Leyeron
bien, no es la destrucción de Venezuela, el país, que avanza viento en popa; lo
que Cuba, por medio del chavismo, quiere lograr, es la destrucción del
venezolano y allí hay una diferencia importante: el país se puede reconstruir,
el venezolano no.
El
chavismo, en todas sus manifestaciones, dentro y fuera del PSUV, con sus
títeres y simuladores, con sus colaboracionistas y candidatos, haciéndose pasar
por opositores, todo, conforma un grupo de interés afiliado al objetivo del
gobierno de Cuba, de extinguir el espíritu del venezolano.
¿Cuál
es la razón? Se trata de un experimento y una estrategia de dominio
continental; se está experimentando con fórmulas que fueron elaboradas por
distintos gobiernos totalitarios en el mundo, son herramientas que están siendo
puestas al día para ser utilizadas luego a escala global por los íncubos y
súcubos del socialismo mundial.
Fidel
consideraba a los venezolanos como un obstáculo a sus pretensiones de dominio
regional; por tradición, cultura y naturaleza, los venezolanos somos un grupo
humano difícil de doblegar ante la autoridad, debido, entre otras cosas, a
nuestro carácter independiente, a nuestro gusto por la libertad y la buena
vida.
Fidel
comprobó varias veces que los venezolanos éramos un hueso duro de roer; el país
se resistió con empeño a la avanzada guerrillera de los 60, luego a una
invasión, al clima de violencia que generaron actos terroristas… contábamos con
una élite política responsable y con metas muy claras, la idea del comandante era
que si lograba triunfar en Venezuela, con sus riquezas y posición
geoestratégica, tendría en sus manos a toda América, incluyendo el norte.
Luego
de décadas de infructuosas iniciativas, y debido a su férrea voluntad y
disciplina, sus esfuerzos finalmente dieron frutos, los venezolanos fuimos
derrotados por la traición y la ignorancia.
Ese
cambio de estrategia, de abandonar el camino de las armas y utilizar la
democracia como trampolín al poder, resultó; años de ideologización en el mundo
académico, entre los intelectuales, los medios de comunicación, los partidos
políticos y, finalmente, los militares, permitió una profunda penetración del
comunismo, la semilla de la utopía de un mundo y un hombre nuevo y más justo,
estaba a punto.
Y
aprovechándose de la decadencia política de los partidos del stablishment, de la corrupción galopante
dentro de la estructura del estado y de los distintos feudos de poder enfrentados
por los cargos del gobierno, lanzó a ese monstruo del simulacro llamado Hugo
Chávez, investido del credo de la unidad nacional y la justicia social, un solo
país, un solo hombre, un solo mando.
Luego
de varios años de una labor de demolición institucional y de una campaña global
para posicionar a las fuerzas de la nueva izquierda en boga, Hugo Chávez fue
eliminado de la ecuación por la misma Cuba, cuando se hizo demasiado autónomo y
visible para los planes de Fidel y Raúl; preferían, con mucho, a su agente
colombiano, sembrado en las entrañas del chavismo, Nicolás Maduro, un hombre
sin ideas propias y obediente, a quien tenían en el banco de los suplentes
esperando turno.
Maduro
se convirtió en un eficiente administrador de la colonia venezolana y quien
llevaría a cabo el trabajo sucio de destruir el espíritu venezolano de una vez
por todas; y, como todo totalitarismo, con el tiempo desemboca necesariamente en
los campos de concentración, que es la etapa que estamos viviendo en este justo
momento.
Es
por ello que me pareció pertinente referirles la entrevista que realizó Guy
Sorman, un editor y periodista francés, en su libro Los Verdaderos Pensadores de Nuestro Tiempo (1989), al psiquiatra vienés
Bruno Bettelheim, quien fue víctima y sobrevivió a dos campos de concentración
nazis, Dachau y Buchenwald, y que nos da su receta para no caer vencidos por el
enemigo.
“El psicoanálisis-me dice Bettelheim-
sin duda salvó mi vida”. Lo importante era no hundirse en la locura o en la desintegración
de la personalidad, que era el objetivo perseguido por los nazis. Para ello,
había que preservar una zona de libertad de pensamiento, por insignificante que
fuera. Bettelheim lo consiguió obligándose a observar a sus camaradas, así como
a sus verdugos, con la mirada y los instrumentos críticos de su ciencia.
Gracias a este ejercicio práctico de psicoanálisis, nos dice Bettelheim, él no
se convirtió en lo que en los campos se llamaba un “musulmán”. Se designaba
así, me explica, a los prisioneros que se abandonaban a su suerte: cadáveres
ambulantes que se habían convertido casi en objetos despersonalizados, movidos
desde el exterior por los guardias, incapaces de sentir, pensar, actuar o
reaccionar. Bettelheim comprendió muy pronto que toda la organización de los
campos estaba precisamente destinada a transformar a los prisioneros en
“musulmanes”. Al prohibir observar, reaccionar, emprender nada, incluso
entregarse a sus necesidades naturales sin autorización, los SS transformaban a
los prisioneros en objetos, incapaces de vivir su propia vida”.
Hay todo un aparato de humillación y fragmentación
de la psiquis en Venezuela, que nos está siendo impuesto de manera implacable y
masiva desde el gobierno chavista, con toda la intención de anularnos como
personas, desde la falta de los servicios más básicos para la vida, como serían
los cada vez más prolongados cortes de electricidad y agua potable, las severas
fallas en el transporte público, tratando a las personas como si fueran
animales, montándolos en camiones de carga, sin ninguna consideración y respeto
por su condición de usuario.
Nos obligan hacer largas colas bajo el sol
inclemente para conseguir alimentos o dinero o medicinas; nos someten a la
burla de tener que escuchar noticias e informaciones falsas y manipuladas por
factores del gobierno, para hacernos creer que vivimos en otra realidad y en un
universo paralelo, con una censura implacable, para dejarnos huérfanos de
información vital para nuestra seguridad, interrumpiendo nuestras comunicaciones
telefónicas, por internet y con esas horribles cadenas nacionales llenas de
propaganda y culto a la personalidad del tirano.
Desbancan nuestra economía para que no podamos
planificar ni siquiera las necesidades cotidianas de nuestra familia,
dejándonos al final del día en la precariedad más absoluta; nos enseñan
diariamente los padecimientos de enfermos terminales protestando en las calles,
pacientes sin medicinas, médicos desesperados pidiendo ayuda humanitaria, vemos
mensajes clamando socorro de conciudadanos que saben que están muriendo de
desahucio.
A esto, aunémosle todas las víctimas y bajas
provocadas por un hampa sin control, los ajusticiamientos, los operativos de
los escuadrones de la muerte del gobierno, los presos políticos clamando por
justicia, rogando por sus derechos y que dejen de torturarlos.
Hasta algo tan sagrado como la maternidad fue
rebajada a premio de lotería, con bonos y carnets, para luego dejar a los neonatos
morir por inasistencia, un infanticidio en masa.
El panorama del día a día del venezolano es
dantesco, y es todo diseñado y programado para asesinar nuestra esperanza y
reducirnos a simples cosas; no tenemos opciones, la mayor parte de quienes
dicen querer ayudarnos nos piden que soportemos el castigo, que nos
acostumbremos a los maltratos, que no hay nada que hacer sino votar, apoyar
candidatos del mismo gobierno, seguir con una charada interminable de promesas
y principios políticos que ya suenan absurdos.
El gobierno de Maduro sostiene una campaña de burlas
y mentiras presentándose como quien quiere la paz y la concordia, llamando a la
negociación y dando supuestos gestos de generosa piedad hacia los presos
políticos, que ha resultado en una grotesca puesta en escena, de verdugos
haciéndose pasar por ovejas, pidiéndoles a las víctimas que sacan de sus
centros de torturas, alcen sus voces para que la comunidad internacional
suspenda las sanciones en su contra.
Giorgio Agamben, uno de los filósofos que más ha estudiado
los estados de excepción y la vida en campos de concentración, comenta en su
obra Lo que Queda de Auschwitz
(1999), algunas de las observaciones que hizo el doctor Betelheim, retomando
las consideraciones del escritor español Primo Levi, sobre su experiencia como
prisionero de los nazis:
“Esa paradójica
situación ética del musulmán hace precisa una reflexión. El musulmán no es
tanto, como cree Betelheim, la cifra del punto del no retorno, del umbral más
allá del cual se deja de ser hombres, de la muerte moral, en suma, a lo que hay
que resistir con todas las fuerzas para salvar la humanidad y el respeto de sí,
y hasta quizás la vida. Sino que el musulmán es más bien, para Levi, el lugar
de un experimento, en que la moral misma, la humanidad misma se ponen en duda.
Es una figura límite de una especie particular en que pierden todo su sentido
no sólo categorías como dignidad y respeto, sino incluso la propia idea de un
límite ético.”
Con lo que quiere decir Levi, por intermedio de
Agamben, que si no le damos un parado a esta situación, el chavismo nos va a
asesinar sin ninguna contemplación; de hecho, ya lo está haciendo, ahora quiere
invadir nuestros hogares, secuestrar nuestros bienes y dejarnos en la calle.
De modo que todo aquel venezolano que nos diga que
tenemos que aguantar, esperar, conformar una unidad para ir a elecciones, el
que con su barriga bien llena gracias a las prebendas del gobierno, nos inste a
que por las vías pacíficas y constitucionales resolvamos nuestro “problema”
cuando lo que tenemos es un exterminio al por mayor de los venezolanos que nos
negamos a abandonar nuestra patria, es simplemente un cómplice conveniente de
este holocausto, que será recordado con innegable dolor y con mucha
vergüenza. - saulgodoy@gmail.com
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