Para
quienes nos las pasamos revisando las últimas novedades en publicaciones e
ideas en internet sobre el futuro próximo, no cabe la menor duda de la realidad
que nos plantea el pensador Salvador Pániker en su ensayo A propósito de un Nuevo Humanismo (2003) y que se utilizó como
introducción al libro de John Brockman, El
Nuevo Humanismo (y las fronteras de la ciencia), el dueño y señor de los
predios de la publicación Edge, una
de los más notables y exitosos esfuerzos por llevar la ciencia y la tecnología
al común de los mortales, quien afirma, que los científicos ejerciendo como
escritores, conferencistas y promotores de los avances científicos están
copando la escena cultural, desempeñándose como los nuevos humanistas.
En el
pasado reciente había que esperar que humanistas experimentaran y comprendieran
los efectos de las nuevas tecnologías, para que el público en general se
enterara de lo que estaba sucediendo en el mundo por medio de sus análisis,
críticas y escenarios; el humanistas clásicos, llámese, periodistas,
sociólogos, antropólogos, filósofos, psicólogos, etc., escribían sobre los
temas una vez que los adelantos estaban incorporados en la vida de la sociedad
y ya habían consecuencias de las nuevas tecnologías, hoy es mucho más rápido el
proceso, los humanistas ya no son intermediarios, son los mismos científicos
quienes se encargan de explicarle a la gente lo que hacen y lo que puede
resultar de sus avances.
Los
científicos-escritores son una nueva raza de humanistas y sus obras ocupan los
primeros lugares de los libros más vendidos o sus conferencias llenan
totalmente los auditorios, de hecho, los programas de televisión de
entrevistas, las series científicas, la aparición como celebridades de muchos
de estos divulgadores y creadores son comunes en la escena mediática.
Pero
quizás lo más importante, la ciencia se ha convertido en un tema de
conversación habitual, hay un abordaje de la realidad que ha venido siendo
estructurado por esta manera de ver el mundo, racional, empírica, con su propia
lógica y objetivos, que está afectando de manera importante todos los demás
saberes.
Para
argumentar la existencia del nuevo humanismo debemos primero entender que la
naturaleza del universo, la comprensión del mundo que nos rodea y en el cual
estamos inmersos, debemos admitir, sobre pasa con creces nuestra capacidad de
entendimiento, por cada puerta de conocimiento que abrimos, dos y tres puertas
más aparecen cerradas, de modo que todas esas teorías, meditaciones,
especulaciones de nuestros científicos se parecen en mucho a las fantásticas
locuras de los poetas que intentan ver el futuro desde sus boardillas.
La
gran diferencia radica en que la locura de los poetas es de origen divino, a la
atalaya desde donde observan el universo solo puede llegarse si se montan en la
carreta de los mitos, tirados por caballos alados que representan pasiones,
sentimientos y visiones desbocados y que solo se alcanzan en los límites de las
palabras, en cambio la locura de los científicos es diferente, son como esos
geólogos que van haciendo una cuidadosa minería del terreno, que dividen en
lotes y sobre los cuales se aplican en ir separando cada uno de los componentes
que encuentran, clasificándolos, describiéndolos y relacionándolos con los
otros, hasta obtener una explicación del conjunto, de esta manera hacen hablar
al mundo e interpretan su historia.
El
humanismo clásico trabaja con el espíritu de las cosas, solo les interesa el
contenido divino, las ideas, los fantasmas que moran en las ensenadas y campos
de batalla, la huella de la historia de los pueblos, los pensamientos vitales
de los héroes y villanos, los amores apoteósicos de amantes por la eternidad,
las tragedias de las familias carcomidas por el orgullo y la venganza, a estos
humanistas les interesa todo lo que propulsa el espíritu humano y su poder de
voluntad en dirección a la esperanza y la confianza, son como escribientes de
la memoria y cantores de lo que vendrá.
Utilizando
una trillada metáfora, si la vida es un río que hay que cruzar, los
científicos, los nuevos humanistas, serían los ingenieros que nos construyen el
puente o las barcazas para atravesarlo de la manera más rápida, segura y
confortable posible, en cambio el humanista clásico es como el nadador olímpico,
el que se ha entrenado para cruzar la furiosa corriente con la fuerza de su cuerpo
y la voluntad de su ánimo, se nos presenta como un ser básico y primitivo, pero
han sido los científicos los que han refutado ese mundo de los intelectuales
clásicos, los mitos y los dioses se han vistos reducidos a supersticiones luego
que descubrimientos importantes nos han mostrado como está constituida la
materia, cómo evolucionan las especies y cuál es el entramado de las fuerzas
que constituyen el cosmos.
La
ciencia nos ha traído la noción de un nuevo universo y un nuevo hombre ya sin
valores absolutos ni la confianza que daban las antiguas creencias, ahora
enfrentamos una vorágine de fuerzas y cataclismos de los que no tenemos
control, sumergidos en burbujas de confort y tecnologías mientras nuestras
vidas transcurren entre dimensiones de las que antes no sabíamos que existían,
nos han descompuesto el mundo en ínfimas partes perfectamente manipulables y
reproducibles, nos han explicado el funcionamiento de nuestro cuerpo desde el
momento de nuestra concepción hasta el desmontaje termodinámico y la disolución
en la muerte.
Si la
vida es un río y los científicos nos construyeron un puente para cruzarlo la
gran mayoría de nosotros jamás nos enteraremos de haberlo cruzado, el que se
lanza a la aventura de la vida sin propósito y sin sentido, cruzar ese puente
es como no haberlo transitado jamás, llegar al otro lado se convierte en un
despropósito o cuando menos en un momento de horror.
Y he
aquí la gran ironía, son las letras y las humanidades clásicas las que hasta el
momento nos han proporcionado dirección, valores y motivos, no para cruzar el
puente, sino para lanzarnos a nado, luchar contra la corriente y conquistar la
orilla lejana, con todos los peligros que ello implica.
Heidegguer,
el último de los filósofos campesinos, en el decir de su colega y paisano Peter Sloterdijk,
al final de su vida sintió una gran repulsión hacia la tecnología, en la famosa
entrevista que ofreció a la revista alemana Der Spiegel en 1966 y
publicada solo después de su muerte en 1976, tal y como fue acordado, dice lo
siguiente.
Spiegel: Uno puede inocentemente objetar. ¿A qué
términos debemos llegar ahora? Más y más plantas eléctricas se están
construyendo. La producción está surgiendo. La gente en aquellas partes del planeta
donde existe alta tecnología vive muy bien. Vivimos en prosperidad. ¿Qué es lo
que en realidad nos falta?
Heidegger: Todo funciona, eso es exactamente lo que no
encaja. Todo funciona y ese funcionamiento nos empuja a querer todavía más. Yo
no sé si usted está asustado, pero yo si lo estuve cuando vi la fotografía de
la Tierra tomada desde la Luna. Nosotros no necesitamos una bomba atómica, el
desarraigo del ser humano se está produciendo en este momento. Lo único que nos
queda son puras condiciones tecnológicas. Ya no es la Tierra en la que vivimos
los humanos hoy. Tuve recientemente una conversación con René Char en Provence-
como usted sabe, el poeta y héroe de la Resistencia. Bases misilísticas están
siendo construidas en Provence, y el territorio está siendo desbastado de
manera increíble. El poeta, que ciertamente no puede ser tomado como un
sentimentalista o un glorificador de lo idílico, me dijo que el desarraigo del
ser humano que existe es el final, al menos que el pensamiento y la poesía
vuelvan a tomar su poderío no violento una vez más.
¿Simple
nostalgia? ¿Añoranza por un pasado glorioso? ¿La visión del científico como un
bárbaro moderno? ¿Terror a los nuevos descubrimientos de la ciencia?
En
lo personal me parecen fascinantes los últimos descubrimientos de la ciencia en
cuanto a biología molecular, inteligencia artificial, teoría del caos,
fractales, biodiversidad, nanotecnología, genoma teoría de las supercuerdas bucles gravitacionales, sociobiología,
psicología evolucionista, las p-branas… el asunto es que el nuevo mapa de la
realidad sobre el que tiene que orientarse la nueva filosofía está en pañales y
quizás sea una buena idea lo expresado por Paniker en el ensayo anteriormente
mencionado:
Un nuevo humanismo, por consiguiente, ha de asumir los límites de la
ciencia y de los lenguajes. Condicionados por esos límites, condicionados
porque todo hay que traducirlo al lenguaje del cerebro, la pregunta es: ¿Puede
la inteligencia humana trascender? ¿Puede el simio pensante alcanzar algún
pedazo real de la realidad? O estamos condenados a soñar, para, al
despertar, pasar a otro sueño? He aquí que uno defiende la “trascendencia”, ni
que sea para escapar a la insoportable sensación de claustrofobia que genera la
idea de estar encerrado en un mundo de sueños. (De sueños o relatos). Porque
aún admitiendo lo de la encerrona, el “saber” que estamos encerrados (en las
construcciones cerebrales, en el lenguaje, en un mundo tridimensional, etc.) ya
es “trascender”, ya es apertura a lo desconocido: lo que cuenta es que haya una
apertura a ello. Incluso denunciar que la filosofía y la ciencia son tan
mágicas como la religión y el mito, eso también es ‘trascender’. Eso es
ejercicio “critico” en su acepción más honda.
El
caos está concebido hoy en día como conteniendo su propio orden interno, pero
como todo, es un orden que surge del observador, pero se trata de un orden
difícil de determinar y más aún de predecir debido a que pequeñas variaciones
en el sistema pueden terminar produciendo grandes e impredecibles cambios; el otro asunto que atañe al supuesto
orden de los sistemas complejos, es que las condiciones iniciales son determinantes,
definirlas con precisión es de las pocas maneras de determinar sus
fluctuaciones, y de estas variaciones dependen la dirección y magnitud de los
cambios ¿Qué quiero decir con toda esta jerigonza?
Que
la descripción del mundo, de la realidad, del universo, es un asunto harto
complejo y utilizando cualquier medio simbólico, palabras o matemáticas, con la
disposición de un poeta o la metodología de un científico, el resultado será
siempre una aproximación, que para efectos prácticos, es mejor tener ambas
versiones que solo una, que no la hace más preciso, aunque si más
interesante. -
saulgodoy@gmail.con
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