viernes, 26 de enero de 2018

La estrategia podrida


Ya se anuncian las nuevas elecciones, apuraditas, con la esperanza puesta en el vacío inmenso de un país que no tiene capacidad de respuesta, ni de comprensión de lo que le está sucediendo; de nuevo se levantan las tiendas y la gran carpa del circo, llegan los camiones con los animales de la selva, los payasos y sus trucos, se montan las altas plataformas para los trapecistas, la cuerda para el equilibrista, se instala el anillo en la arena y se erigen las gradas, todo huele a paja meada por los caballos y a cotufas saltando en los aparadores.
De lado y lado aparecen candidatos, los de siempre, y las sorpresas… todos están dispuestos a participar en un acto que, supuestamente, es la culminación y el producto de la democracia, donde el pueblo participa y, en principio, decide. Debería tratarse de la oportunidad pacífica, inteligente, madura, para que un país utilice los medios civilizados de cambiar de gobierno, si no ha satisfecho éste las esperanzas de la mayoría, o de premiarlo, dejándolo en el poder para que siga su labor de gestionar nuestras vidas a nuestra entera satisfacción o, por lo menos, contentos por la manera como han administrado la cosa pública.
Quien tenga dos dedos de frente debería darse cuenta de que estas elecciones, convocadas a la carrera por el gobierno, son el acto menos democrático y malvado del que la política venezolana tenga memoria; una pantomima para asegurar el continuismo del indocumentado usurpador Nicolás Maduro y su pandilla de maleantes, que ahora incluye, ya sin duda alguna, a los partidos de la supuesta oposición que se están prestando para esta charada.
¿Porqué lo hacen? En el caso de los chavistas, porque ya las sanciones internacionales los tienen contra la pared, están perdiendo sus fortunas mal habidas, sus villas y apartamentos, adquiridos con los dineros de la corrupción, son confiscados, sus empresas y carteras de valores están siendo investigadas por lavado de dinero, las visas de sus familiares son negadas… la lista de funcionarios con ordenes de captura se incrementa con las semanas, la suerte del ex presidente socialista Lula da Silva, en el Brasil, con 12 años de cárcel, les ha caído como balde de agua fría, la fiesta socialista se les está agriando… pero, sobre todo, está la crisis económica, que se levanta en el horizonte de Venezuela y presagia un colapso total de la economía y el orden social en el país… su único refugio ya no es seguro.
Para los políticos y partidos de la mal llamada oposición democrática venezolana, la desfachatez y la ignominia no tienen medida; están a la venta por un puñado de dólares del narcotráfico, viajan a donde sea, negocian lo innegociable, se prestan a cualquier jugada que implique ganarle tiempo a sus amos rojos rojitos, son capaces de echar por la borda todos los esfuerzos internacionales que hemos conseguido con tal de obtener perdones, rebajas de las penas, consideraciones especiales, respetos a sus cuentas offshore.
Es más, el concurrir y participar en las elecciones que han propuesto los convierte en cómplices, a pesar de todos los argumentos banales que esgrimen: lanzar sus candidaturas sin importar los resultados, porque participar es la esencia del ciudadano democrático; que son ventanas para el cambio que hay que aprovechar, así hagan trampa; que es una oportunidad política para ganar conciencias; que nos sirve de vitrina para enseñarle al mundo la naturaleza del opresor; que no podemos dejarle los espacios libres para que los ocupen y, menos, si se trata de unas presidenciales… los argumentos son muchos y todos son falsos, peor aún, inmorales.
Este contubernio entre gobierno y oposición, la falta de políticos claros y honestos, la enorme carencia de inteligencia, pero, por sobre todas las cosas, la inmensa cobardía de la que hace gala nuestra oposición democrática, nos han traído hasta estas costas, donde la única opción es estrellarnos en contra de los acantilados, perder el barco y, posiblemente, nuestras vidas.
El símil es dramático, pero más dramáticas son la falta de probidad y la carencia de principios que destacan en la conducción política de los pocos partidos que nos quedan; mientras el mundo entero desconoce al gobierno y sus actuaciones, por ilegítimas, ilegales y antidemocráticas, nuestros supuestos representantes se aprestan a reconocerlo, validarlo y a bailar pegado con ellos hacia nuestra tumba.
Para algunos de estos políticos estas elecciones son el escenario ideal. Se trata de candidaturas desvencijadas, carentes de popularidad, sin pueblo que las apoye, marcadas por la traición y la mentira; se aprestan a colocar sus nombres en el tarjetón electoral porque saben que el votante quedará atrapado en un dilema diabólico, tal como ha sido en las últimas decisiones a las que nos han arrastrado, escoger el menos malo entre dos males… el oportunismo los carcome.
La situación es tan absurda que nuestros políticos, ante el gobierno forajido que no ha querido revolcarse en la cama con ellos, van a reconocer la participación de un candidato que ellos mismos han señalado como extranjero e incapaz, que ha renunciado a su cargo por ausencia, que se ha distinguido en asesinar a la gente, además… van a sobrellevar unas elecciones con el CNE que ellos han acusado públicamente de parcial e ilegal, con unas normas y un registro electoral totalmente viciado… están validando a una constituyente cubana, fundada y actuando en contradicción a nuestra carta magna, y que está promoviendo estas elecciones como un ejercicio de pragmatismo democrático, abofeteando a nuestros aliados, que están arriesgado prestigio y poniendo trabajo en su lucha por ayudarnos a salir del hueco donde nos han metido.
Negociar y participar, a pesar de todo, en cualquier circunstancia, sin importar las consecuencias, es para ellos ser demócratas; y, si se trata de elecciones, no importa lo sucias y tramposas que sean, hay que estar allí, representando a quién sabe a quién en la carrera, para ganar a cualquier precio y, si pierden, para echarnos la culpa de su derrota.
Contamos con una generación de políticos que tienen una concepción de la democracia construida en los términos del socialismo; en su concepto, el sistema de gobierno se entiende como una estructura ideal que, por su naturaleza dadora de justicia (entendida exclusivamente en términos distributivos), no quiebra ni puede entrar en disolución; al estar asociada la democracia a los altos principios  de la moral cristiana, pretenden que la misma es imposible de destruir, que mientras exista una persona que crea, en términos de fe, en estas instituciones y valores, la democracia puede existir, aún bajo las condiciones más perversas.
Esta ilusión de lo que es democracia, esta fantasía voluntarista y utópica, como un reino celestial al cual se entra solo por el buen deseo de hacer el bien al prójimo y cumplir con los preceptos electorales, ha llevado a nuestro estamento político a una confusión sumamente peligrosa, donde ladrones, asesinos e ignorantes han tomado la iniciativa de autoproclamarse representantes del pueblo, encarnación de la patria y únicos interpretes de la verdadera democracia, instaurando en su nombre un totalitarismo asociado al régimen castro-comunista, que está matando de hambre al país aludiendo los más altos principios de la democracia.
Yo ya lo he dicho de diversas maneras y en distintas circunstancias: el problema de Venezuela no es político, es militar, tenemos una fuerza de ocupación multinacional controlando la vida institucional y la cotidianidad de la población; hay un régimen de fuerza, policial y violento, manejando cada aspecto de las relaciones sociales; se trata de una mafia criminal, distinguida por elementos pertenecientes al crimen organizado bajo el comando de Cuba, su forma de gobierno es totalitaria y está aplicando diversos mecanismos de biopolítica, como son los del suministro de alimentos, medicinas, servicios de salud, de identidad, de seguridad, de servicios públicos esenciales, con el fin de oprimir y obtener obediencia por medio de castigos y premios.
La censura y la falta de justicia, aunadas a una maquinaria de propaganda que actúa sin tregua sobre la mente de la población, pretenden esclavizar a la gente y conducirla por el camino del pensamiento único y de la sumisión al poder absoluto del comunismo… y basan su legitimidad impuesta en una serie de instituciones bastardas, elecciones trucadas, interpretaciones alocadas de la letra constitucional, pretendiendo, en este momento, convertir al país en una guarida de malhechores fugitivos de la justicia internacional.
Pero lo más patético y repulsivo de la situación es que el estamento político de la oposición, constituido por esos políticos ignaros y oportunistas que, por pura conveniencia personal, creen y hacen creer que ellos pueden solucionar nuestro problema por la vía democrática socialista del diálogo y la negociación, por pretender que todavía existe la democracia y por acudir a cada elección, le están dando vida y oxígeno a una situación totalmente desnaturalizada y esquizofrénica. Y el régimen comunista les tira un hueso para que jueguen y se distraigan con él.
Bajo estas circunstancias es imposible el juego democrático.
El régimen tiene las armas en su poder, armas adquiridas por unas compras sin precedentes en Latinoamérica, hechas a Rusia y a China, para utilizarlas en un plan continental de conquista y desestabilización, con el fin de debilitar y terminar con los intereses norteamericanos y europeos en la región.
Desde que los gobiernos en los EEUU estuvieron en manos del partido demócrata, con los presidentes Carter, Clinton y Obama, este plan de desestabilización y toma por las armas del subcontinente americano ha venido avanzando sin resistencia y, a veces, con una incomprensible cooperación; pero ahora ha cambiado la modalidad para alcanzar el poder, han infiltrado el mundo de los partidos políticos y, disfrazados de demócratas, utilizando tácticas populistas, pretenden controlar los gobiernos y las elecciones, para asegurar la permanencia de sus líderes y gobiernos anti norteamericanos en el poder.
Colombia, Nicaragua, Bolivia, Venezuela, México y buena parte de Centroamérica y el Caribe se encuentran en peligro de que la franquicia del llamado Socialismo del Siglo XXI se extienda, como epidemia, en toda la región; la quiebra de Venezuela y su conversión a un estado fallido es la clara prueba del plan para el continente que tienen los enemigos de la libertad y la democracia: inestabilidad total alrededor de los EEUU, obligarlo a encerrase entre muros, y entregarle a sus enemigos la seguridad de su propio hemisferio.
Si nuestros políticos fueran gente seria y consciente de su responsabilidad histórica, desde hace tiempo estarían trabajando en lograr una gran coalición de naciones aliadas y amigos de Venezuela para pedir la intervención del país en todo sentido, porque lo importante en este momento es desalojar del poder a los mafiosos, pacificarlo y estabilizarlo; sólo entonces tiene su lugar y ocasión la política. Para lograr esto, hay que neutralizar a Cuba de manera simultánea y definitiva.
La vía más segura, rápida y legítima de lograr tanto la coalición como la intervención de Venezuela, es si la actual Asamblea Nacional las tramita formalmente ante los organismos internacionales y si hace el requerimiento, por separado, a cada uno de los países amigos; lamentablemente, tenemos en el único poder legítimo con que cuenta al país, a una banda de socialistas, que le tienen miedo a Maduro y a su gobierno, y prefieren actuar como socios del gobierno en este juego macabro, secundándolo y salvándoles el pellejo, a cambio de algunos “espacios” para ellos vegetar y complacerse en su idea de democracia.
La excusa que brindan para no hacer nada contra el chavismo es que ellos son demócratas y pacíficos, que prefieren negociar, hacer “política”, lo que suena muy cómodo y poco comprometido con terminar definitivamente con esta ordalía; se hacen los locos ante el sufrimiento del pueblo y el descalabro del continente, y pareciera que a algunos de ellos le conviene seguir manteniendo esta situación de caos para agenciarse su lugar bajo el sol.
Si el culillo no los deja actuar, váyanse al extranjero y hagan un gobierno en el exilio…  jueguen a salvar al país de las huestes comunistas, en una ilusoria aventura de héroes, y quítense del medio. No ayuda al país ni su actitud, ni su operación.  -  saulgodoy@gmail.com





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