miércoles, 23 de mayo de 2018

Habla un simio



Iba a escuchar la programación regular de la estación de radio que normalmente escucho en casa al mediodía, cuando de pronto la transmisión se ve interrumpida por una cadena nacional, era Maduro recibiendo su acreditación del CNE como ganador de las elecciones.
Como tenía tiempo sin escucharlo y estaba cocinando, lo dejé para enterarme de su visión de ese evento donde definitivamente perdió su legitimidad y fue patente su soledad en el patio de la política, a pesar del certificado de los 6 millones y tantos de votos que el CNE le contabilizó a su favor; el indocumentado y su partido de sátrapas habían quedado en evidencia cuando todo el mundo pudo percatarse, en directo y en tiempo real, que las principales ciudades del país estuvieron solas durante la jornada, y que el grueso de los votantes registrados no se movilizaron para los comicios.
Tibisay Lucena, la rectora principal de la organización electoral, con su cara bien lavada y sin que le temblaran los lentes dijo aquella insólita cifra de votantes sin el menor titubeo ¿En qué momento y donde aparecieron las colas de gente votando por el colombiano usurpador? En realidad no fueron 6, sino 8 millones los votantes que nadie nunca vio ejerciendo el voto; calles y centros vacíos, mesas que parecían abandonadas, funcionarios hablando entre ellos esperando a los ciudadanos que nunca aparecieron, los medios de comunicación fuertemente vigilados por las autoridades del Plan República, sólo podía registrar grupos de gente depositando sus votos, no hubo aquel despliegue de reporteros entrevistando personas en las colas, haciéndoles preguntas sobre las incidencias del proceso, inquiriendo a los miembros de mesas sobre la afluencia del público, nada de eso, apenas algunas tomas cerraditas de personeros del gobierno votando, entrevistas a personajes claves del proceso llamando a que ejercieran su derecho, llamados que a medida que transcurría el día se hicieron más urgentes y desesperados, siempre manteniendo esa sonrisita de triunfo cantado que todos conocían… aunque la ausencia física de los ciudadanos fue un problema difícil de tapar, trataron de solventarlo tapándolo.
Ocho millones de venezolanos que votaron y nadie vio, supongo que el grueso de esos votantes estuvieron en lugares como Maracaibo, San Cristóbal, Ciudad Bolívar o Valencia, urbes donde el gobierno se había esforzado en mantener en óptimas condiciones el funcionamiento de los servicios públicos, en abastecerlas con comida y medicinas, y con el transporte público funcionando al 100%, porque en Caracas no fue, la gente que se recorrió la ciudad buscando aunque fuera un millón de personas en las colas no vieron a nadie, pero es que ni en los barrios, ni en los caseríos más apartados y con mesas activadas se reportó una afluencia que pudiera justificar tal cantidad de ciudadanos votando y tal soledad quedó registrada en todas las redes sociales.
Bueno, pero supongamos que consiguieron tal cantidad de huellas y firmas en operaciones remolques de último momento, o en circunscripciones que no estaban en el mapa, el asunto es que el CNE contabilizó esos votos y Maduro, uno de los presidentes más querido y respetado de todos los tiempos, que ha logrado que nuestra economía estuviera funcionando como reloj suizo, con una productividad envidia de la región, con un control de la inflación cercano al cero por ciento y unos sueldos que ya nos estaban generando problemas de inmigración, por el volumen de extranjeros que se peleaban en nuestras fronteras por entrar al país y vivir el sueño del socialismo del siglo XXI hecho realidad, con la calidad de vida, el índice de felicidad y las opciones educativas que el país ofrecía, era muy difícil que un presidente tan popular y simpático no repitiera en una reelección bien merecida.
Para los que no se han dado cuenta y creen que lo que estoy diciendo es verdad, no es así, estoy siendo sarcástico, y esto lo tengo que notar ya que si hay chavistas leyéndome (debo tener unos 8 millones de ellos, como asiduos lectores) pudieran no entender el giro y creer que lo que digo es cierto.
Volviendo a la cadena, Maduro no se ha dado cuenta de que nadie lo quiere, que todos, o la gran mayoría de venezolanos, lo consideramos el principal culpable de nuestras penurias, entre ellas ocupar el último lugar de los índices de desarrollo humano en el mundo, y esto lo digo porque aquel ser enorme y obeso, que se plantó ante los micrófonos y nos contó una historia fantástica de unos demócratas a carta cabal, de unos cristianos modelos en probidad, y unos garantes del estado de derecho como nunca antes había conocido el país, que fueron reconocidos por la voluntad popular y le dieron la aprobación para que continuaran gobernando; fue el discurso más contradictorio, la extravagancia verbal más incongruente y el orador más disociado de la realidad que haya escuchado en mi vida.
Aquel hombre no estaba consciente (o aparentaba no estarlo) de las graves amenazas que se cernían sobre el país y la posibilidad de que pudiera seguir manteniendo su integridad, todos los problemas de seguridad, financieros, del desastre económico en puertas, de la grave crisis de salud pública que existía, de las demandas judiciales en contra del patrimonio de la nación, de las sanciones impuestas en nuestra contra, de la enormidad del problema laboral, del desastre de los servicios públicos, del incontrolable auge del crimen y la violencia callejera, fueron obviados.
Como también ignoró en sus palabras la precaria situación de los derechos humanos en las cárceles y prisiones del país, de la devastadora realidad del desabastecimiento de medicinas en los hospitales, de la terrible condición de la infraestructura física del país cayéndose a pedazos, de la pavorosa inflación que estaba haciendo trizas nuestro trabajo productivo.
De lo que hablaba, era de cuantas elecciones habían ganado, de lo mucho que se había esforzado el PSUV de mantener a raya a las fieras de la oposición, al imperio maligno que no había dejado de un solo momento de de desbaratar el esfuerzo heroico de imponer el socialismo en Venezuela, recordaba que era patria, amor y dignidad lo que le habían devuelto al pueblo y que a partir de ese momento él, Nicolás Maduro, el gran demiurgo de la política mundial y que tenía el secreto de la prosperidad y del desarrollo en sus manos, ahora sí se iba a ocupar de corregir los desaciertos económicos, de castigara los empresarios culpables de tanto desaguisado, de llevar el orden y la ley, y de llamar a la díscola oposición a una nueva mesa de diálogo para recomponer las relaciones, todos esto con la ayuda de las fuerza armada y el Alto Mando militar.
Por supuesto no podía terminar su discurso sin los usuales insultos a quienes consideraban sus enemigos y traidores a la patria, y de dedicarles a los demonios de la embajada Norteamericana en Caracas, algunas muestras de su poder divino, soberano y absoluto expulsando de nuestro territorio a los dos funcionarios de más alta jerarquía que quedaban desea representación diplomática.
Aquel personaje que hablaba por la radio en cadena nacional en su supuesta proclamación como repitiente a la presidencia de la república, obvió durante su largo discurso, el simple hecho, obvio para todo el país, excepto para él, que estaba acabado, que lo que hacía era cavar más profundamente su propia tumba política y es aquí que quiero hacer algunas reflexiones para sus seguidores, familiares, asociados y compinches.
Nicolás Maduro está demente, tiene la peculiaridad de que puede convertirse en una bestia salvaje a medida que se va llenando de odio y rencor, al punto de perder todo dejo de raciocinio y prudencia, él lo sabe y lo saben sus seguidores, cuando el momento es apropiado a su gusto y puede relajarse, es un tipo simpaticón, echador de bromas, le encanta bailar y tocar tumbadoras, echa chistes y comparte el momento, pero cuando se engorila… es como si tuviera un diablo adentro que lo convierte en un asesino, en un pistolero del puente Llaguno, en el ejecutor de asesinatos como el de Oscar Pérez, cuando le late la vena homicida se convierte en el jefe máximo de todos esos escuadrones de la muerte que se ocultan bajo el nombre de grupos de acciones especiales de las distintas policías, de un plumazo es capaz de destruir la carrera militar del oficial mas encumbrado y ponerlo a comer sus propios excrementos en un hueco bajo tierra, es el carcelero de centenas de presos políticos a los que tortura a placer, ni cosquillas siente al momento de negarle presupuestos a los hospitales que atienden niños y ancianos y que deja morir como si fueran moscas.
Maduro puede ser un monstruo abyecto y un misil sin dirección que es lo que está sucediendo en este preciso momento, buscándole camorra justo a quien no debe y en el peor momento, con el agravante de que no le importa la suerte de quienes lo acompañan en sus estados de máxima psicosis, todos esos generales, funcionarios, amigos y allegados que están a su alrededor sonriéndole sus gracias, pudieran estar corriendo un enorme peligro y salir con las tablas en la cabeza.
Si ya es un problema poder disfrutar de las fortunas mal habidas, si para hacer una simple transferencia de unos piches euros ya toma tanto trabajo y responder a tantas preguntas por los operadores bancarios, ya ni siquiera pueden pasar tranquilos por una aduana fuera de Venezuela no vayan sus nombres aparecer en una lista de esas que andan rodando por allí, imaginen lo que viene después de hacer agredido de la manera que los hizo al gobierno de los gringos y de despreciar olímpicamente la opinión de la comunidad internacional sobre la validez de las elecciones.
El jefe anda engorilado y son ellos los que deben enfrentar al enemigo, el gordo pica el pleito y son ellos los que deben responder con las armas justo en el momento en que ni balas tienen, ya la cosa no es para risas, como en esas películas viejas del oeste, viene el duelo en el O.K Corral y son ellos los que tienen que enfrentar al sheriff y sus alguaciles.
Ya los eslogan y cancioncitas de que “con hambre y sin trabajo con Chávez me restéo” ya no suenan tan bonitas, el Uh, Ah, Chávez no se va, parece que fue hace un siglo, y el “Patria, Socialismo o Muerte” suena de terror… ¿Y no será mejor salir del gordo? Para estar a punta de sustos…   -   saulgodoy@gmail.com


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