Hoy
quiero hablarles, en medio del desastre que el chavismo ha traído sobre nuestro
país, de una verdad incómoda, controversial y cuya discusión no puede ser
pospuesta por más tiempo, entre otras cosas, porque vamos a seguir repitiendo
el mismo error de apreciación, de creencias erradas, y porque hay grupos organizados
y personas sin escrúpulos que van a seguir aprovechándose de las
circunstancias.
Y
quiero hacerlo, en este momento decisorio para la vida del país, porque las
evidencias están a la vista. Lo que les voy a decir es tan contundente que
muchos venezolanos están pagando con sus vidas por un problema de apreciación,
una moralidad falsa y unos principios carentes de todo sustento, y se trata de
nuestra visión de lo que es democracia, pero, sobre todo, se trata de la
circunstancia en la que los venezolanos dejamos en manos de los más ignorantes
e incapaces la conducción del país. Y eso es algo que tendremos que llevar en
nuestra conciencia por el resto de nuestras vidas, porque fue nuestra decisión,
la peor que se ha hecho en la historia de Venezuela.
Cuando
se habla de democracia, desde sus orígenes en la antigua Grecia, se entendía
que era una forma de gobierno participativa, donde todos los ciudadanos tenían
el derecho de expresar libremente sus pensamientos sobre los asuntos del
estado, o sea, sobre todas aquellas decisiones que afectarían la vida pública,
a la nación entera.
Pero
ciudadanos no eran todos los que hacían vida en ese territorio, principalmente
en la ciudad; para ser ciudadanos se debía llenar ciertos requisitos que
aplicaban a la condición de persona comprometida con su grupo social, es decir,
debían ser propietarios, personas útiles y productivas, que tuvieran ciertos
bienes de fortuna, que tuvieran una historia que los ligara a la tierra, unos
antepasados, un linaje y una reputación.
No
eran ciudadanos los esclavos, ni los extranjeros, ni los locos, ni los
miserables, tampoco los desposeídos, menos aún aquellos que eran expulsados del
grupo social y su ciudadanía cancelada por cualquier razón, entre ellas las de
seguridad de estado; y, durante mucho tiempo, las mujeres fueron excluidas de
los deberes y derechos ciudadanos.
El
concepto evolucionó con el avance civilizatorio, siempre conservando en su
núcleo conceptual de que todas las personas aceptadas como ciudadanos dentro de
un sistema democrático, tenían no sólo una cultura y unos intereses en común,
sino el objetivo de preservar al estado como un ente funcional en beneficio de
la comunidad, de la gente que lo integraba, y esto era así porque se aplicaba
la ley de la auto preservación; para poder sobrevivir en el mundo era mejor
hacerlo en sociedad, y mientras mejor estuviera organizada esa sociedad,
mientras sirviera de manera optima para que el grupo prevaleciera en las
mejores circunstancias, aún en momentos extremos de conflicto, mejor.
Cuando
aconteció la Revolución Francesa y se declaró los derechos del hombre, estoy
seguro de que sus creadores y promotores estaban pensando en los franceses, no
en los africanos o los ingleses, menos aún en los reyes y la nobleza que
acababan de derrocar sino en una clase de hombres y mujeres del pueblo
revolucionario, preferiblemente jacobinos; cuando se declaró los derechos del
hombre en Norteamérica, estoy seguro de que los padres de la patria no pensaban
en los indios ni en los negros esclavos, y mucho menos en los hispanos,
pensaban en sus iguales, en sus vecinos, en los norteamericanos y descendientes
de los colonos anglos, blancos, protestantes, con los que convivían en el
trabajo diario de crear riqueza y ser prósperos, con aquellos que, si algún
poder extranjero venía a arrebatarles sus bienes y su libertad, estarían bien
dispuestos a defender la patria.
Pero
el mundo y la cultura evolucionaron, las ideologías se amalgamaron y estas
diferencias de razas, de lenguas y creencias fueron cediendo ante la diversidad
que existía fuera de sus fronteras, donde los “otros” se sentían con iguales
derechos que ellos.
Uno
de los grandes responsables en torpedear la defensa de la igualdad de los
ciudadanos comprometidos en democracia, en la defensa de su sobrevivencia, fue
el resentido social Juan Jabobo Rousseau (1712-1778), un pensador al que admiro
por su tenacidad, pero aborrezco por su moral oportunista (por ejemplo, dio en
adopción a todos sus hijos, a pesar de tener los medios suficientes para poder
mantenerlos); fue él quien empezó a jalonar la idea de igualdad para que
abarcase a otros individuos y factores en la vida democrática de las naciones,
entre ellos a los de mala vida, vagabundos y dementes, por quienes sentía
simpatía y sabía que constituían el grueso de las masas revolucionarias que
tenían a la nobleza europea preocupada por su destino.
Rousseau
era un furioso enemigo de la Ilustración, empezando porque despreciaba a la
razón como centro de la nueva cultura; por lo tanto, rechazaba igualmente las
artes, la ciencia, la institución de la propiedad, tachándolas de producir
corrupción en el hombre; el lujo y la sofisticación eran para él herramientas
para la perdición de la inocencia de aquel ser primitivo y natural que se
contentaba con la recolección y vivía de lo que le brindaba el medio ambiente.
El
progreso, al que veía como la suma de todos los males, producía unos pocos
ganadores, que ascendían o permanecían en el tope de la pirámide social, y una
inmensa cantidad de perdedores, que se mantenían en la base. Para Rousseau, la
razón engendraba egocentrismo y éste hacía que la persona ignorara el
sufrimiento de los otros; la civilización aislaba a los triunfadores, los hacía
ajenos al padecimiento de los pueblos; decía de las ciencias y de las artes que,
lejos de hacer más libre y elevar al ser humano: “Cubría con flores las cadenas de hierro que el hombre tenía que
cargar, inscritas en ellas el sentido original de la libertad con la que habían
nacido, haciéndolos amar la esclavitud, y convirtiéndolos en las llamadas
personas civilizadas.”
Porque
hay una verdad innegable: los mas brutos, los más pobres y miserables se
sienten con el derecho no sólo de gozar de los bienes y estilos de vida de los
triunfadores, aún a sabiendas que no les pertenecen, sino que, además, se
sienten capacitados para dirigir los destinos de la sociedad; porque es parte
de la naturaleza humana creerse por encima de nuestras propias facultades y
límites, y si una situación política les ofrece la posibilidad a los que menos
tienen de gozar de las riquezas de los otros, de tener el poder para doblegar
al prójimo, de imponer su voluntad sobre el grupo, pueden estar seguros que lo
harán, y con mucho placer… de eso trata la ignorancia, es audaz, ciega e
irresponsable.
Las
comunidades productivas, emprendedoras, creativas están inevitablemente
rodeadas de otras que tienen no solo menos oportunidad, talento, y que, muchas
veces, trabajan al mínimo, sólo para sobrevivir, por lo tanto no contribuyen de
igual manera en la generación de riqueza y prosperidad; pero si le damos los
mismos derechos que a los que sí motorizan los cambios, y están continuamente
innovando y creciendo, se produce un desequilibrio, al existir una igualdad
artificial (bien sea esta ideológica, legal o moral) se disparan mecanismos de
intervención indeseables para el progreso y la paz social de la comunidad.
Esa
es la razón por la que en las organizaciones hay jefes, directores; aún en el
partido comunista, que, según proclama, debería ser el lugar más igualitario del mundo,
hay una burocracia, un soviet, una directiva donde los líderes deciden y controlan
al resto; esta necesidad de orden estatutario, de prevalencia de autoridad, de
diferencias de rango, hace posible el orden social, de otra manera entraríamos
en el desorden, en la anomia más absoluta, donde todos hacen lo que les da la
gana.
La
democracia mal entendida y peor practicada puede conducir al desastre social;
de hecho, eso fue lo que nos pasó, por querer ser más democráticos que los
demócratas, le dimos el poder a quien menos estaba capacitado para ejercerlo,
porque los venezolanos más ignorantes, los desposeídos, los enfermos de la
cabeza, fueron la mayoría que llevó a los ladrones y a los asesinos que ahora
tenemos, para que se ocuparan de gobernarnos.
Aunque
Chávez llegó al poder principalmente gracias a los votos del pueblo llano, sin
embargo fueron muchos de la burguesía tradicional, empresarios, financistas,
dueños de medios de comunicación quienes igualmente contribuyeron a que se
produjera aquella tragedia histórica, no fueron mayoría pero si influyeron, con
lo que quiero decir, que para cometer un error político, igual puede hacerse
desde la alta cultura o desde unja lujosa oficina, lo que pretendo diferenciar
no es la susceptibilidad de un grupo determinado en el error, sino el cultivo
de una clase social en el error y para el error, que es muy diferente.
La
gran crítica a todo sistema electoral, es que la persona que va a ejercer el
derecho al voto, debe contar con una gran cantidad de información y tener claro
un análisis de la situación del momento para poder hacer una elección
consciente e inteligente; la gran mayoría no tiene ni la oportunidad ni la
voluntad para informarse convenientemente, y apenas sostienen su decisión con
base en propaganda, sentimientos, tendencias o impulsos del momento (algunos
venezolanos pensaron que Chávez era fácilmente manipulable, que era la persona
correcta para hacerle el encargo a diferentes grupos de interés desde el poder.
Esta falsa apreciación les resultó muy costosa).
Pero
ese es el juego democrático; el problema surge cuando esa mayoría de votantes
son manipulados, “nariceados” por discursos falsos, por amenazas y miedo a su
seguridad, cuando son “comprados” por premios y promesas; el problema está en
contar con un electorado inculto y sin la comprensión cabal de su acto como
votante, cuando lo más probable es que escoja mal, y se entrampe con un
gobierno opresor del que después será muy difícil salir.
Y a
estas alturas del juego, ya arruinados, padeciendo las siete plagas de Egipto,
todavía hay muchos venezolanos que estarían dispuestos a jugar al juego
“democrático” de volver a darle la decisión sobre cuál debe ser nuestro futuro a
esa masa de hambrientos, locos e
ignorantes, lo que no es correcto, ni inteligente, ni tampoco sensato.
La
mayoría de esas personas que se dicen venezolanos no son ciudadanos, en ninguna
de sus acepciones, no están siquiera lo suficientemente preparados ni
informados para decidir sobre sus propias vidas; la democracia que hemos venido
practicando es la democracia de los que tienen ombligo - no de los que
trabajan, no de los que respetan el orden y la ley, no de los que creen en la
razón - sólo tienen un ombligo, y por tener ombligo los hemos premiado con el
voto, para que decidan sobre nuestra vida y futuro, sobre el destino de
nuestros hogares y el de nuestros hijos.
Una
democracia en serio y que funciona sólo tiene oportunidad donde la mayoría es
ciudadanía activa, participativa, que se involucra en el día a día de lo que
nos sucede como grupo social; lo mínimo que podemos exigirle a alguien a quien
le confiamos el poder de decisión con el derecho al voto es que, por lo menos,
tenga idea de quién es y qué es lo que quiere, y no sea una veleta, que se deja
manipular por populistas, o venda su voto por una bolsa de comida.
Pero
la situación se agrava, como en nuestro caso, donde el sistema mal entendido
como democrático permitió que organizaciones, especializadas en cultivar a los
ignorantes, conservarlos, adularlos, multiplicarlos y utilizarlos, se
multiplicaron, les dieron es estatus de partido político y les dieron las
credenciales y permisos para competir electoralmente por el poder.
Porque
allá afuera hay una serie de mafiosos de la política, que tienen partidos que
utilizan como un gran club clientelar, que cambian los votos y el trabajo
electoral por promesas de puestos, nombramientos, dinero, oportunidades, de
ponerlos donde “hay” para que se aprovechen mientras estén en el poder… esa es
la forma de política más despreciable, ruin, la más generalizada en nuestro
país, y a esas organizaciones políticas hay que disolverlas e ilegalizarlas.
La
única manera de contrarrestar la ignorancia es con educación; en nuestro caso,
va a tomar un buen tiempo antes de que podamos ver resultados, probablemente en
dos o tres generaciones, para que se nos permita contar con un pueblo
trabajador, productivo, alfabeto, e informado, que se dé cuenta de lo que sucede
en su entorno, que tenga qué perder ante las amenazas del populismo y del
comunismo, que se involucre en la vida de su comunidad, que le tenga amor a su
patria…
Mientras
eso sucede, debemos tomar ciertas previsiones sobre a quién darle el derecho al
voto. A raíz de nuestra tragedia, está más que claro que la democracia
populista e igualitaria no es el camino, menos aún es el voto universal, no
podemos entregarle el voto a cualquiera, y mucho menos al ignorante; separar el
trigo de la paja es una labor delicada y exige una decisión y una tenacidad
casi sobrehumanas, por eso, para empezar, una de las primeras medidas que un
nuevo gobierno debería dictar es retirarle a todos los chavistas y sus
relacionados el derecho al voto, basando esta decisión en que, durante estos
veinte años, se han dedicado a destruir la democracia, a implantar un
colectivismo vacuno, a transformar la institución del voto en una fórmula para
ellos perpetuarse en el poder por medio del fraude electoral, a desconocer los
derechos de las minorías e incluso su existencia en la política.
Algunos
de nuestros “superdemócratas” que estarían dispuestos a asumir la defensa del
chavismo como opción política aún válida para la competencia electoral,
igualmente deberíamos retirarle el derecho al voto por insensatos y enemigos de
la forma republicana de gobierno, el chavismo no es una alternativa de
organización social ni política, el chavismo es una fórmula para delinquir haciéndose
pasar por demócratas, es una manera cruel y traicionera de acabar con el país
mientras se llenan la boca diciendo que lo aman, que son patriotas y
bolivarianos, cuando en realidad son un instrumento de coloniaje cubano, una
fórmula para la opresión comunista.
Para
su exclusiva conveniencia, el chavismo se ha dedicado a degradar la capacidad
mental, alimenticia y cultural de la población; las nuevas generaciones de
hombres y mujeres a las que sólo se le exige tener ombligo, sin capacidad de
producir una idea, las han producido para llevarlos de la mano a votar de nuevo
por ladrones y asesinos; se trata de jóvenes que, lamentablemente, han sido
programados para vivir de la limosna, con su alma entregada a los cubanos y a
la revolución, con una serie de ideas equivocadas, o difusas, sobre lo que es
patria, democracia, libertad y progreso… Yo creo que podemos rescatarlos, pero
el trabajo será lento y monumental; mientras tanto, el peligro sigue siendo real
e inminente, y se hace necesaria una discusión pública sobre esta inmensa
trampa. - saulgodoy@gmail.com
El problema es que aún muchas personas con credenciales académicas tampoco votan en base a un resultado producto de un análisis racional ya que la política no les interesa o tienen intereses personales dentro de un partido político. Muchas persona nacionalizadas también están ubicadas en estas situaciones de desinformación, de indiferencia política, o de intereses creados personales o sectarios.
ResponderEliminarYo creo más en una estricta selección de aquéllos que aspiran a llegar al poder, que de los mismos votantes los cuales al fin y al cabo tienen el derecho de elegir a quienes quieren que los gobierne. Todo el problema de Venezuela en el fondo tiene una base ética en lo profundo, y la ética es lo que debemos fomentar y constatar en los que aspiren a gobernarnos. Los chavistas no son una plaga de delincuentes porque fueron electos por un grupo ignorantes y apoyados por algunas personas cultas, sino porque en vez de curricula tenían prontuarios.
ResponderEliminarEl "Poder Ético" debería ser una institución nueva dentro de la práctica democrática, y el voto exclusivamente para mayores de 25 años y exclusivamente para venezolanos de nacimiento.
ResponderEliminarEs cierto que el chavismo y muchos tiranos llegan al poder por las causas que usted señala; su argumento es indiscutible. pero el problema va más allá del electorado irracional y/o ignorante, el problema radica en la falta de códigos morales en la formación hogareña y ciudadana de la población. El problema está en que se le da más importancia a la igualdad social que a la libertad individual, al otorgamiento de derechos sin deberes que los hagan meritorios, etc, etc.
ResponderEliminarMe gusta este artículo porque promueve el debate sano, especialmente en personas como yo que, sin tener un título universitario, estamos realmente preocupados por el destino de la humanidad y, hasta donde podamos, procuramos informarnos. El comunismo venezolano no partió de las clases pobres ni ignorantes venezolanas sino de los grupos de intelectuales que convirtieron los centros universitarios en centros de difusión marxista cuyos principios estaban contenidos en los programas obligatorios de estudio, y que convirtieron estos centros académicos en arsenales para luchar contra la democracia. y encontró un maravilloso abono en los hogares en los cuales se educaba a los niños no para servir a la sociedad sino ara el enriquecimiento inmediato a la graduación sin importar los medios para ello. Venezuela ha tenido muchas "luces", muy poca "moral" y casi "0" en comportamiento ciudadano.
ResponderEliminarCreo éste dilema se solucionó en USA con la elección de segundo grado para la elección del Presidente de la República.
ResponderEliminarEse fue el modelo escogido para proteger el modelo, magistralmente diseñado por los Padres Fundadores, de la tiranía de las masas.
Mientras este el pueblo ignorante de la situación del pais no quieren cortar el ombligo de la miseria q les da el gobierno, se conforman con lo q tienen y lo q les dan sin tener una vicion al futuro y desarrollo del pais.
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