sábado, 30 de junio de 2018

La verdad que hiere



Hoy quiero hablarles, en medio del desastre que el chavismo ha traído sobre nuestro país, de una verdad incómoda, controversial y cuya discusión no puede ser pospuesta por más tiempo, entre otras cosas, porque vamos a seguir repitiendo el mismo error de apreciación, de creencias erradas, y porque hay grupos organizados y personas sin escrúpulos que van a seguir aprovechándose de las circunstancias.
Y quiero hacerlo, en este momento decisorio para la vida del país, porque las evidencias están a la vista. Lo que les voy a decir es tan contundente que muchos venezolanos están pagando con sus vidas por un problema de apreciación, una moralidad falsa y unos principios carentes de todo sustento, y se trata de nuestra visión de lo que es democracia, pero, sobre todo, se trata de la circunstancia en la que los venezolanos dejamos en manos de los más ignorantes e incapaces la conducción del país. Y eso es algo que tendremos que llevar en nuestra conciencia por el resto de nuestras vidas, porque fue nuestra decisión, la peor que se ha hecho en la historia de Venezuela.
Cuando se habla de democracia, desde sus orígenes en la antigua Grecia, se entendía que era una forma de gobierno participativa, donde todos los ciudadanos tenían el derecho de expresar libremente sus pensamientos sobre los asuntos del estado, o sea, sobre todas aquellas decisiones que afectarían la vida pública, a la nación entera.
Pero ciudadanos no eran todos los que hacían vida en ese territorio, principalmente en la ciudad; para ser ciudadanos se debía llenar ciertos requisitos que aplicaban a la condición de persona comprometida con su grupo social, es decir, debían ser propietarios, personas útiles y productivas, que tuvieran ciertos bienes de fortuna, que tuvieran una historia que los ligara a la tierra, unos antepasados, un linaje y una reputación.
No eran ciudadanos los esclavos, ni los extranjeros, ni los locos, ni los miserables, tampoco los desposeídos, menos aún aquellos que eran expulsados del grupo social y su ciudadanía cancelada por cualquier razón, entre ellas las de seguridad de estado; y, durante mucho tiempo, las mujeres fueron excluidas de los deberes y derechos ciudadanos.
El concepto evolucionó con el avance civilizatorio, siempre conservando en su núcleo conceptual de que todas las personas aceptadas como ciudadanos dentro de un sistema democrático, tenían no sólo una cultura y unos intereses en común, sino el objetivo de preservar al estado como un ente funcional en beneficio de la comunidad, de la gente que lo integraba, y esto era así porque se aplicaba la ley de la auto preservación; para poder sobrevivir en el mundo era mejor hacerlo en sociedad, y mientras mejor estuviera organizada esa sociedad, mientras sirviera de manera optima para que el grupo prevaleciera en las mejores circunstancias, aún en momentos extremos de conflicto, mejor.
Cuando aconteció la Revolución Francesa y se declaró los derechos del hombre, estoy seguro de que sus creadores y promotores estaban pensando en los franceses, no en los africanos o los ingleses, menos aún en los reyes y la nobleza que acababan de derrocar sino en una clase de hombres y mujeres del pueblo revolucionario, preferiblemente jacobinos; cuando se declaró los derechos del hombre en Norteamérica, estoy seguro de que los padres de la patria no pensaban en los indios ni en los negros esclavos, y mucho menos en los hispanos, pensaban en sus iguales, en sus vecinos, en los norteamericanos y descendientes de los colonos anglos, blancos, protestantes, con los que convivían en el trabajo diario de crear riqueza y ser prósperos, con aquellos que, si algún poder extranjero venía a arrebatarles sus bienes y su libertad, estarían bien dispuestos a defender la patria.
Pero el mundo y la cultura evolucionaron, las ideologías se amalgamaron y estas diferencias de razas, de lenguas y creencias fueron cediendo ante la diversidad que existía fuera de sus fronteras, donde los “otros” se sentían con iguales derechos que ellos.
Uno de los grandes responsables en torpedear la defensa de la igualdad de los ciudadanos comprometidos en democracia, en la defensa de su sobrevivencia, fue el resentido social Juan Jabobo Rousseau (1712-1778), un pensador al que admiro por su tenacidad, pero aborrezco por su moral oportunista (por ejemplo, dio en adopción a todos sus hijos, a pesar de tener los medios suficientes para poder mantenerlos); fue él quien empezó a jalonar la idea de igualdad para que abarcase a otros individuos y factores en la vida democrática de las naciones, entre ellos a los de mala vida, vagabundos y dementes, por quienes sentía simpatía y sabía que constituían el grueso de las masas revolucionarias que tenían a la nobleza europea preocupada por su destino.
Rousseau era un furioso enemigo de la Ilustración, empezando porque despreciaba a la razón como centro de la nueva cultura; por lo tanto, rechazaba igualmente las artes, la ciencia, la institución de la propiedad, tachándolas de producir corrupción en el hombre; el lujo y la sofisticación eran para él herramientas para la perdición de la inocencia de aquel ser primitivo y natural que se contentaba con la recolección y vivía de lo que le brindaba el medio ambiente.
El progreso, al que veía como la suma de todos los males, producía unos pocos ganadores, que ascendían o permanecían en el tope de la pirámide social, y una inmensa cantidad de perdedores, que se mantenían en la base. Para Rousseau, la razón engendraba egocentrismo y éste hacía que la persona ignorara el sufrimiento de los otros; la civilización aislaba a los triunfadores, los hacía ajenos al padecimiento de los pueblos; decía de las ciencias y de las artes que, lejos de hacer más libre y elevar al ser humano: “Cubría con flores las cadenas de hierro que el hombre tenía que cargar, inscritas en ellas el sentido original de la libertad con la que habían nacido, haciéndolos amar la esclavitud, y convirtiéndolos en las llamadas personas civilizadas.”
Porque hay una verdad innegable: los mas brutos, los más pobres y miserables se sienten con el derecho no sólo de gozar de los bienes y estilos de vida de los triunfadores, aún a sabiendas que no les pertenecen, sino que, además, se sienten capacitados para dirigir los destinos de la sociedad; porque es parte de la naturaleza humana creerse por encima de nuestras propias facultades y límites, y si una situación política les ofrece la posibilidad a los que menos tienen de gozar de las riquezas de los otros, de tener el poder para doblegar al prójimo, de imponer su voluntad sobre el grupo, pueden estar seguros que lo harán, y con mucho placer… de eso trata la ignorancia, es audaz, ciega e irresponsable.
Las comunidades productivas, emprendedoras, creativas están inevitablemente rodeadas de otras que tienen no solo menos oportunidad, talento, y que, muchas veces, trabajan al mínimo, sólo para sobrevivir, por lo tanto no contribuyen de igual manera en la generación de riqueza y prosperidad; pero si le damos los mismos derechos que a los que sí motorizan los cambios, y están continuamente innovando y creciendo, se produce un desequilibrio, al existir una igualdad artificial (bien sea esta ideológica, legal o moral) se disparan mecanismos de intervención indeseables para el progreso y la paz social de la comunidad.
Esa es la razón por la que en las organizaciones hay jefes, directores; aún en el partido comunista, que, según proclama,  debería ser el lugar más igualitario del mundo, hay una burocracia, un soviet, una directiva donde los líderes deciden y controlan al resto; esta necesidad de orden estatutario, de prevalencia de autoridad, de diferencias de rango, hace posible el orden social, de otra manera entraríamos en el desorden, en la anomia más absoluta, donde todos hacen lo que les da la gana.
La democracia mal entendida y peor practicada puede conducir al desastre social; de hecho, eso fue lo que nos pasó, por querer ser más democráticos que los demócratas, le dimos el poder a quien menos estaba capacitado para ejercerlo, porque los venezolanos más ignorantes, los desposeídos, los enfermos de la cabeza, fueron la mayoría que llevó a los ladrones y a los asesinos que ahora tenemos, para que se ocuparan de gobernarnos.
Aunque Chávez llegó al poder principalmente gracias a los votos del pueblo llano, sin embargo fueron muchos de la burguesía tradicional, empresarios, financistas, dueños de medios de comunicación quienes igualmente contribuyeron a que se produjera aquella tragedia histórica, no fueron mayoría pero si influyeron, con lo que quiero decir, que para cometer un error político, igual puede hacerse desde la alta cultura o desde unja lujosa oficina, lo que pretendo diferenciar no es la susceptibilidad de un grupo determinado en el error, sino el cultivo de una clase social en el error y para el error, que es muy diferente.
La gran crítica a todo sistema electoral, es que la persona que va a ejercer el derecho al voto, debe contar con una gran cantidad de información y tener claro un análisis de la situación del momento para poder hacer una elección consciente e inteligente; la gran mayoría no tiene ni la oportunidad ni la voluntad para informarse convenientemente, y apenas sostienen su decisión con base en propaganda, sentimientos, tendencias o impulsos del momento (algunos venezolanos pensaron que Chávez era fácilmente manipulable, que era la persona correcta para hacerle el encargo a diferentes grupos de interés desde el poder. Esta falsa apreciación les resultó muy costosa).
Pero ese es el juego democrático; el problema surge cuando esa mayoría de votantes son manipulados, “nariceados” por discursos falsos, por amenazas y miedo a su seguridad, cuando son “comprados” por premios y promesas; el problema está en contar con un electorado inculto y sin la comprensión cabal de su acto como votante, cuando lo más probable es que escoja mal, y se entrampe con un gobierno opresor del que después será muy difícil salir.
Y a estas alturas del juego, ya arruinados, padeciendo las siete plagas de Egipto, todavía hay muchos venezolanos que estarían dispuestos a jugar al juego “democrático” de volver a darle la decisión sobre cuál debe ser nuestro futuro a esa masa de hambrientos, locos  e ignorantes, lo que no es correcto, ni inteligente, ni tampoco sensato.
La mayoría de esas personas que se dicen venezolanos no son ciudadanos, en ninguna de sus acepciones, no están siquiera lo suficientemente preparados ni informados para decidir sobre sus propias vidas; la democracia que hemos venido practicando es la democracia de los que tienen ombligo - no de los que trabajan, no de los que respetan el orden y la ley, no de los que creen en la razón - sólo tienen un ombligo, y por tener ombligo los hemos premiado con el voto, para que decidan sobre nuestra vida y futuro, sobre el destino de nuestros hogares y el de nuestros hijos.
Una democracia en serio y que funciona sólo tiene oportunidad donde la mayoría es ciudadanía activa, participativa, que se involucra en el día a día de lo que nos sucede como grupo social; lo mínimo que podemos exigirle a alguien a quien le confiamos el poder de decisión con el derecho al voto es que, por lo menos, tenga idea de quién es y qué es lo que quiere, y no sea una veleta, que se deja manipular por populistas, o venda su voto por una bolsa de comida.
Pero la situación se agrava, como en nuestro caso, donde el sistema mal entendido como democrático permitió que organizaciones, especializadas en cultivar a los ignorantes, conservarlos, adularlos, multiplicarlos y utilizarlos, se multiplicaron, les dieron es estatus de partido político y les dieron las credenciales y permisos para competir electoralmente por el poder.
Porque allá afuera hay una serie de mafiosos de la política, que tienen partidos que utilizan como un gran club clientelar, que cambian los votos y el trabajo electoral por promesas de puestos, nombramientos, dinero, oportunidades, de ponerlos donde “hay” para que se aprovechen mientras estén en el poder… esa es la forma de política más despreciable, ruin, la más generalizada en nuestro país, y a esas organizaciones políticas hay que disolverlas e ilegalizarlas.
La única manera de contrarrestar la ignorancia es con educación; en nuestro caso, va a tomar un buen tiempo antes de que podamos ver resultados, probablemente en dos o tres generaciones, para que se nos permita contar con un pueblo trabajador, productivo, alfabeto, e informado, que se dé cuenta de lo que sucede en su entorno, que tenga qué perder ante las amenazas del populismo y del comunismo, que se involucre en la vida de su comunidad, que le tenga amor a su patria…
Mientras eso sucede, debemos tomar ciertas previsiones sobre a quién darle el derecho al voto. A raíz de nuestra tragedia, está más que claro que la democracia populista e igualitaria no es el camino, menos aún es el voto universal, no podemos entregarle el voto a cualquiera, y mucho menos al ignorante; separar el trigo de la paja es una labor delicada y exige una decisión y una tenacidad casi sobrehumanas, por eso, para empezar, una de las primeras medidas que un nuevo gobierno debería dictar es retirarle a todos los chavistas y sus relacionados el derecho al voto, basando esta decisión en que, durante estos veinte años, se han dedicado a destruir la democracia, a implantar un colectivismo vacuno, a transformar la institución del voto en una fórmula para ellos perpetuarse en el poder por medio del fraude electoral, a desconocer los derechos de las minorías e incluso su existencia en la política.
Algunos de nuestros “superdemócratas” que estarían dispuestos a asumir la defensa del chavismo como opción política aún válida para la competencia electoral, igualmente deberíamos retirarle el derecho al voto por insensatos y enemigos de la forma republicana de gobierno, el chavismo no es una alternativa de organización social ni política, el chavismo es una fórmula para delinquir haciéndose pasar por demócratas, es una manera cruel y traicionera de acabar con el país mientras se llenan la boca diciendo que lo aman, que son patriotas y bolivarianos, cuando en realidad son un instrumento de coloniaje cubano, una fórmula para la opresión comunista.
Para su exclusiva conveniencia, el chavismo se ha dedicado a degradar la capacidad mental, alimenticia y cultural de la población; las nuevas generaciones de hombres y mujeres a las que sólo se le exige tener ombligo, sin capacidad de producir una idea, las han producido para llevarlos de la mano a votar de nuevo por ladrones y asesinos; se trata de jóvenes que, lamentablemente, han sido programados para vivir de la limosna, con su alma entregada a los cubanos y a la revolución, con una serie de ideas equivocadas, o difusas, sobre lo que es patria, democracia, libertad y progreso… Yo creo que podemos rescatarlos, pero el trabajo será lento y monumental; mientras tanto, el peligro sigue siendo real e inminente, y se hace necesaria una discusión pública sobre esta inmensa trampa.   -   saulgodoy@gmail.com



7 comentarios:

  1. El problema es que aún muchas personas con credenciales académicas tampoco votan en base a un resultado producto de un análisis racional ya que la política no les interesa o tienen intereses personales dentro de un partido político. Muchas persona nacionalizadas también están ubicadas en estas situaciones de desinformación, de indiferencia política, o de intereses creados personales o sectarios.

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  2. Yo creo más en una estricta selección de aquéllos que aspiran a llegar al poder, que de los mismos votantes los cuales al fin y al cabo tienen el derecho de elegir a quienes quieren que los gobierne. Todo el problema de Venezuela en el fondo tiene una base ética en lo profundo, y la ética es lo que debemos fomentar y constatar en los que aspiren a gobernarnos. Los chavistas no son una plaga de delincuentes porque fueron electos por un grupo ignorantes y apoyados por algunas personas cultas, sino porque en vez de curricula tenían prontuarios.

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  3. El "Poder Ético" debería ser una institución nueva dentro de la práctica democrática, y el voto exclusivamente para mayores de 25 años y exclusivamente para venezolanos de nacimiento.

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  4. Es cierto que el chavismo y muchos tiranos llegan al poder por las causas que usted señala; su argumento es indiscutible. pero el problema va más allá del electorado irracional y/o ignorante, el problema radica en la falta de códigos morales en la formación hogareña y ciudadana de la población. El problema está en que se le da más importancia a la igualdad social que a la libertad individual, al otorgamiento de derechos sin deberes que los hagan meritorios, etc, etc.

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  5. Me gusta este artículo porque promueve el debate sano, especialmente en personas como yo que, sin tener un título universitario, estamos realmente preocupados por el destino de la humanidad y, hasta donde podamos, procuramos informarnos. El comunismo venezolano no partió de las clases pobres ni ignorantes venezolanas sino de los grupos de intelectuales que convirtieron los centros universitarios en centros de difusión marxista cuyos principios estaban contenidos en los programas obligatorios de estudio, y que convirtieron estos centros académicos en arsenales para luchar contra la democracia. y encontró un maravilloso abono en los hogares en los cuales se educaba a los niños no para servir a la sociedad sino ara el enriquecimiento inmediato a la graduación sin importar los medios para ello. Venezuela ha tenido muchas "luces", muy poca "moral" y casi "0" en comportamiento ciudadano.

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  6. Creo éste dilema se solucionó en USA con la elección de segundo grado para la elección del Presidente de la República.
    Ese fue el modelo escogido para proteger el modelo, magistralmente diseñado por los Padres Fundadores, de la tiranía de las masas.

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  7. Mientras este el pueblo ignorante de la situación del pais no quieren cortar el ombligo de la miseria q les da el gobierno, se conforman con lo q tienen y lo q les dan sin tener una vicion al futuro y desarrollo del pais.

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