domingo, 12 de agosto de 2018

Derecha no es lo mismo que izquierda


Fue definitivamente con Karl Marx, que la ideología entra en una nueva etapa, mucho más estructurada y bajo una observación más rigurosa, fue así  como tomó su significado más profundo, y decimos esto porque las ideologías tienen raíces muy hondas en ideas del pasado que han venido poco a poco desarrollándose, y las personas que las detectan, las describen, o las utilizan para justificar posturas u acciones; no es que las inventan, sino que las van armando de ideas sueltas, las usan como el mecánico, que encuentra la tuerca perfecta para el tronillo que necesita.
Hay ideologías que justifican una posición económica como fue el caso de Adam Smith cuando describe el funcionamiento del mercado, y que luego Max Weber llevaría todavía más lejos en sus Teorías de Legitimación del Sistema Económico Burgués, hay ideologías religiosas como son los casos del puritanismo inglés y el actual fundamentalismo islamista.
Los puritanos, que en su época marcaron a toda una sociedad con su disciplina y desconfianza hacia sus miembros, según el investigador Michael Walzer, mucha gente confunde al puritanismo con el protocapitalismo, pero nada que ver, la ideología puritana lo que esperaba del hombre era la conducta pecaminosa, desconfiaba del prójimo e instauró la mutua vigilancia entre sus miembros como forma de control social, pero gracias al autocontrol, austeridad y la férrea disciplina, este grupo religioso pudo sobrevivir al exilio, a la alienación (su paranoia con las brujas), y una movilidad social y económica que los encumbró como parte de la élite.
En cuanto al fundamentalismo islámico, que llegó al extremo de declarar Yihad, guerra religiosa, en contra de cualquier otra fe que no acepte la palabra del profeta Mahoma, que organizó un ejército en armas y se lanzó a la conquista de extensos territorios, y que puede mover a fanáticos a inmolarse en actos terroristas (el terrorismo no es una ideología, es una estrategia de acción que avala una ideología) para acabar con los infieles, ambas manifestaciones son casos extremos de ideologías religiosas.
Hay ideologías que operan en el conocimiento tecnológico-científico como las teorías de Niklas Luhmann, o las del lenguaje ordinario y del discurso, donde una serie de ideas fijas vienen adheridas a las estructuras del lenguaje según el profesor Teun A. van Dijk, o las innumerables ideologías políticas, en especial las fascistas que degeneraron en el nazismo, o las ideologías descritas por Karl Mannheim en la sociología del conocimiento y que lo llevaron a descubrir lo peligroso que pueden resultar ciertas utopías, o las ideologías que afectan las nociones estéticas y del arte descritas por Adorno y Scruton para nombrar unos pocos, y que derivan en formas de entretenimiento, plástica o literatura, que pueden convertirse en productos industriales y ser promovidos para el gran consumo, con contenidos políticos subterráneos.
Donde quiera que exista un sistema ordenado de creencias, el fantasma de la ideología lo acecha, pero volvemos con Karl Marx y Engels, quienes fueron de los primeros en describir cómo operan estos mecanismos de ideas que dan como resultado la “falsa consciencia”, que termina alienando a las personas, especialmente a los trabajadores y hacerles creer que viven una vida “normal” cuando en realidad están siendo oprimidos y explotados por un sistema supuestamente inhumano.
Marx desarrolló su concepto de ideología como una arma ofensiva en contra de sus oponentes, el dio al concepto un sesgo de mentira, quien creyera en una ideología diferente a la suya estaba en un error, y lo hizo principalmente para desarmar los argumentos de su contendor, descalificaba todo el aparato conceptual de su contrario como alienación, como un espejismo psicológico en que la persona estaba inmersa, creyendo ser libre y haciendo su voluntad, cuando en realidad estaba atrapado en una gigantesca trampa, era su concepción total de la ideología, cuando todo un grupo, clase o sociedad sostenía una estructura mental construida alrededor de una falsa justificación de las formas de producción de esa sociedad.
De allí que sea un lugar común que al hablar de ideología, nos estemos refiriéndonos al comunismo.
Uno de los precursores de Marx fue Ludwig Feuerbach (1804-1872), quien estudiando el papel que juega la religión sobre las acciones de los hombres descubrió los mecanismos de ilusión que lo llevan a entregar su voluntad a una organización que lo manipula con falsas creencias, ilusiones y esperanzas vanas.  
Marx corrige a su maestro señalando que la religión es otro producto de las formas sociales, no es algo autónomo y fuera del hombre, es una de las formas de la conciencia distorsionada, que no es otra cosa que el pensamiento humano tratando de rellenar huecos y vacíos de la realidad, estas “inversiones cognitivas” como las llama, producen la alienación, el hombre hace suya esta auto-conciencia que es el producto, entre otros factores, de las fuerzas productivas existentes en el momento.
El principal desarrollo del concepto de ideología lo elaboran Marx y Engels en la obra La Ideología Alemana y posteriormente lo completa Marx en El Capital, aunque la idea tiene antecedentes y por supuesto, una evolución que no se ha detenido, lo que sucedió es que le aplicó la marca del marxismo a derivaciones de la ideología que no tenían nada que ver con el comunismo.
La percepción marxiana de toda una superestructura ideológica-cultural que justificaban y le daban racionalidad al capitalismo explotador, se convirtió en moneda de cambio entre los revolucionarios que buscaban la emancipación y la libertad del proletariado, había que acabar, literalmente, destruir el sustento material del capitalismo, es decir sus formas de producción, para poder desmontar la superestructura ideológica que esclavizaba al hombre (lo que hicieron los chavistas en Venezuela, acabar con el aparato productivo del país y los emprendimientos de las personas, para borrar la cultura capitalista, incluyendo las libertades y la independencia de los individuos).
Marx y Engels estaban muy claros en que las relaciones de productividad de una sociedad no solo producían niveles de vida diferentes, relaciones y condiciones materiales para sus miembros, también generaban ideas, principios, categorías sobre las cuales el grupo actuaba, pero estas denuncias, estas advertencias que hacían sobre todo a la clase obrera, tenía que competir con otras ideologías, porque una de las fallas conceptuales del marxismo es que nunca aceptaron que su visión histórica-económica, era también una ideología que justificaba en su caso, una revolución social que llevaría a la clase proletaria al poder.
Pero aún estos conceptos tuvieron sus cambios importantes en la vida de Marx, pues éste presenció con la Segunda Internacional (1889-1914), como ideologías alternativas se multiplicaron con el número de partidos socialistas que surgieron del movimiento obrero organizado, la tesis revolucionaria fue duramente atacada por los movimientos sindicales democráticos y católicos, sobre todo en Alemania de donde surgió uno de los movimientos socialistas de trabajadores más importantes de Europa.
Stefan Berger en su muy lúcido artículo Movimientos Laborales, para el libro que él mismo editó A companion to nineteenth-century Europe, 1789–1914, publicado por Blackwell Publishing, Ltd, UK, 2006 nos recuerda: “El movimiento de trabajadores puso un gran énfasis en el entrenamiento de sus propios líderes. Muchos líderes del movimiento trabajador eran autodidactas… ellos querían que los obreros apreciaran el gran arte, conocimiento que ellos decían, los harían mejores personas.  El fin de mejorar al trabajador siempre fue central en el movimiento laboral europeo”
Esta tradición “progresista” que buscaba en la negociación política la oportunidad para lograr las reformas necesarias, logró calar en las masas obreras de manera más amplia, que las propuestas de los grupos radicales, que consideraban que sólo por medio de la revolución y la anarquía los obreros obtendrían el poder; uno de los líderes obreros alemanes, Georg Foster, estaba convencido que solamente en democracia podría el movimiento obrero integrarse como movimiento político; para avanzar en programas de reformas sociales, Stefan Berger apunta en su artículo: “Ellos identificaban que era por medio de la propiedad y la educación que se alcanzaba la ciudadanía, y que los trabajadores no poseían ninguno de estos dos requisitos, y que por eso, justamente eran excluidos.”.
Fue de esta manera, rompiendo con el marxismo más ortodoxo y acercándose a la ideología liberal, que el más grande de los sindicatos alemanes La Unión General de Trabajadores Alemanes, fundado en 1863, que sería el precursor del partido Social Demócrata Alemán (SPD, siglas en alemán), se convertiría en 1914 en el partido socialista más grande del mundo.
La ideología marxista en general ha sido identificada, o bien, en los términos hegemónicos de Gramsci o en la concepción como el aparato ideológico del estado, popularizado posteriormente por Althuser, es decir, que al marxismo le ha sido difícil desligarse de su imagen de una ideología totalitaria para el control social, a pesar de una serie de otros valores, que las élites marxistas han tratado de comunicar para justificar su legitimidad y autoridad, otra que destruir a la oposición (en su versión revolucionaria).
El socialismo democrático ha sido sin duda un avance ideológico importante del marxismo original, que ilustra claramente como las ideologías cambian y evolucionan, se van depurando y adaptándose a las circunstancias del momento, lo que si no pierden, es ese vínculo con la matriz ideológica de la que surgieron originalmente, y que en algún momento, saldrá a relucir bien como un atavismo, o como un mecanismo para degenerar de nuevo en un totalitarismo.
Ya que la ideología es un aspecto fundamental de los movimientos políticos, un sistema de valores, principios y creencias que aspiran a tener respuestas unificadas, a problemas que requieren de una acción social, las ideologías necesitan de una constante renovación, si quieren ir a la par con los cambios sociales que se producen en el entorno de los partidos, el problema es cuando estas organizaciones se trancan, se hacen impermeables a los cambios y no evolucionan, lo que lleva a la decadencia de los partidos.
En el mercado político hay ideologías para todos los gustos y cada una tiene una serie de respuestas para los problemas sociales del momento, cada aproximación es diferente y con resultados distintos, si para la derecha, el problema del crecimiento económico se resuelve con desregulaciones a los bancos, reducción de impuestos a la ganancia y estímulo a la competencia, para la izquierda, lo importante sería no aumentar la desigualdad en los ingresos, incrementar la seguridad social (el estado bienestar) y favorecer las iniciativas que reduzcan el impacto ambiental de las actividades productivas; desde ideologías distintas se trazan políticas públicas diferentes que probablemente logren el mismo resultado: un crecimiento económico, pero de maneras contrarias, en tiempos distintos y con consecuencias buenas y malas para un variado grupo de actores sociales.
Los partidos lo que hacen es congregar en su entorno el apoyo de sus seguidores y tratar de convencer al mayor número de votantes posibles por medio de argumentos, demostrando lo bueno y lo malo de sus propuestas y la de los contrarios, eso que los une o los repele, es la ideología, es por esta razón que es imposible y absurda aquellas opiniones que pretenden no darle importancia a si una ideología es de derecha o de izquierda, o de suponer que esta categorización de derecha e izquierda son simples etiquetas pasadas de moda, o peor todavía, que se trata de una misma cosa, que no hay diferencias y que pueden ser utilizadas como si fueran un sombrero, hoy me pongo uno y mañana otro, las consecuencias pueden ser catastróficas y en Venezuela lo estamos viviendo en carne propia.  -  saulgodoy@gmail.com



























No hay comentarios:

Publicar un comentario