viernes, 20 de julio de 2018

El ajedrez de Trump



Vamos a estar claros en un punto, hay una profunda polarización en la política norteamericana entre los valores y principios de sus dos principales partidos políticos; aunque todavía existe el respeto a la Constitución y la visión que tenían los padres fundadores de esa nación, tanto los Republicanos como los Demócratas tienen divergencias profundas en cuanto a cual es el sueño norteamericano y la manera de hacerlo realidad.
Y cada administración ha venido haciendo su esfuerzo para construir esa América ideal y, en el transcurso de la misma, ajustándose a las necesidades que encuentran en el camino, que son cambiantes, muchas veces inesperadas y que requieren de respuestas al momento.
En mi opinión, el gobierno de Obama inclinó la balanza hacia la izquierda: ideológicamente comprometido con un estado bienestar fuerte y autoritario, a lo interno regulándole la vida cada vez más a sus ciudadanos, obligándolos contribuir a un “bien general”, tratando de proveerlos de más servicios del estado y haciéndolos más dependientes del mismo; la utopía de los demócratas es mucho más humanista, ecológica, libertaria (si no contradice los fines del estado), inclusiva y supuestamente pacifista (aunque no dude en involucrarse en conflictos en nombre de la libertad y la democracia).
A lo externo, Obama había aceptado la tesis de la reducción de la influencia norteamericana en el mundo; la idea era que iban a compartir responsabilidades con otras potencias emergentes en un juego de pesos y contrapesos en equilibrio. Creía en especializar la economía norteamericana en un nuevo paradigma de energías alternativas, de allí su insistencia en querer cambiar el patrón energético de la dependencia a los combustibles fósiles, y pasar a las energías limpias, impulsar la idea de un gobierno mundial por medio de su apoyo irrestricto a la ONU; era partidario de conservar el liderazgo en la innovación de las ciencias y abrirse a la inclusión de otros gobiernos socialistas con miras, precisamente, a un gobierno mundial socialista.
Contaba Obama con dos ventajas poderosas: el poder que había acumulado la presidencia en el gobierno, y el dominio casi absoluto de las oficinas de gobierno nacional por parte de su partido, porque los demócratas eran los dueños de Washington, manejaban todas las palancas del poder burocrático; aún cuando los Republicanos ocuparan la Casa Blanca y tuvieran mayoría en el Congreso, tenían que pasar por la red de sus funcionarios, profesionales de carrera que tenían apostados en todas las oficinas públicas del gobierno.
La fórmula del éxito de la administración Obama se completa con un excelente manejo de la imagen y las relaciones públicas, los medios se rindieron a los pies de una familia de color que actuaba con un altísimo grado de civilidad; Obama se desempeñó como un experto en retórica y logró posicionarse como un hombre equilibrado e ilustrado.
Pero el fenómeno Trump los dejó momentáneamente fuera del juego, se les coló entre las bambalinas y se posicionó fuertemente entre una mayoría de votantes que no habían tomado en cuenta, los trabajadores blancos, cristianos, conservadores y que, por mucho tiempo, fueron una mayoría silenciosa; mientras los Obama y los Clinton hacían su show para los intelectuales, los universitarios y las minorías, Trump se concentró en la columna vertebral del país y ganó las elecciones.

El cambio de gobierno en USA

Los Republicanos tenían otra visión del juego, y Trump, como empresario, no tenía la menor intención de ser un segundón en el negocio que ellos habían inventado, y el mundo le debía su prosperidad a Norteamérica, que se había encargado de enseñarles de qué se trataba el libre comercio, la competencia y la innovación. Sin embargo, Los Estados Unidos se habían echado ese pesado bacalao de la seguridad mundial a sus espaldas, a costa de mucho sacrificio y vidas de jóvenes norteamericanos, y había llevado la PAX ORBIS para que el mundo pudiera prosperar a los niveles que hoy exhibe.
Su instinto le decía que no era el momento para que los EEUU abandonara el liderazgo del mundo y dejara que la competencia se hiciera cargo… y menos todavía, que unos socialistas siguieran chupándose como parásitos la vitalidad de su país; su mensaje era muy claro, había llegado un nuevo sheriff al pueblo y las cosas tenían que cambiar.
El primer problema de Trump era modificar las expectativas del país con la programación que el gobierno de Obama había instalado en la mente de los norteamericanos: América no se conformaba con el segundo ni con el tercer lugar, había que detener el desmontaje que estaba haciendo Obama de las principales industrias norteamericanas para reemplazarlas por las que le interesaban a los demócratas, las industrias alternativas, las que dependían de subsidios para hacerlas viables, las que estaban aún en incubación y no se habían desarrollado lo suficiente para andar por sus propios medios, allí estaban las biotecnologías,  los autos eléctricos, la Inteligencia Artificial, las nanotecnologías, la energía solar, entre muchas otras, que formaban parte de ese portafolio de inversiones que tenían preparado los Clinton y los Obama para un nuevo gobierno Demócrata.

Las fisuras del plan Demócrata

Debo hacer una digresión en este momento, los demócratas querían darle un giro a las fortunas en Norteamérica; el dinero viejo y las grandes corporaciones siempre habían preferido a los Republicanos, ellos concentraban las principales cuentas del país, y eso iba a cambiar con Hilary Clinton; si ganaba la presidencia iba a darse un cambio fundamental de riqueza en el país, todas las nuevas inversiones iban a estar del lado Demócrata, para ello era obligante cambiar el patrón de producción y consumo energético del país de combustibles fósiles a energías limpias, eso era fundamental.
Pero había un problema, y era que el resto del mundo, la mayoría de los países en vías de desarrollo, donde se concentra la mayor parte de la población mundial, iban a ser los más afectados por este cambio; migrar a energías limpias implicaba un costo prohibitivo al desarrollo y, a pesar de las ayudas que prometían los países desarrollados, que eran los dueños de la tecnología, las cuentas no cuadraban. El asunto es que sólo así podría el socialismo internacional hacerse de grandes recursos, necesarios para implantar un gobierno mundial socialista, y de hecho la ONU está plagada de gente de la izquierda trabajando para ese fin.
Todo este plan demócrata tenía unas fallas fundamentales, entre ellas el empobrecimiento acelerado del tercer mundo, cosa que no importaba mucho ya que con gobiernos socialista autoritarios (como Cuba, Venezuela, Nicaragua, Corea del Norte, Rusia, China) se podía controlar la violencia. Los demócratas saben que el verdadero problema del planeta Tierra no es el cambio climático, es la sobrepoblación, pero los socialistas creen que por medio de un gobierno mundial socialista y autoritario (de fuerza), pueden mantener el orden y hacer una distribución justa de los escasos recursos.
Por otro lado, el desarrollo y la investigación de esas nuevas tecnologías, promocionadas por los demócratas, necesitaban de ciertas medidas de seguridad y exclusividad con las que los EEUU no contaba, pues se había convertido en un coladero de espionaje industrial a favor precisamente de Rusia y de China; un ejemplo muy claro fue la nueva tecnología de acumuladores eléctricos para los autos no contaminantes, cuando decidieron fabricarlas en China se la entregaron a los chinos en bandeja de oro, y ahora los chinos disponen de sus propias industrias para empezar a fabricar autos eléctricos.
El otro escollo en el desarrollo de estas innovaciones es que se encuentran en etapa experimental, o por lo menos no han entrado en su fase comercial, por el alto costo que implica producirlas; es por ello que la única manera de financiar esas nuevas tecnologías es a través de los impuestos, vía subsidios, lo cual arruinaría cualquier otra opción de desarrollo para Norteamérica.
Los Republicanos y Trump estaban claros, había que olvidarse de los argumentos de los socialistas “come flores” y concentrarse en volver a convertir a los EEUU en potencia mundial, para ello las empresas tenían que volver al país, invertir y emplear a norteamericanos, había que fortalecer a las empresas insignias del plantel industrial (petróleo, gas, autos, aviones, electrónica, etc.)
Trump se dio cuenta de que tanto China como Rusia estaban logrando una primacía mundial en sus negocios, gracias a que estaban jugando el juego capitalista con trampas, sobre todo China, que por su tamaño y naturaleza estaba convirtiéndose en un grave problema de desestabilización del orden mundial, ligando sus planes comerciales con ayudas para el desarrollo, con la intención de acaparar los mercados sólo para sus productos.
Lo primero que Trump quiso hacer como presidente fue poner las cuentas en orden, y se percató de que el gasto militar y de seguridad de los EEUU para proteger al resto del mundo libre era insostenible; demasiados recursos se gastaban en la defensa de intereses que eran en definitiva asuntos nacionales y regionales de los países aliados, sobre todo Europa y Asia.
Estos países se habían acostumbrado a que los EEUU se ocuparan de su seguridad, por lo que sus gastos de defensa eran mínimos, sus inversiones en personal, instalaciones y equipamiento eran un saludo a la bandera, y esto les permitía ocupar estos recursos para el desarrollo de sus economías… y cuando Trump les dijo que tenían que invertir en su propia seguridad, eso no les gustó.
El otro asunto grave era una injusta balanza de pagos para los EEUU, que habían permitido a estas economías unos privilegios que ya no tenían sentido; Alemania inundó con sus costosos autos el mercado norteamericano; Japón lo hizo con sus autos, productos electrónicos y electrodomésticos; China acaparó mercados con sus juguetes, implementos y maquinaria de bajo costo; Italia llegó y conquistó terrenos con sus confecciones y modas para el comercio de textiles… en fin, todo el mundo se sentía con el derecho de colocar libremente sus productos en los EEUU sin dar nada a cambio, eso era un concepto de libre mercado muy mal entendido.
Para colmo, la política interna para la producción de productos norteamericanos había incentivado a los empresarios a sacar sus fábricas para otros países, para reducir costos y poder competir en un mercado distorsionado, precisamente, por la “apertura de piernas” que tenía América con la producción mundial.
Trump se enfrentaba a un escenario extraño: los EEUU habían contribuido de manera determinante al desarrollo de sus principales competidores, que se resisten a soltar la teta de las ayudas y el acceso al mercado gringo, el mundo entero quería servirse de América sin dar nada a cambio; en aspectos de seguridad, en comercio, en materia migratoria y cultural se pretendía que los EEUU ayudara, recibiera, permitiera resolver los problemas de los demás sin anteponer su propio interés. Los demócratas ya se habían conformado, en aras de instaurar un gobierno socialista mundial, con  que Norteamérica ocupara un papel de reparto en la trama; estaban dispuestos a replegarse en un nicho de buenos vecinos, concentrándose en hacer aún más ricos a unos feudos socialistas demócratas, y decididos a perpetuarse en el poder para siempre… pero ahora que tienen a Trump manejando el estado y exigiendo reglas claras. Él se convirtió en el enemigo.

Las alarmas se encienden

Pero Trump descubrió un problema aún mayor, y que muchos think tanks republicanos venían advirtiéndolo, el problema fundamental de los EEUU y del mundo en el futuro inmediato iba a ser China, una cultura que propendía al totalitarismo, con un pueblo enorme y disciplinado, trabajador y de poco consumo, conquistador, militarista, gran negociador, paciente y que cuando muerde no suelta.
China está comprando el mundo, poco a poco, calladamente, sin mucho alboroto; su gente silenciosamente se va desplazando e infiltrando a todas las culturas del mundo, está comprando puertos en Grecia, ciudades enteras como Nápoles en Italia para sus telas, está adquiriendo tierras en África para hacer agricultura y minería, petróleo en Venezuela, gas y más petróleo en Rusia, tiene empresas de alta tecnología en EEUU, ya tiene listo el tren transiberiano, ya llegó a Madrid en un tren de carga expreso, los mares del mundo están surcados por sus cargueros, repletos de mercancía a precios imbatibles, mientras su ejército crece, se equipa y se prepara para defender lo conquistado.
Trump, un hombre que ha tenido dos familias con mujeres que provienen de los países del eje comunista de la Europa del este, debe tener claro cómo funciona la mentalidad eslava; cree conocer cómo trabaja la mente de Putin, porque en su estrategia los rusos son fundamentales para tratar de contener al problema Chino. Solos, los EEUU no pueden hacerse cargo de dos frentes, los chinos y los rusos han sido sus contrincantes históricos, pero Trump siente que puede llegar a acuerdos con Rusia, porque son blancos, cristianos y cercanos a los valores occidentales, mientras los chinos son un enigma.
Si Trump resuelve con Putin un plan de defensa común, reduciendo la amenaza de un enfrentamiento nuclear o convencional con Rusia, si logra un acuerdo energético que le garantice que las riquezas energéticas de Siberia estuvieran bajo un tratado común de intereses, con la finalidad de no afectar los precios de la energía y el desarrollo mundial, si se dividen las tareas de contención de China en Asia, si convence a Putin en asumir un rol más activo en la guerra contra el terrorismo fundamentalista islámico, si logra neutralizar a Cuba y su campaña de subversión en Latinoamérica… los EEUU se ahorrarían una enorme cantidad de dinero en materia de seguridad y defensa.
Todos estos problemas del espionaje durante la campaña presidencial y la influencia de los rusos en la política norteamericana fueron creados durante la administración del permisivo y popular Obama, y le explotan a Trump en las manos en este delicado momento. En toda la administración pública norteamericana, los demócratas tienen sus tentáculos metidos bien adentro, incluso en organismos como la CIA, el FBI y la NSA, donde hay funcionarios que agarran línea de los jefes demócratas y convierten tormentas en un vaso de agua.
Pero tampoco podemos obviar que hay un problema con la personalidad de Trump, que no es un hombre delicado, es más bien directo y rudo, que no es un político tradicional, es un empresario y en su historial aparece como despiadado, que no tiene la diplomacia ni las suaves maneras de Obama, y su discurso es más franco y muchas veces brutal, que es una personalidad individual y carismática, que sólo juega en equipo cuando el jefe es él, por lo que es muy difícil que agarre señas, que desconfía grandemente del entorno en Washington y está acostumbrado a que las cosas se hagan a su manera…
Afortunadamente para los norteamericanos, en su país existe todavía la separación de poderes y la libertad de opinión; el presidente, aún con todo su poder, no puede hacer ciertas cosas sin tener el apoyo del Congreso, el poder judicial, a través de los tribunales, puede parar cualquier iniciativa que no llene los requerimientos de ley, y la prensa libre puede discutir, preguntar y criticar cualquier posición asumida por el presidente, de modo que Trump no puede cometer cualquier locura, su poder tiene límites y su responsabilidad está bajo el escrutinio de todo el país.
Los demócratas y los medios de comunicación que dominan (que son legión), han desplegado una campaña de desprestigio contra Trump, desde que saltó al escenario; los equipos de imagen y RRPP de Obama lo siguen vendiendo como el mejor presidente de la historia de ese país, los socialistas norteamericanos no cejan en su intención llegar de nuevo a la Casa Blanca y en ese juego político deben debilitar a los republicanos, quienes a su vez atacan y se defienden con igual intensidad… pero ellos solos no deciden, el pueblo decide.
En Venezuela hay demasiados socialistas a favor de Obama (quien fue el que nos vendió al gobierno cubano y quiere cancelar nuestro futuro como país productor de petróleo) y hay mucha gente que no gusta de Trump, de hecho, lo detestan, a pesar de la simpatía y los esfuerzos que ha demostrado por la causa de nuestra independencia del chavismo… creo que la venezolana es una posición más emocional que de ideas.
El problema actual es que parte de la estrategia de Trump no puede ser divulgada, su juego de ajedrez es otro, de mayor alcance y que implica cambiar muchas relaciones y actuaciones que se venían dando como “normales”; los europeos, sobre todo, se niegan a considerar esos cambios y pretenden seguir en su propio juego, considerando las pretensiones del los EEUU como hostiles. Y así están las cosas allá afuera.   -   saulgodoy@gmail.com




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