Iba a
escuchar la programación regular de la estación de radio que normalmente
escucho en casa al mediodía, cuando de pronto la transmisión se ve interrumpida
por una cadena nacional, era Maduro recibiendo su acreditación del CNE como
ganador de las elecciones.
Como
tenía tiempo sin escucharlo y estaba cocinando, lo dejé para enterarme de su
visión de ese evento donde definitivamente perdió su legitimidad y fue patente
su soledad en el patio de la política, a pesar del certificado de los 6
millones y tantos de votos que el CNE le contabilizó a su favor; el
indocumentado y su partido de sátrapas habían quedado en evidencia cuando todo
el mundo pudo percatarse, en directo y en tiempo real, que las principales
ciudades del país estuvieron solas durante la jornada, y que el grueso de los
votantes registrados no se movilizaron para los comicios.
Tibisay
Lucena, la rectora principal de la organización electoral, con su cara bien
lavada y sin que le temblaran los lentes dijo aquella insólita cifra de
votantes sin el menor titubeo ¿En qué momento y donde aparecieron las colas de
gente votando por el colombiano usurpador? En realidad no fueron 6, sino 8
millones los votantes que nadie nunca vio ejerciendo el voto; calles y centros
vacíos, mesas que parecían abandonadas, funcionarios hablando entre ellos
esperando a los ciudadanos que nunca aparecieron, los medios de comunicación
fuertemente vigilados por las autoridades del Plan República, sólo podía registrar
grupos de gente depositando sus votos, no hubo aquel despliegue de reporteros
entrevistando personas en las colas, haciéndoles preguntas sobre las
incidencias del proceso, inquiriendo a los miembros de mesas sobre la afluencia
del público, nada de eso, apenas algunas tomas cerraditas de personeros del
gobierno votando, entrevistas a personajes claves del proceso llamando a que
ejercieran su derecho, llamados que a medida que transcurría el día se hicieron
más urgentes y desesperados, siempre manteniendo esa sonrisita de triunfo
cantado que todos conocían… aunque la ausencia física de los ciudadanos fue un
problema difícil de tapar, trataron de solventarlo tapándolo.
Ocho
millones de venezolanos que votaron y nadie vio, supongo que el grueso de esos
votantes estuvieron en lugares como Maracaibo, San Cristóbal, Ciudad Bolívar o
Valencia, urbes donde el gobierno se había esforzado en mantener en óptimas
condiciones el funcionamiento de los servicios públicos, en abastecerlas con
comida y medicinas, y con el transporte público funcionando al 100%, porque en
Caracas no fue, la gente que se recorrió la ciudad buscando aunque fuera un
millón de personas en las colas no vieron a nadie, pero es que ni en los
barrios, ni en los caseríos más apartados y con mesas activadas se reportó una
afluencia que pudiera justificar tal cantidad de ciudadanos votando y tal
soledad quedó registrada en todas las redes sociales.
Bueno,
pero supongamos que consiguieron tal cantidad de huellas y firmas en
operaciones remolques de último momento, o en circunscripciones que no estaban
en el mapa, el asunto es que el CNE contabilizó esos votos y Maduro, uno de los
presidentes más querido y respetado de todos los tiempos, que ha logrado que
nuestra economía estuviera funcionando como reloj suizo, con una productividad
envidia de la región, con un control de la inflación cercano al cero por ciento
y unos sueldos que ya nos estaban generando problemas de inmigración, por el
volumen de extranjeros que se peleaban en nuestras fronteras por entrar al país
y vivir el sueño del socialismo del siglo XXI hecho realidad, con la calidad de
vida, el índice de felicidad y las opciones educativas que el país ofrecía, era
muy difícil que un presidente tan popular y simpático no repitiera en una
reelección bien merecida.
Para
los que no se han dado cuenta y creen que lo que estoy diciendo es verdad, no
es así, estoy siendo sarcástico, y esto lo tengo que notar ya que si hay
chavistas leyéndome (debo tener unos 8 millones de ellos, como asiduos
lectores) pudieran no entender el giro y creer que lo que digo es cierto.
Volviendo
a la cadena, Maduro no se ha dado cuenta de que nadie lo quiere, que todos, o
la gran mayoría de venezolanos, lo consideramos el principal culpable de
nuestras penurias, entre ellas ocupar el último lugar de los índices de
desarrollo humano en el mundo, y esto lo digo porque aquel ser enorme y obeso,
que se plantó ante los micrófonos y nos contó una historia fantástica de unos
demócratas a carta cabal, de unos cristianos modelos en probidad, y unos
garantes del estado de derecho como nunca antes había conocido el país, que
fueron reconocidos por la voluntad popular y le dieron la aprobación para que continuaran
gobernando; fue el discurso más contradictorio, la extravagancia verbal más
incongruente y el orador más disociado de la realidad que haya escuchado en mi
vida.
Aquel
hombre no estaba consciente (o aparentaba no estarlo) de las graves amenazas
que se cernían sobre el país y la posibilidad de que pudiera seguir manteniendo
su integridad, todos los problemas de seguridad, financieros, del desastre
económico en puertas, de la grave crisis de salud pública que existía, de las
demandas judiciales en contra del patrimonio de la nación, de las sanciones
impuestas en nuestra contra, de la enormidad del problema laboral, del desastre
de los servicios públicos, del incontrolable auge del crimen y la violencia
callejera, fueron obviados.
Como también
ignoró en sus palabras la precaria situación de los derechos humanos en las
cárceles y prisiones del país, de la devastadora realidad del desabastecimiento
de medicinas en los hospitales, de la terrible condición de la infraestructura
física del país cayéndose a pedazos, de la pavorosa inflación que estaba
haciendo trizas nuestro trabajo productivo.
De lo
que hablaba, era de cuantas elecciones habían ganado, de lo mucho que se había
esforzado el PSUV de mantener a raya a las fieras de la oposición, al imperio
maligno que no había dejado de un solo momento de de desbaratar el esfuerzo heroico
de imponer el socialismo en Venezuela, recordaba que era patria, amor y
dignidad lo que le habían devuelto al pueblo y que a partir de ese momento él,
Nicolás Maduro, el gran demiurgo de la política mundial y que tenía el secreto
de la prosperidad y del desarrollo en sus manos, ahora sí se iba a ocupar de
corregir los desaciertos económicos, de castigara los empresarios culpables de
tanto desaguisado, de llevar el orden y la ley, y de llamar a la díscola
oposición a una nueva mesa de diálogo para recomponer las relaciones, todos
esto con la ayuda de las fuerza armada y el Alto Mando militar.
Por
supuesto no podía terminar su discurso sin los usuales insultos a quienes
consideraban sus enemigos y traidores a la patria, y de dedicarles a los
demonios de la embajada Norteamericana en Caracas, algunas muestras de su poder
divino, soberano y absoluto expulsando de nuestro territorio a los dos
funcionarios de más alta jerarquía que quedaban desea representación
diplomática.
Aquel
personaje que hablaba por la radio en cadena nacional en su supuesta
proclamación como repitiente a la presidencia de la república, obvió durante su
largo discurso, el simple hecho, obvio para todo el país, excepto para él, que
estaba acabado, que lo que hacía era cavar más profundamente su propia tumba
política y es aquí que quiero hacer algunas reflexiones para sus seguidores, familiares,
asociados y compinches.
Nicolás
Maduro está demente, tiene la peculiaridad de que puede convertirse en una
bestia salvaje a medida que se va llenando de odio y rencor, al punto de perder
todo dejo de raciocinio y prudencia, él lo sabe y lo saben sus seguidores,
cuando el momento es apropiado a su gusto y puede relajarse, es un tipo
simpaticón, echador de bromas, le encanta bailar y tocar tumbadoras, echa
chistes y comparte el momento, pero cuando se engorila… es como si tuviera un
diablo adentro que lo convierte en un asesino, en un pistolero del puente Llaguno,
en el ejecutor de asesinatos como el de Oscar Pérez, cuando le late la vena
homicida se convierte en el jefe máximo de todos esos escuadrones de la muerte
que se ocultan bajo el nombre de grupos de acciones especiales de las distintas
policías, de un plumazo es capaz de destruir la carrera militar del oficial mas
encumbrado y ponerlo a comer sus propios excrementos en un hueco bajo tierra,
es el carcelero de centenas de presos políticos a los que tortura a placer, ni
cosquillas siente al momento de negarle presupuestos a los hospitales que
atienden niños y ancianos y que deja morir como si fueran moscas.
Maduro
puede ser un monstruo abyecto y un misil sin dirección que es lo que está
sucediendo en este preciso momento, buscándole camorra justo a quien no debe y
en el peor momento, con el agravante de que no le importa la suerte de quienes
lo acompañan en sus estados de máxima psicosis, todos esos generales,
funcionarios, amigos y allegados que están a su alrededor sonriéndole sus
gracias, pudieran estar corriendo un enorme peligro y salir con las tablas en
la cabeza.
Si ya
es un problema poder disfrutar de las fortunas mal habidas, si para hacer una
simple transferencia de unos piches euros ya toma tanto trabajo y responder a
tantas preguntas por los operadores bancarios, ya ni siquiera pueden pasar
tranquilos por una aduana fuera de Venezuela no vayan sus nombres aparecer en una
lista de esas que andan rodando por allí, imaginen lo que viene después de
hacer agredido de la manera que los hizo al gobierno de los gringos y de
despreciar olímpicamente la opinión de la comunidad internacional sobre la validez
de las elecciones.
El
jefe anda engorilado y son ellos los que deben enfrentar al enemigo, el gordo
pica el pleito y son ellos los que deben responder con las armas justo en el
momento en que ni balas tienen, ya la cosa no es para risas, como en esas
películas viejas del oeste, viene el duelo en el O.K Corral y son ellos los que
tienen que enfrentar al sheriff y sus alguaciles.
Ya
los eslogan y cancioncitas de que “con hambre y sin trabajo con Chávez me
restéo” ya no suenan tan bonitas, el Uh, Ah, Chávez no se va, parece que fue
hace un siglo, y el “Patria, Socialismo o Muerte” suena de terror… ¿Y no será mejor
salir del gordo? Para estar a punta de sustos…
- saulgodoy@gmail.com
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