viernes, 28 de septiembre de 2018

El shogunato chavista



El estado venezolano está en pleno proceso de desintegración, Maduro pierde entre sus seguidores autoritas, lo que significa que ya no hay un centro, de hecho, luego de la muerte de Chávez, nunca lo hubo, el poder en la cúspide era compartido entre varios secuaces del régimen, cada uno protegiendo sus intereses, y en última instancia, dando la apariencia de una unidad que ya no existía.
Para el estado fascista instaurado, las regiones se convirtieron en un botín, de allí que se despertaran diversas apetencias, derechos, imposiciones, sobre los estados que conformaban la república, sin importar si la oposición tenía en funciones a un gobernador o no, los militares se llevaron las mejores piezas entre sus fauces.
Por cierto, hay elementos en la oposición colaboracionista y electorera que todavía piensan que si tuviéramos gobernadores de los partidos políticos tradicionales las cosas hubieran sido diferentes, pues quítense las lagañas de los ojos y vean la realidad, donde la oposición tiene gobernadores electos, lo que hay son “Protectores de los Estados”, gobiernos paralelos con mando sobre las fuerzas armadas, que hacen y deshacen a gusto, los gobernadores electo no tienen presupuesto, están constantemente amenazados y vigilados, y en algunos estados como Táchira, están tomados militarmente por las FAN y los grupos subversivos colombianos.
¿De qué sirvieron los votos de los ciudadanos que los eligieron? ¿Para qué sirvió la campaña electoral en la que se embarcaron?  No importó el esfuerzo, los riesgos y el precio que tuvieron que pagar, ya que algunos de estos gobernadores (as) se humillaron delante del país y tomaron juramento ante la constituyente comunal cubana, creyendo con eso podrían ejercer sus cargos.
No hay un solo estado en Venezuela donde no exista un Shogún rojo rojito, haciendo pingues negocios con los recursos del estado, monopolizando el combustible, las medicinas, la comida, la seguridad, haciéndose con las mejores tierras vía invasiones, expropiaciones, “rescates”, que al final son todos robos descarados a la fuerza con armas y violencia, algunos grupos de defensores de derechos humanos y otros valientes periodistas han reportado las masacres y asesinatos, hablan de un régimen del terror del que Maduro nunca habló en su alocución en el seno de la ONU.
Para los productores agrícolas que quedan tratando de sobrevivir en la provincia, los Shogunes decretan, sin ningún miramiento y respeto por el estado de derecho y las leyes, sus propios impuestos a la producción, exigen cuotas personales de sus bienes que deben entregar a sus pies, y lo más característico de la disolución de la nación, con la prohibición expresa de que su producción salga de los límites de sus estado.
Por supuesto, cada uno de los shogunes han pactado con todas las bandas armadas, mineros ilegales, guerrilla, pranes (grupos de criminales que desde las cárceles controlan territorios para cometer sus crímenes, principalmente extorsiones, secuestros, narcotráfico y tráfico de armas), y todo “bicho de uña” que pueda rendir tributo al shogun en su palacio.
Maduro deja tras de sí no sólo un país destruido, sino dividido y en control por señores de la guerra, que no van a soltar sus presas porque alguien se los pida, están allí para explotar su territorio al máximo, sin importarles a quien arruinan, o cuando se acabe la comida o el combustible, porque ellos serán los últimos en sufrir la escasez, y además, están armados, siempre pueden ir al estado vecino y asaltarlo.
Vista esta situación me hago la pregunta ¿Puede una elección cambiar esa realidad? ¿Puede el pacifismo, la no-violencia, la constitución, las oraciones a Dios, detener la barbarie?
Mientras escribo estas líneas están los militares en alcabalas móviles revisando los camiones, y confiscándole  una parte de la producción de alimentos a algún productor, grupos de cuatreros están asaltando fincas y descuartizando reses, o llevándoselas a mataderos clandestinos para ellos negociar  la carne, camionetas último modelo, blindadas y llenas de matones armados irrumpiendo en fincas y encañonando a los encargados, están los shogunes firmando la orden de escalar los impuestos que apenas ayer impusieron a sus esclavos, uniformados tienen tomados los silos de cereales y forrajes y contando cada carga que se entrega.
El socialismo bolivariano del siglo XXI ha descubierto una novísima forma de organización económica y social: el robo, en nombre de una revolución suicida y sin futuro, en manos de unos hombres y mujeres cada uno más brutas y salvajes que  el que los antecedió.
Ya que muchos de estos ex gobernadores se han ido del país, con sus cofres y cuentas repletas de dinero mal habido, como ese General Rangel del estado Bolívar, que se encuentra tramitando su residencia en México, tratando de pasar inadvertido para poder disfrutar de sus tesoros bañados de sangre inocente, o esos otros con sus pisos y hasta edificios completos en las mejores zonas de Madrid, o los que están tramitando desesperados sus papeles de residencia o nacionalidad en tantas partes del mundo, y que han demostrado que tienen suficiente dinero disponible para hacer inversiones provechosas en sus nuevos destinos, con sus familias regordetas y bien vestidas.
Pero volvamos a nuestro país feudal, donde cada roedor socialista está haciendo su nido creyendo que son intocables y que van a gobernar “por siempre”, están rodeados de un pueblo que ya no aguanta la injusticia y la ruina en los que lo han sumido, esos shogunes creen que la fidelidad de sus samuráis es a toda prueba- Que se agarren Miraflores- dicen despectivos- aquí en Barinas no se mueve un kilo de queso sin que yo lo sepa.
-Que se conformen con Cilia y Maduro… y hasta con el gordito del mazo… pero que no se metan con mis minas de oro- dirá el otro contando los gramos, los kilos y las barras del metal reluciente.
En Japón se le conoció como el Período Kamakura (1185–1333), y que dio inicio al shogunato, que se distinguió por sangrientos enfrentamientos entre los señores de la guerra, tratando unos de prevalecer sobre los otros, el linaje de cada Shogún era sacudido por rivalidades entre sus descendientes, llegándose a ver exterminios de familias enteras por ansias de poder.
Durante ese período tuvieron la invasión desde China que el Kublai Khan envió para apoderarse de Japón, un enorme ejército de más de 4.000 barcos y 140.000 soldados, pero una tormenta devastadora, de las que se acostumbran en el Mar de Japón, acabó con la flota mongola, pero se dieron cuenta los shogunes, que sin unidad estaban a merced de unos enemigos más poderosos.
La solución fue nombrar una especie de regente que muy pronto perdió todo respeto; la corte real estacionada en Kyoto trató de nuevo de imponerse sobre los shogunes preparando un gran ejército en su contra, con la buena suerte que el general que enviaron en su contra traicionó a los shogunes y se les volteó; envueltos en intrigas y revueltas intestinas, el shogunato cae derrotado iniciando el Período Muromachi (1333- 1568).
Igual que en nuestra época de caudillos y enfrentamientos entre ejércitos regionales, igual que en Somalia hasta hace muy poco y entre las tribus afganas, los señores de la guerra tienen un horizonte de vida muy exiguo y con finales para sus líderes violentos y tristes, ya que es la propia familia o su círculo de allegados de donde surge la daga que les da fin.
En las circunstancias actuales, creo que el shogunato chavista va a durar muy poco, y principalmente, porque el pueblo a quienes quieren explotar y hacer sus esclavos no se va a dejar, y porque ya viene una gran fuerza de liberación contra la que no van a poder, más les conviene recapacitar, no van a tener donde meterse, la tesis de convertir a Venezuela en una nueva Vietnam es solo producto de un exceso de whisky de 18 años, que seguro venía “puyao” (modismo venezolano que significa, adulterado), los van a sacar de los huecos donde se entierren y van a rendir cuentas, no sumen crímenes a sus expedientes, no vale la pena, esto se acabó.   -    saulgodoy@gmail.com





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