miércoles, 28 de febrero de 2018

El arte según los japoneses tradicionales



De acuerdo al filósofo D.T. Susuki las artes en el oriente tienen dos funciones primordiales, la primera, es afinar la inteligencia del practicante, armonizar todas las facultades de la mente con el subconsciente de modo de convertirlas en una unidad integrada para la ejecución artística, sea esta la caligrafía, la pintura, la arquería, la jardinería o simplemente servir el té.
La segunda, poner al artista en contacto con la realidad esencial y esto es un poco más complicado ya que la realidad esencial de la naturaleza no es evidente, está oculta, dispersa y hay que hacer un gran esfuerzo para integrarla, empezando por hacer una convergencia del artista con los instrumentos de su arte y luego, con el objeto mismo a ejecutar, es decir quien vaya a interpretar una canción o un baile o un movimiento de kendo para la defensa personal, quien quiera hacer un arreglo floral o escupir una piedra debe poner en línea al artista, sus recursos y la obra, de modo de trascender el aparato de la técnica e integrar todos los elementos en uno sólo.
Más sencillo decirlo que hacerlo, pues se requiere de un aprendizaje especial, de mucha disciplina y quizás lo más difícil, de una disposición mental que conviertan al artista y su obra en un ejercicio místico donde se alcanza un estado de “inconsciencia” y las cosas se hacen de manera natural, como comer cuando se tiene hambre o dormir cuando se tiene sueño, Susuki lo expresa más poéticamente: “… a través de largos años de adiestramiento en el arte del olvido de sí, y cuando lo logra, el hombre piensa aunque no piense. Piensa como la lluvia que cae del cielo, como las olas que se agitan en el océano, como las estrellas que iluminan el cielo nocturno, como el verde follaje mecido por la suave brisa de la primavera. En realidad, él es la lluvia, el océano, las estrellas, el follaje”.
Muchos de ustedes lo habrán notado, estamos hablando del arte Zen, una disciplina que se desprende de esas enseñanzas del budismo Dhyana que explicado por el filósofo alemán Eugen Herrigel, en su obra Zen y el Arte de los Arqueros Japoneses (1953) lo explica con estas palabras:
…el budismo Zen ha abierto caminos a través de los cuales, mediante una metódica inmersión en sí mismo, el hombre puede acceder a la conciencia, en las mayores profundidades del alma, de la innominable sinrazón y el innominable desposeimiento, y lo que es más, a la unión con ambos. Y esto, vinculado al arte de los arqueros y expresado en un lenguaje aproximativo y sujeto, por ende, a toda clase de falsas interpretaciones, significa que los ejercicios espirituales, gracias a los cuales (únicamente) la técnica de la arquería puede convertirse en arte y si todo va bien llega a perfeccionarse hasta el estadio de "arte sin artificio", no son otra cosa que ejercicios místicos. De ahí que la arquería no pueda, en ninguna circunstancia, representar el logro de algo en un plano exterior, mediante el arco y la flecha, sino sólo interiormente y con uno mismo. El arco y la flecha no son sino un mero pretexto para alcanzar algo que podría igualmente suceder sin ellos; son sólo el camino hacia una meta y no la meta misma; ayudan a lo sumo a dar el último paso, el decisivo.

De acuerdo a Herrigel, aún en el fragor de la batalla, en situaciones donde el guerrero puede perder la vida, su entrenamiento le da la habilidad de poder poner sus flechas en el blanco sin pensarlo, como dirían los que entrenan hoy a los operadores de las Fuerzas Especiales, internalizando, haciendo los movimientos parte de la mecánica muscular del cuerpo en automático, pero de nuevo, disparar la flecha o pintar el cuadro no es la meta, el verdadero objetivo es el artista mismo, es la inmersión del sujeto en las profundidades de su inconsciente, a lugares donde el desprendimiento es tal, que se hace uno con el universo.
En el lejano oriente la carrera de los artistas, de aquellos que verdaderamente culminan sus carreras con obras maestras, son ellos los que finalmente se transforman por medio del arte, de allí que sean ocupaciones que tienen mucho de sacerdotales, de búsquedas espirituales.
En el fascinante artículo de Donald Keene sobre Estética Japonesa (2009), nos diferencia el teatro , del más tradicional Kabuki, éste último siendo similar en su capacidad representacional a las expresiones occidentales, pero en el caso del Nō, se trata de una búsqueda distinta basada en la sugestión con la intención de alcanzar verdades y experiencias mucho más remotas del alma.
De allí su escenario prácticamente desnudo, sin decoración, sin utilería, la escenografía apenas es un esbozo, en la historia no hay consideraciones sobre el espacio ni el tiempo, el uso del lenguaje a veces en clave, con ideas obscuras y muy abstractas, con una gestualidad que apenas tiene relación con lo que se está diciendo, la experiencia que se quiere lograr en el público es de carácter personal, significará una cosa para cada quien, y porque es subjetivo es absoluto, no en vano es un teatro que aburre incluso a muchos japoneses, pero a quienes les llega, los remite a otras vivencias, algunas de una simplicidad y belleza que asombran.
Los gruñidos, la música seca y dura, los actores impertérritos, pretenden trasladar al público  a momentos indescriptibles en palabras, la muerte, el sufrimiento, la existencia de fantasmas que regresan al mundo buscando sus obsesiones, la venganza y el amor no correspondido.
Esa capacidad de sugestión que los japoneses llaman yūgen, cuando hace contacto con la persona lo transforma, y aunque no es un teatro para todo el mundo es una experiencia inigualable que no tiene parangón con ninguna forma occidental, Keene nos refiere al monje Shōtetsu, en el siglo XV para buscar el significado de la palabra Yūgen que dice lo siguiente:
 Yūgen puede ser captado por la mente, pero no puede ser expresado en palabras. Su cualidad puede ser sugerida por la visión de una ligera nube velando a la luna o por la niebla de otoño envolviendo las hojas rojas en la ladera de una montaña. Si uno se pregunta donde, en estas escenas, reposa el yūgen, no se puede explicar, y no sorprende que un hombre no pueda comprender esta verdad y prefiera observar un día perfectamente claro, sin nubes. Es bastante difícil explicar donde reposa el interés o la naturaleza maravillosa de yūgen.

Por último quiero tratar un aspecto de los muchos que componen la estética oriental, sobre todo para los japoneses, que es la importancia de las irregularidades en una obra de arte; la perfección, la simetría , el paralelismo es más propio del arte Chino, para los japoneses la perfección en la forma limita el poder sugestivo de la composición; la arquitectura china tuvo una gran influencia sobre la japonesa, sobre todo en lo referente a la construcción de los templos y monasterios, pero esa simetría de los chinos de hacer que todos los elementos giraran perfectamente en referencia a un axis central, parecía no ir al gusto de los japoneses, que siempre dejaron parte del edificio derivar fuera de los límites proprcionales.
Lo mismo sucedía con las composiciones, con los números primos, un tanka, que es una forma clásica poética tiene 31 silabas en líneas de cinco, siete, cinco, siete y siete sílabas, nada que ver con los couplets o los cuartetos tan populares en occidente para conseguir ritmo, la uniformidad no es conveniente para el gusto japonés, una pequeña variación, un error en el sistema, significa la posibilidad de crecer hacia algo nuevo, de allí que las bibliotecas japonesas aborrecen la uniformidad de los tamaños de los libros en los estantes, que los jardines tengan uniformidad de composición, pero es en el arte cerámico donde los japoneses exaltan con mayor denuedo las imperfecciones.
En las colecciones de porcelanas o en la de vasijas torneadas prefieren con mucho, las de formas imperfectas, aquellas que contengan partes de sus creadores en alguna marca, burbuja o desvío de la línea que como firmas, identifican las piezas, y que las hacen verdaderamente únicas y no seriadas, lo mismo sucede en la caligrafía y en otras manifestaciones artísticas.
La estética japonesa es mucho más compleja que los atributos que hemos repasado en esta breve nota, no solo es la influencia del Zen, ni la búsqueda de emociones indescriptibles, ni de estados del subconsciente, es una cultura milenaria que poco a poco ha elaborado una propuesta original, con un sofisticado buen gusto por los detalles, la simplicidad de los diseños, la impermanencia de las formas, y que nos han brindado la oportunidad, a los occidentales, de medirnos con verdaderos maestros del arte y del buen vivir, por eso es importante conocerla.    -    saulgodoy@gmail.com




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