jueves, 1 de marzo de 2018

El chavismo como muestra de la locura de la filosofía de la liberación



Acabo de terminar el sesudo artículo del profesor Nelson Maldonado-Torres, de la Universidad de California, Berkeley, titulado Enrique Dussel’s Liberation Thought in the Decolonial Turn (2011), un prodigioso resumen critico de lo que significa el movimiento des-colonizante inscrito en el proyecto de modernidad (inconcluso) según el filósofo marxista alemán Jürguen Habermas.
Se trata del cada vez más común reclamo, de ciertos pensadores latinoamericanos, que se metieron en el laberinto de la retórica de ese movimiento inaugurado por Edward W. Said, que describió los efectos culturales (de dominación) del coloniaje sobre sus víctimas, todos aquellos que no pertenecemos al crisol del eurocentrismo, estamos irremediablemente “tocados” por esta enfermedad, que obligatoriamente nos lleva a la revolución liberadora, de la que el filósofo argentino-mexicano Enrique Dussel es propagandista principal.
Hay algunos filósofos de nuestro continente que afirman que la filosofía de la liberación es el movimiento filosófico más auténtico y original que se haya parido en estos montes, principalmente porque su carga apunta directamente al centro ontológico del suramericano, su precariedad como ser humano por haber sido sometido en el pasado reciente (Maldonado-Torres afirma que aún hoy somos dependientes del sistema capitalista impuesto por el Imperio) por la fuerza de países colonialistas que hicieron de nosotros unas víctimas, dependientes del pensamiento y los designios de estos centros de poder que antes estaban en Europa, y hoy se mudaron a los EEUU.
Según estas tesis, que incluyen lo más granado del neomarxismo latinoamericano, la vida se nos ha ido en la lucha por liberarnos de este yugo, primero con las guerras de independencia, luego con los movimientos subversivos de liberación y finalmente, con la revolución del socialismo del siglo XXI, hemos avanzado, hemos identificado nuestra situación, lamentablemente, no hemos terminado la faena, falta liberarnos definitivamente, constituirnos en nuevos hombres y mujeres que aportarán al mundo asombrosas referencias y nuevas perspectivas que en nuestra condición de “liberados” podremos, finalmente, regalarle nuestro aporte al mundo de las ideas, y el chavismo fue una muestra.
Enrique Dussel fue uno de esos personajes que vino a mi país invitado por Chávez, fue condecorado, premiado, se le dio dinero y se le permitió darnos un discurso muy lleno de ese socialismo del siglo XXI, del cual la tesis de la filosofía y la teología de la liberación conforman su columna vertebral, yo estuve en esos actos y escuché las palabras halagadoras y agradecidas del filósofo hacia la figura mesiánica de ese gran ogro filantrópico, que era el Teniente de paracaidistas, convertido en líder mundial de los oprimidos.
Pocas veces he escuchado un discurso tan servil y que hiciera tanto alarde de un resentimiento hacia la cultura universal, hacia el cosmopolitismo, que conformaba ese mundo que Chávez quería destruir para “liberarnos” del oprobio de siglos de colonización.
La retórica de Dussel, de Fanon, de Quijano, de Mignolo, de Wynter y otros muchos comunistas que se han atrincherado en esta resistencia en contra del pensamiento occidental, parecieran no darse cuenta que del otro lado, de lado de “ellos” no hay nada sino nihilismo, un vacío existencial que esperan llenar de tradiciones no alfabéticas y precolombinas, con creencias astrobiológicas enraizadas en elementos africanos y aborígenes, con mucho sentimentalismo pero sin ningún contenido real, lo que brinda la oportunidad para que surjan estos monstruos de la imaginación, como el socialismo del siglo XXI y acaben con un país como lo hicieron con Venezuela.
Las opciones ideológicas que propone Maldonado-Torres entre el socialismo, capitalismo norteamericano y postcolonialismo, hacen mutis al hecho, que esta última opción es hija dilecta del marxismo postmodernista, en cuyo entorno se aglutinan formas como el feminismo, la teoría queer, la tendencia chicana, las manifestaciones afrocaribeñas y otras formas del pensamiento latino, que identifican diferente minorías culturales emparentadas por una resistencia a la cultura dominante de los EEUU.
Hay un elemento racial que gravita con enorme influencia en la tesis de la descolonización propugnada por estos autores, acusando al eurocentrismo de un lado “oscuro” y mórbido donde la muerte de negros e indígenas es visto como algo normal, según Maldonado-Torres hay un punto ciego en la filosofía y las ciencias europeas que minimizan estas muertes, como si el punto de vista de la filosofía de la liberación fuera ajeno a esta circunstancia, construyendo un discurso que pretende posicionar al movimiento de liberación como un “mundo de vida”, obviando la enorme cantidad de víctimas que esta liberación ha cobrado en su empeño por prevalecer, dice Maldonado-Torres:
La característica fundamental del mundo de muerte del colonialismo reside en un marcador geopolítico que lo designa como espacio-para-la-muerte. Esto quiere decir, la muerte de humanos es mucho más comprensible en el mundo colonizado, donde la tendencia es que las poblaciones negras e indígenas quienes con los que sufren más este estado de cosas, pero también incluye a todos sus súbditos diferenciados racialmente. Es fundamentalmente de esto, de ese espacio de muerte, que surge el reclamo ético que incluye la transmodernidad como un futuro posible. El discurso ético Habermiano responde a la amenaza de violencia en contra del mundo-de-vida europeo, de la misma manera que la ética de la liberación responde a la necesidad de descolonizar el mundo-de-muerte colonial.

Una observación que no toma en cuenta los genocidios indígenas que tanto la guerrilla como la revolución bolivariana han provocado entre las etnias indígenas en los territorios bajo su dominio, la devastación de sus territorios por el control de sus riquezas minerales de extracción, y las masacres que se han producido entre las comunidades de afro-descendientes que han estado en el camino de sus bandas armadas.
El socialismo ha creado más pobreza, ignorancia y hambrunas en nuestra América que cualquier período colonial o bajo el dominio de imperialistas de potencias europeas, el retraso de nuestros pueblos, la imposibilidad de desarrollarnos como sociedades libres y autónomas la encontramos en las decenas de populismo que han surgido gracias a ese discurso liberador, no en la presencia de los imperialistas y extranjeros blancos y explotadores en nuestras tierras.
En el caso venezolano ha sido verdaderamente patético el genocidio del pueblo provocado por el hambre y la falta de medicinas entre la población más vulnerable, que simplemente han sido “daños colaterales” de sus políticas públicas y actuando como gobierno en su afán libertario; en donde han sido administradores de territorios, estas fuerzas “liberadoras”, no se han diferenciado de sus pares coloniales al momento de ejercer la violencia y la explotación sobre seres humanos, sin importar su raza.
La filosofía de la liberación propone a los pueblos deslastrase de la herencia colonial, pero si esto es así, ¿Qué nos queda?  Hasta la lengua que hablamos nos fue dada en ese proceso de conquista y colonia, nuestros modos de vida son los de occidente, nuestras economías dependen de centros financieros e industriales que se encuentran en ultramar, la cultura en la que nacemos no es nuestra según esta tesis, que quiere retrotraernos al buen salvaje, y quiere hacer de nosotros buenos revolucionarios.
Durante el último lustro se ha discutido en diferentes foros y círculos académicos la escaza contribución de la filosofía latinoamericana al acervo mundial, nuestros países no han desarrollado propuestas, menos aún sistemas de pensamientos propios, toda la discusión pareciera girar sobre el tema de nuestra incapacidad de sostener ideas originales, debido, entre otras cosas, a esa herencia colonial que nos obliga a beber de fuentes de pensamiento del eurocentrismo, y ahora del mundo norteamericano que nos impone su propio visión del mundo, capitalista, individualista y consumista, dentro de la cual no tenemos nada importante que decir, excepto que no pertenecemos a ese lote, sino al de unos ancestros desplazados hace siglos por la pólvora y la cruz.
Pero en mi opinión, el problema que tenemos los latinoamericanos es ese complejo de Adam que no queremos reconocer, nos creemos especiales, una raza cósmica, diferente al resto del mundo así hagamos lo mismo que hace la gente en otras partes del planeta, ese problema de origen de nuestra cultura, de la servidumbre a la que fuimos sometidos, del coloniaje, no la hemos podido superar y lo que hace es confundirnos, perdemos el tiempo mirándonos el ombligo por aquello que quien no sabe de dónde viene no sabe a dónde va, memes como ese, lo que resulta es en hacernos perder el tiempo en consideraciones vanas, y profundizando complejos que inmovilizan.
Ideologías tan perniciosas como el marxismo se han valido de esas carencias para sembrar el odio y la desesperanza en nuestros pueblos, esa vocación de destrucción de lo que existe para luego construir la utopía, es propio del comunismo más miserable y retardatario que nos ha infectado; un pensamiento original sólo necesita de buenas ideas, no importa el idioma ni el lugar donde se vive, de hecho eso lo hemos demostrado los latinoamericanos con creces en las artes y la literatura según lo hizo notar Gabriel García Márquez, la filosofía tendrá que esperar.
Basados en ese concepto de modernidad que dice que todo lo cristiano es moderno y que lo primitivo corresponde a gente sin historia e incivilizada, la filosofía y la teología de la liberación han envenenado nuestro presente y dañado nuestro futuro posible, identificando a Latinoamérica con esa única opción de gente oprimida, victimizada, explotada y esperando la redención por medio de actos revolucionarios, llenándonos de falsas expectativas, malas excusas, desplazamiento de culpas y escenarios irreales, creo que se le hace un daño tremendo a los latinoamericanos la promoción de estas ideas para el subdesarrollo.   -    saulgodoy@gmail.com




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