Explicamos
desafueros y maldades alegando que su causante ha perdido el uso de razón o que
es un sádico cuya enfermedad le hace cometer perversidades. Naturalmente,
pueden darse situaciones en que domine lo absurdo y sea menester sumirnos en la
más absoluta perplejidad. El mundo se hace entonces inexplicable y se suspende
toda nuestra capacidad de justificación. Aunque no puedan ignorarse —y menos en
nuestro tiempo— situaciones dominadas por el reino de lo absurdo, constatemos
que la inclinación predominante es la de dar (y darnos) cuenta y razón de por
qué las cosas son, en cada caso, como son.
Salvador Guiner, Sociología
del Mal (2015).
Para
nadie es un secreto que el indocumentado Nicolás Maduro, para mantenerse él y
sus compinches en el poder, han recurrido a cualquier tipo de estratagema o
trampa posible, siendo una de sus favoritas los fraudes electorales, esto,
porque a la camarilla mafiosa del PSUV le parece, le da la impresión y se
sienten más seguros, cuando tienen elecciones ganadas, con una avalancha de
votos, con los que se creen “legitimados” ante el mundo, ya otros analistas han
tratado de manera amplia esta extraña ilusión, de unos dictadores que necesitan
sentirse queridos y aceptados “tal y como son”.
Pero
estos perversos seres han bajado aún más profundamente, por las escaleras hacia
el infierno, no contento con tener al país oprimido y encañonado con las armas
de la República, se solazan y gozan asesinando a la gente con sus escuadrones de
la muerte, y torturando a otros, con la excusa de que les están arrancando
confesiones de conspiraciones y golpes de estado, es decir, dicen torturar al “enemigo”
para cumplir con un requerimiento para hacerse con inteligencia sobre peligros
y amenazas a su hegemonía totalitaria sobre el pueblo.
Se
tratan de faltas muy graves que se
encuentra en la zona de un delito por odio, al discriminar a un segmento de la
población y aplicarle procesos y castigos, incluyendo su desaparición, que no
están contemplados en ninguna ley, la definición que utiliza actualmente el FBI
en Norteamérica para la atención de estos novísimos crímenes es el siguiente: “Un crimen de odio, también conocido como un
crimen prejuiciado, es una ofensa criminal en contra de una persona, o sociedad
que está motivada, en parte o completamente, por el prejuicio del instigador en
contra de una raza, religión, impedimento, orientación sexual o raza u origen
nacional”.
Previo
al año de 1991 no existía legislación alguna sobre estos crímenes, casi que en
ningún país del mundo que, aunque siempre han existido, no se habían convertido
en una tendencia y comportamiento destacable estadísticamente, hasta que se
empezaron a reportar grandes matanzas por parte de algunos estados, utilizando
sus propios cuerpos de seguridad e institucionalizando el modelo como control
político poblacional.
La
motivación para cometer estos crímenes se encuentra principalmente en la
amenaza política que perciben ciertos factores del poder sobre su área de
influencia, en el complejo caso de Venezuela, no se trata solamente de una
ideología esencialmente discriminatoria, prejuiciada y maniquea, al desarrollar
conceptos y denominaciones tan diferenciados como los de patriotas y traidores,
escuálidos e hijos de Bolívar, burgueses
y socialistas, chavistas y el enemigo.
Voy a
tratar de demostrar que el grueso de la motivación para cometer estos
espantosos crímenes de odio en contra de una parte de la población venezolana,
son producto principalmente de varios comportamientos desviados de orden sexual
de quienes los propician, quienes perturbados por la imposibilidad de sostener
relaciones sexuales normales y obtener las descargas seminales conducentes, se
empeñan en estos ejercicios masivos de conductas anormales, desviadas, que les
producen placer, y les resuelven su problema de incontinencia e imposibilidad
de satisfacer sus apetitos carnales.
La
verdad de las motivaciones para cometer estos crímenes es mucho más animal e
instintiva, torturan porque les da placer, cuando saben que sus opositores
están siendo humillados, tratados como a animales, usados como objetos y no
como personas, cuando se enteran de que sus enemigos sufren en sus carnes el
suplicio o sus mentes se descomponen ante la continua amenaza de dolor y
muerte, entonces acaban, eyaculan, se corren, experimentan orgasmos, pero no
contentos con saber el terrible destino de sus opositores, se murmura en los
círculos de inteligencia, que hacen grabar las torturas para luego verlas en la
intimidad de sus alcobas, de sus despachos, y poder tener sexo.
Nuestros gorilas también tienen
sus necesidades escatológicas.
La
experta en grandes primates Jane Goodall, la etóloga británica en sus estudios
en los bosques lluviosos de Tanzania, reportó que cuando los machos alfa de la
manada, los chimpancés alfa, eran retados por el liderazgo del grupo, se estresaban
de sobremanera antes del enfrentamiento, y lo que hacían era copular de manera
desordenada con quien se le atravesara por delante, esto para bajar la presión
que sentían.
Pero
también hay información clínica y terapéutica que nos informa que la tortura y
su especie de menor calado, pero igual de anodina, conocida como bulling, son producto de insuficiencias
de personalidad, de complejos de inferioridad, que tratan de ser superados
infligiendo daño al otro sin otro motivo que la imposición a la fuerza de la
voluntad del agresor, las personas con grandes resentimientos productos de sus
insuficiencias sociales y afectivas en muchos casos registran una impotencia
sexual disfuncional, no se les para el miembro, o no se humedecen las vaginas,
si no tienen el estímulo del sufrimiento de la víctima.
Estas
personas enfermas, que disfrutan de la tortura y la practican de manera
regular, cuando se trata de algo sistemático y de gran magnitud, de una
política de estado, requiere de la participación de una cantidad de integrantes
e instituciones, que una vez en el juego, sino estaban enfermos, se enferman,
produciéndose la necesidad de saberse participe del acto de la tortura, bien
desde un tribunal, dictando sentencias encarceladoras cuyos efectos saben muy
bien se producen, y saberlo constituye un estímulo mientras practican el sexo,
o se convierte en una causa de disfuncionalidad sexual debido a que la
necesidad de ser testigo y partícipe de los malos tratos a personas inocentes
se hace cada vez mayor, en pocas palabras, se hacen adictos a las torturas o a
la idea de que ellas ocurren como resultado de su poder sobre otras.
Desde
los tiempos del Marqués de Sade en la Francia pre revolucionaria, ya se sabía
que el dolor y el sexo se emparentaban, que producir torturas tenía un fuerte
componente sexual y que tenía que ver con el carácter dominante de quien asumía
la autoridad, decía Sade: “Ver sufrir
sienta bien, hacer sufrir es aún mejor”.
Quien
hace la tortura es apenas un instrumento, el funcionario que desgarra, penetra,
quema, aplica electricidad, ahoga, inflige terror, inyecta sustancias
irritantes, viola, golpea, niega la comida o el agua, crea condiciones de
confusión en la persona por medio del aislamiento, por la inhibición al sueño,
por negar la posibilidad de una higiene esencial para la dignidad humana,
aquellos elementos supuestamente policiales o de inteligencia que hacen
brutales interrogatorios, que obligan a la persona a contradecirse y a falsear
un expediente, que desinforman, que amenazan, insultan, mienten, prometen y no
cumplen, que se burlan… no son sino peones en este lamentable ritual de la
tortura cuyo único fin es sostener la posibilidad, cada vez más lejana, de que
las personas que ordenan y sostienen este cuadro del horror, puedan acabar
sexualmente y obtener un alivio a las presiones acumuladas con un elusivo
orgasmo.
Los
que hacen la tortura se ven así mismo como técnicos, expertos en un oficio de
importancia suprema como es el de obtener confesiones e información secreta por
parte de grupos enemigos del estado, este carácter de “enemigo” simplemente les
impide ser vistos como seres humanos, tener derechos, o ser objeto de
compasión, son vistos simplemente como pedazos de carne para ser martirizados.
Y
como en el caso de los gorilas de Goodall, si son jefes políticos los que
ordenan estos delitos, si su autoridad se ve cuestionada, y sufren del estrés
debido a persecuciones internacionales, investigaciones judiciales, están
solicitados por la policía en otros países, sus objeto de medidas punitivas y
viven en un ambiente de paranoia, sus necesidades de saberse superiores, machos
o hembras alfa, necesitan sentir que tienen poder, y la mejor manera de
sentirlo es teniendo prisioneros para maltratarlos a gusto, para usarlos como
placebos, como fichas de canje, como símbolos de su fuerza, lo cual les genera
de una manera retorcida, autoestima, en esas oscuras incursiones a un sexo cada
vez más degenerado y sucio.
Cuando nuestro militares gozan
Un
juez militar por ejemplo, que sabe que su sentencia envía a un pobre ser humano,
para más señales, un civil desarmado y desamparado, bajo absoluta coacción y
abuso de autoridad (ningún civil debería ser procesado por tribunales
militares), a un centro de tortura, es un partícipe secundario dentro de una
gran pirámide de personas enfermas sexualmente, cada una buscando su
satisfacción haciéndole daño al prójimo, bajo la excusa de que están aplicando
leyes de seguridad, la constitución y una serie de elementos artificiales
(culturales) de la institución armada, están no sólo complaciendo las pulsiones
primitivas de sus superiores, sino que terminan ellos, en hacerse adictos a
estos comportamientos desviados.
Las
sentencias están precedidas por una calificación de los delitos tales como
traición a la patria, irrespeto al decoro de la Fuerza Armada, irrespeto al
centinela, títulos, que ya hablan de una fantasía del poder en uniforme, de una
alegoría travesti y sadomasoquista, que concluyen en un sólo e indigno acto,
complacer al poder complaciéndose ellos, en la idea de que son parte de ese
colectivo enorme, fálico, incuestionable, infalible e inhumano.
La
institución militar perdió su rumbo con la revolución, lo que hoy tenemos es
una caricatura de una sociedad de guerreros, han perdido todo el respeto y la
dignidad que les venía por tradición, sirviendo de carniceros del pueblo,
explotando sus necesidades para hacer dinero, a ese pueblo que juraron servir y
proteger, lo que sienten sus altos oficiales debe ser lo más cercano al placer
que sentía los sacerdotes Aztecas sacándoles a sus víctimas, aún vivas, el
corazón del pecho, se corrían allí mismo, algunos perdían el conocimiento en
medio de la ola orgásmica que sentían.
Igual
le sucede a los fiscales y al inocuo Defensor del Pueblo, a los ediles,
personal administrativo y de servicio que actúan en esta gran maquinaria de
castigo, que oculta detrás de la normativa, símbolos y discursos, una inmensa
trama de desviaciones sexuales y perversiones, todos estos funcionarios,
pagados con dineros públicos para hacerle daño al público, que actúan como
engranaje en un aparato de enfermos sexuales, muchos de ellos homosexuales de
closets, que además son homofóbicos, no escuchan, no ven, no hablan, pero
consiguen sus erecciones y sus húmedas palpitaciones que alivian sus nervios, y
que sólo se minimiza la angustia que sienten al presenciar o saberse parte
estelar de los atroces sufrimientos del otro, vejado en una ergástula del
gobierno por órdenes que llevan su rúbrica en nombre de un estado atróz.
Ramo
Verde y El Helicoide son los más conspicuos centros de torturas del país y del
gobierno bolivariano socialista, regentados por una serie de funcionarios uno
más enfermo y degenerado que el otro, donde practican la tortura física y
psicológica, donde abusan del cuerpo humano hasta producirles heridas
irreparables, lesiones graves que incapacitan, sus principales jerarcas son hoy
investigados por delitos de lesa humanidad en el tribunal de la Haya.
Lo
más terrible de esta situación, es que el gobierno del socialismo del siglo
XXI, lo que quiere es pasar como gobierno humanista y repartidor de amor, un
amor que mata, que deja a las personas minusválidas, locas y hechas un guiñapo,
que destruye a familias completas, que le roba la dignidad y la vida a las
personas inocentes, que insultan con este comportamiento a la civilización
toda, la gran pregunta, sabiendo que esto es un hecho incontrovertible, que la
tortura, las desapariciones, los secuestros, el sicariato, la extorsión, los
procesos judiciales sin garantías ni derecho a la defensa, las ejecuciones
extrajudiciales, son hechos públicos y notorios con los que los venezolanos nos
desayunamos diariamente, son estos terribles sucesos donde el gobierno socialista
es el gran demiurgo del horror, ¿Porqué hay todavía chavistas que pretenden
desconocer esta realidad? ¿Cómo es que una persona medianamente normal,
equilibrada y sensata puede, luego de enterarse de estos crímenes, seguir
participando de esta visión, trabajando para ellos, llevando su acción
devastadora a su prójimo y con una lealtad imbécil a sus perpetradores? La
excusa que tenían es que de que lo que le hicieron a ellos en el pasado fue
mucho peor, no tiene sentido, nunca tuvo sentido la venganza institucional,
pero menos ahora, al comparar la magnitud de las cifras de víctimas y presos
políticos sometidos a tortura, al menos, que se trate de una persona enferma,
tan enferma como los líderes de esta secta de criminales.
¿De qué cloaca salieron?
¿Quiénes
son las víctimas predilectas de estos depredadores? Pues empiezan con los
infantes, los bebes recién nacidos, los ancianos discapacitados, los enfermos
terminales, los médicos, los activistas de derechos humanos, los políticos de
la oposición, los periodistas, las mujeres y si son jueces les atrae de
sobremanera, jóvenes estudiantes, oficiales de la Fuerza Armada acusados de
conspiradores, mineros ilegales, pescadores, barriadas populares completas.
Negarles
la atención médica y la comida ya es tortura, seguirlos y aterrorizarlos,
golpearlos en la calle, destruirle sus equipos de trabajo, es tortura,
llamarlos anónimamente para amenazarlos con secuestrarle los hijos, eso es
tortura, derribarle la puerta de sus casa en la mitad de la noche y saquearle
la vivienda, eso es tortura, gasearlos con substancias tóxicas y dispararle
perdigones por protestar eso es tortura.
Sigmund Freud que estudió a fondo varias
desviaciones del principio del placer, concluye que estas perversiones tratan
de una malformación del individuo donde actúan conjuntamente confusiones
edípicas, principalmente por la carencia de una figura de padre, con la
imposibilidad del individuo de reconocer los tabú sociales, aún los sagrados,
ya que carecen de sentido para su comportamiento moral, en su obra Totem y tabú, nos dice Freud: “Tras cada prohibición, por fuerza hay un
anhelo. Supondremos que ese anhelo de matar está presente de hecho en lo
inconsciente, y que ni el tabú ni la prohibición moral son superfluos
psicológicamente, sino que se explican y están justificados por la actitud
ambivalente hacia el impulso asesino”.
Estos
criminales, revolucionarios llegados al poder para destruir el orden
establecido y crear la utopía socialista, tienen toda una infraestructura
dentro del mismo estado para cometer sus crímenes, encapuchados, de manera
anónima, sin distintivos ni autorizaciones, excepto las armas, pero especial
mención merecen sus alcahuetas, las mujeres chavistas que laboran como
directoras del CNE, y quienes son las que permiten que estos sádicos se
perpetúen en el poder, para seguir cometiendo sus delitos en contra de los
venezolanos y extranjeros que caigan en sus redes de perversión.
La
situación ha llegado a ser tan pública y el manejo de la misma tan
irresponsable, que las torturas y desapariciones en Venezuela son noticia de
primera página en los diarios del mundo, ejemplo deleznable de cobardía,
crueldad sin medida y lástima, por la bajeza como una supuesta ideología y
ejemplo de gobernanza se presentan sin ninguna vergüenza, como una opción de
democracia y convivencia humana.
Creo que la respuesta se encuentra entre las piernas
de los revolucionarios, los chavistas necesitan saber que son parte del régimen
para poder conseguir alivio sexual, están enfermos y les gusta el sadismo, tal
y como fue descrito por el psiquiatra germano-austríaco Richard von
Kraft-Ebbing, pero no fue sino hasta que Lacan exploró ese mundo subterráneo
que él llamó “la felicidad en el mal”
para darse cuenta que hay personas que gozan con la disolución del otro, y el
gozo que producen es de orden eyaculatorio.
Lo que ocurre aquí en Venezuela está ocurriendo
también en Cuba, país donde se forjó todo el sistema de crímenes de odio y que
es su principal producto de exportación, lo que pasa es que en la isla, sus
funcionarios son mucho más discreto, sus actos no son publicitados, y el placer
de las desapariciones y las torturas se hacen exclusivamente puertas adentro,
no como en Venezuela donde priva el exhibicionismo y el voyerismo irreprimible.
Colombia es el próximo objetivo de estos degenerados
que han practicado en sus campos guerrilleros las formas y sistemas de
desapariciones y torturas, para tenerlas lista al momento de ser gobierno y así
controlar a la población, cuando el candidato de la izquierda colombiana
promete copiar el modelo chavista en su país, le está prometiendo a su gente
convertir el país en una granja de animales para que se solacen en sus más
bajos instintos, igual que lo hizo Maduro y sus cohortes.
A este respecto apunta el psiquiatra Daniel Gerber: “Existe entonces una estrecha relación entre
fijación de goce, prohibición y consumación desplazada del acto prohibido. Es
la situación que conforma el trasfondo de la angustia [...]. La angustia no es
sin objeto, su objeto es goce no elaborado en lo simbólico del cual ella es
señal, indicación de que algo se ha desencadenado: un excedente que adopta la
fachada del monstruo. En última instancia se trata del desencadenamiento de las
tres dimensiones que, encadenadas, aseguran la discontinuidad sujeto-Otro y el
cercamiento del goce”.
- saulgodoy@gmail.com
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