Una
de mis lecturas más gratas son los clásicos de la teoría estética, entre ellos
la obra de Alexander Baumgarten, un filósofo de mediados del siglo XVIII quien
fue el responsable de escoger el término “estética” para abarcar los estudios
filosóficos del arte, esto, debido a que creía que el arte, era percibido como
sensación por los sentidos y procesado en los niveles cognitivos más bajos, de
allí la palabra - estética, del griego aisthesis-
que significa percepción por medio de los sentidos.
Y
cuando se usa la palabra en su acepción más reducida, sólo le interesa la parte
receptiva del arte por parte del observador o público, de allí que se usen las
expresiones como “experiencia estética” o “actitud estética”, es decir, trata
de los estados mentales de los espectadores ante el arte, de las respuestas que
da el observador frente al trabajo artístico o alguna manifestación de la
naturaleza.
El
crítico de arte Fabian Javier Ludueña Romandini nos dice, que muchos estudiosos
consideran que fue una mala escogencia de nombre para una ciencia que estudia
lo bello, pero defiende a Baumgarten explicando, que el filósofo entendía por
estética apenas una región de un conocimiento mucho más amplio que era la
gnoseología, escribió Ludueña Romandini, en el prólogo a la obra de Alain
Badiou, Pequeño Tratado de Inestética
(1998):
De este modo, a diferencia de la
gnoseología superior que se ocupa del saber intelectual, la estética o
gnoseología inferior está llamada a tomar como su objeto más propio al saber
sensible. Como escribe con suma claridad Baumgarten, la estética busca la "períectio cognitionis sensitiva
equatalis" (Aesthetica, 14). Es decir que antes de ser una ciencia de
lo sensible en cuanto bello, la estética es la ciencia primordial de la
sensación y de lo sensible, permaneciendo, de este modo, fiel a su designio
etimológico: aísthesis, sensación.
De las ideas de Baumgarten abrevan autores claves
para la filosofía del arte como Kant, Hegel, Croce y uno de mis teóricos
preferidos, Robin George Collingwood (1889- 1946) a quien quiero dedicarle unas
líneas.
Este filósofo e historiador británico fue un hombre
de múltiples facetas en las que dejó trabajos memorables, fue profesor de la
universidad de Oxford, en una etapa inicial se desempeñó como un distinguido
arqueólogo, experto en la historia de los romanos en su paso por Inglaterra,
dirigió una serie de excavaciones que reportaron tesoros y monumentos de la
época, publicó una serie de monografías y trabajos que lo convirtieron de muy
joven, en una autoridad respetada en la Britania romana.
En 1935 fue nombrado profesor titular
de la cátedra de Filosofía Metafísica, justamente cuando llegaban a Inglaterra
las primeras noticias desde Viena del desarrollo del positivismo lógico, cosa
que lo convertían en una especie de médico brujo de la filosofía.
En 1936 presenta en la Academia
Británica su conferencia Naturaleza
Humana e Historia Humana, que años después se convertiría en su obra cumbre
Idea de la Historia (1946), su
tesis, brillantemente expresada, era que la naturaleza humana nunca fue la misma,
que no era constante, había una historia que había que seguir para comprender y
abarcar la naturaleza del hombre en todos sus aspectos.
A finales de ese mismo año se
sumerge en la antropología, haciendo un trabajo de investigación sobre leyendas
y tradiciones orales, inspirado por un libro que tuvo que leer para aprobar su
publicación mientras fue director de una editorial, el clásico de E.E.
Evans-Pritchard, Witchcraft, Oracles and
Magic Among the Azande (1938) .
Para el profesor James Connelly
de la Universidad de Hull, en su ensayo titulado R.G. Collingwood, de la Antropología a la Metafísica (2009), este
contacto con la obra de Evans-Pritchard fue vital para el desarrollo de la
filosofía estética de Collingwood, en su importante obra, Principios del Arte (1938), que marcó todo el período de la Segunda
Guerra Mundial en un interesante careo con la obra del filósofo italiano Benedetto
Croce.
Para el profesor Connelly ese
vínculo entre antropología y estética que logró Collingwood, explica en buena
parte las concepciones sobre el arte primitivo que éste presentó en su tratado
y que en algunos puntos coinciden con los de Croce.
Pero Connelly también nos da
noticia del interés de Collingwood por la psicología, que fue parte de su
aparato teórico que le permitió abarcar con mayor profundidad la percepción del
fenómeno estético, nos cuenta Connelly:
Collingwood
tomaba muy en serio sus comentarios sobre psicología: Tenía una regla que decía
que uno sólo puede filosofar acerca de las cosas con las que uno se involucra
directamente. Que era una de las razones por las que rehuía de hacer filosofía
de las ciencias pero aceptaba de buen grado involucrarse con la filosofía del
arte, entre otras cosas porque él tocaba el piano y el violín, pintaba,
dibujaba y se sentía a gusto con otras actividades relacionadas. En cuanto a la
psicología, hizo un punto de honor el que lo psicoanalizaran, no solo quería
hablar del asunto como muchos de sus otros colegas, sino que se sometió a las
cincuenta sesiones que se exigían en la práctica de la época. Fue un gran
admirador de Freud, al que consideraba un genio; sin embargo lo criticó ásperamente
cuando Freud se atrevió a realizar un psicoanálisis retrospectivo sobre figuras
literarias o adelantaba consideraciones
antropológicas. Desde su punto de vista Freud violaba sistemáticamente sus
propios principios analíticos cuando lo hacía.
El trabajo de Croce fue anterior
al de Collingwood, y ejerció una influencia sobre las ideas del británico, cosa
que este último no tiene ningún prurito en admitir, de hecho, en la
correspondencia que intercambian ambos filósofos, Collingwood agradece a Croce
algunas de sus ideas que sirvieron como base para la elaboración de las suyas,
esto fue algo que no cayó muy bien entre la intelectualidad inglesa que ven en
Collingwood a un renegado de la tradición estética británica marcada por los
trabajos de Hume y Mills.
Debido a la limitación del
espacio de este artículo no voy a entrar en mayores consideraciones sobre las
tesis estéticas de ambos filósofos, excepto en lo que corresponde a su visión más
fundamental sobre el origen del arte, para Collingwood el arte se genera en el
mundo de la imaginación, mientras que para Croce nace de la intuición, y para
ambos el intelecto está supeditado a estas primeras y primitivas percepciones.
La naturaleza del arte es asunto
de piel, de sensaciones, trabaja debajo del horizonte intelectual, de hecho,
según ambos estudiosos, el arte es el punto de partida del conocimiento
conceptual, sin esta capacidad perceptiva del arte en el ser humano, éste jamás
hubiera tenido la capacidad de objetivizar el mundo, de diferenciarlo, la
realidad sería un todo informe y continuo.
Ambos autores coinciden en que la importancia del
arte radica en que es el primer escalón del pensamiento abstracto, sin arte no
hay desarrollo intelectual, y es una tesis que retomaría décadas después el
propio Alain Badiou, el arte, a medida que se complejiza lo hace, porque hay
una progresión del pensamiento, cuando el hombre de las cavernas dibuja los
primeros caballos y bisontes en las cuevas de Europa y Asia estamos en
presencia de los primeros síntomas de la inteligencia.
Fue un ejercicio que repitió de manera magistral
Picasso en sus cuadros Deux chevaux traînant
un cheval tué, de 1929 y Homme tenant
deux chevaux, de 1939, de un enorme parecido a las pinturas rupestres
encontradas en la cueva de Chauvet-Pont-d'Arc en Ardéche, pero que fueron
descubiertas mucho después de que Picasso las pintara, lo que hizo Picasso en
su estudio, lo hicieron nuestros antepasado a la luz de las antorchas en una
cueva.
Lo que trataron de probar tanto Collingwood como
Croce era, que es por medio de la imaginación-intuición como el intelecto tiene
acceso al mundo, que el arte es de alguna manera, como una membrana porosa que
permite el paso al intelecto de las impresiones de la realidad, y que el arte
depende de las sensaciones y emociones.
Espero que con estos breves comentarios haya podido
despertar la curiosidad de mis lectores sobre los trabajos de estos grandes filósofos
del arte, que tienen mucho más que decir que lo esbozado en estas líneas. -
saulgodoy@gmail.com
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