martes, 20 de febrero de 2018

Sobre un nuevo humanismo



Para quienes nos las pasamos revisando las últimas novedades en publicaciones e ideas en internet sobre el futuro próximo, no cabe la menor duda de la realidad que nos plantea el pensador Salvador Pániker en su ensayo A propósito de un Nuevo Humanismo (2003) y que se utilizó como introducción al libro de John Brockman, El Nuevo Humanismo (y las fronteras de la ciencia), el dueño y señor de los predios de la publicación Edge, una de los más notables y exitosos esfuerzos por llevar la ciencia y la tecnología al común de los mortales, quien afirma, que los científicos ejerciendo como escritores, conferencistas y promotores de los avances científicos están copando la escena cultural, desempeñándose como los nuevos humanistas.
En el pasado reciente había que esperar que humanistas experimentaran y comprendieran los efectos de las nuevas tecnologías, para que el público en general se enterara de lo que estaba sucediendo en el mundo por medio de sus análisis, críticas y escenarios; el humanistas clásicos, llámese, periodistas, sociólogos, antropólogos, filósofos, psicólogos, etc., escribían sobre los temas una vez que los adelantos estaban incorporados en la vida de la sociedad y ya habían consecuencias de las nuevas tecnologías, hoy es mucho más rápido el proceso, los humanistas ya no son intermediarios, son los mismos científicos quienes se encargan de explicarle a la gente lo que hacen y lo que puede resultar de sus avances.
Los científicos-escritores son una nueva raza de humanistas y sus obras ocupan los primeros lugares de los libros más vendidos o sus conferencias llenan totalmente los auditorios, de hecho, los programas de televisión de entrevistas, las series científicas, la aparición como celebridades de muchos de estos divulgadores y creadores son comunes en la escena mediática.
Pero quizás lo más importante, la ciencia se ha convertido en un tema de conversación habitual, hay un abordaje de la realidad que ha venido siendo estructurado por esta manera de ver el mundo, racional, empírica, con su propia lógica y objetivos, que está afectando de manera importante todos los demás saberes.
Para argumentar la existencia del nuevo humanismo debemos primero entender que la naturaleza del universo, la comprensión del mundo que nos rodea y en el cual estamos inmersos, debemos admitir, sobre pasa con creces nuestra capacidad de entendimiento, por cada puerta de conocimiento que abrimos, dos y tres puertas más aparecen cerradas, de modo que todas esas teorías, meditaciones, especulaciones de nuestros científicos se parecen en mucho a las fantásticas locuras de los poetas que intentan ver el futuro desde sus boardillas.
La gran diferencia radica en que la locura de los poetas es de origen divino, a la atalaya desde donde observan el universo solo puede llegarse si se montan en la carreta de los mitos, tirados por caballos alados que representan pasiones, sentimientos y visiones desbocados y que solo se alcanzan en los límites de las palabras, en cambio la locura de los científicos es diferente, son como esos geólogos que van haciendo una cuidadosa minería del terreno, que dividen en lotes y sobre los cuales se aplican en ir separando cada uno de los componentes que encuentran, clasificándolos, describiéndolos y relacionándolos con los otros, hasta obtener una explicación del conjunto, de esta manera hacen hablar al mundo e interpretan su historia.
El humanismo clásico trabaja con el espíritu de las cosas, solo les interesa el contenido divino, las ideas, los fantasmas que moran en las ensenadas y campos de batalla, la huella de la historia de los pueblos, los pensamientos vitales de los héroes y villanos, los amores apoteósicos de amantes por la eternidad, las tragedias de las familias carcomidas por el orgullo y la venganza, a estos humanistas les interesa todo lo que propulsa el espíritu humano y su poder de voluntad en dirección a la esperanza y la confianza, son como escribientes de la memoria y cantores de lo que vendrá.
Utilizando una trillada metáfora, si la vida es un río que hay que cruzar, los científicos, los nuevos humanistas, serían los ingenieros que nos construyen el puente o las barcazas para atravesarlo de la manera más rápida, segura y confortable posible, en cambio el humanista clásico es como el nadador olímpico, el que se ha entrenado para cruzar la furiosa corriente con la fuerza de su cuerpo y la voluntad de su ánimo, se nos presenta como un ser básico y primitivo, pero han sido los científicos los que han refutado ese mundo de los intelectuales clásicos, los mitos y los dioses se han vistos reducidos a supersticiones luego que descubrimientos importantes nos han mostrado como está constituida la materia, cómo evolucionan las especies y cuál es el entramado de las fuerzas que constituyen el cosmos.
La ciencia nos ha traído la noción de un nuevo universo y un nuevo hombre ya sin valores absolutos ni la confianza que daban las antiguas creencias, ahora enfrentamos una vorágine de fuerzas y cataclismos de los que no tenemos control, sumergidos en burbujas de confort y tecnologías mientras nuestras vidas transcurren entre dimensiones de las que antes no sabíamos que existían, nos han descompuesto el mundo en ínfimas partes perfectamente manipulables y reproducibles, nos han explicado el funcionamiento de nuestro cuerpo desde el momento de nuestra concepción hasta el desmontaje termodinámico y la disolución en la muerte.
Si la vida es un río y los científicos nos construyeron un puente para cruzarlo la gran mayoría de nosotros jamás nos enteraremos de haberlo cruzado, el que se lanza a la aventura de la vida sin propósito y sin sentido, cruzar ese puente es como no haberlo transitado jamás, llegar al otro lado se convierte en un despropósito o cuando menos en un momento de horror.
Y he aquí la gran ironía, son las letras y las humanidades clásicas las que hasta el momento nos han proporcionado dirección, valores y motivos, no para cruzar el puente, sino para lanzarnos a nado, luchar contra la corriente y conquistar la orilla lejana, con todos los peligros que ello implica.
Heidegguer, el último de los filósofos campesinos, en el decir de su colega y paisano Peter Sloterdijk, al final de su vida sintió una gran repulsión hacia la tecnología, en la famosa entrevista que ofreció a la revista alemana Der Spiegel en 1966 y publicada solo después de su muerte en 1976, tal y como fue acordado, dice lo siguiente.
Spiegel: Uno puede inocentemente objetar. ¿A qué términos debemos llegar ahora? Más y más plantas eléctricas se están construyendo. La producción está surgiendo. La gente en aquellas partes del planeta donde existe alta tecnología vive muy bien. Vivimos en prosperidad. ¿Qué es lo que en realidad nos falta?
Heidegger: Todo funciona, eso es exactamente lo que no encaja. Todo funciona y ese funcionamiento nos empuja a querer todavía más. Yo no sé si usted está asustado, pero yo si lo estuve cuando vi la fotografía de la Tierra tomada desde la Luna. Nosotros no necesitamos una bomba atómica, el desarraigo del ser humano se está produciendo en este momento. Lo único que nos queda son puras condiciones tecnológicas. Ya no es la Tierra en la que vivimos los humanos hoy. Tuve recientemente una conversación con René Char en Provence- como usted sabe, el poeta y héroe de la Resistencia. Bases misilísticas están siendo construidas en Provence, y el territorio está siendo desbastado de manera increíble. El poeta, que ciertamente no puede ser tomado como un sentimentalista o un glorificador de lo idílico, me dijo que el desarraigo del ser humano que existe es el final, al menos que el pensamiento y la poesía vuelvan a tomar su poderío no violento una vez más.

¿Simple nostalgia? ¿Añoranza por un pasado glorioso? ¿La visión del científico como un bárbaro moderno? ¿Terror a los nuevos descubrimientos de la ciencia?
En lo personal me parecen fascinantes los últimos descubrimientos de la ciencia en cuanto a biología molecular, inteligencia artificial, teoría del caos, fractales, biodiversidad, nanotecnología, genoma teoría de las supercuerdas  bucles gravitacionales, sociobiología, psicología evolucionista, las p-branas… el asunto es que el nuevo mapa de la realidad sobre el que tiene que orientarse la nueva filosofía está en pañales y quizás sea una buena idea lo expresado por Paniker en el ensayo anteriormente mencionado:
Un nuevo humanismo, por consiguiente, ha de asumir los límites de la ciencia y de los lenguajes. Condicionados por esos límites, condicionados porque todo hay que traducirlo al lenguaje del cerebro, la pregunta es: ¿Puede la inteligencia humana trascender? ¿Puede el simio pensante alcanzar algún pedazo real de la realidad? O estamos condenados a soñar, para, al despertar, pasar a otro sueño? He aquí que uno defiende la “trascendencia”, ni que sea para escapar a la insoportable sensación de claustrofobia que genera la idea de estar encerrado en un mundo de sueños. (De sueños o relatos). Porque aún admitiendo lo de la encerrona, el “saber” que estamos encerrados (en las construcciones cerebrales, en el lenguaje, en un mundo tridimensional, etc.) ya es “trascender”, ya es apertura a lo desconocido: lo que cuenta es que haya una apertura a ello. Incluso denunciar que la filosofía y la ciencia son tan mágicas como la religión y el mito, eso también es ‘trascender’. Eso es ejercicio “critico” en su acepción más honda.

El caos está concebido hoy en día como conteniendo su propio orden interno, pero como todo, es un orden que surge del observador, pero se trata de un orden difícil de determinar y más aún de predecir debido a que pequeñas variaciones en el sistema pueden terminar produciendo grandes e impredecibles  cambios; el otro asunto que atañe al supuesto orden de los sistemas complejos, es que las condiciones iniciales son determinantes, definirlas con precisión es de las pocas maneras de determinar sus fluctuaciones, y de estas variaciones dependen la dirección y magnitud de los cambios ¿Qué quiero decir con toda esta jerigonza?
Que la descripción del mundo, de la realidad, del universo, es un asunto harto complejo y utilizando cualquier medio simbólico, palabras o matemáticas, con la disposición de un poeta o la metodología de un científico, el resultado será siempre una aproximación, que para efectos prácticos, es mejor tener ambas versiones que solo una, que no la hace más preciso, aunque si más interesante.     -  saulgodoy@gmail.con




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