Luego del atentado en contra de las torres gemelas
en New York en el 2001, uno de los sucesos que más conmovieron al filósofo y
semiólogo francés Jean Baudrillard, tuvo lugar el inesperado comentario de
Karl-Heinz Stockhausen diciendo que se trataba de uno de los más grandes
performances de arte en los tiempos modernos, refiriéndose sin duda, al impacto
visual de las imágenes recogidas por los medios y distribuidos en todo el
mundo.
Baudrillard ripostó al momento: “¿Por que una obra de arte? Es una interpretación escandalosa
atribuirle la misma elevada etiqueta de arte y performance a lo ocurrido el 11
de septiembre como si se tratara, por ejemplo del Palacio de Tokio, vamos a
contener el poder de los eventos a los eventos.”
Un comentario que no guardó distancia con la tesis
que manejó el autor de que la guerra del golfo en Irak, ganada por las fuerzas
de USA, jamás se produjo en la realidad, que fue un montaje mediático, un show
hiperrealístico que solo fue posible gracias a la avanzada tecnología de
comunicaciones del momento, comenta el autor en su libro El Complot del Arte (1996): “Miseria de la imagen superdotada, como la Guerra
del Golfo en la CNN. Pornografía de la imagen en tres o cuatro dimensiones, de
la música en tres o cuatro o cuarenta y ocho pistas, y más: siempre que se
recarga lo real, siempre que se agrega lo real a lo real con miras a una
ilusión perfecta (la de la semejanza, la del estereotipo realista), se da
muerte a la ilusión en profundidad”.
Baudrillard es así, un crítico de la postmodernidad
utilizando herramientas prestadas de la modernidad para escarbar un hueco de
conceptos, prejuicios, y escenarios (discursos), de los que luego no pudo salir
sino falsificando el mundo y lo real, esta dura afirmación requiere una
explicación, Baudrillard es un marxista convencido, un primitivista que
comulgaba con la fobia tecnológica elaborada por Heidegger, en semiólogo
prestado a la política al mejor estilo de Chomski y que trató de justificar el
terrorismo en términos de valore humanístico.
Él mismo se prestó al juego de estrella del
espectáculo, compartiendo escenario con puestas en escenas avant garde, y en lo que respecta al arte contemporáneo, que es el
punto que quiero tocar en este breve ensayo, a partir del Pop Art nunca tuvo
estómago para digerir correctamente los cambios y el giro tan radical que
estaba dando la estética postmoderna, la misma que el trató de explicar, en
términos de decadencia y detritus del capitalismo tardío.
Baudrillard estudió filología, su especialidad
fueron los clásicos alemanes, entre ellos a Calvino, aunque terminó traduciendo
y comentando a Bertolt Brecht y a Peter Weiss, luego se fue por la sociología
siguiendo los pasos de Henri Lefebvre, Rolad Barthes y posteriormente George
Bataille, donde adquirió el gusto por la semiología, y desembocó finalmente en
la estética de las artes visuales, dejando una estela de obras de la más
variada consistencia, entre ellas destaca quizás sus obras más famosa, Cultura y Simulacro (1983) y
posteriormente Simulacra y Simulación
(1994).
Voy a abusar de su atención para presentarles un
apretado y muy completo resumen de las diferentes etapas de la obra de Baudrillard
realizado por el investigador Jhon Lechte, en su importante obra Cincuenta Pensadores Contemporáneos
Esenciales (1994), la cual recomiendo de manera muy especial para quienes
desean comprender el mundo actual, nos dice Lechte sobre Baudrillard:
En
una sociedad dominada por la producción, afirma Jean Baudrillard, la diferencia
entre valor de uso y valor de cambio tiene cierta importancia. Desde luego,
durante algún tiempo, Marx pudo ofrecer una explicación relativamente plausible
de crecimiento del capitalismo usando solo estas categorías. El valor de uso de
un objeto seria su utilidad, en términos marxistas, respecto a la satisfacción
de ciertas necesidades; el valor de cambio, por otro lado, se referiría al
valor de un producto en el mercado, el objeto medido con arreglo a su
precio. El objeto del valor de cambio es lo que Marx denominó el objeto en
forma de mercancía. Partiendo de la reevaluación y critica de la teoría
económica del objeto en Marx, sobre todo en relación con el concepto de valor
de uso. Jean Baudrillard desarrolla la primera gran fase de su obra con una
teoría de base semiótica sobre la producción y el objeto, que destaca el valor de
signo de los objetos. En la segunda etapa, Baudrillard afirma que incluso el
concepto de signo como vehículo de significado y contenido es demasiado
reductivo; el Saussure de los anagramas, en el que las palabras parecen surgir
de forma misteriosa y casi mágica mediante las letras, está más próximo a la
forma de funcionamiento del lenguaje. Por último, a partir de la mitad de los
años 70, sus escritos, empezando por Intercambio simbólico y muerte, muestran
que Baudrillard ha asumido las consecuencias, que el juzga radicales, de la
omnipresencia del código en las sociedades de la modernidad reciente. El código
se refiere, sin duda, a la informatización y la digitalización, pero también es
fundamental en física, biología y otras ciencia naturales, donde permite una
reproducción perfecta del objeto o situación, esa es la razón de que el código
permita dejar de lado lo real y abra paso- a lo que Baudrillard ha designado,
de forma bien conocida, como hiperrealidad.
Dentro
de este gran fresco de actividad intelectual, Baudrillard tiene un especial
interés en el arte, en toda su obra se encuentran referencias a su visión
estética que tuvo un importante período elaborándose dentro de los EEUU, cuando
fue invitado por varias instituciones y movimientos artísticos que compartían
su particular punto de vista, que complementó con varios experimentos
personales en escritura y fotografía, pero hay una interesante mezcla en los
escritos de Baudrillard donde confluyen la fantasía, la conspiración, algo de
futurología y mucho de esa pose de rigor teórico, que tanto le gusta aparentar,
para presentarnos su opinión de que el arte, tal como se conocía hasta la
modernidad, está siendo destruido y va en vías de su extinción.
El
profesor de la Universidad de California Los Angeles, Douglas Kellner, en la
conferencia Confrontando a Baudrillard,
que dio en la Universidad de Swansea en el 2006, alega lo siguiente
Una
vez que inicia su carrera académica en los años 60, Baudrillard le presta
atención al arte como un importante y distintivo modo de objetos… En su
temprano estudio sobre El Sistema de
Objetos (1968) y La Sociedad de
Consumo (1970) Baudrillard analiza los objetos de arte como importantes
artefactos en el sistema de objetos que constituyen la vida cotidiana. Para
Baudrillard, el Pop Art representa dramáticas transformaciones de los objetos
en el comienzo del siglo XX. Cuando
previamente el arte era investido de unos valores psicológicos y morales que le
otorgaban a estos artefactos un aura espiritual-antropomórfica, para el siglo
XX los objetos de arte- ya no vivían en relación a la sombra del hombre y
empezaron a asumir extraordinaria importancia como elementos independientes del
espacio (cubismo, etc.)
Como
buen comunista, su crítica hacia la sociedad capitalista, que se caracteriza
por su opulencia y diversidad de estilos de vida, va dirigida al exceso de
producción, a la redundancia, al consumo salvaje, a los objetos en serie y
perecederos, entre los que destaca el automóvil, con el que tuvo una fijación
que nunca pudo resolver, dada la pasión y el cuidado que la sociedad
capitalista dedicaba a la inmensa variedad de modelos, marcas, estilos y
precios de estas máquinas, símbolos de la vida tecnológica y la pasión por la
individualidad.
Esta
“cochina envidia” al potencial innovador, mercantilista y de comodidad al
alcance de todos, que vio y vivió durante sus largas estadías en los EEUU, la
sentía Baudrillard cuandose percataba que en las galerías, en las colecciones
privadas y hasta en los salones de juntas directivas de las grandes
corporaciones, las obras de arte contemporáneas, adquiridas a precios
elevadísimos, de piezas que él consideraba malas copias de la realidad,
simulacros del verdadero arte, arte como el que él conoció en la Francia de su
juventud, cuando era parte de los movimientos impresionistas, surrealista, y
todos los grupos experimentales de los que formó parte.
En su obra La
Sociedad de Consumo, dice Baudrillard: “Todo
el arte antes del Pop, estaba basado en una visión con profundidad del mundo,
el Pop por el contrario clama la homogeneidad propia de la producción
industrial en serie, lo mismo con el carácter artificial, fabricado de todo el
ambiente, homogéneo con su inmanente orden de signos: homogéneo como la
producción industrial serial y por lo tanto artificial, con el carácter de lo
fabricado como en todo el ambiente con esa saturación que lo empapa y al mismo
tiempo con esa abstracción culturizada de un nuevo orden de cosas”.
Baudrillard se sumerge en un complejo sistema de
signos, significados, códigos, encriptaciones, alegando que la nueva tecnología
de comunicaciones pretende sustituir el mundo real por una copia elaborada de
los intereses del poder capitalista e industrial; utilizando la figura de los
códigos genéticos y de los códigos binarios en cibernética, se echa una
enredada, al tratar de deslindar aquellas “copias” que producen un original, u
originales cuya naturaleza son verdaderas copias, la oveja clonada Dolly ¿Es un
original o una copia?
Muchas de las elucubraciones de Baudrillard sobre la
construcción de la falsa realidad son las que hoy utiliza el gobierno de Maduro
y muchos otros regímenes comunistas para tratar de confundir a la gente entre realidad
y ficción, da pie a poder crear y recrear guerras de cuarta generación, guerras
económicas inexistentes, conspiraciones del imperio en contra de los gobiernos
revolucionarios, conspiraciones y sabotajes en cada gestión fallida del
gobierno, el discurso de la simulación y la simulacra, están presente a diario
en los discursos que se escuchan en Venezuela.
El gobierno del socialismo del siglo XXI ha sido un
gran usuario de estas ideas para construir la hiperrealidad socialista, al
mismo tiempo que acusa al Imperio de utilizar la simulación como un arma en
contra del país, Maduro y su gobierno revolucionario emplea la falsificación de
los códigos para generar un país inexistente, que sólo existe en la propaganda
alienante y continua del gobierno, que sólo apunta hacia la utopía marxista de
un nuevo orden mundial generado desde La Habana para toda Latinoamérica.
- saulgodoy@gmail.com
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