Fue definitivamente con Karl Marx, que la ideología
entra en una nueva etapa, mucho más estructurada y bajo una observación más
rigurosa, fue así como tomó su
significado más profundo, y decimos esto porque las ideologías tienen raíces
muy hondas en ideas del pasado que han venido poco a poco desarrollándose, y
las personas que las detectan, las describen, o las utilizan para justificar
posturas u acciones; no es que las inventan, sino que las van armando de ideas
sueltas, las usan como el mecánico, que encuentra la tuerca perfecta para el
tronillo que necesita.
Hay ideologías que justifican una posición
económica como fue el caso de Adam Smith cuando describe el funcionamiento del
mercado, y que luego Max Weber llevaría todavía más lejos en sus Teorías de
Legitimación del Sistema Económico Burgués, hay ideologías religiosas como son
los casos del puritanismo inglés y el actual fundamentalismo islamista.
Los puritanos, que en su época marcaron a toda una
sociedad con su disciplina y desconfianza hacia sus miembros, según el
investigador Michael Walzer, mucha gente confunde al puritanismo con el
protocapitalismo, pero nada que ver, la ideología puritana lo que esperaba del
hombre era la conducta pecaminosa, desconfiaba del prójimo e instauró la mutua
vigilancia entre sus miembros como forma de control social, pero gracias al
autocontrol, austeridad y la férrea disciplina, este grupo religioso pudo
sobrevivir al exilio, a la alienación (su paranoia con las brujas), y una
movilidad social y económica que los encumbró como parte de la élite.
En cuanto al fundamentalismo islámico, que llegó al
extremo de declarar Yihad, guerra religiosa, en contra de cualquier otra
fe que no acepte la palabra del profeta Mahoma, que organizó un ejército en
armas y se lanzó a la conquista de extensos territorios, y que puede mover a
fanáticos a inmolarse en actos terroristas (el terrorismo no es una ideología,
es una estrategia de acción que avala una ideología) para acabar con los
infieles, ambas manifestaciones son casos extremos de ideologías religiosas.
Hay ideologías que operan en el conocimiento
tecnológico-científico como las teorías de Niklas Luhmann, o las del lenguaje
ordinario y del discurso, donde una serie de ideas fijas vienen adheridas a las
estructuras del lenguaje según el profesor Teun A. van Dijk, o las
innumerables ideologías políticas, en especial las fascistas que degeneraron en
el nazismo, o las ideologías descritas por Karl Mannheim en la sociología del
conocimiento y que lo llevaron a descubrir lo peligroso que pueden resultar
ciertas utopías, o las ideologías que afectan las nociones estéticas y del arte
descritas por Adorno y Scruton para nombrar unos pocos, y que derivan en formas
de entretenimiento, plástica o literatura, que pueden convertirse en productos
industriales y ser promovidos para el gran consumo, con contenidos políticos
subterráneos.
Donde quiera que exista un sistema ordenado de
creencias, el fantasma de la ideología lo acecha, pero volvemos con Karl Marx y
Engels, quienes fueron de los primeros en describir cómo operan estos
mecanismos de ideas que dan como resultado la “falsa consciencia”, que termina
alienando a las personas, especialmente a los trabajadores y hacerles creer que
viven una vida “normal” cuando en realidad están siendo oprimidos y explotados
por un sistema supuestamente inhumano.
Marx desarrolló su concepto de ideología como una
arma ofensiva en contra de sus oponentes, el dio al concepto un sesgo de
mentira, quien creyera en una ideología diferente a la suya estaba en un error,
y lo hizo principalmente para desarmar los argumentos de su contendor,
descalificaba todo el aparato conceptual de su contrario como alienación, como
un espejismo psicológico en que la persona estaba inmersa, creyendo ser libre y
haciendo su voluntad, cuando en realidad estaba atrapado en una gigantesca
trampa, era su concepción total de la ideología, cuando todo un grupo, clase o
sociedad sostenía una estructura mental construida alrededor de una falsa
justificación de las formas de producción de esa sociedad.
De allí que sea un lugar común que al hablar de
ideología, nos estemos refiriéndonos al comunismo.
Uno de los precursores de Marx fue Ludwig Feuerbach (1804-1872),
quien estudiando el papel que juega la religión sobre las acciones de los
hombres descubrió los mecanismos de ilusión que lo llevan a entregar su
voluntad a una organización que lo manipula con falsas creencias, ilusiones y
esperanzas vanas.
Marx
corrige a su maestro señalando que la religión es otro producto de las formas
sociales, no es algo autónomo y fuera del hombre, es una de las formas de la
conciencia distorsionada, que no es otra cosa que el pensamiento humano
tratando de rellenar huecos y vacíos de la realidad, estas “inversiones
cognitivas” como las llama, producen la alienación, el hombre hace suya esta
auto-conciencia que es el producto, entre otros factores, de las fuerzas
productivas existentes en el momento.
El
principal desarrollo del concepto de ideología lo elaboran Marx y Engels en la
obra La Ideología Alemana y
posteriormente lo completa Marx en El
Capital, aunque la idea tiene antecedentes y por supuesto, una evolución
que no se ha detenido, lo que sucedió es que le aplicó la marca del marxismo a
derivaciones de la ideología que no tenían nada que ver con el comunismo.
La
percepción marxiana de toda una superestructura ideológica-cultural que
justificaban y le daban racionalidad al capitalismo explotador, se convirtió en
moneda de cambio entre los revolucionarios que buscaban la emancipación y la
libertad del proletariado, había que acabar, literalmente, destruir el sustento
material del capitalismo, es decir sus formas de producción, para poder
desmontar la superestructura ideológica que esclavizaba al hombre (lo que
hicieron los chavistas en Venezuela, acabar con el aparato productivo del país
y los emprendimientos de las personas, para borrar la cultura capitalista,
incluyendo las libertades y la independencia de los individuos).
Marx
y Engels estaban muy claros en que las relaciones de productividad de una
sociedad no solo producían niveles de vida diferentes, relaciones y condiciones
materiales para sus miembros, también generaban ideas, principios, categorías
sobre las cuales el grupo actuaba, pero estas denuncias, estas advertencias que
hacían sobre todo a la clase obrera, tenía que competir con otras ideologías,
porque una de las fallas conceptuales del marxismo es que nunca aceptaron que
su visión histórica-económica, era también una ideología que justificaba en su
caso, una revolución social que llevaría a la clase proletaria al poder.
Pero
aún estos conceptos tuvieron sus cambios importantes en la vida de Marx, pues
éste presenció con la Segunda Internacional (1889-1914), como ideologías
alternativas se multiplicaron con el número de partidos socialistas que
surgieron del movimiento obrero organizado, la tesis revolucionaria fue
duramente atacada por los movimientos sindicales democráticos y católicos,
sobre todo en Alemania de donde surgió uno de los movimientos socialistas de
trabajadores más importantes de Europa.
Stefan
Berger en su muy lúcido artículo Movimientos
Laborales, para el libro que él mismo editó A companion to nineteenth-century Europe, 1789–1914, publicado por Blackwell
Publishing, Ltd, UK, 2006 nos recuerda: “El
movimiento de trabajadores puso un gran énfasis en el entrenamiento de sus
propios líderes. Muchos líderes del movimiento trabajador eran autodidactas…
ellos querían que los obreros apreciaran el gran arte, conocimiento que ellos
decían, los harían mejores personas. El
fin de mejorar al trabajador siempre fue central en el movimiento laboral
europeo”
Esta
tradición “progresista” que buscaba en la negociación política la oportunidad
para lograr las reformas necesarias, logró calar en las masas obreras de manera
más amplia, que las propuestas de los grupos radicales, que consideraban que
sólo por medio de la revolución y la anarquía los obreros obtendrían el poder;
uno de los líderes obreros alemanes, Georg Foster, estaba convencido que
solamente en democracia podría el movimiento obrero integrarse como movimiento
político; para avanzar en programas de reformas sociales, Stefan Berger apunta
en su artículo: “Ellos identificaban que
era por medio de la propiedad y la educación que se alcanzaba la ciudadanía, y
que los trabajadores no poseían ninguno de estos dos requisitos, y que por eso,
justamente eran excluidos.”.
Fue
de esta manera, rompiendo con el marxismo más ortodoxo y acercándose a la
ideología liberal, que el más grande de los sindicatos alemanes La Unión
General de Trabajadores Alemanes, fundado en 1863, que sería el precursor del
partido Social Demócrata Alemán (SPD, siglas en alemán), se convertiría en 1914
en el partido socialista más grande del mundo.
La
ideología marxista en general ha sido identificada, o bien, en los términos
hegemónicos de Gramsci o en la concepción como el aparato ideológico del
estado, popularizado posteriormente por Althuser, es decir, que al marxismo le
ha sido difícil desligarse de su imagen de una ideología totalitaria para el
control social, a pesar de una serie de otros valores, que las élites marxistas
han tratado de comunicar para justificar su legitimidad y autoridad, otra que
destruir a la oposición (en su versión revolucionaria).
El
socialismo democrático ha sido sin duda un avance ideológico importante del
marxismo original, que ilustra claramente como las ideologías cambian y
evolucionan, se van depurando y adaptándose a las circunstancias del momento,
lo que si no pierden, es ese vínculo con la matriz ideológica de la que
surgieron originalmente, y que en algún momento, saldrá a relucir bien como un
atavismo, o como un mecanismo para degenerar de nuevo en un totalitarismo.
Ya
que la ideología es un aspecto fundamental de los movimientos políticos, un
sistema de valores, principios y creencias que aspiran a tener respuestas
unificadas, a problemas que requieren de una acción social, las ideologías
necesitan de una constante renovación, si quieren ir a la par con los cambios
sociales que se producen en el entorno de los partidos, el problema es cuando
estas organizaciones se trancan, se hacen impermeables a los cambios y no
evolucionan, lo que lleva a la decadencia de los partidos.
En
el mercado político hay ideologías para todos los gustos y cada una tiene una
serie de respuestas para los problemas sociales del momento, cada aproximación
es diferente y con resultados distintos, si para la derecha, el problema del
crecimiento económico se resuelve con desregulaciones a los bancos, reducción
de impuestos a la ganancia y estímulo a la competencia, para la izquierda, lo
importante sería no aumentar la desigualdad en los ingresos, incrementar la
seguridad social (el estado bienestar) y favorecer las iniciativas que reduzcan
el impacto ambiental de las actividades productivas; desde ideologías distintas
se trazan políticas públicas diferentes que probablemente logren el mismo
resultado: un crecimiento económico, pero de maneras contrarias, en tiempos
distintos y con consecuencias buenas y malas para un variado grupo de actores
sociales.
Los
partidos lo que hacen es congregar en su entorno el apoyo de sus seguidores y
tratar de convencer al mayor número de votantes posibles por medio de
argumentos, demostrando lo bueno y lo malo de sus propuestas y la de los
contrarios, eso que los une o los repele, es la ideología, es por esta razón
que es imposible y absurda aquellas opiniones que pretenden no darle
importancia a si una ideología es de derecha o de izquierda, o de suponer que
esta categorización de derecha e izquierda son simples etiquetas pasadas de
moda, o peor todavía, que se trata de una misma cosa, que no hay diferencias y
que pueden ser utilizadas como si fueran un sombrero, hoy me pongo uno y mañana
otro, las consecuencias pueden ser catastróficas y en Venezuela lo estamos
viviendo en carne propia. - saulgodoy@gmail.com
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