Como
todos sabemos, Venezuela ha quedado al garete en asuntos estadísticos, sobre
todo en aquellas cifras que corresponden las líneas fundamentales de nuestra
condición como país civilizado. Por
cortesía del Socialismo del Siglo XXI, no tenemos ninguna cifra confiable sobre
nuestra condición como sociedad y país. El chavismo se ha encargado, si no de
borrarlas y olvidarlas, entonces de manipularlas y adulterarlas, de acuerdo a
su conveniencia política; no sabemos en realidad cuántos somos, quiénes votan,
o fallecen, qué cantidad de pobres tenemos, o qué número de industrias nos
queda, cuántos enfermos de paludismo tenemos, cuántos niños nacen cada año…
Vamos
navegando a ciegas en el presente, con estimados, con cifras gruesas, con
aproximaciones; de todas nuestras cuentas, las que no se les ha entregado a los
cubanos para que “las administren”, se han dejado perder en libros que no se
han actualizado en décadas; nuestros ministerios, nuestras gobernaciones y
alcaldías se han convertido en cajas negras, donde nadie sabe qué sucede a
ciencia cierta.
En
economía, en salud, en educación, en asuntos migratorios y de alimentación, en
vivienda, nombre usted un sector de importancia de nuestra nación, y cuando
pregunta por un número, para medir inversión o establecer rendimiento de seguro
tendrá tres o cuatro respuestas, con márgenes de error que van entre un 20 y
30%, con lo cual nadie puede planificar, hacer presupuestos, distribuir bienes
y servicios, y mucho menos, hacer prospección.
Para
el comienzo del milenio ya Venezuela experimentaba problemas con el
envejecimiento de su población; si bien veníamos de ser un país joven, con una
tasa de nacimientos por encima de las defunciones, ya los expertos en población
de los organismos internacionales, nos advertían que nos estábamos
desacelerando en el crecimiento demográfico, esos jóvenes maduraban y no había
la misma rata de crecimiento poblacional; si hubiéramos tenido profesionales
responsables manejando este asunto, ya se habrían puesto en marcha políticas
públicas que atendieran este delicado asunto, pero no fue así.
Contamos
hoy en día con cerca de 3 millones de pensionados, para el 2030 se calculaba
unos 5 millones, una enorme cantidad de personas dependientes de la seguridad
de un estado que no produce sino miseria y muerte, inflación y corrupción; y no
tenemos una población activa y dispuesta al trabajo que pueda mantener a esos 5
millones de personas retiradas, no hay cómo, las cuentas no dan.
Para
que se den una idea, tomemos el ejemplo de Australia. En 1999, Australia tenía
2.5 millones de personas sobre los 65 años de edad, con una relación de
dependencia de 5 personas en edad productiva por cada pensionado; para el año
de 2041 se estima que esa relación será de 2.5 personas en edad productiva por cada
pensionado, a menos que se tomen medidas para compensar estas desigualdades.
Lo peor
de las cuentas que saco, es que han huido del país cerca de 4 millones de nuestros
jóvenes en plena capacidad productiva, profesionales formados en el país que
van a dar lo mejor de sí en otras sociedades en el extranjero, dejando a su
país a la buena de Dios y que dudo mucho vayan a volver.
Debemos
hacer nuevos censos de población para sincerar nuestra realidad ¿Cuánta
población joven, en edad productiva, nos queda? ¿Pueden asumir ellos solos el
reto de mantener la carga de la seguridad social para tantos pensionados? De
los resultados de ese censo va a depender mucha de la representatividad
política, que jugará su papel estelar en los tiempos por venir, porque no
olvidemos que el castrochavismo aplicó una serie de medidas eugenésicas en
Venezuela, con el propósito de darle la “solución definitiva” a muchos de
nuestros compatriotas de la Tercera Edad, y una buena parte de ellos murieron
por falta de atención médica, otros por desnutrición, muchos de ellos por
simple abandono, violando su derecho a la vida digna.
Todas
las alarmas están encendidas, Venezuela se descapitaliza aceleradamente del
recurso humano joven, preparado para asumir los retos de la reconstrucción; nos
estamos quedando con una población envejecida y en retiro, lo que significa que
nos estamos convirtiendo en un país inviable. No hay manera que, en las
actuales circunstancias, podamos afrontar el futuro inmediato, a menos que se
tomen medidas heroicas, entre las cuales están las siguientes:
1- Hay que salir del chavismo lo más
pronto posible y cancelar cualquier oportunidad para que regresen al poder, en
cualquiera de sus modalidades.
2- Tenemos que cambiar de paradigma,
olvidarnos de la idea de que esos 4 millones de expatriados van a regresar en
el corto plazo; ya se fueron, no debemos contar con ellos sino para que nos
representen en el mundo.
3- Tenemos que contarnos, pero de verdad, y saber
cuántos quedamos, en qué condiciones; no podemos olvidar que vamos a tener
problemas graves para sustentar a una población infantil desnutrida y con
graves problemas cognitivos y de crecimiento, dadas las carencias que han
padecido en sus primeros años de formación, lo que aumentará la población
dependiente.
4- Debemos de inmediato hacer
inventario de cuántas personas de la Tercera Edad están en condiciones de
trabajo efectivo, cuántos somos capaces de valernos por nuestra cuenta y
aportar con trabajo a la sociedad, principalmente en labores productivas que
generen divisas para el país y, principalmente, cuantos años útiles tenemos antes
de nuestro declive físico y mental.
5- La edad de retiro, a los 60 años
para el hombre y 55 para la mujer, deberán ser extendidos a los 70 años para el
hombre y la mujer.
6- Se debe hacer un notable esfuerzo
por incorporar a la mujer al mercado laboral, en igualdad de condiciones que el
hombre; la mayoría de edad para las personas debemos ubicarla a los 15 años y
no a los 18.
7- Se debe diseñar un plan nacional
migratorio de emergencia para darle cabida a personas jóvenes de otras partes
del mundo (un dato: los países de mayor crecimiento demográfico se encuentran
en África y del sureste asiático, es decir, allí la población joven está
creciendo), para incorporarlos a los esfuerzos de reconstrucción del país;
igualmente debemos pensar en un plan de inseminación artificial a madres
contratadas en otros países, para que nos leguen sus hijos, debemos crear un
programa de adopción nacional por parte de instituciones del estado, para
atender y educar a estos nuevos niños.
8- Se debe comprender un plan
nacional de empleo productivo para personas discapacitadas. Debemos hacer una
reingeniería de la Seguridad Social en el país, hay que invertir en fondos de
pensiones manejados por firmas internacionales capaces de incrementar esos
capitales de manera rápida y eficiente.
9- Los planes de empleo para
personas mayores de 60 años deben contemplar algunas consideraciones,
especialmente en horas efectivas de trabajo y como aprovecharlas para la
instrucción de oficios y profesiones, sobre todo para construir ciudadanía.
10- Preparar al país para una
gerontocracia, porque no tenemos otra opción sino que las personas de la
Tercera Edad enfrentemos el reto de
llevar al país hacia el futuro, lo que implica acondicionar su infraestructura
para una población mayoritariamente de ancianos.
No
hay que temerle a las gerontocracias. La historia nos demuestra que, en ciertas
circunstancias, son necesarias y pueden salvar a los países, si se hace un esfuerzo
inteligente y planificado; esto va a implicar un cambio de estilo de vida, de
consumo, de política, que vamos a compartir con otros países del orbe como
Japón, China y buena parte de Europa, lo que implica, que debemos automatizar
muchos de los servicios hacia las personas de la Tercera Edad, concentrar
nuestros esfuerzos en levantar la producción, consiguiendo gente joven para
realizar el trabajo pesado o que requiera de esfuerzos intensivos de atención,
como los trabajos de precisión.
El
principal problema de las gerontocracias es que el horizonte de inversiones
productivas tiende a ser a corto plazo, no invierten en educación ya que el
capital humano es limitado, la propensión a las reformas disminuye, por lo que
las economías no se muestran tan vitales, prefiriendo el gasto en asegurar
comodidades y atenciones a la salud que en inversiones riesgosas y a largo
plazo.
Contamos
con la buena fortuna de que nuestra riqueza energética se encuentra a salvo,
bajo tierra, y que sólo debemos sacarla, transformarla y ponerla a disposición
del mundo, lo cual va a conllevar traer al país la mayor parte de esa fuerza
laboral calificada; nuestro reto es hacer que se queden y nos ayuden a
reconstruir el país.
Las
ventajas que tenemos los de nuestra generación, los que ya estamos pisando la
Tercera Edad, son las siguientes: somos una generación de personas sanas, muy
bien alimentadas (descontando estos últimos años) y con una expectativa de vida
mayor que ninguna otra generación anterior; estamos mejor preparados, con
experiencias valiosas; la mayor parte de nosotros seguimos activos,
produciendo, algunos con muy buenas condiciones económicas; y contando con una
pronta renta petrolera, reactivando la industria minera del país, como somos
ahora tan pocos, podremos obtener mayor renta per cápita, lo que implica
mayores oportunidades de emprendimientos.
No
nos podemos quedar con los brazos cruzados en un país desolado; debemos actuar,
y nos toca el reto a quienes deberíamos estar preparándonos para el reposo del
guerrero. Pues, no habrá tal reposo, debemos recoger el testigo y avanzar hacia
el porvenir. En muy corto tiempo, vamos a convertirnos en los ancianos más
‘embraguetados’ del planeta, el ejemplo de cómo una sociedad sobrevive, a pesar
de todas las desventajas que un puñado de desgraciados e hijos de hetairas, ladrones, socialistas, narcotraficantes y
asesinos, llamados chavistas, quisieron imponernos, pero no pudieron. -
saulgodoy@gmail.com
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