Hace
eones atrás, cuando tenía quince años de edad, una de mis lecturas favoritas
fueron las novelitas baratas (pulp
fiction) que salían casi que todas las semanas y vendían en kioskos y
librerías por todo el país, mi gusto era la ciencia ficción, la de vaqueros y
las de detective o novelas negras (incluyo las de espionaje).
Fue a
finales de los sesenta del pasado siglo que descubrí una serie de novelas cuyo
sugestivo título empezaba por Mátame en…
y seguía el exótico nombre de algún lugar en el misterioso oriente, Atami (1962), Hong Kong (1976), Roppongi
(1967), Shimbashi (1959), Shinjunku (1961), Tokio (1958), Yokohama
(1960), Yokosuka (1966), Ginza (1962).
Su
autor era un tal Earl Norman, y su personaje, un detective sin licencia
trabajando en el Japón de la post-guerra de nombre Burns Bannion.
Las
editaba la editorial Diana de México en tirajes de 18.000 ejemplares, yo apenas
pude coleccionar seis de ellas, tres se me extraviaron en las diferentes
mudanzas, y conservo como un tesoro a tres, Ginza, Roppongi y Yokosuka, primera
edición y en buen estado, su traductor del inglés siempre fue René Calderón
Barrios de las publicaciones originales de Berkley
Publishing Corporation, quienes tenían los derechos sobre la obra.
Las
leí recientemente y puedo asegurarles que aún conservan su “toque”, de más está
decirles que fueron un éxito en ventas cuando salieron, en lo personal me
sentía a gusto con Bannion, uno de los tipos más rudos y violentos en el mundo
detectivesco, que además sufría de satiriasis, se la pasaba buscando mujeres,
conquistándolas y llevándolas a la cama sin respiro, hoy en día estaría
considerado como un machista irredento que solo ve en las mujeres el placer que
le pueden proporcionar, también era homofóbico y nunca comprendió la tendencia
de algunos japoneses para el travestismo, aunque tenía su corazoncito y se
echaba sus enamoradas.
Bannion
era un experto karateca, que para la época era algo exótico, todavía no se
iniciaba la fiebre de la artes marciales en el mundo, Bruce Lee era todavía un
proyecto y Bannon se la pasaba descogotando y magullando yakusas, matones y chulos en los tugurios más peligrosos de Japón,
Norman se tomaba su tiempo describiendo los golpes y sus efectos en los pillos
y en los que recibía ‘el duro’ de Bannion, que no eran pocos; no era ningún
detective, no tenía licencia para ejercer la profesión ya que era ilegal para
un extranjero, pero tenía sus conexiones dentro de la policía de Tokio, pues
practicaba karate en el dojo del
profesor Mizutani con algunos altos oficiales de la ley.
Para
poder quedarse en Japón luego de prestar servicio como soldado, había
conseguido una especie de beca de estudio en la universidad, pero su verdadero
interés era seguir perfeccionando su karate y tratando de copular con el mayor
número de geishas posibles, tenía buenas amistades dentro del mundillo de
periodistas, empresarios y diplomáticos extranjeros y trabajo no le faltaba, y
a 10 mil yenes diarios, mas gastos, estaba disponible para encontrar personas
desaparecidas, como guardaespaldas, para llevar recados, enseñar lecciones de
urbanidad y saldar deudas.
Casi
1,90 de estatura, catire, de pelo casi blanco, corpulento como un toro, en sus
tempranos treinta, era una figura inconfundible en los clubes de striptease,
burdeles y bares de mala muerte de un país en plena reconstrucción, su
característica más notoria eran su rostro y las manos de yunque que eran
temidas como armas letales.
En Mátame en el Ginza, un barrio de lo
peor en Tokio, Bannion se encuentra en el local nocturno llamado Las Profundidades Inferiores, cuyo dueño
era un criminal llamado Casa del Osario, el detective está acompañado de la
bella modelo Bay-bee, quien era empleada y amante ocasional de Osario, están
sentados en una especie de reservado cerca de la pista de baile donde toca una
pequeña orquesta, de pronto hace presencia Osario, la música se convierte en
fanfarria, las luces iluminan al recién llegado, todos hacen un silencio respetuoso,
la figura solamente dice: -Fui al ballet
Eso fue todo lo que dijo. Las luces
volvieron a su intensidad normal… oscura, muy oscura. La banda principió a
tocar música tipo do-don-pa. Bay-bee
gruñó.
-El cerdo fue al ballet. Sin duda el
bastardo se quedó a perseguir a las bailarinas jóvenes.
Osario estaba de pié a la orilla de la
pista de baile, en una especie de ensueño. Noté que ninguno de los bailarines
chocó contra él. Se hallaba de pié bajo la luz del reflector que iluminaba la
pista de baile. Esto me dio la oportunidad de verlo bien.
Era bajo y moreno; grueso, casi gordo.
Llevaba inmaculados guantes blancos de cabritilla. A pesar de todo esto, se
veía como un demonio. No quiero utilizar la expresión que se usa para describir
una apariencia desaliñada; quiero decir que este personaje se parecía al mismo
viejo maligno, con barba puntiaguda y todo. A pesar de eso era apasionante,
realmente. O le agradaba a uno a primera vista, o le repugnaba. ¡Yo aborrecí
sus apestosas entrañas a primera vista!
Mi concentración atrajo su atención,
aunque nunca sabré como pudo verme en la oscuridad. Todavía así, sus ojos
brillaban mientras se acercaba al gabinete. Se detuvo junto a nosotros como en
trance, respirando pesadamente como Jackie Gleason. Creí que iba a ordenar a
Bay-bee que me abandonara, en cuyo caso habría tenido dificultades, ¡y grandes
dificultades!
Chasqueó sus dedos enguantados, Joe Asia
salió de la oscuridad, trayendo una silla. Sin ser invitado ni preguntar, Casa
de Osario se plantó en nuestro gabinete.
Estaba a punto de decirle que se
largara, cuando Bay-bee, sintiéndolo, me presionó bajo la mesa. Permanecí en
silencio. Osario me miró a la cara por unos segundos. Aparecieron
repentinamente bebidas sobre la mesa. Eso ganó un leve punto a su favor, pero no
muy considerable. Continuó mirándome a la cara, como si estuviera
memorizándola. Habló y me sorprendió:
-Usted debe ser un criminal, señor
-¿Eh?
-Debe ser un criminal para tener una
cara como la suya.
-Señor, tengo unas palabras de
advertencia para usted. ¡Está buscando una boca hinchada!
-Oh, no intentaba ofenderlo. Más bien lo
digo como un cumplido. Tener una cara como la suya… oh, es la personificación
de la maldad. ¡Cuando pienso en las golpizas que debe haber recibido para que
su cara quedara en esas condiciones!
-Hermano, usted puede tener una cara así
en cero segundos cerrados; siga parloteando y le prometo que la tendrá.
Mis dedos estaban rodeando su corbata,
aunque odié tocarlo. No lo intimidé en lo más mínimo. Solamente esbozó una
sonrisa torcida y apartó mi mano. Tenía más que decir.
-Señor, para ser criminal se requiere
ofender a la sociedad y me atrevo a decir, al mirar su cara, que debió haber
veces en que cometió actos que ultrajaron tanto a la naturaleza como a la
sociedad.
-Hombre, tengo grandes noticias para
usted. ¡Está loco!
-No, usted no puede decir eso. ¿Quién es
usted para decidir si uno está cuerdo o no? ¿Quién soy yo o cualquiera, para
decidirlo? ¿No vivimos en tiempos de guerra, plagas, hambre y asesinatos? Todo
esto es necesario para burlar las leyes de la naturaleza y el hombre, sea
instrumento u objeto de estos efectos, no debía ser criminal en un caso, más de
lo que sería víctima en el otro.
Miré a Bay-bee quien parecía estar
hundida en pensamientos. Parecía estar bebiendo toda la basura de Osario. En
cuanto a mí, todo aquello estaba por encima de mi cabeza. Se lo dije:
-Osario, está hablando desde la nube
número nueve, Baje hacia nosotros, los tipos comunes.
-Sabe mi nombre. Un nombre delicioso
¿verdad, Señor Bannion?
-¿Así que usted también conoce mi
nombre? Bueno, recuérdelo bien, Osario. Lo estará oyendo mucho, a partir de
ahora.
-Oh, ya lo he estado oyendo, señor
Bannion. En verdad lo he oído. Pero permítame seguir con mi tema predilecto.
Como estaba diciendo sin duda el hombre es víctima cuando se dobla ante los
golpes de la mala suerte. ¿Pero el criminal jamás? El criminal da forma a sus
propios fines. Si es hábil, no tiene cómplices. El criminal nunca dejará salir
un secreto de su boca. El criminal genuino siempre actuará solo. Nada es más
peligroso que un cómplice, o hay que despacharlos tan pronto como uno los haya
utilizado.
-Osario, si está intentando darme un
aviso, dígalo sin rodeos. No ande con evasivas.
-Vamos, señor Bannion. ¿Necesito hacer
más que establecer los hechos? Todos nacemos como enemigos. Si la hermandad y
la virtud fueran inherentes en el hombre, él tendría noción de ellas al nacer y
esto lo colocaría en el estado primitivo del hombre salvaje, completamente lo
opuesto de lo que sabemos que es. El hombre recibe sus impresiones de la
naturaleza y no puede permitirse las extravagancias de tener los mismos
motivos. Todo esto conduce a la causa por la cual la pena de muerte debe ser
eliminada, pues la pena de muerte nunca ha reprimido al crimen.
-Supongo que ahora está intentando
decirme que aprueba el asesinato.
-El punto que he estado intentando
establecer, seños Bannion, es que el hombre sigue los impulsos de la naturaleza
cuando se permite el homicidio. Es la naturaleza la que le aconseja destruir a
su prójimo. Es imposible que el asesinato sea una afrenta a la naturaleza, ¿Qué
tipo de crimen es el asesinato? La ciencia tiene necesidad de apoyar el asesinato
cuando envía un hombre al espacio. Entonces ¿el asesinato es un crimen contra
la sociedad? Los hombres tienen una ceguera extraña, cuando recompensan en la
guerra a sus asesinos más consumados. ¿Ha tenido alguna vez la muerte de un
individuo alguna gran influencia sobre la masa general?
-Osario, ¿Cuántas personas hay a quienes
les agradaría asesinarlo?
-Yo diría que muchas, señor Bannion.
Muchas, ¿Por qué me lo pregunta?
-¡Porque me gustaría ser puesto a la
cabeza de la lista!
-Eso es lo que deseaba que dijera, señor
Bannion. Por eso le hice mis confidencias. Por eso le he revelado mis
pensamientos internos. Creo que pudiéramos hacer tratos y ciertos arreglos,
negocios grandes, maravillosos.
-El asunto, Osario, el convenio. ¿Cuál
es el trato?
-Quiero contratarlo para cometer un
asesinato, señor Bannion. No debe ser muy difícil. Es un viejo muy frágil y
usted un asesino entrenado. Con sus manos entrenadas para el karate, podría
despacharlo con la mayor facilidad.
-¿Que le hace pensar que cometería un
asesinato por usted, Osario?
-Simplemente esto. Usted tiene afición
al dinero y yo tengo dinero… mucho dinero.
Diálogos
estrambóticos como este y situaciones a veces hilarantes, se desarrollan en los
casos de Bannion con algunas observaciones del autor que revisten cierto
interés sociológico para el Japón de la época. Algunos de sus críticos dicen de
la narrativa de Norman, que cuando se lo propone puede escribir muy bien, pero
el grueso de su obra no pasa de ser esta literatura barata escrita para
entretener y no pensar mucho.
Bill
Pronzini, el experto en novela negra, en sus dos volúmenes de Alternative Classic Mystery le dedica
algunas líneas nada memorables.
Earl
Norman fue en realidad un ex marine que hizo servicio en el Japón durante la
Segunda Guerra Mundial, luego decidió quedarse, y entre sus muchos trabajos
estaba el de servir de enlace con las compañías productoras de Hollywood para
apoyarlos durante las filmaciones, fue así como conoció a John Wayne mientras
filmaba El Bárbaro y la Geisha, fue
su compañero de bares para la ocasión y la juerga y que fue legendaria.
Las
novelas le proporcionaron cierto éxito pero más nunca volvieron a reeditarse,
muy pocas se pueden conseguir en internet, y los libros originales, libros
todos de bolsillo, alcanzan en E-Bay precios de entre 60 y 140 dólares, son
considerados piezas de coleccionistas.
Yo
gocé un mundo con estas historias, algunas absurdas pero todas divertidas,
mucha violencia, sexo y sake, nada profundo, pero sí muy exóticas. -
saulgodoy@gmail.com
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