Los
gringos son bastantes realistas al momento de definir y hacer política. Cuando
el profesor y politólogo John H. Aldrich, de la Universidad de Duke, publicó su
famoso libro ¿Por qué los Partidos
Políticos? (1995), definió a los partidos políticos, sin dejar dudas acerca
de la naturaleza de estas organizaciones y sus participantes; al respecto, dice
Aldrich:
La acción colectiva es necesaria al
momento de asegurar todos los bienes públicos, y en especial esto es así en
democracias, donde los gobiernos en su actividad, desde las elecciones de sus
representantes hasta cuando discuten y aprueban leyes, invariablemente actúan
de manera colectiva,. Los Partidos Políticos, a pesar de que son un grupo de
individuos, todo lo que hacen implica actuaciones colectivas, y son ellos
quienes proveen los bienes públicos a la sociedad, afectando a muchos…
adicionalmente, los que se beneficia de los bienes públicos no incluye a todos
los ciudadanos: por ejemplo, los subsidios agrícolas son bienes públicos que
están a disposición, principalmente, de agricultores. Sin Embargo, todo lo que
el gobierno y los partidos políticos producen constituye bienes que son esencialmente
públicos, y se requiere una acción colectiva para asegurarlos.
Aldrich explica, con claridad meridiana, cómo estas
decisiones de los gobiernos (que son conformados por los partidos políticos) para
asignar bienes públicos, nos afectan a todos, por la simple razón de que todos
estamos pagando por ellos; por ejemplo, si el presupuesto de la Alcaldía de Machiques
aumenta, otras alcaldías del estado Zulia ven disminuido el suyo o quedan
igual, o tiene sus ramificaciones para el sector privado; si se le asigna a la
constructora Orsini (nombre ficticio)
la construcción de un puente sobre el río Manzanares en Cumaná, sólo ella
recibirá los beneficios de esos fondos públicos.
Aldrich explica que las razones de la política son
realistas, de orden administrativo, y va directamente al hueso del asunto: se
trata del manejo de fondos y bienes públicos; no anda con ese poco de razones
mesiánicas que escuchamos de nuestros políticos, cuando dicen que hacen carrera
política porque sintieron el “llamado” del servicio público, o porque tienen la
vocación de dedicarse a dignificar al pueblo, poniéndose a su orden.
Las razones que escucho de jóvenes y viejos
políticos venezolanos, edulcoradas con estas notas de santurronería, sólo me
indican, por un lado, que esas personas son inmensamente ignaras, o son
ladrones de siete suelas. En política, no hay lugar para Madres Teresas de Calcuta;
la política trata sobre poder (no se
confunda con fuerza; el poder requiere del consentimiento de los mandantes, lo
que hace su ejercicio mucho más difícil); sobre dinero (recursos públicos que siempre son más abundantes que
cualquier patrimonio privado) y sobre fama
(el estar en los principales titulares y pasar a la historia “bien recordado”
actúan como una droga; se considera una especie de inmortalidad). No hay más
nada en la política.
Otro politólogo que respeto es Joseph A. Schlesinger,
que empieza su teoría política con la afirmación de que a la política la mueve
la ambición; comienza diciendo: “La
ambición es el corazón de la política. La política se nutre de la esperanza de
ser preferido y de alcanzar el cargo público.”
Las sociedades que tienen leyes, instituciones y
sistemas de control efectivos sobre los partidos políticos y que, a su vez,
tienen la suerte de que coinciden los intereses de los políticos con los de la
colectividad, son afortunadas, pues muchas de esas decisiones políticas
afectarán de manera positiva su existencia, y se podrá hablar de una buena
gestión, gobernabilidad y hasta progreso; pero las que no cuentan con esa
estrella caerán, víctimas de unas organizaciones mafiosas cuyo único propósito
es hacer minería y enriquecerse a costa del colectivo, de los bienes públicos y,
en muchos casos, sobre todo en socialismo, de los bienes privados.
En el caso de Venezuela, contamos con unos partidos
políticos que vienen de escenario socialista, con posturas hipócritas,
supuestamente idealistas, pero sumamente corrosivas e intervencionistas ante
las libertades económicas de los individuos; por sobre todo, se trata de
organizaciones que nacieron bajo un esquema rentista y centralizado, por lo que
todos estos partidos, supuestamente democráticos, promocionan y tienen como
objetivo conformar un estado fuerte, hegemónico, benefactor e intervencionista,
lo que necesariamente significa una sociedad civil disminuida, dependiente y un
individuo cada vez menos libre.
Esas estructuras están desvencijadas, no funcionan
para enfrentar un mundo en plena globalización y altamente competitivo. Pero
sucede que como esos partidos han sido incapaces de cambiar, no han
evolucionado, ni se han adaptado a las nuevas realidades, están dirigidos por
unos perdedores, algunos con una mente más corta que los otros, incapaces de
ver más allá que la punta de sus propias narices, y a ellos no podemos
entregarles el país.
Esos políticos que se hacían parte del gobierno,
configuraban un estado absolutamente independiente de las contribuciones de los
ciudadanos por la vía de las cargas impositivas; teniendo al estado como dueño
de los principales medios de producción del país (la industria petrolera, entre
ellos), con lo que la pirámide distributiva se invertía, y era el estado quien
soportaba a la población, el que, de manera casi autónoma, decidía como gastar
y ubicar sus recursos de acuerdo a sus ideas sobre las necesidades y
prioridades de inversión.
La política se convirtió en un poderoso imán para
embaucadores, vendedores de elíxires, brujos, negociantes, revolucionarios,
empresarios de maletín y supuestos expertos, una legión de vivos que querían
ganarse la vida sin trabajar y, dado que el estado tenía esa autonomía
hipertrofiada, al punto de que sólo necesitaba de la participación ciudadana
para ganar las elecciones que iban a ponerlos en el botín, luego se olvidaban
de la democracia, de rendir cuentas, de la participación y de sus obligaciones
como representantes del pueblo. Esas organizaciones devinieron en un nido de
oportunistas y mentirosos.
Salvando algunas honrosas excepciones, eso es lo que
tenemos hoy, unos clubes de zánganos buscadores de negocios, que ahora, ante un
gobierno forajido, no saben qué hacer cuando les llegó el momento de batirse en
verdadera política y fajarse duro contra la tiranía.
Como se saben perdedores, como ya están enterados de
que el país se les fue por delante, cansado de sus tropelías y errores, de sus
excusas y cobardías, claman ahora por la unidad, porque en esa supuesta unidad
ven una tabla de salvación para poder seguir viviendo y medrando de esa visión
absolutamente primitiva y falsa de hacer política; y crean Frentes Amplios,
donde se arruman pidiendo cambios de modelo económico, planes Marshall para
Venezuela, más elecciones a corto plazo para hacer lo único que saben hacer,
patéticas campañas electorales personalistas.
Allí tienen ustedes el caso vergonzoso de nuestra Asamblea
Nacional (la legítima), todos esos diputados prestaron sus nombres para ser
elegidos como representantes del pueblo, para asegurar, proteger y adelantar
nuestros derechos ciudadanos ante las arbitrariedades del poder central, y que,
como bien están señalando sus críticos, ni siquiera son capaces de honrar sus
propios acuerdos.
El Sr. Omar Barbosa, del partido Un Nuevo Tiempo,
¿Para qué presentó su nominación como diputado de su estado? ¿Qué lo motivó a ofrecerse
como Presidente de la Asamblea Nacional? ¿Por qué se niega a cumplir con su
deber? ¿Qué está esperando para nombrar un nuevo Presidente de la República interino,
vista la imposibilidad que tiene el indocumentado de ser presidente? ¿Tiene
miedo de las represalias del gobierno hacia su persona? ¿Está usted recibiendo
algún pago, emolumento o favor del gobierno chavista para retrasar decisiones
importantes de ese cuerpo legislativo? ¿O tiene por ahí una razón que
justifique su evidente anuencia con las atrocidades del régimen?
Creo que si no actúa lo más pronto posible, en vista
del daño real que sus omisiones y excusas están produciendo en el país, en
términos de ruina, muertes de personas, sufrimiento y daños graves a nuestro
patrimonio, debería renunciar a su cargo, para permitir que otro diputado, que
si se atreva, haga lo que el pueblo le está pidiendo que ejecute.
Creo, Sr. Barbosa, que usted debería estar en su
casa, jugando con sus nietos, en vez de estar ocupando un cargo tan vital para solucionar
nuestros problemas y donde no está haciendo nada por ayudarnos; ya estamos
hartos de jarrones chinos, de puesto políticos claves para el combate en contra
de un enemigo implacable, ocupados por zombis.
¿Por qué los otros diputados y partidos de esta Asamblea
Nacional no le exigen al Sr. Barbosa una definición? ¿Por qué no existe la
presión política que tendría que darse ante estos hechos tan graves?
La repuesta está en que estamos “representados” por organizaciones
políticas que no son partidos políticos, sino clubes para hacer negocios;
estamos en manos de una generación de políticos que da asco, velando primero por
sus propios intereses y rehenes de sus propias ambiciones, temores y
debilidades.
Nos engañaron, nos dijeron que nosotros éramos sus
representados, que se comprometían no sólo a hacer cumplir la Constitución,
sino a defender nuestros derechos… ahora tenemos que calarnos la patética
imagen de unos hombres y mujeres desconcertados y timoratos, justo en el
momento en que más los necesitamos…
Esos clubes de negocios, que se llaman a sí mismos
partidos políticos, tienen que cambiar. La próxima generación de políticos
venezolanos tiene que prepararse mejor y estar muy clara de su papel en la
realidad de Venezuela. Con estos clubes de negocios no vamos para ningún lado,
el mundo les cambió, y ellos son los últimos en enterarse.
Este caos que vivimos es la certificación de que,
efectivamente, tal como entienden la política, esos mediocres no van para el
baile; pasarán a la historia como unos sinvergüenzas colaboracionistas. Lo que
el momento exige, lo que debería estar en mente de los pocos políticos de
verdad que nos quedan ahora, es acción y menos retórica rústica y barata. -
saulgodoy@gmail.com
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