Es
impresionante el poder mediático acumulado por los demócratas en estos últimos
años, los socialistas norteamericanos están atacando al gobierno de Trump, que
es un gobierno del pueblo norteamericano elegido democráticamente, con toda la
artillería pesada que tienen, desvirtuando los planes y propósitos de Trump
desde el día uno de su designación para la alta magistratura (¿se acuerdan del
enorme boicot a su ceremonia inaugural?) y tratando de convertirlos en lo
contrario, ni siquiera se pasean por el hecho de que están atacando a su propio
gobierno, que son sus propios intereses los que están en juego, y que si logran
hacerle daño, si logran que sus políticas fracasen, es cuchillo para sus
propias gargantas.
Trump
está tratando de equilibrar el comercio mundial, tiene como objetivo llevar
algo de orden en la balanza de pagos de su país, uno de los principales
productores y consumidores del mundo, motor de la economía mundial, que por
causa de políticas equivocadas y de una errada concepción de lo que significa
libre comercio de gobiernos pasados, permitieron que los mercados del mundo
surgieran y se nutrieran por mucho tiempo, de las perdidas y el debilitamiento
de los mercados, empresas, industrias y comercio norteamericanos, lo que no es
justo, y la justicia es importante en las transacciones.
Las
economías de Europa y Asia, luego de la Segunda Guerra Mundial, se
acostumbraron a los créditos blandos, condiciones favorables de intercambio de
bienes y servicios, bajos aranceles cuando no excepciones, transferencia masiva
de tecnología y knowhow, inversiones
y asistencia técnica, jointventures y
asociaciones estratégicas, este cúmulo de condiciones favorables hacia esas
economías que supuestamente eran puntuales y por un tiempo determinado, se
hicieron permanentes, o por lo menos esa fue la impresión que los países
receptores de estas ayudas y condiciones tenían de estas políticas.
Es
cierto, mucha de la culpa la tuvieron los diferentes gobiernos de los EEUU,
republicanos y demócratas, que o no se atrevieron o les parecía mucho más
beneficioso extender esta situación, que en un primer momento era de
dependencia, pero una vez que esas economías se hicieron prósperas y se podían
soltar de esas ayudas de los EEUU, para vivir sus propias y exitosas vidas,
independientes y como mercados aparte, esa relación parasitaria continuó, pero
esta vez como si fuera un derecho adquirido, e incluso, algunos de estos
países, abusando de la confianza y de la buena voluntad de los EEUU se valieron
de tratados y alianzas para incluso “mejorar” esa situación de privilegio.
Por
supuesto, ésta intervención de los EEUU en economías en reconstrucción y
emergentes creó un clima de competencia y libre comercio distorsionado, se
pretendía que en este intercambio los EEUU, por ser una economía fuerte e
innovadora, llevara la carga de las otras, permitiendo que sus productos
entraran al mercado norteamericano en una competencia desleal.
Pero
no fue un mercado inusual solamente para los países beneficiarios de estas
políticas de ayudas a sus economías, también representó una importante
distorsión para el mercado interno norteamericano, sus empresarios e
industriales atraídos por condiciones de inversión, mano de obra, cero
impuestos, crecimiento y nuevos mercados, productos de estas medidas de ayuda a
los países aliados, respondieron a estas condiciones sacando sus industrias y
puestos de trabajo de los EEUU para montarlos en el extranjero, empobreciendo
al mercado interno.
Cuando
China, Rusia y los demás países emergentes en la economía mundial se hicieron
fuertes competidores en este escenario, donde los EEUU todavía corría con buena
parte de los almuerzos gratis de sus aliados occidentales, la economía
norteamericana sintió las primeras señales de stress en su economía interna,
Trump y sus asesores económicos ya veían que se habían excedido en su
generosidad hacia el mundo y que era hora de ajustar algunas tuercas en la
economía mundial.
Volver
a un sistema capitalista “normal”, a un libre comercio equilibrado, significaba
recoger muchas de estas políticas de ayudas, subsidios, excepciones,
privilegios que por supuesto no iban a gustar, pero a Trump, como empresario y
político, tenía como prioridad devolverle la grandeza a su país, no como
querían los demócratas, permitir que el resto del mundo siguiera succionándole
la prosperidad a los EEUU, asumiendo las pérdidas y conformándose con un papel
de segundón en la economía mundial, sino fortaleciendo su propia productividad,
ajustando los mercados a las verdaderas reglas de la competencia, descargando a
los EEUU de los costos asociados en mantener sus economías y rutas comerciales
del mundo libres para que pudieran operar en sin restricciones.
Trump
había previsto cierta resistencia por parte de sus socios y aliados, volver a
poner orden en los mercados globalizados no era tarea grata, aunque sí
necesaria y urgente, pero nunca se imaginó una respuesta tan desmedida como la
que encontró por parte de gobiernos y sociedades que se sintieron traicionadas,
le querían arrancar de las manos la gallina de los huevos de oro.
Se
dieron las negociaciones, se enviaron los expertos con sus números, notas y
argumentos, el mismo Trump visitó a cada gobernante para explicarles la nueva situación
y lo que encontró no sólo fue rechazo, sino una agresividad que rayaba en el
insulto.
Es
parte de la naturaleza humana y perfectamente comprensible que estos países y
sus gobiernos se sientan afectados por este cambio de último momento y sin
previo aviso, a nadie le gusta que le quieten privilegios, pero Trump enfrenta
una economía en problemas, una competencia inescrupulosa y necesita aliviar sus
cuentas internas, hacer mucho más competitivo a los EEUU, la vida del país
depende de ello.
Lamentablemente
las cosas llegaron a un enfrentamiento, casi que a una guerra económica, lo
cual, es una pelea muy mal cazada por parte de los países aliados, ya que no
tienen la capacidad de aguante que tiene Norteamérica, y al final todos saben
que la pretensión de Trump es justa, y va en beneficio de todos, a nadie le
interesa unos EEUU debilitado y en problemas, todo lo contrario, en estos
precisos momentos su presencia se hace vital ante el avance de otras potencias
que van a tener muchas menos consideraciones con un occidente en desbandada.
Pero
lo que más me ha impresionado de la situación es la respuesta interna de muchos
norteamericanos que o no comprenden la situación tan delicada en que vive su
país, o su resentimiento hacia Trump, por su éxito y porque no les gusta su
persona, y éste desagrado lo han convertido en un veneno que los tiene al borde
de un suicido histérico, sobre todo no comprendo la enormidad de los ataques en
contra de Trump por aumentarle el subsidio a sus propios agricultores, a la
gente que les produce la comida.
El
Partido Demócrata se ha encargado de demonizar a Trump, de burlarse de su
persona sin ninguna medida, haciéndolo pasar como un ignorante, como un
racista, hasta como un supremacista blanco y este mensaje a calado en gente
altamente emocional e impresionable, que prefería las medias verdades de los
demócratas en el poder, las ilusiones de un Camelot
en la Casa Blanca, que la presencia de un constructor y empresario al mando
del país.
Los
demócratas prefieren y defienden los subsidios que significa mantener los
programas europeos de defensa, o los que sostienen los programas de ayuda a
Asia, o los que van dirigidos a las clases más desposeídas, a las minorías
improductivas y dependientes del país, que son justamente sus clientes
políticos, pero cuando se trata de otorgar subsidios a sus propios
compatriotas, a sus vecinos, que son productivos, que se levantan con el sol a
trabajar por una América más prospera y poderosa, a ellos si quieren negárselo.
Eso
no lo entiendo, si sus propios aliados los han querido extorsionar- o continúas permitiéndome llenar tus
mercados de mis productos sin pagar aranceles, o te declaramos la guerra económica-
y eso es lo que han hecho, y en una economía de guerra estos subsidios son cosa
normal y hasta necesaria, para mantener al país funcionando, de todas maneras
esos dineros de los fondos federales son para que los norteamericanos
productores de los alimentos, que es un rubro estratégico, sin el cual los
países no pueden sobrevivir, y son necesarios para que estos empresarios del
campo y pequeños productores puedan aguantar la crisis y las perdidas, son
dineros que revierten en la economía local.
Estoy
seguro que esta supuesta guerra de aranceles va a durar muy poco, occidente va
a reaccionar y los países aliados se van a sentar a negociar, y los
agricultores podrán volver a sus faenas en normalidad y esos fondos se
utilizarán en otras necesidades.
Esa
es mi visión del asunto estando aquí, en Venezuela, en un país subyugado por un
régimen opresor y asesino, del cual espero con toda la buena fe del mundo que
Trump y el gobierno de los EEUU, acelere una respuesta definitiva para terminar
con ésta ordalía, estoy seguro que cuando el gobierno de Maduro sea pasado, contará
con los venezolanos como unos aliados confiables, y con un pueblo agradecido. - saulgodoy@gmail.com
Excelente artículo.
ResponderEliminarYo tampoco comprendo como existe esa cegera, no solo a nivel mundial, sino incluso dentro de los propios Estados Unidos, la prensa, que debe ser un poder independiente, se ha sumado a una campaña de descrédito y murmuraciones en contra de Trump, aún antes de que asumiera la presidencia.
Grave es pues la situación, al punto de que cuando los fríos números demuestran que las políticas de Trump han sido acertadas, como el aumento del empleo y crecimiento de la economía, los medios atribuyen testos beneficios a las políticas de Obama.
Cuando Trump objeta que el gasto de la OTAN que deben hacer los aliados según convenio firmado, se convierten en un ataque injusto de Trump a la señora Merkel a pesar de que el incumplimiento puede ser matemáticamente demostrado, estamos ante una actitud de los medios de comunicación totalmente sesgada.