viernes, 30 de marzo de 2018

Entendiendo el momento



La situación de los chavistas en el poder se hace cada minuto más crítica. Maduro y su combo la tienen difícil, cada día se les complica la vida más y más, con lo que el desespero aumenta, al igual que el miedo y la locura; es una espiral que ya aprieta al final de la bajada y, como era de esperarse, el pueblo de Venezuela, la gente de a pie, está pagando un precio muy alto en sufrimiento.
Los chavistas no pueden actuar sino como los criminales y cobardes que han sido siempre, nos tienen a todos los ciudadanos de rehenes, como escudos humanos, tratando de protegerse ellos del repudio de occidente, de las  estrategias de ahogamiento y de las sanciones, tanto que ya se les hace imposible razonar.
No midieron las consecuencias de sus actos y desplantes con el Imperio; creyeron que el mundo les permitiría burlarse del orden y la ley, que eran los tiempos de relatividad postmodernista y de una multipolaridad muy mal entendida; estaban convencidos de que  la comunidad internacional les iba a permitir comportarse como unos gamberros, promoviendo el desorden, los insultos, el crimen… y lo creyeron porque a Chávez se lo permitieron y se lo permitieron porque era un fenómeno desconocido en el mundo, un gobierno de la mentira, la trampa, la hipocresía, el doble discurso, que occidente no estaba acostumbrado a manejar, porque el mundo civilizado estaba preparado para la confrontación entre contrarios, no para quien decía ser tu amigo y ahora trataba de hacerte daño, no para una sociedad que por largo tiempo se comportó como aliada y amiga de occidente y, de pronto, ya no sabías con quién estabas hablando.
Los chavistas nunca fueron claros y transparentes con nadie, ni siquiera entre ellos, todo era una pose, un embuste, un discurso, mientras que en las sombras hacían todo lo contrario; decían estar haciendo patria cuando la estaban destruyendo; anunciaban querer prosperar cuando estaban arruinando la economía; se llenaban la boca con amor y alardeaban de promover la paz, cuando armaban a sus bandas y las soltaban para agredir a la sociedad; se definían como humanistas y presumían de buscar la armonía entre los pueblos del mundo, pero estaban conspirando e interviniendo en la política interna de otras naciones para promover a los grupos más radicales y violentos de la izquierda internacional…
Cuando declaraban que estaban cooperando con la lucha contra las drogas lo que en realidad hacían era montar nuevos y más agresivos carteles de traficantes, volcando toneladas de dinero mal habido por la corrupción en otras economías, para contaminarlas y desestabilizarlas, comprando conciencias con el propósito de romper con el orden social y cambiar el equilibrio de las fuerzas en las regiones, para favorecer a su amo verdadero, el comunismo internacional.
Para sorpresa del mundo civilizado, en un país que por décadas había tenido un comportamiento ejemplar como factor de paz, democracia y progreso, de un día para otro, su gente decidió entregarle el poder a una banda de ladrones; hubo de pasar un tiempo para que esta realidad fuera entendida y probada; una vez verificada, el mundo se defendió, pero de una manera novedosa.
Y lo hizo no como acostumbraba hacerlo, confrontando militarmente la amenaza, sino propiciando un mecanismo de aislamiento, de ahogo, dejando que los propios errores del régimen lo hundieran, ¿Por qué ese cambio de estrategia?, entre otras razones porque había demasiados puntos calientes en el globo, regiones en crisis que sí ameritaban una atención militar de occidente y, también, porque la misma oposición política venezolana, los factores supuestamente democráticos, empezaron a hacerles el juego a los pillos y crearon una enorme confusión: políticos infiltrados, posiciones blandengues, contradicciones productos de errores y apetitos serviles complicaron el panorama, al punto que la comunidad internacional ya no sabía quién era el enemigo y quien el aliado… y como todavía lo siguen haciendo, nos tienen aplicada una llave de asfixia mecánica, donde ya los pillos se están poniendo morados (pero el país pagando con mengua).
Todo apunta al desgaste, a llevar al chavismo a que reviente él solito, a que se empiecen a comer entre ellos (lo que ya está sucediendo), y a que venga un desenlace que permita una intervención humanitaria sin mucho coste humano y de recursos.
Como ya vemos, la oposición de los partidos políticos sigue jugando al oportunismo más vil, los militares están inmovilizados por el temor al aparato de inteligencia cubano, que los tiene en jaque, la sociedad civil todavía anda preguntándose si van o no van a las elecciones fraudulentas, dudando si la salida electoral todavía existe. El discurso cobarde de la oposición, supuestamente democrático, que promueve salidas pacíficas, constitucionales y electorales ha calado profundamente, no hay manera de coordinar una resistencia organizada en otro sentido, sino en el de esperar a que los partidos políticos se pongan de acuerdo.
La izquierda decimonónica venezolana no descansa, pretende estar involucrada en cada salida que se propone, y allí está el fracaso del Frente Amplio, no hay manera de trabajar con los mismos que han llevado a la ruina al país, la ideología que profesan los hace inservibles para los propósitos de reconstrucción de Venezuela, sufren de ceguera, de cretinismo moral y eso los hace incapaces de entender que no son más que un problema; su visión del mundo fracasó, hundieron al país y todavía tienen la ilusa pretensión de seguir aplicando su receta de un estado fuerte, centralizado, de justicia social e igualdad.
En las condiciones de inopia económica que estamos viviendo, en pleno derrumbe de la Venezuela petrolera, en la cancelación de toda oportunidad de generar riqueza y de sostener una moneda que funcione como instrumento de cambio, muchas personas y empresas se venden al mejor (al único) postor, que sigue siendo el gobierno, porque éste dispone todavía de los magros recursos de la hacienda pública y del narcotráfico, haciendo que toda posibilidad de sostener una estrategia común sea saboteada por los chavistas, que ya se saben perdidos en el mundo y se aferran desesperadamente al territorio saqueado, para llevarse consigo el mayor número de almas posibles a las profundidades del infierno.
El país es ingobernable, los chavistas no saben ni pueden gobernar, lo único que hacen es hacer unos videos y unos “reality shows” que transmiten a diario y que dejan esa amarga impresión que estamos en manos de unos dementes, nuestros políticos que se auto-erigieron como nuestros representantes lo que hacen es viajar, explicándole al mundo lo obvio y reclamando unas elecciones, que en las actuales circunstancias no sirven de nada, porque quienes quieren ser gobierno no saben qué hacer, si no repetir lo que éramos antes del chavismo.
Nihilismo, confusión, desorden, violencia y muerte signan los tiempos que vivimos, pero, aún así, hay quitarle al chavismo la oportunidad de que se recupere, de que tome oxígeno. En estas circunstancias, nuestro dilema está entre un colapso general y rápido o una agonía lenta y larga; si la gente decidiera no ayudar al régimen, no colaborar con él, si le retiráramos todo el apoyo institucional y ciudadano, si le tapáramos la boca y la nariz para que deje de respirar, estaríamos haciendo un acto humanitario con las familias de los mismos chavistas, y todos nuestros muchachos tendrían una oportunidad. El mundo está allá afuera, aguardando los últimos estertores del régimen; hagámosle un sepuku, acabemos con su miseria y dolor.
Sólo si el chavismo es desalojado del poder el país podría tener una oportunidad, pero habría que hacer una limpieza profunda, salir de toda la escoria que queda, de todos sus monigotes, de los que hablan por medio de ventrílocuos, de los que usan uniforme y gritan “Patria, Socialismo o Muerte”, de los ilusos que creen en el legado de Chávez, y de aquellos comunistas que creen que los chavistas no era verdaderos comunistas, y que ahora les toca el turno a los verdaderos comunistas para hacer realidad el auténtico comunismo.   -  saulgodoy@gmail.com





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