viernes, 26 de enero de 2018

Los hijos de Odiseo viven en Venezuela



El disfraz es algo que no nos pertenece por naturaleza, sino que se asume deliberadamente en consideración de algún fin, impelidos por alguna necesidad. En el hombre moderno, el disfraz es asumido para combatir un estado de temor y de debilidad. La enfermedad histórica, eso es el conocimiento exasperado del carácter devenido y que deviene de todas las cosas, ha vuelto al hombre incapaz, verdadero discípulo de Heráclito, de crear verdaderamente historia, de producir eventos nuevos en el mundo. Esta incapacidad es miedo a asumir responsabilidades históricas en primera persona, inseguridad de las propias decisiones.
Gianni Vattimo, El Sujeto y las Máscaras

El intelecto, como medio de asegurar la supervivencia del individuo, donde desarrolla sus principales fuerzas es en el fingimiento; pues éste es el medio por el cual sobreviven los individuos débiles, menos robustos, a los que está vedado luchar por su existencia con cuernos o recia dentadura de fiera.
Federico Nietzsche, Sobre la verdad y la mentira en sentido extramoral

Una de mis obras favoritas es La Odisea de Homero; la tengo en varias ediciones y en varios idiomas, pero mi preferida es la traducción que hace el profesor Robert Fitzgerald - también era la que prefería el poeta Ezra Pound-, ya que trata de conservar la poética original, que solamente se puede disfrutar leyéndola en griego y en voz alta, es decir, declamándola, para lo que estaba concebida en un principio.
Los expertos en la literatura antigua griega dicen que La Odisea es la verdadera antecesora de la novela clásica europea; escrita de manera muy diferente a La Ilíada, algunos investigadores presumen que fue elaborada por otra mano distinta a la de Homero; muestra una estructura mucho más compleja que su antecesora, con una narrativa no-lineal, con diferentes perspectivas de la historia, y unas situaciones y personajes que distan mucho de los héroes clásicos de la guerra contra Troya.
La historia de La Odisea trata del regreso de Odiseo (Ulises, para los romanos) a su hogar en Ítaca, voy a utilizar el resumen que brillantemente hace Jasper Griffing en su biografía sobre Homero (1980), ya que la condensa magistralmente para quienes desconozcan la obra:
Al comienzo él [Ulises] está apartado del mundo, alejado por completo en una isla que pertenece a la ninfa Calipso, quien, enamorada de él, no le permite marchar, a pesar de que él siente nostalgia por su patria. Mientras tanto, su esposa Penélope es objeto del molesto cortejo de los príncipes locales, quienes se banquetean en su palacio al tiempo que consumen sus provisiones y su vino, con el propósito de forzarle a que se case con uno de ellos. Su hijo Telémaco, que era un niño cuando su padre partió, ha sido hasta este momento un espectador impotente. El poema tiene una trama doble, en contraste con la trama única de la Ilíada; en los cuatro primeros libros la diosa Atenea anima a Telémaco a retar a los pretendientes y a salir en busca de noticias sobre su padre. Néstor y Menelao le acogen hospitalariamente, y contemplamos cómo crece en el curso de sus viajes. En los cuatro libros siguientes Calipso, por orden de Zeus, deja en libertad a Ulises; construye éste una balsa en la que se aleja, y naufraga frente al país de los feacios, un pueblo mítico. En los libros noveno al decimosegundo, Ulises les cuenta el largo relato de sus vagabundeos y sus peligrosos encuentros con las sirenas y los cíclopes, así como su estancia en el Mundo de los Muertos. Luego los feacios le acompañan hasta su patria y lo dejan en Ítaca. Las dos tramas se unen cuando Telémaco también vuelve de regreso a casa, y evitando una emboscada de los pretendientes, se reúne con su padre. Disfrazado de mendigo, el héroe sufre los abusos de los pretendientes en su propia casa. Finalmente Penélope parece rendirse. Entre lágrimas acercan el gran arco de Ulises: obtendrá la mano de Penélope aquel pretendiente que sea capaz de enhebrar el arco y atravesar con su disparo una fila de hachas. Ninguno de los pretendientes puede ensartar el fuerte arco; el héroe por fin lo toma en sus manos, ejecuta la tarea asignada y a continuación, con la ayuda de su hijo y dos leales servidores, da muerte a los pretendientes. Tras reunirse con Penélope concluye el poema, con el vano intento de los familiares de vengar a los pretendientes; finalmente Atenea impone la paz en la isla.

Esta historia ha tenido recientemente importantes relecturas, a la luz de nuevas investigaciones y el desarrollo de la teoría crítica, entre ellas destaco la interpretación psicoanalítica que hace la escuela jungiana, en especial las desarrolladas por el profesor Joseph Russo, experto en literatura clásica, en su excepcional trabajo, A Jungian analysis of Homer’s Odysseus (2008), donde nos descubre nuevos elementos de análisis sobre esta prodigiosa historia, con la que hago ciertas extrapolaciones a la realidad política de mi país, Venezuela.
El personaje de Ulises es muy diferente al de los héroes clásicos de La Ilíada, no tiene la estatura moral ni el desapego de unos perfectos caballeros como fueron Aquiles, Diomedes, Ajax, Jason, Teseo y el troyano Héctor, y aunque si era un guerrero, y estuvo en el sitio de Troya (fue él quien concibió la estratagema del caballo de madera para darle la estocada mortal a sus enemigos), en la Ilíada no pasa de ser un personaje de segunda, cuyas cualidades incluían, precisamente, la de ser un “truquero”, un “vivo”, que se las arreglaba para no estar donde corría peligro, que negociaba su seguridad como prioridad, que era un experto maromero para engañar a los demás.
Ojo! No era un cobarde y, cuando se requería de su participación, estaba allí con todos los demás en la aventura, pero tenía una naturaleza distinta, un lado oscuro que lo dominaba, empezando porque llenarse de gloria no era precisamente su gran pasión.
 Gracias a la teoría del doctor Carl Jung sobre los arquetipos, se ha podido hacer toda una genealogía y una estructura simbólica sobre este personaje, que hace mucho más interesante la lectura de La Odisea.
La figura del tramposo tiene un lugar reservado en la mitología universal, el experto en elaborar ardides para engañar a los demás y beneficiarse de los resultados, tiene en la tradición griega a un dios muy especial, Hermes, el padre de los ladrones y de las operaciones encubiertas. Para la antropóloga Laura Makarius, el tramposo tiene un valor importante en la cultura cuando es quien rompe los tabúes, liberando el necesario desorden que toda tradición necesita para evolucionar; para muchos antropólogos, el truquero, el que pone la trampa y engaña a todos, es el encargado de desinflar la entropía acumulada en una sociedad donde hay demasiado orden y control.
Pienso que la figura del pícaro español, en literatura, es una derivación de este arquetipo, mucho más “light” y gracioso que Ulises, cuyas estratagemas podían dejar cantidad de muertos y gente en muy malas condiciones, funcionaran o no sus trucos, como sucedió varias veces en La Odisea. Ulises, en más de una ocasión, tuvo que agenciárselas para rescatar a sus hombres del peligro, o para escapar él de situaciones comprometidas, bien fuera utilizando el engaño, la mentira, el disfraz o elaborados trucos donde a veces intervenían la magia o el favor de los dioses.
Ulises es un personaje peligroso, con una vena de egoísmo y un particular gusto por la riqueza y la buena vida, pero no en el sentido aristotélico, sino en la complacencia de sus gustos y placeres (le gustaba el sexo, la buena mesa, el dinero); sus compañeros de armas en Troya lo tenían como alguien de poco fiar, de hecho, era frío y calculador, prefería arriesgar la vida de sus hombres que la suya propia ante el peligro y era insaciable en la búsqueda de la aventura y el riesgo.
Jung estudió a fondo este particular arquetipo, y otros muchos seguidores lo han encontrado reflejado en diferentes culturas, por ejemplo, en la tradición nórdica encontramos la figura de Loki, en la cultura nativa de los aborígenes del suroeste norteamericano están reflejados en las historias del coyote y el correcaminos (originalmente era el cuervo), en África las figuras de Ananse, Eshu y Legba, en Venezuela en las historias del tío Tigre y tío Conejo, clásicas de nuestro acervo cultural.
Pero volvamos con Ulises, es interesante la investigación de Russo sobre los antecedentes del personaje; resulta que el abuelo de Ulises era Autolicus (su nombre significaba “el propio lobo”) cuyo padre a su vez era - ¡oh sorpresa! - el mismísimo Hermes, dios de la suerte y de los ladrones, cosa que, muy hábilmente, deja de mencionar Homero, pues entiende que su público ya está enterado.
Es interesante también saber que Homero compuso unos himnos en honor a Hermes (Mercurio, para los romanos), quien además se distinguía por ser un experto ladrón de ganado, utilizando el recurso de la invisibilidad para hacer abigeato y no ser capturado, y porque podía convertirse en cualquier forma para despistar a quienes le perseguían, en aquellos remotos tiempos Hermes era el dios que se invocaba en las encrucijadas de caminos, era también el protector de los comerciantes viajeros y de los traductores (de allí la palabra hermenéutica).
Gracias a esta especial carga genética, pudo Ulises engañar a la bruja Circe, que convertía a los hombres en cerdos, se burló de los cíclopes y enredó a Aeolus con sus vientos, pudo salirse de la trampa de las sirenas, que le cantaban para enloquecerlo, pero también llevó a la muerte a sus acompañantes, luego de que comieron la carne de las reses que mugían aún dando vueltas en el asador, en el episodio del ganado del Dios Sol.
Luego de haber meditado sobre esta nueva lectura de La Odisea, no me abandona la idea de las similitudes de este arquetipo del truquero, del tramposo, con el espíritu del venezolano; siempre me disgustó la invitación expresa de nuestra representación política democrática, a través de medios de comunicación, a los venezolanos para que se aprovecharan de las dádivas que otorgaba el gobierno comunista de Chávez y Maduro, con sus programas sociales, con la entrega de viviendas, de vehículos, de electrodomésticos, de bolsas de comida, de becas…- Agarren, tomen lo que les ofrecen y luego voten por nosotros- les urgían nuestros más conspicuos líderes a los necesitados, convirtiendo el engaño, la doble moral, en la regla de vida de muchos compatriotas; parece que nunca se dieron cuenta que no se trataba de las cosas, que supuestamente el gobierno regalaba para hacer proselitismo, las que eran degradantes, sino que era la actitud, los valores, la intención verdadera era destruir el orden moral de las personas, y los que se suponían nuestros líderes contribuyeron a ello.
La misma idea de la política como oportunidad para robar, para acumular bienes producto de la corrupción, de los negociados ocultos detrás de la fachada de querer servir al bien público, es una manera de transgredir el orden y la justicia haciéndose pasar, precisamente, por adalides del orden y la justicia, políticos que se llenan la boca de palabrotas como ‘Patria’ pero actúan como el ácido que la disuelve, les encanta decir que el pueblo los apoya y lo que hacen es despreciarlo y burlarse de él.
Hermes pareciera haber tomado el imaginario venezolano y convertido todas sus instituciones en unas trampas bien montadas para cazar idiotas; el gobierno chavista se ha convertido en un monstruoso Odiseo, que no se detiene en su afán de engañar y jugar con la buena fe de los ciudadanos, utiliza para sus viles propósitos a los órganos internacionales de veeduría y control, gracias a ciertos funcionarios que comparten sus mismos intereses… pareciera que todo el mundo en el país y en Latinoamérica quisiera ser un Ulises, tratando de llegar a su hogar junto a su Penélope, en otro lado del mundo, en países que no existen sino en la imaginación, nunca Ítaca es aquí, todo se traduce en depositar tesoros robados en otros reinos y ; todos nos hemos convertido en Tigres y Conejos, en Coyotes y cuervos corriendo de un lado al otro para no morir en la trampa del otro.
Igual que Ulises, la mayor parte de los venezolanos se guarda de tentar al peligro, de arriesgarse, aguardan hasta el último momento para actuar y defenderse y, cuando lo hacen, primero piden negociar, discutir, para ver si pueden enredar al contrario, en qué pueden sacar de provecho aún cuando están siendo vilmente derrotados.
El problema de mi país, Venezuela, es que Hermes es el dios que rige nuestros destinos, por lo menos a Ulises en su odisea lo asistía Atenea, la diosa de la inteligencia, que le daba luces en los momentos más apremiantes; a nosotros sólo nos asisten los truqueros. No en vano recomiendo, con algunas de estas nuevas aproximaciones, a que lean La Odisea, por lo menos es considerada una obra de arte, un clásico y tiene un final feliz.   –    saulgodoy@gmail.com







No hay comentarios:

Publicar un comentario