miércoles, 6 de junio de 2018

¿La conspiración del arte o el arte de la conspiración?



Luego del atentado en contra de las torres gemelas en New York en el 2001, uno de los sucesos que más conmovieron al filósofo y semiólogo francés Jean Baudrillard, tuvo lugar el inesperado comentario de Karl-Heinz Stockhausen diciendo que se trataba de uno de los más grandes performances de arte en los tiempos modernos, refiriéndose sin duda, al impacto visual de las imágenes recogidas por los medios y distribuidos en todo el mundo.
Baudrillard ripostó al momento: “¿Por que una obra de arte? Es una interpretación escandalosa atribuirle la misma elevada etiqueta de arte y performance a lo ocurrido el 11 de septiembre como si se tratara, por ejemplo del Palacio de Tokio, vamos a contener el poder de los eventos a los eventos.”
Un comentario que no guardó distancia con la tesis que manejó el autor de que la guerra del golfo en Irak, ganada por las fuerzas de USA, jamás se produjo en la realidad, que fue un montaje mediático, un show hiperrealístico que solo fue posible gracias a la avanzada tecnología de comunicaciones del momento, comenta el autor en su libro El Complot del Arte (1996): “Miseria de la imagen superdotada, como la Guerra del Golfo en la CNN. Pornografía de la imagen en tres o cuatro dimensiones, de la música en tres o cuatro o cuarenta y ocho pistas, y más: siempre que se recarga lo real, siempre que se agrega lo real a lo real con miras a una ilusión perfecta (la de la semejanza, la del estereotipo realista), se da muerte a la ilusión en profundidad”.
Baudrillard es así, un crítico de la postmodernidad utilizando herramientas prestadas de la modernidad para escarbar un hueco de conceptos, prejuicios, y escenarios (discursos), de los que luego no pudo salir sino falsificando el mundo y lo real, esta dura afirmación requiere una explicación, Baudrillard es un marxista convencido, un primitivista que comulgaba con la fobia tecnológica elaborada por Heidegger, en semiólogo prestado a la política al mejor estilo de Chomski y que trató de justificar el terrorismo en términos de valore humanístico.
Él mismo se prestó al juego de estrella del espectáculo, compartiendo escenario con puestas en escenas avant garde, y en lo que respecta al arte contemporáneo, que es el punto que quiero tocar en este breve ensayo, a partir del Pop Art nunca tuvo estómago para digerir correctamente los cambios y el giro tan radical que estaba dando la estética postmoderna, la misma que el trató de explicar, en términos de decadencia y detritus del capitalismo tardío.
Baudrillard estudió filología, su especialidad fueron los clásicos alemanes, entre ellos a Calvino, aunque terminó traduciendo y comentando a Bertolt Brecht y a Peter Weiss, luego se fue por la sociología siguiendo los pasos de Henri Lefebvre, Rolad Barthes y posteriormente George Bataille, donde adquirió el gusto por la semiología, y desembocó finalmente en la estética de las artes visuales, dejando una estela de obras de la más variada consistencia, entre ellas destaca quizás sus obras más famosa, Cultura y Simulacro (1983) y posteriormente Simulacra y Simulación (1994).
Voy a abusar de su atención para presentarles un apretado y muy completo resumen de las diferentes etapas de la obra de Baudrillard realizado por el investigador Jhon Lechte, en su importante obra Cincuenta Pensadores Contemporáneos Esenciales (1994), la cual recomiendo de manera muy especial para quienes desean comprender el mundo actual, nos dice Lechte sobre Baudrillard:

En una sociedad dominada por la producción, afirma Jean Baudrillard, la diferencia entre valor de uso y valor de cambio tiene cierta importancia. Desde luego, durante algún tiempo, Marx pudo ofrecer una explicación relativamente plausible de crecimiento del capitalismo usando solo estas categorías. El valor de uso de un objeto seria su utilidad, en términos marxistas, respecto a la satisfacción de ciertas necesidades; el valor de cambio, por otro lado, se referiría al valor de un producto en el mercado, el objeto medido con arreglo a su precio. El objeto del valor de cambio es lo que Marx denominó el objeto en forma de mercancía. Partiendo de la reevaluación y critica de la teoría económica del objeto en Marx, sobre todo en relación con el concepto de valor de uso. Jean Baudrillard desarrolla la primera gran fase de su obra con una teoría de base semiótica sobre la producción y el objeto, que destaca el valor de signo de los objetos. En la segunda etapa, Baudrillard afirma que incluso el concepto de signo como vehículo de significado y contenido es demasiado reductivo; el Saussure de los anagramas, en el que las palabras parecen surgir de forma misteriosa y casi mágica mediante las letras, está más próximo a la forma de funcionamiento del lenguaje. Por último, a partir de la mitad de los años 70, sus escritos, empezando por Intercambio simbólico y muerte, muestran que Baudrillard ha asumido las consecuencias, que el juzga radicales, de la omnipresencia del código en las sociedades de la modernidad reciente. El código se refiere, sin duda, a la informatización y la digitalización, pero también es fundamental en física, biología y otras ciencia naturales, donde permite una reproducción perfecta del objeto o situación, esa es la razón de que el código permita dejar de lado lo real y abra paso- a lo que Baudrillard ha designado, de forma bien conocida, como hiperrealidad.

Dentro de este gran fresco de actividad intelectual, Baudrillard tiene un especial interés en el arte, en toda su obra se encuentran referencias a su visión estética que tuvo un importante período elaborándose dentro de los EEUU, cuando fue invitado por varias instituciones y movimientos artísticos que compartían su particular punto de vista, que complementó con varios experimentos personales en escritura y fotografía, pero hay una interesante mezcla en los escritos de Baudrillard donde confluyen la fantasía, la conspiración, algo de futurología y mucho de esa pose de rigor teórico, que tanto le gusta aparentar, para presentarnos su opinión de que el arte, tal como se conocía hasta la modernidad, está siendo destruido y va en vías de su extinción.
El profesor de la Universidad de California Los Angeles, Douglas Kellner, en la conferencia Confrontando a Baudrillard, que dio en la Universidad de Swansea en el 2006, alega lo siguiente

Una vez que inicia su carrera académica en los años 60, Baudrillard le presta atención al arte como un importante y distintivo modo de objetos… En su temprano estudio sobre El Sistema de Objetos (1968) y La Sociedad de Consumo (1970) Baudrillard analiza los objetos de arte como importantes artefactos en el sistema de objetos que constituyen la vida cotidiana. Para Baudrillard, el Pop Art representa dramáticas transformaciones de los objetos en el comienzo del siglo XX.  Cuando previamente el arte era investido de unos valores psicológicos y morales que le otorgaban a estos artefactos un aura espiritual-antropomórfica, para el siglo XX los objetos de arte- ya no vivían en relación a la sombra del hombre y empezaron a asumir extraordinaria importancia como elementos independientes del espacio (cubismo, etc.)

Como buen comunista, su crítica hacia la sociedad capitalista, que se caracteriza por su opulencia y diversidad de estilos de vida, va dirigida al exceso de producción, a la redundancia, al consumo salvaje, a los objetos en serie y perecederos, entre los que destaca el automóvil, con el que tuvo una fijación que nunca pudo resolver, dada la pasión y el cuidado que la sociedad capitalista dedicaba a la inmensa variedad de modelos, marcas, estilos y precios de estas máquinas, símbolos de la vida tecnológica y la pasión por la individualidad.
Esta “cochina envidia” al potencial innovador, mercantilista y de comodidad al alcance de todos, que vio y vivió durante sus largas estadías en los EEUU, la sentía Baudrillard cuandose percataba que en las galerías, en las colecciones privadas y hasta en los salones de juntas directivas de las grandes corporaciones, las obras de arte contemporáneas, adquiridas a precios elevadísimos, de piezas que él consideraba malas copias de la realidad, simulacros del verdadero arte, arte como el que él conoció en la Francia de su juventud, cuando era parte de los movimientos impresionistas, surrealista, y todos los grupos experimentales de los que formó parte.
En su obra La Sociedad de Consumo, dice Baudrillard: “Todo el arte antes del Pop, estaba basado en una visión con profundidad del mundo, el Pop por el contrario clama la homogeneidad propia de la producción industrial en serie, lo mismo con el carácter artificial, fabricado de todo el ambiente, homogéneo con su inmanente orden de signos: homogéneo como la producción industrial serial y por lo tanto artificial, con el carácter de lo fabricado como en todo el ambiente con esa saturación que lo empapa y al mismo tiempo con esa abstracción culturizada de un nuevo orden de cosas”.
Baudrillard se sumerge en un complejo sistema de signos, significados, códigos, encriptaciones, alegando que la nueva tecnología de comunicaciones pretende sustituir el mundo real por una copia elaborada de los intereses del poder capitalista e industrial; utilizando la figura de los códigos genéticos y de los códigos binarios en cibernética, se echa una enredada, al tratar de deslindar aquellas “copias” que producen un original, u originales cuya naturaleza son verdaderas copias, la oveja clonada Dolly ¿Es un original o una copia?
Muchas de las elucubraciones de Baudrillard sobre la construcción de la falsa realidad son las que hoy utiliza el gobierno de Maduro y muchos otros regímenes comunistas para tratar de confundir a la gente entre realidad y ficción, da pie a poder crear y recrear guerras de cuarta generación, guerras económicas inexistentes, conspiraciones del imperio en contra de los gobiernos revolucionarios, conspiraciones y sabotajes en cada gestión fallida del gobierno, el discurso de la simulación y la simulacra, están presente a diario en los discursos que se escuchan en Venezuela.
El gobierno del socialismo del siglo XXI ha sido un gran usuario de estas ideas para construir la hiperrealidad socialista, al mismo tiempo que acusa al Imperio de utilizar la simulación como un arma en contra del país, Maduro y su gobierno revolucionario emplea la falsificación de los códigos para generar un país inexistente, que sólo existe en la propaganda alienante y continua del gobierno, que sólo apunta hacia la utopía marxista de un nuevo orden mundial generado desde La Habana para toda Latinoamérica. -   saulgodoy@gmail.com






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