lunes, 30 de abril de 2018

El reto para los venezolanos de la Tercera Edad



Como todos sabemos, Venezuela ha quedado al garete en asuntos estadísticos, sobre todo en aquellas cifras que corresponden las líneas fundamentales de nuestra condición como país civilizado.  Por cortesía del Socialismo del Siglo XXI, no tenemos ninguna cifra confiable sobre nuestra condición como sociedad y país. El chavismo se ha encargado, si no de borrarlas y olvidarlas, entonces de manipularlas y adulterarlas, de acuerdo a su conveniencia política; no sabemos en realidad cuántos somos, quiénes votan, o fallecen, qué cantidad de pobres tenemos, o qué número de industrias nos queda, cuántos enfermos de paludismo tenemos, cuántos niños nacen cada año…
Vamos navegando a ciegas en el presente, con estimados, con cifras gruesas, con aproximaciones; de todas nuestras cuentas, las que no se les ha entregado a los cubanos para que “las administren”, se han dejado perder en libros que no se han actualizado en décadas; nuestros ministerios, nuestras gobernaciones y alcaldías se han convertido en cajas negras, donde nadie sabe qué sucede a ciencia cierta.
En economía, en salud, en educación, en asuntos migratorios y de alimentación, en vivienda, nombre usted un sector de importancia de nuestra nación, y cuando pregunta por un número, para medir inversión o establecer rendimiento de seguro tendrá tres o cuatro respuestas, con márgenes de error que van entre un 20 y 30%, con lo cual nadie puede planificar, hacer presupuestos, distribuir bienes y servicios, y mucho menos, hacer prospección.
Para el comienzo del milenio ya Venezuela experimentaba problemas con el envejecimiento de su población; si bien veníamos de ser un país joven, con una tasa de nacimientos por encima de las defunciones, ya los expertos en población de los organismos internacionales, nos advertían que nos estábamos desacelerando en el crecimiento demográfico, esos jóvenes maduraban y no había la misma rata de crecimiento poblacional; si hubiéramos tenido profesionales responsables manejando este asunto, ya se habrían puesto en marcha políticas públicas que atendieran este delicado asunto, pero no fue así.
Contamos hoy en día con cerca de 3 millones de pensionados, para el 2030 se calculaba unos 5 millones, una enorme cantidad de personas dependientes de la seguridad de un estado que no produce sino miseria y muerte, inflación y corrupción; y no tenemos una población activa y dispuesta al trabajo que pueda mantener a esos 5 millones de personas retiradas, no hay cómo, las cuentas no dan.
Para que se den una idea, tomemos el ejemplo de Australia. En 1999, Australia tenía 2.5 millones de personas sobre los 65 años de edad, con una relación de dependencia de 5 personas en edad productiva por cada pensionado; para el año de 2041 se estima que esa relación será de 2.5 personas en edad productiva por cada pensionado, a menos que se tomen medidas para compensar estas desigualdades.
Lo peor de las cuentas que saco, es que han huido del país cerca de 4 millones de nuestros jóvenes en plena capacidad productiva, profesionales formados en el país que van a dar lo mejor de sí en otras sociedades en el extranjero, dejando a su país a la buena de Dios y que dudo mucho vayan a volver.
Debemos hacer nuevos censos de población para sincerar nuestra realidad ¿Cuánta población joven, en edad productiva, nos queda? ¿Pueden asumir ellos solos el reto de mantener la carga de la seguridad social para tantos pensionados? De los resultados de ese censo va a depender mucha de la representatividad política, que jugará su papel estelar en los tiempos por venir, porque no olvidemos que el castrochavismo aplicó una serie de medidas eugenésicas en Venezuela, con el propósito de darle la “solución definitiva” a muchos de nuestros compatriotas de la Tercera Edad, y una buena parte de ellos murieron por falta de atención médica, otros por desnutrición, muchos de ellos por simple abandono, violando su derecho a la vida digna.
Todas las alarmas están encendidas, Venezuela se descapitaliza aceleradamente del recurso humano joven, preparado para asumir los retos de la reconstrucción; nos estamos quedando con una población envejecida y en retiro, lo que significa que nos estamos convirtiendo en un país inviable. No hay manera que, en las actuales circunstancias, podamos afrontar el futuro inmediato, a menos que se tomen medidas heroicas, entre las cuales están las siguientes:
1-      Hay que salir del chavismo lo más pronto posible y cancelar cualquier oportunidad para que regresen al poder, en cualquiera de sus modalidades.
2-      Tenemos que cambiar de paradigma, olvidarnos de la idea de que esos 4 millones de expatriados van a regresar en el corto plazo; ya se fueron, no debemos contar con ellos sino para que nos representen en el mundo.
3-       Tenemos que contarnos, pero de verdad, y saber cuántos quedamos, en qué condiciones; no podemos olvidar que vamos a tener problemas graves para sustentar a una población infantil desnutrida y con graves problemas cognitivos y de crecimiento, dadas las carencias que han padecido en sus primeros años de formación, lo que aumentará la población dependiente.
4-      Debemos de inmediato hacer inventario de cuántas personas de la Tercera Edad están en condiciones de trabajo efectivo, cuántos somos capaces de valernos por nuestra cuenta y aportar con trabajo a la sociedad, principalmente en labores productivas que generen divisas para el país y, principalmente, cuantos años útiles tenemos antes de nuestro declive físico y mental.
5-      La edad de retiro, a los 60 años para el hombre y 55 para la mujer, deberán ser extendidos a los 70 años para el hombre y la mujer.
6-      Se debe hacer un notable esfuerzo por incorporar a la mujer al mercado laboral, en igualdad de condiciones que el hombre; la mayoría de edad para las personas debemos ubicarla a los 15 años y no a los 18.
7-      Se debe diseñar un plan nacional migratorio de emergencia para darle cabida a personas jóvenes de otras partes del mundo (un dato: los países de mayor crecimiento demográfico se encuentran en África y del sureste asiático, es decir, allí la población joven está creciendo), para incorporarlos a los esfuerzos de reconstrucción del país; igualmente debemos pensar en un plan de inseminación artificial a madres contratadas en otros países, para que nos leguen sus hijos, debemos crear un programa de adopción nacional por parte de instituciones del estado, para atender y educar a estos nuevos niños.
8-      Se debe comprender un plan nacional de empleo productivo para personas discapacitadas. Debemos hacer una reingeniería de la Seguridad Social en el país, hay que invertir en fondos de pensiones manejados por firmas internacionales capaces de incrementar esos capitales de manera rápida y eficiente.
9-      Los planes de empleo para personas mayores de 60 años deben contemplar algunas consideraciones, especialmente en horas efectivas de trabajo y como aprovecharlas para la instrucción de oficios y profesiones, sobre todo para construir ciudadanía.
10-  Preparar al país para una gerontocracia, porque no tenemos otra opción sino que las personas de la Tercera Edad  enfrentemos el reto de llevar al país hacia el futuro, lo que implica acondicionar su infraestructura para una población mayoritariamente de ancianos.

No hay que temerle a las gerontocracias. La historia nos demuestra que, en ciertas circunstancias, son necesarias y pueden salvar a los países, si se hace un esfuerzo inteligente y planificado; esto va a implicar un cambio de estilo de vida, de consumo, de política, que vamos a compartir con otros países del orbe como Japón, China y buena parte de Europa, lo que implica, que debemos automatizar muchos de los servicios hacia las personas de la Tercera Edad, concentrar nuestros esfuerzos en levantar la producción, consiguiendo gente joven para realizar el trabajo pesado o que requiera de esfuerzos intensivos de atención, como los trabajos de precisión.
El principal problema de las gerontocracias es que el horizonte de inversiones productivas tiende a ser a corto plazo, no invierten en educación ya que el capital humano es limitado, la propensión a las reformas disminuye, por lo que las economías no se muestran tan vitales, prefiriendo el gasto en asegurar comodidades y atenciones a la salud que en inversiones riesgosas y a largo plazo.
Contamos con la buena fortuna de que nuestra riqueza energética se encuentra a salvo, bajo tierra, y que sólo debemos sacarla, transformarla y ponerla a disposición del mundo, lo cual va a conllevar traer al país la mayor parte de esa fuerza laboral calificada; nuestro reto es hacer que se queden y nos ayuden a reconstruir el país.
Las ventajas que tenemos los de nuestra generación, los que ya estamos pisando la Tercera Edad, son las siguientes: somos una generación de personas sanas, muy bien alimentadas (descontando estos últimos años) y con una expectativa de vida mayor que ninguna otra generación anterior; estamos mejor preparados, con experiencias valiosas; la mayor parte de nosotros seguimos activos, produciendo, algunos con muy buenas condiciones económicas; y contando con una pronta renta petrolera, reactivando la industria minera del país, como somos ahora tan pocos, podremos obtener mayor renta per cápita, lo que implica mayores oportunidades de emprendimientos.
No nos podemos quedar con los brazos cruzados en un país desolado; debemos actuar, y nos toca el reto a quienes deberíamos estar preparándonos para el reposo del guerrero. Pues, no habrá tal reposo, debemos recoger el testigo y avanzar hacia el porvenir. En muy corto tiempo, vamos a convertirnos en los ancianos más ‘embraguetados’ del planeta, el ejemplo de cómo una sociedad sobrevive, a pesar de todas las desventajas que un puñado de desgraciados e hijos de hetairas, ladrones, socialistas, narcotraficantes y asesinos, llamados chavistas, quisieron imponernos, pero no pudieron.  -   saulgodoy@gmail.com

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