martes, 31 de julio de 2018

La peste negra



En el libro, Fundamentos del Mundo Moderno, de la colección alemana, Historia Universal Siglo XXI (1967), escrito por los historiadores Ruggiero Romano y Alberto Tenenti, se nos informa como la peste desatada el fatídico año de 1348 asoló a una importante parte del continente europeo, provocando una hecatombe demográfica y dando origen a una crisis económica sin precedentes en la historia de la humanidad.
Se trata de un episodio histórico que tiene un gran paralelismo con la situación venezolana, sólo que nuestra crisis es provocada por el castro-comunismo cubano y por medio de su agente sembrado en nuestro país, Nicolás Maduro Moros, con toda la intención de provocar una situación de carestía-epidemia, tal como la describen Romano y Tenenti, para debilitar a un grado máximo a la población en Venezuela.
Lo que está haciendo el chavismo, soportando a la figura de Maduro en el poder, es un intento por modificar de manera permanente el perfil de la población en el país, por medio de biopolíticas que afectan su estructura genética y capacidades de sobrevivencia, buscando intencionalmente  disminuir su número, de modo de hacer necesaria la importación de una colonia de emigrantes ya ideologizados en el socialismo, al servicio de una mafia criminal, y para crear desde cero una nueva nación-estado, con la finalidad última de replicar el modelo por toda América, o sea, colonizarla.
Aunque la peste en Europa no fue provocada, se trató de algo accidental donde convergieron simultáneamente varios precursores, que detonaron al unísono y provocaron un violento derrumbamiento de la civilización conocida hasta el momento; Ole J. Benedictow calculó que la Peste Negra mató a 50 millones de personas en el siglo XIV, o sea, el 60 por ciento de la población total de Europa.
El primero de estos elementos catalizadores fue el de las condiciones de higiene que prevalecían en la época; carecían de planes, ordenanzas e instituciones sanitarias para atender las poblaciones, no existían los hospitales, ni los médicos, así como la producción de medicinas eran escasa, existía una fragilidad extrema en el aprovisionamiento de agua limpia, no había una ingeniería sanitaria que se ocupara de las aguas servidas, no había políticas para el manejo de los desechos y la basura, de los elementos enfermos de la población apenas los leprosos y los lunáticos eran mantenidos encerrados es auspicios, pero bajo unas condiciones de mucha insalubridad, el resto de los enfermos vagaban por calles y carreteras, muchos viviendo de la limosna. Llegó el momento de decir: “cualquier parecido con nuestra realidad es mera coincidencia…”.
Y aunque el siglo XIII había resultado una época de crecimiento poblacional, de aumento de la producción de alimentos, sobre todo de los cereales, de un mejoramiento general de la calidad de vida para todos, entre otras cosas, gracias a un clima benigno y sin grandes variaciones, al punto que las estadísticas señalan que un hombre adulto podía vivir hasta los 35 años, un aumento importante de los 25 que vivía un hombre durante el Imperio Romano, el siglo XIV significó una reversión drástica de todos esos indicadores.
De las estepas mongolas llegó una epidemia de peste negra hacia Constantinopla, por la Ruta de la Seda, que se complicó con un agresivo brote de la malaria, debido a la cantidad de pantanos que todavía no habían sido saneados, lo que incrementó la reproducción de los mosquitos; para colmo de males, el clima se hizo más húmedo y el frío bajó del norte y de los Alpes con la avanzada de los glaciales.
Permitamos que Romano y Tenenti nos expliquen:

Pero los años 1313-1317 iban a infligir un duro golpe en toda Europa. Desde aquel momento se intensifica el ciclo recurrente carestía y epidemias: una población debilitada por la subalimentación a que la han sometido uno, dos, tres años de malas cosechas, ofrece menos resistencia a los ataques de las enfermedades, los perjuicios que ésta crea, al reducir el número de brazos disponibles para el trabajo- sin reducir, por otra parte, en la misma proporción el número de bocas que alimentar-, aumenta la posibilidad de sucesivas carestías. De este modo, aunque teóricamente sigue siendo cierto que la cicatriz demográfica que deja una epidemia puede curarse en pocos años, en realidad nunca se logra esa cicatrización y la recuperación en los daños causados a la población europea por la peste de 1348, se verá nuevamente comprometida por las epidemias de 1360, de 1371. Y en poblaciones con una escasa capacidad de resistencia, todas y cada una de las enfermedades infecciosas, aún las de menor peligro, tienen dramáticas consecuencias.

El gobierno de Maduro, y de acuerdo al tenebroso Plan de la Patria, no hizo ninguna de las inversiones necesarias para mantener la infraestructura de servicios del país, porque todo el dinero asignado a esos presupuestos se lo robaron. Hicieron, por veinte años, negocios multimillonarios y cerca de los 300.000 millones de dólares terminaron en cuentas en el extranjero. Las infraestructuras que reportaron mayor deterioro fueron justamente las eléctricas, las hidráulicas y las sanitarias.
Paralelamente, destruyeron el aparato productivo del estado, expropiaron las tierras agrícolas, arruinaron al empresario del campo, desmantelaron el parque industrial del país y lo que quedó lo sometieron a un control absoluto, obligando a la industria que los proveyera del 70% de su producción para sus programas de biopolítica, es decir, para alimentar a sus seguidores y dejar en la inopia al resto de la población.
Mucha gente los ha considerado como fortuitos estos dos hechos, o los ha visto como un producto de la incapacidad de los jerarcas del chavismo, pero un examen más detenido de sus resultados nos lleva a la inevitable conclusión de que la ruina del país y la indefensión sanitaria a la que nos han llevado son parte de un plan diseñado y orquestado desde el poder.
Cuando empezaron a repuntar los índices de infecciones y la reaparición de enfermedades endógenas, ya hacía tiempo erradicadas o controladas, no hicieron nada para combatirlas y dejaron que se convirtieran en epidemias; para ocultarlas, falsificaron la información al mundo y negaron la situación de desastre sanitario, aún a pesar de las muertes y contagios por nuestras fronteras; pero lo más grave aún fue que dejaron al país totalmente desabastecido de vacunas, químicos y medicinas para combatirlas… es decir, expusieron al país a un riesgo sanitario de altísima peligrosidad, que es lo que está sucediendo en estos precisos momentos.
De modo que, como en el caso de la Europa en el siglo XIV, la peste negra se vistió de rojo en Venezuela, y las ratas nos invadieron desde La Habana.
Pero de la misma manera que la crisis en la Europa de aquella época apenas empezaba cuando los puertos de Marsella, Génova y Venecia sufrieron los primeros casos de contagios masivos en sus poblaciones, igual aquí, en Venezuela, gracias a los consejos de economistas de la ruina del partido Podemos de España, los funcionarios del gobierno de Maduro empezaron a manipular las políticas monetarias, los términos de la deuda y la balanza de pagos, accediendo a empréstitos ilegales, vendiendo territorio y la riqueza del país a precios viles, convirtiendo al país en un mal pagador, degradando el bolívar como unidad monetaria y provocando una hiperinflación pocas veces vista en el mundo. Esta política de descrédito internacional contra el que fuera un próspero país petrolero, tuvo la intención de aislar a Venezuela y negarle las posibilidades para su rescate.
En plena peste negra en Europa, los alimentos se hicieron escasos y aumentaron su valor de manera importante, los campesinos morían como moscas y el pánico cundió, haciendo que la población rural se mudara a las ciudades, creyendo encontrar mejores posibilidades y oportunidades de salvarse del contagio, y aquella avalancha de gente hacinada y desnutrida sólo alimentó la peste.
Las cuarentenas eran impuestas en los poblados, con su cierre obligado de sus entradas y salidas, llevando a sus habitantes a la desesperación cuando la poca comida se terminaba; la vida no valía nada,  la esperanza se esfumó en toda Europa; Inglaterra y los países del norte fueron los últimos en experimentar la peste y fueron diezmados con la misma intensidad.
El fraile de la ciudad de Milán Benedetto Ciquanta dejó una idea de aquellas circunstancias terribles, cuando escribía: “Confusión de los muertos, de los moribundos, del mal y de los gritos, los aullidos, o el espanto, el dolor, las angustias, los miedos, la crueldad, los robos, los gestos de desesperación, las lágrimas, las llamadas, la pobreza, la miseria, el hambre, la sed, la soledad, las cárceles, las amenazas, los castigos, los lanzaretos, los ungüentos, las operaciones, los bubones, los carbuncos, las sospechas, los desmayos.”
Los campos quedaron desolados, los señores feudales ya no contaban con sus siervos y sus campos productivos se fueron perdiendo, avanzando primero la maleza y luego los bosques; quienes querían producir alimentos debieron contratar trabajadores, pagándoles un salario, pero los costos estaban por los cielos y el mundo empezó a cambiar.
Y aquí entran en juego una serie de respuestas y reacciones sociales, producto de la crisis que azotó a Europa, la primera de ellas es que los campesinos y la gente común reaccionaron con violencia ante las condiciones de vida en que estaban obligados a vivir y, por primera vez, encontraron apoyo en otros sectores de la sociedad.
Las revoluciones, huelgas y saqueos no se hicieron esperar; los ejércitos salieron de las ciudades amuralladas y se liaron en cruentos combates, algunas veces para ayudar a los aliados, otras para conquistar territorio y, en muchos casos, ante los discursos religiosos contra las herejías y sobre aquella clara manifestación de la peste como consecuencia de la ira de Dios.
La peste duró hasta el año de 1400, cuando empezó a remitir, dejando a una Europa despoblada, en ruinas y con un cambio fundamental en su estructura socio-política: el feudalismo se extinguía, las ciudades estados tomaban la primacía política, surgía el papado y se fortalecían las grandes monarquías.
El gobierno de Cuba y su estamento militar tiene una especial preferencia por armas biológicas. Lo que está sucediendo en Venezuela es un ensayo en un nuevo tipo de ofensiva militar comunista, en la cual están utilizando las enfermedades contagiosas endógenas de los países para acabar con su población, sin que puedan señalarlos a ellos como los agentes ofensivos u atacantes, buscando desaparecer el arma humeante de la mano; están experimentando con anular todas las contenciones médicas y sanitarias para que explote una epidemia de proporciones bíblicas en el continente.
Venezuela está a punto de iniciar una espantosa peste, que será muy difícil de enfrentar; los gérmenes y bacterias se han hecho resistentes y, sin atención internacional (el gobierno de Maduro lo impide), sin medicinas, están convirtiendo al país en caldo de cultivo de un contagio masivo para Latinoamérica; Nicaragua será la siguiente fase, ahora mucho más cerca de los EEUU, observemos que la fórmula es la misma, carestía-epidemia, un arma poblacional para un mundo globalizado.
Si no se detiene la hambruna y las enfermedades en Venezuela, el régimen castro-chavista habrá encontrado una versión moderna y más ruin de aquella táctica de asedio, que mongoles y turcos utilizaron, de lanzar con sus catapultas cadáveres de personas infectadas por sobre los muros de la ciudades, para desatar la peste y conquistar.   -   saulgodoy@gmail.com





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