jueves, 31 de mayo de 2018

Torturadores, los que vamos a sufrir desapariciones y suplicio te saludamos




Explicamos desafueros y maldades alegando que su causante ha perdido el uso de razón o que es un sádico cuya enfermedad le hace cometer perversidades. Naturalmente, pueden darse situaciones en que domine lo absurdo y sea menester sumirnos en la más absoluta perplejidad. El mundo se hace entonces inexplicable y se suspende toda nuestra capacidad de justificación. Aunque no puedan ignorarse —y menos en nuestro tiempo— situaciones dominadas por el reino de lo absurdo, constatemos que la inclinación predominante es la de dar (y darnos) cuenta y razón de por qué las cosas son, en cada caso, como son.
Salvador Guiner, Sociología del Mal (2015).

Para nadie es un secreto que el indocumentado Nicolás Maduro, para mantenerse él y sus compinches en el poder, han recurrido a cualquier tipo de estratagema o trampa posible, siendo una de sus favoritas los fraudes electorales, esto, porque a la camarilla mafiosa del PSUV le parece, le da la impresión y se sienten más seguros, cuando tienen elecciones ganadas, con una avalancha de votos, con los que se creen “legitimados” ante el mundo, ya otros analistas han tratado de manera amplia esta extraña ilusión, de unos dictadores que necesitan sentirse queridos y aceptados “tal y como son”.
Pero estos perversos seres han bajado aún más profundamente, por las escaleras hacia el infierno, no contento con tener al país oprimido y encañonado con las armas de la República, se solazan y gozan  asesinando a la gente con sus escuadrones de la muerte, y torturando a otros, con la excusa de que les están arrancando confesiones de conspiraciones y golpes de estado, es decir, dicen torturar al “enemigo” para cumplir con un requerimiento para hacerse con inteligencia sobre peligros y amenazas a su hegemonía totalitaria sobre el pueblo.
Se tratan de faltas muy graves  que se encuentra en la zona de un delito por odio, al discriminar a un segmento de la población y aplicarle procesos y castigos, incluyendo su desaparición, que no están contemplados en ninguna ley, la definición que utiliza actualmente el FBI en Norteamérica para la atención de estos novísimos crímenes es el siguiente: “Un crimen de odio, también conocido como un crimen prejuiciado, es una ofensa criminal en contra de una persona, o sociedad que está motivada, en parte o completamente, por el prejuicio del instigador en contra de una raza, religión, impedimento, orientación sexual o raza u origen nacional”.
Previo al año de 1991 no existía legislación alguna sobre estos crímenes, casi que en ningún país del mundo que, aunque siempre han existido, no se habían convertido en una tendencia y comportamiento destacable estadísticamente, hasta que se empezaron a reportar grandes matanzas por parte de algunos estados, utilizando sus propios cuerpos de seguridad e institucionalizando el modelo como control político poblacional.
La motivación para cometer estos crímenes se encuentra principalmente en la amenaza política que perciben ciertos factores del poder sobre su área de influencia, en el complejo caso de Venezuela, no se trata solamente de una ideología esencialmente discriminatoria, prejuiciada y maniquea, al desarrollar conceptos y denominaciones tan diferenciados como los de patriotas y traidores, escuálidos  e hijos de Bolívar, burgueses y socialistas, chavistas y el enemigo.
Voy a tratar de demostrar que el grueso de la motivación para cometer estos espantosos crímenes de odio en contra de una parte de la población venezolana, son producto principalmente de varios comportamientos desviados de orden sexual de quienes los propician, quienes perturbados por la imposibilidad de sostener relaciones sexuales normales y obtener las descargas seminales conducentes, se empeñan en estos ejercicios masivos de conductas anormales, desviadas, que les producen placer, y les resuelven su problema de incontinencia e imposibilidad de satisfacer sus apetitos carnales.
La verdad de las motivaciones para cometer estos crímenes es mucho más animal e instintiva, torturan porque les da placer, cuando saben que sus opositores están siendo humillados, tratados como a animales, usados como objetos y no como personas, cuando se enteran de que sus enemigos sufren en sus carnes el suplicio o sus mentes se descomponen ante la continua amenaza de dolor y muerte, entonces acaban, eyaculan, se corren, experimentan orgasmos, pero no contentos con saber el terrible destino de sus opositores, se murmura en los círculos de inteligencia, que hacen grabar las torturas para luego verlas en la intimidad de sus alcobas, de sus despachos, y poder tener sexo.

Nuestros gorilas también tienen sus necesidades escatológicas.

La experta en grandes primates Jane Goodall, la etóloga británica en sus estudios en los bosques lluviosos de Tanzania, reportó que cuando los machos alfa de la manada, los chimpancés alfa, eran retados por el liderazgo del grupo, se estresaban de sobremanera antes del enfrentamiento, y lo que hacían era copular de manera desordenada con quien se le atravesara por delante, esto para bajar la presión que sentían.
Pero también hay información clínica y terapéutica que nos informa que la tortura y su especie de menor calado, pero igual de anodina, conocida como bulling, son producto de insuficiencias de personalidad, de complejos de inferioridad, que tratan de ser superados infligiendo daño al otro sin otro motivo que la imposición a la fuerza de la voluntad del agresor, las personas con grandes resentimientos productos de sus insuficiencias sociales y afectivas en muchos casos registran una impotencia sexual disfuncional, no se les para el miembro, o no se humedecen las vaginas, si no tienen el estímulo del sufrimiento de la víctima.
Estas personas enfermas, que disfrutan de la tortura y la practican de manera regular, cuando se trata de algo sistemático y de gran magnitud, de una política de estado, requiere de la participación de una cantidad de integrantes e instituciones, que una vez en el juego, sino estaban enfermos, se enferman, produciéndose la necesidad de saberse participe del acto de la tortura, bien desde un tribunal, dictando sentencias encarceladoras cuyos efectos saben muy bien se producen, y saberlo constituye un estímulo mientras practican el sexo, o se convierte en una causa de disfuncionalidad sexual debido a que la necesidad de ser testigo y partícipe de los malos tratos a personas inocentes se hace cada vez mayor, en pocas palabras, se hacen adictos a las torturas o a la idea de que ellas ocurren como resultado de su poder sobre otras.
Desde los tiempos del Marqués de Sade en la Francia pre revolucionaria, ya se sabía que el dolor y el sexo se emparentaban, que producir torturas tenía un fuerte componente sexual y que tenía que ver con el carácter dominante de quien asumía la autoridad, decía Sade: “Ver sufrir sienta bien, hacer sufrir es aún mejor”.
Quien hace la tortura es apenas un instrumento, el funcionario que desgarra, penetra, quema, aplica electricidad, ahoga, inflige terror, inyecta sustancias irritantes, viola, golpea, niega la comida o el agua, crea condiciones de confusión en la persona por medio del aislamiento, por la inhibición al sueño, por negar la posibilidad de una higiene esencial para la dignidad humana, aquellos elementos supuestamente policiales o de inteligencia que hacen brutales interrogatorios, que obligan a la persona a contradecirse y a falsear un expediente, que desinforman, que amenazan, insultan, mienten, prometen y no cumplen, que se burlan… no son sino peones en este lamentable ritual de la tortura cuyo único fin es sostener la posibilidad, cada vez más lejana, de que las personas que ordenan y sostienen este cuadro del horror, puedan acabar sexualmente y obtener un alivio a las presiones acumuladas con un elusivo orgasmo.
Los que hacen la tortura se ven así mismo como técnicos, expertos en un oficio de importancia suprema como es el de obtener confesiones e información secreta por parte de grupos enemigos del estado, este carácter de “enemigo” simplemente les impide ser vistos como seres humanos, tener derechos, o ser objeto de compasión, son vistos simplemente como pedazos de carne para ser martirizados.
Y como en el caso de los gorilas de Goodall, si son jefes políticos los que ordenan estos delitos, si su autoridad se ve cuestionada, y sufren del estrés debido a persecuciones internacionales, investigaciones judiciales, están solicitados por la policía en otros países, sus objeto de medidas punitivas y viven en un ambiente de paranoia, sus necesidades de saberse superiores, machos o hembras alfa, necesitan sentir que tienen poder, y la mejor manera de sentirlo es teniendo prisioneros para maltratarlos a gusto, para usarlos como placebos, como fichas de canje, como símbolos de su fuerza, lo cual les genera de una manera retorcida, autoestima, en esas oscuras incursiones a un sexo cada vez más degenerado y sucio.

Cuando nuestro militares gozan

Un juez militar por ejemplo, que sabe que su sentencia envía a un pobre ser humano, para más señales, un civil desarmado y desamparado, bajo absoluta coacción y abuso de autoridad (ningún civil debería ser procesado por tribunales militares), a un centro de tortura, es un partícipe secundario dentro de una gran pirámide de personas enfermas sexualmente, cada una buscando su satisfacción haciéndole daño al prójimo, bajo la excusa de que están aplicando leyes de seguridad, la constitución y una serie de elementos artificiales (culturales) de la institución armada, están no sólo complaciendo las pulsiones primitivas de sus superiores, sino que terminan ellos, en hacerse adictos a estos comportamientos desviados.
Las sentencias están precedidas por una calificación de los delitos tales como traición a la patria, irrespeto al decoro de la Fuerza Armada, irrespeto al centinela, títulos, que ya hablan de una fantasía del poder en uniforme, de una alegoría travesti y sadomasoquista, que concluyen en un sólo e indigno acto, complacer al poder complaciéndose ellos, en la idea de que son parte de ese colectivo enorme, fálico, incuestionable, infalible e inhumano.
La institución militar perdió su rumbo con la revolución, lo que hoy tenemos es una caricatura de una sociedad de guerreros, han perdido todo el respeto y la dignidad que les venía por tradición, sirviendo de carniceros del pueblo, explotando sus necesidades para hacer dinero, a ese pueblo que juraron servir y proteger, lo que sienten sus altos oficiales debe ser lo más cercano al placer que sentía los sacerdotes Aztecas sacándoles a sus víctimas, aún vivas, el corazón del pecho, se corrían allí mismo, algunos perdían el conocimiento en medio de la ola orgásmica que sentían.
Igual le sucede a los fiscales y al inocuo Defensor del Pueblo, a los ediles, personal administrativo y de servicio que actúan en esta gran maquinaria de castigo, que oculta detrás de la normativa, símbolos y discursos, una inmensa trama de desviaciones sexuales y perversiones, todos estos funcionarios, pagados con dineros públicos para hacerle daño al público, que actúan como engranaje en un aparato de enfermos sexuales, muchos de ellos homosexuales de closets, que además son homofóbicos, no escuchan, no ven, no hablan, pero consiguen sus erecciones y sus húmedas palpitaciones que alivian sus nervios, y que sólo se minimiza la angustia que sienten al presenciar o saberse parte estelar de los atroces sufrimientos del otro, vejado en una ergástula del gobierno por órdenes que llevan su rúbrica en nombre de un estado atróz.
Ramo Verde y El Helicoide son los más conspicuos centros de torturas del país y del gobierno bolivariano socialista, regentados por una serie de funcionarios uno más enfermo y degenerado que el otro, donde practican la tortura física y psicológica, donde abusan del cuerpo humano hasta producirles heridas irreparables, lesiones graves que incapacitan, sus principales jerarcas son hoy investigados por delitos de lesa humanidad en el tribunal de la Haya.
Lo más terrible de esta situación, es que el gobierno del socialismo del siglo XXI, lo que quiere es pasar como gobierno humanista y repartidor de amor, un amor que mata, que deja a las personas minusválidas, locas y hechas un guiñapo, que destruye a familias completas, que le roba la dignidad y la vida a las personas inocentes, que insultan con este comportamiento a la civilización toda, la gran pregunta, sabiendo que esto es un hecho incontrovertible, que la tortura, las desapariciones, los secuestros, el sicariato, la extorsión, los procesos judiciales sin garantías ni derecho a la defensa, las ejecuciones extrajudiciales, son hechos públicos y notorios con los que los venezolanos nos desayunamos diariamente, son estos terribles sucesos donde el gobierno socialista es el gran demiurgo del horror, ¿Porqué hay todavía chavistas que pretenden desconocer esta realidad? ¿Cómo es que una persona medianamente normal, equilibrada y sensata puede, luego de enterarse de estos crímenes, seguir participando de esta visión, trabajando para ellos, llevando su acción devastadora a su prójimo y con una lealtad imbécil a sus perpetradores? La excusa que tenían es que de que lo que le hicieron a ellos en el pasado fue mucho peor, no tiene sentido, nunca tuvo sentido la venganza institucional, pero menos ahora, al comparar la magnitud de las cifras de víctimas y presos políticos sometidos a tortura, al menos, que se trate de una persona enferma, tan enferma como los líderes de esta secta de criminales.

¿De qué cloaca salieron?

¿Quiénes son las víctimas predilectas de estos depredadores? Pues empiezan con los infantes, los bebes recién nacidos, los ancianos discapacitados, los enfermos terminales, los médicos, los activistas de derechos humanos, los políticos de la oposición, los periodistas, las mujeres y si son jueces les atrae de sobremanera, jóvenes estudiantes, oficiales de la Fuerza Armada acusados de conspiradores, mineros ilegales, pescadores, barriadas populares completas.
Negarles la atención médica y la comida ya es tortura, seguirlos y aterrorizarlos, golpearlos en la calle, destruirle sus equipos de trabajo, es tortura, llamarlos anónimamente para amenazarlos con secuestrarle los hijos, eso es tortura, derribarle la puerta de sus casa en la mitad de la noche y saquearle la vivienda, eso es tortura, gasearlos con substancias tóxicas y dispararle perdigones por protestar eso es tortura.
Sigmund Freud que estudió a fondo varias desviaciones del principio del placer, concluye que estas perversiones tratan de una malformación del individuo donde actúan conjuntamente confusiones edípicas, principalmente por la carencia de una figura de padre, con la imposibilidad del individuo de reconocer los tabú sociales, aún los sagrados, ya que carecen de sentido para su comportamiento moral, en su obra Totem y tabú, nos dice Freud: “Tras cada prohibición, por fuerza hay un anhelo. Supondremos que ese anhelo de matar está presente de hecho en lo inconsciente, y que ni el tabú ni la prohibición moral son superfluos psicológicamente, sino que se explican y están justificados por la actitud ambivalente hacia el impulso asesino”.
Estos criminales, revolucionarios llegados al poder para destruir el orden establecido y crear la utopía socialista, tienen toda una infraestructura dentro del mismo estado para cometer sus crímenes, encapuchados, de manera anónima, sin distintivos ni autorizaciones, excepto las armas, pero especial mención merecen sus alcahuetas, las mujeres chavistas que laboran como directoras del CNE, y quienes son las que permiten que estos sádicos se perpetúen en el poder, para seguir cometiendo sus delitos en contra de los venezolanos y extranjeros que caigan en sus redes de perversión.
La situación ha llegado a ser tan pública y el manejo de la misma tan irresponsable, que las torturas y desapariciones en Venezuela son noticia de primera página en los diarios del mundo, ejemplo deleznable de cobardía, crueldad sin medida y lástima, por la bajeza como una supuesta ideología y ejemplo de gobernanza se presentan sin ninguna vergüenza, como una opción de democracia y convivencia humana.
Creo que la respuesta se encuentra entre las piernas de los revolucionarios, los chavistas necesitan saber que son parte del régimen para poder conseguir alivio sexual, están enfermos y les gusta el sadismo, tal y como fue descrito por el psiquiatra germano-austríaco Richard von Kraft-Ebbing, pero no fue sino hasta que Lacan exploró ese mundo subterráneo que él llamó “la felicidad en el mal” para darse cuenta que hay personas que gozan con la disolución del otro, y el gozo que producen es de orden eyaculatorio.
Lo que ocurre aquí en Venezuela está ocurriendo también en Cuba, país donde se forjó todo el sistema de crímenes de odio y que es su principal producto de exportación, lo que pasa es que en la isla, sus funcionarios son mucho más discreto, sus actos no son publicitados, y el placer de las desapariciones y las torturas se hacen exclusivamente puertas adentro, no como en Venezuela donde priva el exhibicionismo y el voyerismo irreprimible.
Colombia es el próximo objetivo de estos degenerados que han practicado en sus campos guerrilleros las formas y sistemas de desapariciones y torturas, para tenerlas lista al momento de ser gobierno y así controlar a la población, cuando el candidato de la izquierda colombiana promete copiar el modelo chavista en su país, le está prometiendo a su gente convertir el país en una granja de animales para que se solacen en sus más bajos instintos, igual que lo hizo Maduro y sus cohortes.
A este respecto apunta el psiquiatra Daniel Gerber: “Existe entonces una estrecha relación entre fijación de goce, prohibición y consumación desplazada del acto prohibido. Es la situación que conforma el trasfondo de la angustia [...]. La angustia no es sin objeto, su objeto es goce no elaborado en lo simbólico del cual ella es señal, indicación de que algo se ha desencadenado: un excedente que adopta la fachada del monstruo. En última instancia se trata del desencadenamiento de las tres dimensiones que, encadenadas, aseguran la discontinuidad sujeto-Otro y el cercamiento del goce.  -  saulgodoy@gmail.com




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