En
1996, el profesor de Física de la Universidad de New York, Alan Sokal, tratando
de desenmascarar el fraude continuo que venían cometiendo algunos intelectuales
de la izquierda norteamericana, copiando los estilos enrevesados y la escritura
críptica, a la manera de los escritores de moda europeos, entre los que se
encontraban Derrida, Virilio, Lacan, Deleuze, Guattari y otros muchos, cuyas
publicaciones no solo abundaban sino que eran tenidas como serias en
importantes colegios y universidades, urdió un plan para provocar un escándalo
y dejar al descampado a un montón de colegas deshonestos.
Lo
que hizo fue preparar un ensayo sobre como la ciencia había desacreditado la
idea de la Ilustración sobre una realidad objetiva que podía ser conocida, y
como los últimos avances de la física cuántica le daban la razón al pensamiento
político de la extrema izquierda. El artículo estaba no sólo lleno de
incoherencias, afirmaciones absurdas, referencias a muchos párrafos de los
escritores de moda que no tenían ningún sentido, había contradicciones y muchas
palabras traducidas del francés de manera libérrima, todo eso lo empaquetó en
una estructura que parecía a la de una disertación académica, lo envió con su
nombre a la redacción de la revista Social
Text, que para el momento era la publicación de mayor categoría y peso en
el mundo académico en Norteamérica, y esperó.
No
pasó mucho tiempo en que obtuvo una respuesta favorable, la iban a publicar, y
había gustado de tal manera, que la estaban incluyendo en un número especial que
saldría en la primavera de ese año sobre Las
Guerras de la Ciencia. Para ese momento el Consejo de Redacción de la
revista contaba con luminarias como Frederick Jameson y Andrew Ross, el título
de éste histórico trabajo era “Transgressing
the Boundaries: Towards a Transformative Hermeneutics of Quantum Gravity”
Para
que su trampa estuviera lista, se las agenció para que simultáneamente con la
publicación de su artículo apareciera en otra revista, Lingua Franca, la revista más leída por el personal de las
universidades, otro artículo de su autoría explicando lo que acababa de hacer y
porqué. El escándalo que se armó fue sin paralelos en el mundo académico de los
EEUU y de Europa, el tiraje de ambas revistas se agotaron en un instante, y el
caso pasó a la historia como el escándalo Sokal sobre el que se han escrito
ríos de tinta.
Sokal
fue acusado de deshonesto por los intelectuales de la izquierda, y le hubieran
arruinado su carrera docente ni no fuera por el interés de muchos de ellos, de
no echarle combustible al fuego, el escándalo pasaba ahora a lo político, pero
este episodio le sirvió a la cultura norteamericana para ventilar otros muchos
casos que permanecían en la oscuridad, descubrieron que la deshonestidad
académica era un mal recurrente y muchas veces aceptado por cuestiones de
ideológicas, de amistad o se simple flojera intelectual.
Pero
el escándalo Sokal dejó al descubierto una realidad mucho más compleja y
difícil de abarcar, y es el sentido que el lenguaje tiene para los
postmodernistas, que en su gran mayoría son de la izquierda radical y que
tienen como tarea deconstruir la razón, la posibilidad de acceder a la realidad
del mundo por medio del lenguaje.
En
este sentido vamos a permitir que el filósofo Stephens Hicks nos ilustre sobre
este delicado punto, tomamos su argumentación de su libro, Explicando el Postmodernismo (2014).
Para el modernista, la funcionalidad del
lenguaje es complementaria a ser cognitivo. Un individuo observa una realidad
por medio de la percepción, se forma unas creencias y conceptos de la realidad
en base a esas percepciones, y actúa en la realidad sobre la base de esas
percepciones y conceptos elaborados por su cognición. Algunas de esas acciones
en el mundo son interacciones sociales, y en ellas el lenguaje asume una
función comunicativa. Comunicándose el uno con el otro, el individuo narra,
argumenta o trata de pasar su creencia cognitiva del mundo con los otros. La
Retórica, entonces, es un aspecto de la función comunicativa del lenguaje,
referida a aquellos métodos que auxilian al lenguaje en ser más efectivo
durante la comunicación. Para el postmodernista, el lenguaje no puede ser
cognitivo porque no se conecta con la realidad, bien sea con la naturaleza
externa o con el yo interior. El lenguaje no es para estar atentos al mundo, o
para distinguir lo que falso o verdad, ni siquiera sirve para argumentar en el
sentido tradicional de sea de manera valida, concreta y con probabilidad de
certeza. De esta manera, los postmodernistas han transformado la retórica, en
persuasión, pero sin conocimiento.
El
postmodernista tiene una marcada tendencia a negar la realidad que le es
adversa a su ideología, suplantándola con todo tipo de acciones y motivos que
suplantan el mundo con ideales no realizados, muchos de ellos utopías, piensa
que todo es relativo, por lo tanto, la verdad no existe sino solo puntos de
vistas subjetivos, tiene una marcada predilección por la violencia como método
para cambiar la realidad y en este sentido utiliza el lenguaje no como medio de
comunicación sino como arma, este tipo de personas cuando expresan sus ideas no
lo hacen de manera clara y abierta sino que buscan complicar su lenguaje hasta
hacerlo incomprensible, y basta escuchar o leer a los chavistas para darse
cuenta de que es un patrón común en este tipo de cultura.
No
quiero ponerles extractos del artículo para que ustedes lo juzguen, ya que
tendría que traducirlo del inglés que ya viene con traducciones de textos en
francés, con palabras y contenidos bastantes abstractos, y lo peor, sin ningún
sentido, estaría haciendo una traducción, de una traducción de una traducción,
de conceptos que Sokal denuncia ya vienen mal traducidos, lo que si les digo es
que si pueden conseguir el artículo en internet no se lo pierdan, no hay manera
de entrarle al texto.
Pero
volvamos a nuestro caso, en el fabuloso artículo del profesor francés Jean
Briemont, un físico teórico de la Universidad Católica de Lovaina, en Bélgica,
titulado El Postmodernismo y su problema
con la Ciencia (2002) parte del caso Sokal para denunciar otros graves
intentos de fraude académico, entre ellas unas explicaciones de Jaques Derrida
sobre las Teorías General y Especial de la Relatividad de Einstein, donde de
manera alocada y sin explicaciones habla del impacto de las mismas en la
crítica literaria.
En
una conferencia que el psiquiatra Jacques Lacan dio en Baltimore en 1966, a
quien le gustaba jugar con el álgebra mientras explicaba su complicada teoría
de comunicaciones con los pacientes, se dio una enredada con una alegoría sobre
la Cinta de Möbius (que para su mala suerte quedó grabada y luego publicada) y
que al final tuvo que negar y decir que nunca se había referido a Möbius.
Julia
Kristeva, la famosa semióloga, en su primer y más famosos libro, Semiotike, tratando de construir una
“lógica” para el lenguaje poético, utilizando la Teoría de Conjunto, expone
unas formulaciones absurdas desde el punto de vista de las matemáticas, que
remata con unas explicaciones muy mal planteadas de las “Observaciones de
Gödel” sobre la imposibilidad de probar la ausencia de contradicciones en los
axiomas de un sistema desde adentro de ese sistema.
El
libro fue aclamado mundialmente y su autora distinguida como una revelación de
la teoría del lenguaje, al punto que el mismísimo Roland Barthes (1970), uno de
los grandes gurúes del postmodernismo, le escribió: “Julia Kisteva cambia el orden de las cosas: ella siempre destruye las
últimas preconcepciones, las que pensábamos pudieran darnos confort, de las que
nos pudiéramos sentir orgullosos; lo que ella ha desalojado es lo que se ha
dicho, quiero decir, la existencia de lo significado; lo que ella subvierte es
la autoridad de la ciencia monológica y de la filiación”. Quien haya
entendido éste comentario, que me lo explique.
Paul
Virilio, un arquitecto convertido en filósofo de la política, creador del
término “dromocracia”, obsesionado igualmente por La Teoría Especial de la
Relatividad, por la luz y la velocidad, hace un verdadero e incomprensible
pastiche de física e historia, mezcla sin ninguna vergüenza concepto de espacio
y tiempo en la física cuántica con la historia de las ciudades, al final uno de
pregunta si Virilio entiende realmente lo que escribe, lo peor de este tipo de
literatura oscurantista, es que tiene sus seguidores, la gente compra estos
bodrios y los lee, y lo que es peor, los recomienda.
Pero
mucha de la culpa la tienen los mismos editores y los críticos, que sin ningún
remordimiento publicitan este tipo de obras, para el escrito de Virilio, el
prestigioso diario Le Monde le dedica
el siguiente halago (1984): “Con una
sorprendente erudición, que combina espacio-distancia y tiempo-distancia, este
investigador abre un importante campo de interrogantes filosóficas que él
denomina “dromocracia” (del Griego dromos: velocidad)”.
El
artículo de Briemont es mucho más extenso y rico en ejemplos de este tipo de
fraude intelectual, donde personas taimadas buscan engrandecerse y cosechar
palmas por pensamientos profundos que no tienen, pero lo disimulan con retórica,
y hay gente que cae en el juego.
Nos
despedimos con unas palabras de Kant que se encuentran en Crítica al Juicio, sobre este delicado asunto: “Uno no sabe si reír a todo dar del charlatán, quien siembra toda esta
niebla… o a de la audiencia, que inocentemente imagina la razón por la que no
puede entender y hacer suya esa inspiración maestra que les es brindada.” -
saulgodoy@gmail.com
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