En
las últimas décadas se ha hecho común cada vez más argumentar que cada arte
tiene un carácter político que lo distingue y que todas las formas de arte se interceptan
con un marco político y social propio en cuanto a la exhibición y la recepción
del público. Estos modos de análisis buscan situar el arte dentro de un modo de
producción, que lo comprometen profundamente con las agencias que lo financian,
de quienes lo promueven, de las galerías y museos que lo exhiben, y de las
estructuras culturales que lo nutren. La estética, todos están de acuerdo, no
puede existir sin la política.
Jennifer Gonzalez and Adrienne Posner, Facture for Change: US Activist Art since
1950
Soy
un estudioso de la llamada Guerra Fría porque creo, firmemente, que de ella
surgieron los aspectos básicos de muchos de los problemas que afectan a la
Latinoamérica actual; fue un juego entre potencias mundiales, luego de la
Segunda Guerra Mundial, que utilizó el mundo como tablero; con ella se trazó nuevos
mapas de lo que posteriormente se conocería como “Áreas de Influencia” y fueron
elaboradas las recetas ideológicas, que fueron aplicadas y todavía se aplican a
diferentes pueblos y regiones del mundo. El concepto ha permanecido, lo que ha
cambiado son los medios, algunos altamente sofisticados, a raíz de los cuales -
la mayoría de las personas no se dan ni cuenta - lo que dicen y lo que piensan es
el resultado de unas políticas y una cultura diseñadas en laboratorios lejanos
y por gente extraña a los países recipiendarios.
El
mundo funciona como un mosaico de piezas intercambiables y en continuo
movimiento, hay una dinámica tectónica y otra trabajando en la superficie;
muchas veces, las transformaciones en el paisaje no son notables, pero están
sucediendo, otras veces son violentas y, de la noche a la mañana, las
situaciones cambian y afectan la vida de millones de personas. La historia que
les voy a contar es como una fotografía, congela un momento en el tiempo, para
que podamos estudiarla y comprender qué fue lo que sucedió, más aún tratándose
de algo tan inaprensible y etéreo como lo es una expresión del arte.
La
Guerra Fría fue un largo proceso, que duró cerca de dos décadas, luego de
terminada la guerra contra el imperialismo nazi y japonés; las potencias
victoriosas, EEUU, Inglaterra y la Unión Soviética, se reunieron para resolver
los nuevos términos de poder e influencia sobre Europa en una primera instancia
(recuerden que los rusos fueron los que llegaron hasta Alemania y no estaban
dispuestos a soltarla), pero, con el correr de los acontecimientos, otras
regiones del planeta tuvieron que ser integradas, como ocurrió con Asia que, por
instancia de los EEUU y previendo que China se convirtiera en un problema,
también fue incluida en aquel reparto del mundo.
Cuando
se habla de la Guerra Fría, el común de los mortales piensa en la ciudades
europeas en plena reconstrucción, en los espías de bando y bando traficando con
secretos, en enormes ejércitos frente a frente dispuestos a medir sus fuerzas,
en el desarrollo de las armas nucleares, en el teléfono rojo entre Washington y
Moscú… pero fue en Latinoamérica donde se dio el clímax de la Guerra Fría, en
Cuba, con la Crisis de los Misiles, que luego culminó con la caída del muro de
Berlín.
Europa
del Este fue uno de los principales protagonistas, pero en el trasfondo, en el
sureste asiático, África (en especial Suráfrica), el Caribe y Centroamérica se
cocinaban los principales conflictos políticos.
En
ese peligroso juego de componendas, espionaje, propaganda y revoluciones, los
EEUU ya habían decidido su estrategia global de impulsar la democracia, el
libre mercado y la promoción de los derechos del hombre, como medios para
contrarrestar el comunismo, los gobiernos totalitarios y la hegemonía de los
partidos únicos, que promovía Stalin y luego Mao.
El
gobierno norteamericano tuvo que recurrir a todos los recursos y voluntades que
pudieran marcar la diferencia en ese delicado momento, y uno de sus mejores
haberes lo constituyó el banquero y filántropo norteamericano Nelson
Rockefeller, heredero de una dinastía que inició John D. Rockefeller con un
conglomerado de empresas petroleras y financieras, entre las que se encontraban
la Standard Oil y el Chase Manhattan Bank. La inmensa fortuna de los
Rockefeller les permitió crear y organizar una constelación de fundaciones,
institutos educativos, centros de investigaciones, entre los que destacaba el
Museo de Arte Contemporáneo de New York (MOMA por sus siglas en inglés).
Rockefeller
estuvo muy ligado a Latinoamérica, en especial a Venezuela, donde sostenía
fuertes intereses comerciales, empezando por la empresa Creole Petroleum Corporation,
subsidiaria de la Standard Oil y la principal empresa petrolera de Venezuela;
además, tenía varias importantes haciendas productoras de ganado, una cadena de
supermercados, tiendas por departamentos y asociaciones con importantes
empresarios venezolanos de la más variada índole. A Rockefeller le gustaba
venir al país y quedarse por temporadas, ese gusto por nuestra tierra se
repetiría con la familia Bush, cuyos miembros, durante su pasantía por la
presidencia de los EEUU, venían en secreto a Venezuela en viajes para la pesca
del pavón en el Capanaparo; fue una relación con nuestra tierra que jamás fue
debidamente cultivada ni aprovechada por nuestros políticos, debido justamente
a esas gríngolas ideológicas y complejos que el socialismo imponía sobre sus
seguidores… bueno, y a esa mala maña de querer jugar para el bando contrario a
nuestros propios intereses.
El
asunto fue que Nelson Rockefeller se convirtió en uno de los motores
fundamentales de la Guerra Fría, aceptando del Presidente Roosevelt ser el
coordinador de la Oficina de Asuntos Inter-Americanos en 1940; pero, aún así,
nunca dejó su creación favorita, el MOMA, sin su participación constante en su
junta directiva, y de allí nació una de las iniciativas más importantes de este
enfrentamiento entre las fuerzas del comunismo y las del capitalismo.
Como
uno de los principales coleccionistas de arte moderno del mundo, Rockefeller
sentía un particular gusto por la nueva pintura norteamericana, que en ese
momento emergía, el expresionismo abstracto de artistas de la talla de Pollock,
de Kooning, Rothko, Stamos, Gorky y otros, y que integraron la columna vertebral
de la colección del MOMA, que fueron enviados por todo el mundo en exposiciones
itinerantes, como muestra del arte norteamericano, verdaderamente libre y
liberador, en palabras de la experta en la historia del arte, Eva Cockcroft, en
su imperdible artículo El Expresionismo
Abstracto, arma de la Guerra Fría (1974), en el que nos recuenta: “En el
mundo del arte, el Expresionismo Abstracto constituía un estilo ideal para las
actividades de propaganda. Era el perfecto contraste al arte rígido,
tradicional y estrecho que era la naturaleza del realismo socialista. Era
nuevo, fresco y creativo. Artísticamente- avant-garde- y original, el Expresionismo Abstracto podía
enseñar a los Estados Unidos como una cultura al día, en competencia con
París…”
El
movimiento del realismo social nunca tuvo verdadero arraigo en Europa, a pesar
de que en Francia e Inglaterra algunos artistas y gremios se esforzaron por
imponerlo; quizás en literatura y en el cine tuvo mejor suerte, pero igual, no
era muy del agrado de la gente ni del momento.
Con
Nelson Rockefeller a la cabeza el MOMA, el expresionismo se convirtió en una
pieza central de la estrategia cultural norteamericana, junto con la Agencia de Información (USIA) y la CIA; las
exhibiciones preparadas por el MOMA le dieron la vuelta al mundo, enseñando las
propuestas artísticas nacidas en libertad y democracia, una estética
arriesgada, creativa y muy a tono con las circunstancias. Las cifras son
elocuentes: 38 contratos fueron ejecutados por el MOMA para el gobierno
norteamericano, 19 exposiciones sólo para Latinoamérica; esta institución tuvo
una importante participación en la promoción del muralismo mexicano en el
mundo, así como del arte cinético de importantes artistas venezolanos; de hecho,
fue el MOMA quien le lavó la cara al gobierno de Kennedy en Latinoamérica,
luego del fracaso de la invasión de exiliados a Cuba.
De
acuerdo al crítico de arte Russell Lynes, los esfuerzos del Programa
Internacional del MOMA, tenían como propósito: “Hacer saber, en especial a Europa, que América no era una cultura
atrasada, tal y como los rusos querían hacer ver durante aquel tenso período”.
Por
ejemplo, durante el periodo McCartista, donde se le hizo frente al comunismo
dentro de los EEUU, siguiéndole investigaciones y juicios a una cantidad de
artistas afiliados a esa ideología y supuestamente involucrados en actividades
anti-norteamericanas, el Departamento de Estado tuvo que suspender su
participación en la Bienal de Venecia, quizás el más importante evento
cultural-político de Europa y donde participaba la Unión Soviética; el MOMA tuvo
que comprar el pabellón de los EEUU y hacer ellos solos las exposiciones desde
1954 a 1962, en representación de la cultura norteamericana, fue el único caso
de un pabellón privado exhibido en la Bienal y anotándose importantes éxitos.
Londres,
Paris, Sao Paulo y Tokio fueron de las capitales donde el MOMA llevó a cabo espectaculares
exhibiciones del nuevo arte norteamericano; quedará por estudiar la influencia
de estas exposiciones en los artistas locales, como, de seguro, sucedió con los
artistas brasileños o los polacos, que en sus países, posteriormente,
promovieron exhibiciones de arte contemporáneo de sus artistas que hicieron
historia. En Venezuela fuimos privilegiados por la gestión de Rockefeller, al traernos
esa ventana al avant-garde de la
cultura cosmopolita; todavía debemos investigar lo que ganaron nuestros
artistas en estos roces con el arte del primer mundo.
Por
último, la labor del Nelson Rockefeller, tanto en la Oficina de Asuntos
Interamericanos como en el MOMA, dejó una escuela de funcionarios de altísima
jerarquía (Kissinger, entre ellos) que luego formaron parte del Plan Marshall,
de los esfuerzos de post-guerra para el desarrollo de Asia, del Departamento de
Estado, de la CIA… nunca el arte, un museo y un mecenas, estuvieron tan cerca
del poder que diseñaba un nuevo mundo.
- saulgodoy@gmail.com
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