La
situación de los chavistas en el poder se hace cada minuto más crítica. Maduro
y su combo la tienen difícil, cada día se les complica la vida más y más, con
lo que el desespero aumenta, al igual que el miedo y la locura; es una espiral
que ya aprieta al final de la bajada y, como era de esperarse, el pueblo de
Venezuela, la gente de a pie, está pagando un precio muy alto en sufrimiento.
Los
chavistas no pueden actuar sino como los criminales y cobardes que han sido
siempre, nos tienen a todos los ciudadanos de rehenes, como escudos humanos,
tratando de protegerse ellos del repudio de occidente, de las estrategias de ahogamiento y de las sanciones,
tanto que ya se les hace imposible razonar.
No
midieron las consecuencias de sus actos y desplantes con el Imperio; creyeron
que el mundo les permitiría burlarse del orden y la ley, que eran los tiempos
de relatividad postmodernista y de una multipolaridad muy mal entendida;
estaban convencidos de que la comunidad
internacional les iba a permitir comportarse como unos gamberros, promoviendo
el desorden, los insultos, el crimen… y lo creyeron porque a Chávez se lo
permitieron y se lo permitieron porque era un fenómeno desconocido en el mundo,
un gobierno de la mentira, la trampa, la hipocresía, el doble discurso, que
occidente no estaba acostumbrado a manejar, porque el mundo civilizado estaba
preparado para la confrontación entre contrarios, no para quien decía ser tu
amigo y ahora trataba de hacerte daño, no para una sociedad que por largo
tiempo se comportó como aliada y amiga de occidente y, de pronto, ya no sabías
con quién estabas hablando.
Los
chavistas nunca fueron claros y transparentes con nadie, ni siquiera entre
ellos, todo era una pose, un embuste, un discurso, mientras que en las sombras
hacían todo lo contrario; decían estar haciendo patria cuando la estaban
destruyendo; anunciaban querer prosperar cuando estaban arruinando la economía;
se llenaban la boca con amor y alardeaban de promover la paz, cuando armaban a
sus bandas y las soltaban para agredir a la sociedad; se definían como
humanistas y presumían de buscar la armonía entre los pueblos del mundo, pero
estaban conspirando e interviniendo en la política interna de otras naciones
para promover a los grupos más radicales y violentos de la izquierda
internacional…
Cuando
declaraban que estaban cooperando con la lucha contra las drogas lo que en
realidad hacían era montar nuevos y más agresivos carteles de traficantes,
volcando toneladas de dinero mal habido por la corrupción en otras economías,
para contaminarlas y desestabilizarlas, comprando conciencias con el propósito
de romper con el orden social y cambiar el equilibrio de las fuerzas en las
regiones, para favorecer a su amo verdadero, el comunismo internacional.
Para
sorpresa del mundo civilizado, en un país que por décadas había tenido un
comportamiento ejemplar como factor de paz, democracia y progreso, de un día
para otro, su gente decidió entregarle el poder a una banda de ladrones; hubo
de pasar un tiempo para que esta realidad fuera entendida y probada; una vez
verificada, el mundo se defendió, pero de una manera novedosa.
Y lo
hizo no como acostumbraba hacerlo, confrontando militarmente la amenaza, sino
propiciando un mecanismo de aislamiento, de ahogo, dejando que los propios
errores del régimen lo hundieran, ¿Por qué ese cambio de estrategia?, entre
otras razones porque había demasiados puntos calientes en el globo, regiones en
crisis que sí ameritaban una atención militar de occidente y, también, porque
la misma oposición política venezolana, los factores supuestamente
democráticos, empezaron a hacerles el juego a los pillos y crearon una enorme
confusión: políticos infiltrados, posiciones blandengues, contradicciones
productos de errores y apetitos serviles complicaron el panorama, al punto que
la comunidad internacional ya no sabía quién era el enemigo y quien el aliado…
y como todavía lo siguen haciendo, nos tienen aplicada una llave de asfixia
mecánica, donde ya los pillos se están poniendo morados (pero el país pagando
con mengua).
Todo
apunta al desgaste, a llevar al chavismo a que reviente él solito, a que se
empiecen a comer entre ellos (lo que ya está sucediendo), y a que venga un
desenlace que permita una intervención humanitaria sin mucho coste humano y de
recursos.
Como
ya vemos, la oposición de los partidos políticos sigue jugando al oportunismo
más vil, los militares están inmovilizados por el temor al aparato de
inteligencia cubano, que los tiene en jaque, la sociedad civil todavía anda
preguntándose si van o no van a las elecciones fraudulentas, dudando si la
salida electoral todavía existe. El discurso cobarde de la oposición,
supuestamente democrático, que promueve salidas pacíficas, constitucionales y
electorales ha calado profundamente, no hay manera de coordinar una resistencia
organizada en otro sentido, sino en el de esperar a que los partidos políticos
se pongan de acuerdo.
La
izquierda decimonónica venezolana no descansa, pretende estar involucrada en
cada salida que se propone, y allí está el fracaso del Frente Amplio, no hay
manera de trabajar con los mismos que han llevado a la ruina al país, la
ideología que profesan los hace inservibles para los propósitos de
reconstrucción de Venezuela, sufren de ceguera, de cretinismo moral y eso los
hace incapaces de entender que no son más que un problema; su visión del mundo
fracasó, hundieron al país y todavía tienen la ilusa pretensión de seguir
aplicando su receta de un estado fuerte, centralizado, de justicia social e
igualdad.
En
las condiciones de inopia económica que estamos viviendo, en pleno derrumbe de
la Venezuela petrolera, en la cancelación de toda oportunidad de generar
riqueza y de sostener una moneda que funcione como instrumento de cambio,
muchas personas y empresas se venden al mejor (al único) postor, que sigue
siendo el gobierno, porque éste dispone todavía de los magros recursos de la
hacienda pública y del narcotráfico, haciendo que toda posibilidad de sostener
una estrategia común sea saboteada por los chavistas, que ya se saben perdidos
en el mundo y se aferran desesperadamente al territorio saqueado, para llevarse
consigo el mayor número de almas posibles a las profundidades del infierno.
El
país es ingobernable, los chavistas no saben ni pueden gobernar, lo único que
hacen es hacer unos videos y unos “reality shows” que transmiten a diario y que
dejan esa amarga impresión que estamos en manos de unos dementes, nuestros
políticos que se auto-erigieron como nuestros representantes lo que hacen es
viajar, explicándole al mundo lo obvio y reclamando unas elecciones, que en las
actuales circunstancias no sirven de nada, porque quienes quieren ser gobierno
no saben qué hacer, si no repetir lo que éramos antes del chavismo.
Nihilismo,
confusión, desorden, violencia y muerte signan los tiempos que vivimos, pero,
aún así, hay quitarle al chavismo la oportunidad de que se recupere, de que
tome oxígeno. En estas circunstancias, nuestro dilema está entre un colapso
general y rápido o una agonía lenta y larga; si la gente decidiera no ayudar al
régimen, no colaborar con él, si le retiráramos todo el apoyo institucional y
ciudadano, si le tapáramos la boca y la nariz para que deje de respirar,
estaríamos haciendo un acto humanitario con las familias de los mismos
chavistas, y todos nuestros muchachos tendrían una oportunidad. El mundo está
allá afuera, aguardando los últimos estertores del régimen; hagámosle un sepuku, acabemos con su miseria y dolor.
Sólo
si el chavismo es desalojado del poder el país podría tener una oportunidad,
pero habría que hacer una limpieza profunda, salir de toda la escoria que
queda, de todos sus monigotes, de los que hablan por medio de ventrílocuos, de
los que usan uniforme y gritan “Patria, Socialismo o Muerte”, de los ilusos que
creen en el legado de Chávez, y de aquellos comunistas que creen que los
chavistas no era verdaderos comunistas, y que ahora les toca el turno a los
verdaderos comunistas para hacer realidad el auténtico comunismo. -
saulgodoy@gmail.com
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