidas.
El
símil es dramático, pero más dramáticas son la falta de probidad y la carencia
de principios que destacan en la conducción política de los pocos partidos que
nos quedan; mientras el mundo entero desconoce al gobierno y sus actuaciones,
por ilegítimas, ilegales y antidemocráticas, nuestros supuestos representantes
se aprestan a reconocerlo, validarlo y a bailar pegado con ellos hacia nuestra
tumba.
Para
algunos de estos políticos estas elecciones son el escenario ideal. Se trata de
candidaturas desvencijadas, carentes de popularidad, sin pueblo que las apoye,
marcadas por la traición y la mentira; se aprestan a colocar sus nombres en el
tarjetón electoral porque saben que el votante quedará atrapado en un dilema
diabólico, tal como ha sido en las últimas decisiones a las que nos han arrastrado,
escoger el menos malo entre dos males… el oportunismo los carcome.
La
situación es tan absurda que nuestros políticos, ante el gobierno forajido que
no ha querido revolcarse en la cama con ellos, van a reconocer la participación
de un candidato que ellos mismos han señalado como extranjero e incapaz, que ha
renunciado a su cargo por ausencia, que se ha distinguido en asesinar a la
gente, además… van a sobrellevar unas elecciones con el CNE que ellos han
acusado públicamente de parcial e ilegal, con unas normas y un registro
electoral totalmente viciado… están validando a una constituyente cubana,
fundada y actuando en contradicción a nuestra carta magna, y que está
promoviendo estas elecciones como un ejercicio de pragmatismo democrático, abofeteando
a nuestros aliados, que están arriesgado prestigio y poniendo trabajo en su
lucha por ayudarnos a salir del hueco donde nos han metido.
Negociar
y participar, a pesar de todo, en cualquier circunstancia, sin importar las
consecuencias, es para ellos ser demócratas; y, si se trata de elecciones, no
importa lo sucias y tramposas que sean, hay que estar allí, representando a quién
sabe a quién en la carrera, para ganar a cualquier precio y, si pierden, para
echarnos la culpa de su derrota.
Contamos
con una generación de políticos que tienen una concepción de la democracia
construida en los términos del socialismo; en su concepto, el sistema de
gobierno se entiende como una estructura ideal que, por su naturaleza dadora de
justicia (entendida exclusivamente en términos distributivos), no quiebra ni
puede entrar en disolución; al estar asociada la democracia a los altos
principios de la moral cristiana,
pretenden que la misma es imposible de destruir, que mientras exista una
persona que crea, en términos de fe, en estas instituciones y valores, la
democracia puede existir, aún bajo las condiciones más perversas.
Esta
ilusión de lo que es democracia, esta fantasía voluntarista y utópica, como un
reino celestial al cual se entra solo por el buen deseo de hacer el bien al
prójimo y cumplir con los preceptos electorales, ha llevado a nuestro estamento
político a una confusión sumamente peligrosa, donde ladrones, asesinos e
ignorantes han tomado la iniciativa de autoproclamarse representantes del
pueblo, encarnación de la patria y únicos interpretes de la verdadera
democracia, instaurando en su nombre un totalitarismo asociado al régimen
castro-comunista, que está matando de hambre al país aludiendo los más altos
principios de la democracia.
Yo ya
lo he dicho de diversas maneras y en distintas circunstancias: el problema de
Venezuela no es político, es militar, tenemos una fuerza de ocupación
multinacional controlando la vida institucional y la cotidianidad de la
población; hay un régimen de fuerza, policial y violento, manejando cada aspecto
de las relaciones sociales; se trata de una mafia criminal, distinguida por
elementos pertenecientes al crimen organizado bajo el comando de Cuba, su forma
de gobierno es totalitaria y está aplicando diversos mecanismos de biopolítica,
como son los del suministro de alimentos, medicinas, servicios de salud, de
identidad, de seguridad, de servicios públicos esenciales, con el fin de
oprimir y obtener obediencia por medio de castigos y premios.
La
censura y la falta de justicia, aunadas a una maquinaria de propaganda que
actúa sin tregua sobre la mente de la población, pretenden esclavizar a la
gente y conducirla por el camino del pensamiento único y de la sumisión al
poder absoluto del comunismo… y basan su legitimidad impuesta en una serie de
instituciones bastardas, elecciones trucadas, interpretaciones alocadas de la
letra constitucional, pretendiendo, en este momento, convertir al país en una
guarida de malhechores fugitivos de la justicia internacional.
Pero
lo más patético y repulsivo de la situación es que el estamento político de la
oposición, constituido por esos políticos ignaros y oportunistas que, por pura
conveniencia personal, creen y hacen creer que ellos pueden solucionar nuestro
problema por la vía democrática socialista del diálogo y la negociación, por
pretender que todavía existe la democracia y por acudir a cada elección, le
están dando vida y oxígeno a una situación totalmente desnaturalizada y
esquizofrénica. Y el régimen comunista les tira un hueso para que jueguen y se
distraigan con él.
Bajo
estas circunstancias es imposible el juego democrático.
El
régimen tiene las armas en su poder, armas adquiridas por unas compras sin
precedentes en Latinoamérica, hechas a Rusia y a China, para utilizarlas en un
plan continental de conquista y desestabilización, con el fin de debilitar y
terminar con los intereses norteamericanos y europeos en la región.
Desde
que los gobiernos en los EEUU estuvieron en manos del partido demócrata, con
los presidentes Carter, Clinton y Obama, este plan de desestabilización y toma
por las armas del subcontinente americano ha venido avanzando sin resistencia y,
a veces, con una incomprensible cooperación; pero ahora ha cambiado la
modalidad para alcanzar el poder, han infiltrado el mundo de los partidos
políticos y, disfrazados de demócratas, utilizando tácticas populistas, pretenden
controlar los gobiernos y las elecciones, para asegurar la permanencia de sus
líderes y gobiernos anti norteamericanos en el poder.
Colombia,
Nicaragua, Bolivia, Venezuela, México y buena parte de Centroamérica y el
Caribe se encuentran en peligro de que la franquicia del llamado Socialismo del
Siglo XXI se extienda, como epidemia, en toda la región; la quiebra de Venezuela
y su conversión a un estado fallido es la clara prueba del plan para el
continente que tienen los enemigos de la libertad y la democracia:
inestabilidad total alrededor de los EEUU, obligarlo a encerrase entre muros, y
entregarle a sus enemigos la seguridad de su propio hemisferio.
Si
nuestros políticos fueran gente seria y consciente de su responsabilidad
histórica, desde hace tiempo estarían trabajando en lograr una gran coalición
de naciones aliadas y amigos de Venezuela para pedir la intervención del país
en todo sentido, porque lo importante en este momento es desalojar del poder a
los mafiosos, pacificarlo y estabilizarlo; sólo entonces tiene su lugar y
ocasión la política. Para lograr esto, hay que neutralizar a Cuba de manera
simultánea y definitiva.
La
vía más segura, rápida y legítima de lograr tanto la coalición como la
intervención de Venezuela, es si la actual Asamblea Nacional las tramita
formalmente ante los organismos internacionales y si hace el requerimiento, por
separado, a cada uno de los países amigos; lamentablemente, tenemos en el único
poder legítimo con que cuenta al país, a una banda de socialistas, que le
tienen miedo a Maduro y a su gobierno, y prefieren actuar como socios del
gobierno en este juego macabro, secundándolo y salvándoles el pellejo, a cambio
de algunos “espacios” para ellos vegetar y complacerse en su idea de democracia.
La
excusa que brindan para no hacer nada contra el chavismo es que ellos son
demócratas y pacíficos, que prefieren negociar, hacer “política”, lo que suena
muy cómodo y poco comprometido con terminar definitivamente con esta ordalía;
se hacen los locos ante el sufrimiento del pueblo y el descalabro del
continente, y pareciera que a algunos de ellos le conviene seguir manteniendo
esta situación de caos para agenciarse su lugar bajo el sol.
Si el
culillo no los deja actuar, váyanse al extranjero y hagan un gobierno en el
exilio… jueguen a salvar al país de las
huestes comunistas, en una ilusoria aventura de héroes, y quítense del medio.
No ayuda al país ni su actitud, ni su operación. -
saulgodoy@gmail.com
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