Vamos
a estar claros en un punto, hay una profunda polarización en la política
norteamericana entre los valores y principios de sus dos principales partidos
políticos; aunque todavía existe el respeto a la Constitución y la visión que
tenían los padres fundadores de esa nación, tanto los Republicanos como los
Demócratas tienen divergencias profundas en cuanto a cual es el sueño
norteamericano y la manera de hacerlo realidad.
Y
cada administración ha venido haciendo su esfuerzo para construir esa América
ideal y, en el transcurso de la misma, ajustándose a las necesidades que
encuentran en el camino, que son cambiantes, muchas veces inesperadas y que
requieren de respuestas al momento.
En mi
opinión, el gobierno de Obama inclinó la balanza hacia la izquierda:
ideológicamente comprometido con un estado bienestar fuerte y autoritario, a lo
interno regulándole la vida cada vez más a sus ciudadanos, obligándolos
contribuir a un “bien general”, tratando de proveerlos de más servicios del
estado y haciéndolos más dependientes del mismo; la utopía de los demócratas es
mucho más humanista, ecológica, libertaria (si no contradice los fines del
estado), inclusiva y supuestamente pacifista (aunque no dude en involucrarse en
conflictos en nombre de la libertad y la democracia).
A lo
externo, Obama había aceptado la tesis de la reducción de la influencia
norteamericana en el mundo; la idea era que iban a compartir responsabilidades
con otras potencias emergentes en un juego de pesos y contrapesos en
equilibrio. Creía en especializar la economía norteamericana en un nuevo
paradigma de energías alternativas, de allí su insistencia en querer cambiar el
patrón energético de la dependencia a los combustibles fósiles, y pasar a las
energías limpias, impulsar la idea de un gobierno mundial por medio de su apoyo
irrestricto a la ONU; era partidario de conservar el liderazgo en la innovación
de las ciencias y abrirse a la inclusión de otros gobiernos socialistas con
miras, precisamente, a un gobierno mundial socialista.
Contaba
Obama con dos ventajas poderosas: el poder que había acumulado la presidencia
en el gobierno, y el dominio casi absoluto de las oficinas de gobierno nacional
por parte de su partido, porque los demócratas eran los dueños de Washington,
manejaban todas las palancas del poder burocrático; aún cuando los Republicanos
ocuparan la Casa Blanca y tuvieran mayoría en el Congreso, tenían que pasar por
la red de sus funcionarios, profesionales de carrera que tenían apostados en
todas las oficinas públicas del gobierno.
La
fórmula del éxito de la administración Obama se completa con un excelente
manejo de la imagen y las relaciones públicas, los medios se rindieron a los
pies de una familia de color que actuaba con un altísimo grado de civilidad;
Obama se desempeñó como un experto en retórica y logró posicionarse como un
hombre equilibrado e ilustrado.
Pero
el fenómeno Trump los dejó momentáneamente fuera del juego, se les coló entre
las bambalinas y se posicionó fuertemente entre una mayoría de votantes que no
habían tomado en cuenta, los trabajadores blancos, cristianos, conservadores y
que, por mucho tiempo, fueron una mayoría silenciosa; mientras los Obama y los
Clinton hacían su show para los intelectuales, los universitarios y las
minorías, Trump se concentró en la columna vertebral del país y ganó las
elecciones.
El cambio de gobierno en USA
Los
Republicanos tenían otra visión del juego, y Trump, como empresario, no tenía
la menor intención de ser un segundón en el negocio que ellos habían inventado,
y el mundo le debía su prosperidad a Norteamérica, que se había encargado de
enseñarles de qué se trataba el libre comercio, la competencia y la innovación.
Sin embargo, Los Estados Unidos se habían echado ese pesado bacalao de la seguridad
mundial a sus espaldas, a costa de mucho sacrificio y vidas de jóvenes
norteamericanos, y había llevado la PAX ORBIS para que el mundo pudiera
prosperar a los niveles que hoy exhibe.
Su
instinto le decía que no era el momento para que los EEUU abandonara el
liderazgo del mundo y dejara que la competencia se hiciera cargo… y menos
todavía, que unos socialistas siguieran chupándose como parásitos la vitalidad
de su país; su mensaje era muy claro, había llegado un nuevo sheriff al pueblo y
las cosas tenían que cambiar.
El primer
problema de Trump era modificar las expectativas del país con la programación
que el gobierno de Obama había instalado en la mente de los norteamericanos:
América no se conformaba con el segundo ni con el tercer lugar, había que
detener el desmontaje que estaba haciendo Obama de las principales industrias
norteamericanas para reemplazarlas por las que le interesaban a los demócratas,
las industrias alternativas, las que dependían de subsidios para hacerlas
viables, las que estaban aún en incubación y no se habían desarrollado lo
suficiente para andar por sus propios medios, allí estaban las
biotecnologías, los autos eléctricos, la
Inteligencia Artificial, las nanotecnologías, la energía solar, entre muchas
otras, que formaban parte de ese portafolio de inversiones que tenían preparado
los Clinton y los Obama para un nuevo gobierno Demócrata.
Las fisuras del plan Demócrata
Debo
hacer una digresión en este momento, los demócratas querían darle un giro a las
fortunas en Norteamérica; el dinero viejo y las grandes corporaciones siempre habían
preferido a los Republicanos, ellos concentraban las principales cuentas del
país, y eso iba a cambiar con Hilary Clinton; si ganaba la presidencia iba a
darse un cambio fundamental de riqueza en el país, todas las nuevas inversiones
iban a estar del lado Demócrata, para ello era obligante cambiar el patrón de
producción y consumo energético del país de combustibles fósiles a energías
limpias, eso era fundamental.
Pero
había un problema, y era que el resto del mundo, la mayoría de los países en
vías de desarrollo, donde se concentra la mayor parte de la población mundial,
iban a ser los más afectados por este cambio; migrar a energías limpias
implicaba un costo prohibitivo al desarrollo y, a pesar de las ayudas que
prometían los países desarrollados, que eran los dueños de la tecnología, las
cuentas no cuadraban. El asunto es que sólo así podría el socialismo
internacional hacerse de grandes recursos, necesarios para implantar un
gobierno mundial socialista, y de hecho la ONU está plagada de gente de la
izquierda trabajando para ese fin.
Todo
este plan demócrata tenía unas fallas fundamentales, entre ellas el
empobrecimiento acelerado del tercer mundo, cosa que no importaba mucho ya que
con gobiernos socialista autoritarios (como Cuba, Venezuela, Nicaragua, Corea
del Norte, Rusia, China) se podía controlar la violencia. Los demócratas saben
que el verdadero problema del planeta Tierra no es el cambio climático, es la
sobrepoblación, pero los socialistas creen que por medio de un gobierno mundial
socialista y autoritario (de fuerza), pueden mantener el orden y hacer una
distribución justa de los escasos recursos.
Por
otro lado, el desarrollo y la investigación de esas nuevas tecnologías,
promocionadas por los demócratas, necesitaban de ciertas medidas de seguridad y
exclusividad con las que los EEUU no contaba, pues se había convertido en un
coladero de espionaje industrial a favor precisamente de Rusia y de China; un
ejemplo muy claro fue la nueva tecnología de acumuladores eléctricos para los
autos no contaminantes, cuando decidieron fabricarlas en China se la entregaron
a los chinos en bandeja de oro, y ahora los chinos disponen de sus propias
industrias para empezar a fabricar autos eléctricos.
El
otro escollo en el desarrollo de estas innovaciones es que se encuentran en
etapa experimental, o por lo menos no han entrado en su fase comercial, por el
alto costo que implica producirlas; es por ello que la única manera de financiar
esas nuevas tecnologías es a través de los impuestos, vía subsidios, lo cual
arruinaría cualquier otra opción de desarrollo para Norteamérica.
Los
Republicanos y Trump estaban claros, había que olvidarse de los argumentos de
los socialistas “come flores” y concentrarse en volver a convertir a los EEUU
en potencia mundial, para ello las empresas tenían que volver al país, invertir
y emplear a norteamericanos, había que fortalecer a las empresas insignias del
plantel industrial (petróleo, gas, autos, aviones, electrónica, etc.)
Trump
se dio cuenta de que tanto China como Rusia estaban logrando una primacía
mundial en sus negocios, gracias a que estaban jugando el juego capitalista con
trampas, sobre todo China, que por su tamaño y naturaleza estaba convirtiéndose
en un grave problema de desestabilización del orden mundial, ligando sus planes
comerciales con ayudas para el desarrollo, con la intención de acaparar los
mercados sólo para sus productos.
Lo
primero que Trump quiso hacer como presidente fue poner las cuentas en orden, y
se percató de que el gasto militar y de seguridad de los EEUU para proteger al
resto del mundo libre era insostenible; demasiados recursos se gastaban en la
defensa de intereses que eran en definitiva asuntos nacionales y regionales de
los países aliados, sobre todo Europa y Asia.
Estos
países se habían acostumbrado a que los EEUU se ocuparan de su seguridad, por
lo que sus gastos de defensa eran mínimos, sus inversiones en personal,
instalaciones y equipamiento eran un saludo a la bandera, y esto les permitía
ocupar estos recursos para el desarrollo de sus economías… y cuando Trump les
dijo que tenían que invertir en su propia seguridad, eso no les gustó.
El
otro asunto grave era una injusta balanza de pagos para los EEUU, que habían
permitido a estas economías unos privilegios que ya no tenían sentido; Alemania
inundó con sus costosos autos el mercado norteamericano; Japón lo hizo con sus
autos, productos electrónicos y electrodomésticos; China acaparó mercados con
sus juguetes, implementos y maquinaria de bajo costo; Italia llegó y conquistó
terrenos con sus confecciones y modas para el comercio de textiles… en fin,
todo el mundo se sentía con el derecho de colocar libremente sus productos en
los EEUU sin dar nada a cambio, eso era un concepto de libre mercado muy mal
entendido.
Para
colmo, la política interna para la producción de productos norteamericanos
había incentivado a los empresarios a sacar sus fábricas para otros países,
para reducir costos y poder competir en un mercado distorsionado, precisamente,
por la “apertura de piernas” que tenía América con la producción mundial.
Trump
se enfrentaba a un escenario extraño: los EEUU habían contribuido de manera
determinante al desarrollo de sus principales competidores, que se resisten a
soltar la teta de las ayudas y el acceso al mercado gringo, el mundo entero quería
servirse de América sin dar nada a cambio; en aspectos de seguridad, en
comercio, en materia migratoria y cultural se pretendía que los EEUU ayudara,
recibiera, permitiera resolver los problemas de los demás sin anteponer su
propio interés. Los demócratas ya se habían conformado, en aras de instaurar un
gobierno socialista mundial, con que
Norteamérica ocupara un papel de reparto en la trama; estaban dispuestos a
replegarse en un nicho de buenos vecinos, concentrándose en hacer aún más ricos
a unos feudos socialistas demócratas, y decididos a perpetuarse en el poder
para siempre… pero ahora que tienen a Trump manejando el estado y exigiendo
reglas claras. Él se convirtió en el enemigo.
Las alarmas se encienden
Pero
Trump descubrió un problema aún mayor, y que muchos think tanks republicanos venían advirtiéndolo, el problema
fundamental de los EEUU y del mundo en el futuro inmediato iba a ser China, una
cultura que propendía al totalitarismo, con un pueblo enorme y disciplinado,
trabajador y de poco consumo, conquistador, militarista, gran negociador,
paciente y que cuando muerde no suelta.
China
está comprando el mundo, poco a poco, calladamente, sin mucho alboroto; su
gente silenciosamente se va desplazando e infiltrando a todas las culturas del
mundo, está comprando puertos en Grecia, ciudades enteras como Nápoles en
Italia para sus telas, está adquiriendo tierras en África para hacer
agricultura y minería, petróleo en Venezuela, gas y más petróleo en Rusia, tiene
empresas de alta tecnología en EEUU, ya tiene listo el tren transiberiano, ya
llegó a Madrid en un tren de carga expreso, los mares del mundo están surcados
por sus cargueros, repletos de mercancía a precios imbatibles, mientras su
ejército crece, se equipa y se prepara para defender lo conquistado.
Trump,
un hombre que ha tenido dos familias con mujeres que provienen de los países
del eje comunista de la Europa del este, debe tener claro cómo funciona la
mentalidad eslava; cree conocer cómo trabaja la mente de Putin, porque en su
estrategia los rusos son fundamentales para tratar de contener al problema
Chino. Solos, los EEUU no pueden hacerse cargo de dos frentes, los chinos y los
rusos han sido sus contrincantes históricos, pero Trump siente que puede llegar
a acuerdos con Rusia, porque son blancos, cristianos y cercanos a los valores
occidentales, mientras los chinos son un enigma.
Si
Trump resuelve con Putin un plan de defensa común, reduciendo la amenaza de un
enfrentamiento nuclear o convencional con Rusia, si logra un acuerdo energético
que le garantice que las riquezas energéticas de Siberia estuvieran bajo un
tratado común de intereses, con la finalidad de no afectar los precios de la
energía y el desarrollo mundial, si se dividen las tareas de contención de
China en Asia, si convence a Putin en asumir un rol más activo en la guerra
contra el terrorismo fundamentalista islámico, si logra neutralizar a Cuba y su
campaña de subversión en Latinoamérica… los EEUU se ahorrarían una enorme
cantidad de dinero en materia de seguridad y defensa.
Todos
estos problemas del espionaje durante la campaña presidencial y la influencia
de los rusos en la política norteamericana fueron creados durante la
administración del permisivo y popular Obama, y le explotan a Trump en las
manos en este delicado momento. En toda la administración pública
norteamericana, los demócratas tienen sus tentáculos metidos bien adentro,
incluso en organismos como la CIA, el FBI y la NSA, donde hay funcionarios que
agarran línea de los jefes demócratas y convierten tormentas en un vaso de
agua.
Pero
tampoco podemos obviar que hay un problema con la personalidad de Trump, que no
es un hombre delicado, es más bien directo y rudo, que no es un político tradicional,
es un empresario y en su historial aparece como despiadado, que no tiene la
diplomacia ni las suaves maneras de Obama, y su discurso es más franco y muchas
veces brutal, que es una personalidad individual y carismática, que sólo juega
en equipo cuando el jefe es él, por lo que es muy difícil que agarre señas, que
desconfía grandemente del entorno en Washington y está acostumbrado a que las
cosas se hagan a su manera…
Afortunadamente
para los norteamericanos, en su país existe todavía la separación de poderes y
la libertad de opinión; el presidente, aún con todo su poder, no puede hacer
ciertas cosas sin tener el apoyo del Congreso, el poder judicial, a través de
los tribunales, puede parar cualquier iniciativa que no llene los requerimientos
de ley, y la prensa libre puede discutir, preguntar y criticar cualquier
posición asumida por el presidente, de modo que Trump no puede cometer
cualquier locura, su poder tiene límites y su responsabilidad está bajo el
escrutinio de todo el país.
Los
demócratas y los medios de comunicación que dominan (que son legión), han desplegado
una campaña de desprestigio contra Trump, desde que saltó al escenario; los
equipos de imagen y RRPP de Obama lo siguen vendiendo como el mejor presidente
de la historia de ese país, los socialistas norteamericanos no cejan en su
intención llegar de nuevo a la Casa Blanca y en ese juego político deben
debilitar a los republicanos, quienes a su vez atacan y se defienden con igual
intensidad… pero ellos solos no deciden, el pueblo decide.
En
Venezuela hay demasiados socialistas a favor de Obama (quien fue el que nos
vendió al gobierno cubano y quiere cancelar nuestro futuro como país productor
de petróleo) y hay mucha gente que no gusta de Trump, de hecho, lo detestan, a
pesar de la simpatía y los esfuerzos que ha demostrado por la causa de nuestra
independencia del chavismo… creo que la venezolana es una posición más
emocional que de ideas.
El
problema actual es que parte de la estrategia de Trump no puede ser divulgada,
su juego de ajedrez es otro, de mayor alcance y que implica cambiar muchas
relaciones y actuaciones que se venían dando como “normales”; los europeos,
sobre todo, se niegan a considerar esos cambios y pretenden seguir en su propio
juego, considerando las pretensiones del los EEUU como hostiles. Y así están
las cosas allá afuera. - saulgodoy@gmail.com
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ResponderEliminarExcelente análisis
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