viernes, 25 de mayo de 2018

¿Partidos políticos? o ¿Negocios políticos?



Los gringos son bastantes realistas al momento de definir y hacer política. Cuando el profesor y politólogo John H. Aldrich, de la Universidad de Duke, publicó su famoso libro ¿Por qué los Partidos Políticos? (1995), definió a los partidos políticos, sin dejar dudas acerca de la naturaleza de estas organizaciones y sus participantes; al respecto, dice Aldrich:

La acción colectiva es necesaria al momento de asegurar todos los bienes públicos, y en especial esto es así en democracias, donde los gobiernos en su actividad, desde las elecciones de sus representantes hasta cuando discuten y aprueban leyes, invariablemente actúan de manera colectiva,. Los Partidos Políticos, a pesar de que son un grupo de individuos, todo lo que hacen implica actuaciones colectivas, y son ellos quienes proveen los bienes públicos a la sociedad, afectando a muchos… adicionalmente, los que se beneficia de los bienes públicos no incluye a todos los ciudadanos: por ejemplo, los subsidios agrícolas son bienes públicos que están a disposición, principalmente, de agricultores. Sin Embargo, todo lo que el gobierno y los partidos políticos producen constituye bienes que son esencialmente públicos, y se requiere una acción colectiva para asegurarlos.

Aldrich explica, con claridad meridiana, cómo estas decisiones de los gobiernos (que son conformados por los partidos políticos) para asignar bienes públicos, nos afectan a todos, por la simple razón de que todos estamos pagando por ellos; por ejemplo, si el presupuesto de la Alcaldía de Machiques aumenta, otras alcaldías del estado Zulia ven disminuido el suyo o quedan igual, o tiene sus ramificaciones para el sector privado; si se le asigna a la constructora Orsini (nombre ficticio) la construcción de un puente sobre el río Manzanares en Cumaná, sólo ella recibirá los beneficios de esos fondos públicos.
Aldrich explica que las razones de la política son realistas, de orden administrativo, y va directamente al hueso del asunto: se trata del manejo de fondos y bienes públicos; no anda con ese poco de razones mesiánicas que escuchamos de nuestros políticos, cuando dicen que hacen carrera política porque sintieron el “llamado” del servicio público, o porque tienen la vocación de dedicarse a dignificar al pueblo, poniéndose a su orden.
Las razones que escucho de jóvenes y viejos políticos venezolanos, edulcoradas con estas notas de santurronería, sólo me indican, por un lado, que esas personas son inmensamente ignaras, o son ladrones de siete suelas. En política, no hay lugar para Madres Teresas de Calcuta; la política trata sobre poder (no se confunda con fuerza; el poder requiere del consentimiento de los mandantes, lo que hace su ejercicio mucho más difícil); sobre dinero (recursos públicos que siempre son más abundantes que cualquier patrimonio privado) y sobre fama (el estar en los principales titulares y pasar a la historia “bien recordado” actúan como una droga; se considera una especie de inmortalidad). No hay más nada en la política.
Otro politólogo que respeto es Joseph A. Schlesinger, que empieza su teoría política con la afirmación de que a la política la mueve la ambición; comienza diciendo: “La ambición es el corazón de la política. La política se nutre de la esperanza de ser preferido y de alcanzar el cargo público.”
Las sociedades que tienen leyes, instituciones y sistemas de control efectivos sobre los partidos políticos y que, a su vez, tienen la suerte de que coinciden los intereses de los políticos con los de la colectividad, son afortunadas, pues muchas de esas decisiones políticas afectarán de manera positiva su existencia, y se podrá hablar de una buena gestión, gobernabilidad y hasta progreso; pero las que no cuentan con esa estrella caerán, víctimas de unas organizaciones mafiosas cuyo único propósito es hacer minería y enriquecerse a costa del colectivo, de los bienes públicos y, en muchos casos, sobre todo en socialismo, de los bienes privados.
En el caso de Venezuela, contamos con unos partidos políticos que vienen de escenario socialista, con posturas hipócritas, supuestamente idealistas, pero sumamente corrosivas e intervencionistas ante las libertades económicas de los individuos; por sobre todo, se trata de organizaciones que nacieron bajo un esquema rentista y centralizado, por lo que todos estos partidos, supuestamente democráticos, promocionan y tienen como objetivo conformar un estado fuerte, hegemónico, benefactor e intervencionista, lo que necesariamente significa una sociedad civil disminuida, dependiente y un individuo cada vez menos libre.
Esas estructuras están desvencijadas, no funcionan para enfrentar un mundo en plena globalización y altamente competitivo. Pero sucede que como esos partidos han sido incapaces de cambiar, no han evolucionado, ni se han adaptado a las nuevas realidades, están dirigidos por unos perdedores, algunos con una mente más corta que los otros, incapaces de ver más allá que la punta de sus propias narices, y a ellos no podemos entregarles el país.
Esos políticos que se hacían parte del gobierno, configuraban un estado absolutamente independiente de las contribuciones de los ciudadanos por la vía de las cargas impositivas; teniendo al estado como dueño de los principales medios de producción del país (la industria petrolera, entre ellos), con lo que la pirámide distributiva se invertía, y era el estado quien soportaba a la población, el que, de manera casi autónoma, decidía como gastar y ubicar sus recursos de acuerdo a sus ideas sobre las necesidades y prioridades de inversión.
La política se convirtió en un poderoso imán para embaucadores, vendedores de elíxires, brujos, negociantes, revolucionarios, empresarios de maletín y supuestos expertos, una legión de vivos que querían ganarse la vida sin trabajar y, dado que el estado tenía esa autonomía hipertrofiada, al punto de que sólo necesitaba de la participación ciudadana para ganar las elecciones que iban a ponerlos en el botín, luego se olvidaban de la democracia, de rendir cuentas, de la participación y de sus obligaciones como representantes del pueblo. Esas organizaciones devinieron en un nido de oportunistas y mentirosos.
Salvando algunas honrosas excepciones, eso es lo que tenemos hoy, unos clubes de zánganos buscadores de negocios, que ahora, ante un gobierno forajido, no saben qué hacer cuando les llegó el momento de batirse en verdadera política y fajarse duro contra la tiranía.
Como se saben perdedores, como ya están enterados de que el país se les fue por delante, cansado de sus tropelías y errores, de sus excusas y cobardías, claman ahora por la unidad, porque en esa supuesta unidad ven una tabla de salvación para poder seguir viviendo y medrando de esa visión absolutamente primitiva y falsa de hacer política; y crean Frentes Amplios, donde se arruman pidiendo cambios de modelo económico, planes Marshall para Venezuela, más elecciones a corto plazo para hacer lo único que saben hacer, patéticas campañas electorales personalistas.
Allí tienen ustedes el caso vergonzoso de nuestra Asamblea Nacional (la legítima), todos esos diputados prestaron sus nombres para ser elegidos como representantes del pueblo, para asegurar, proteger y adelantar nuestros derechos ciudadanos ante las arbitrariedades del poder central, y que, como bien están señalando sus críticos, ni siquiera son capaces de honrar sus propios acuerdos.
El Sr. Omar Barbosa, del partido Un Nuevo Tiempo, ¿Para qué presentó su nominación como diputado de su estado? ¿Qué lo motivó a ofrecerse como Presidente de la Asamblea Nacional? ¿Por qué se niega a cumplir con su deber? ¿Qué está esperando para nombrar un nuevo Presidente de la República interino, vista la imposibilidad que tiene el indocumentado de ser presidente? ¿Tiene miedo de las represalias del gobierno hacia su persona? ¿Está usted recibiendo algún pago, emolumento o favor del gobierno chavista para retrasar decisiones importantes de ese cuerpo legislativo? ¿O tiene por ahí una razón que justifique su evidente anuencia con las atrocidades del régimen?
Creo que si no actúa lo más pronto posible, en vista del daño real que sus omisiones y excusas están produciendo en el país, en términos de ruina, muertes de personas, sufrimiento y daños graves a nuestro patrimonio, debería renunciar a su cargo, para permitir que otro diputado, que si se atreva, haga lo que el pueblo le está pidiendo que ejecute.
Creo, Sr. Barbosa, que usted debería estar en su casa, jugando con sus nietos, en vez de estar ocupando un cargo tan vital para solucionar nuestros problemas y donde no está haciendo nada por ayudarnos; ya estamos hartos de jarrones chinos, de puesto políticos claves para el combate en contra de un enemigo implacable, ocupados por zombis.
¿Por qué los otros diputados y partidos de esta Asamblea Nacional no le exigen al Sr. Barbosa una definición? ¿Por qué no existe la presión política que tendría que darse ante estos hechos tan graves?
La repuesta está en que estamos “representados” por organizaciones políticas que no son partidos políticos, sino clubes para hacer negocios; estamos en manos de una generación de políticos que da asco, velando primero por sus propios intereses y rehenes de sus propias ambiciones, temores y debilidades.
Nos engañaron, nos dijeron que nosotros éramos sus representados, que se comprometían no sólo a hacer cumplir la Constitución, sino a defender nuestros derechos… ahora tenemos que calarnos la patética imagen de unos hombres y mujeres desconcertados y timoratos, justo en el momento en que más los necesitamos…
Esos clubes de negocios, que se llaman a sí mismos partidos políticos, tienen que cambiar. La próxima generación de políticos venezolanos tiene que prepararse mejor y estar muy clara de su papel en la realidad de Venezuela. Con estos clubes de negocios no vamos para ningún lado, el mundo les cambió, y ellos son los últimos en enterarse.
Este caos que vivimos es la certificación de que, efectivamente, tal como entienden la política, esos mediocres no van para el baile; pasarán a la historia como unos sinvergüenzas colaboracionistas. Lo que el momento exige, lo que debería estar en mente de los pocos políticos de verdad que nos quedan ahora, es acción y menos retórica rústica y barata.  -   saulgodoy@gmail.com





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