domingo, 16 de septiembre de 2018

Esos sentimentales y socialistas venezolanos



Los temas de la beneficencia y benevolencia fueron importantes en la obra del escritor y sabio inglés, Samuel Johnson (1709- 1784), son rasgos del comportamiento humano al que le dedicó serio estudio, su pensamiento sobre la naturaleza altruista del hombre refleja en muchos casos a la gente, conocidos y amigos, que en determinados momentos lo ayudaron, o le voltearon la espalda.
Johnson nunca fue bueno para los negocios y durante su vida, la ausencia de esta habilidad lo mantuvo apenas por sobre la miseria, ya para la época de su juventud había decidido que se ganaría la vida con su inteligencia y su pluma, pero la realidad se hizo sentir por sobre sus buenos deseos. A pesar del renombre y del abundante trabajo que salía de sus manos, su situación económica empeoró, al punto que en marzo de 1756 lo arrestaron por deber la suma de 5 libras.
Siempre estuvo  protegido por un pequeño círculo de amigos y admiradores incondicionales que lo ayudaban y le proveían de lo necesario para que continuara con su vida y obra, le conseguía ayudas con el gobierno, le hacían donaciones anónimas, ya que uno de sus problemas era su inmenso orgullo, que al detectar que algo se hacía por caridad a su favor, entraba en cólera y desechaba la oferta, y no pocas veces, los más pudientes y mejor ubicados en aquella sociedad, le prestaban sus mansiones o lo acogían como huésped por temporadas en sus casas de campo
Comenta Johnson sobre el tema: “Señor, el afecto natural es nada comparado con el afecto que surge por principio o por deber impuesto, entonces es maravillosamente fuerte.”
Según el estudio que hace R. Voitle en su obra Samuel Johnson the Moralist,  Johnson oponía a la benevolencia el sentimentalismo, ambos términos tendían a confundirse. Su principal objeción era que los sentimentalistas preferían ‘sentir’ a actuar, cuenta Voitle en su ensayo: En una ocasión Boswell se disculpó “por no sentir por otros con la misma sensibilidad, Johnson repuso: Señor, no se deje engatusar más, usted se dará cuenta que esta gente que siente mucho, es precisamente la que está menos preparada para hacer algo bueno por alguien. Ellos le ayudan sintiendo...”
El problema con los que “sienten” es que están tan involucrados con sus sentimientos, que no tienen la menor intención de auxiliar a quienes conmiseran, en cambio quienes se imponen el deber, porque han aprendido a cultivar el afecto por medio de la educación, las instituciones y la misma religión son los que verdaderamente actúan, los auténticos benefactores.
Hay quienes hacen de este sentir compasión, un negocio, como lo es el político socialista español José Luis R. Zapatero, un mercenario de los pueblos que tienen problemas con sus dictadores, se trata de un negociante de la miseria humana que cobra dinero por excusar las calamitosas maneras y crímenes de sus contratantes, llevando a los foros internacionales la versión positiva de los genocidas todo lo que hacen en contra de la humanidad es por culpa de otros, ellos sólo asesinan por amor.
En este sentido debo destacar que los venezolanos somos personas muy dadas a la compasión, es uno de los sentimientos que nos identifican, y quizás por ello, es que nos hemos entregado sin mucha resistencia a la ideología del socialismo, que se nutre y construye su feligresía en base a sentimientos y no a la razón.
Para el venezolano ya solo el hecho de “sentir” pena o lástima por la desgracia del otro- pensamos- es suficiente para aliviarle el problema al que sufre, cuando en verdad se trata de de una autocomplacencia egoísta de quien “siente”, pero nada hace por cambiar la realidad, quizás por ello es que la expresión más acendrada de generosidad de un venezolano, sea una oración, y nada más.
Y no es que esté subestimando la oración, todo lo contrario, pero creo que para que sea mucho más efectiva,  debe complementarse con una acto de responsabilidad ciudadana, quien ore debe además enfrentar al régimen con desobediencia a sus imposiciones, con reclamos a los funcionarios que implementan sus políticas inhumanas, con negarse al servilismo de sus políticas, con la no-participación en sus llamados y por supuesto, con la ayuda activa al prójimo.
Nuestra inclinación natural es ponernos del lado del perdedor, de la víctima, de los más débiles, y ese sentimiento que expresamos en lágrimas, en conmiseraciones y lamentos nos llenan de un tipo de bondad que nos hace pasar por virtuosos, aunque en realidad no movamos un dedo por ayudar a quien lo necesita, y por esta misma patología es que nos disgustan los ganadores, los que logran sus metas, los triunfadores, y eso lo expresamos en nuestro disgusto por los empresarios exitosos, por los constructores de obras, por los artistas que han “llegado”, no es por envidia, es por una retorcida concepción socialista de aborrecer la riqueza material, el esfuerzo propio, los estilos de vida que no están a nuestro alcance, y que creemos merecer por el simple hecho de existir.
El venezolano es un ramillete de sensaciones y sentimientos envueltos en un paquete de egoísmo y poses, somos magníficos con los extraños y exigentes con los nuestros, de allí la tendencia de nuestra generosidad para con los demás y oscuridad para nuestra propia casa, yo espero que esta crisis que estamos viviendo nos despierte de nuestro sopor, y entendamos de una vez por todas, que nuestra manera de ser es intragable para ciertas personas y culturas.
No es posible ni justo que hayamos llegado al punto en que la pobreza y la ignorancia estén ahogándonos, nos hemos olvidado de nuestros propios hermanos, de nuestra familia, de los propios venezolanos por atender con diligencia las penas de los otros, un país no puede avanzar ni ser feliz, ni contar con seguridad alguna, mientras exista tanta miseria a nuestro alrededor.
Una vez leí a un autor norteamericano que decía que un descamisado no puede prestar su camisa a otro que la necesita, por la obvia razón de que no tiene una; no es dinero, ni petróleo, ni riquezas naturales, lo que constituye el núcleo central de la benevolencia, es la entereza, el trabajo honesto, la integridad moral, la inteligencia, con la que se actúa en el auxilio de los demás, esa es la camisa que nos hace falta para poder prestarla llegado el momento.
No me cansaré de repetir lo que Baruch Spinoza decía era el fin del hombre, elevar por encima de sus necesidades y carencias a los otros hombres, para compartir el mundo con ellos y congeniar juntos, por ello es que debemos cultivar a los nuestros, hacer grande al país donde vivimos, ocuparnos de nuestra gente, creo que ya hemos hecho el papel de idiotas por demasiado tiempo y los resultados que hemos obtenido no nos satisfacen, es por esa razón que no somos importantes para el mundo, y en algunos países, somos mal vistos, porque habiendo tenido la oportunidad de trasformar en positivo a nuestros propios hermanos, no lo hayamos hecho.

Con una pequeña ayuda de nuestros amigos

Ya tenemos claro que ciertos vecinos a quienes hemos colmado de atenciones y ayudas en el pasado reciente, nos desprecian, y en nuestras desgracias, son incapaces de atender a nuestras necesidades o hacer algún gesto humanitario hacia nuestra gente que sufre, que incluye el negarse a intervenir en nuestro país, incluso militarmente, cuando la situación se ha tornado incluso peligrosa para ellos mismos.
¿Qué significa todo este manejo del drama venezolano para la región? Algo muy obvio, la ideología ha privado por incluso nuestra propia sobrevivencia, tenemos un continente atenazado por el cuello por la ideología comunista, por el credo revolucionario promovido por el castrochavismo y apadrinado por elementos liberales de la izquierda norteamericana, por el partido demócrata y su cúpula de multimillonarios socialistas, empezando por Obama y los Clinton, y detrás de ellos, una poderosa industria de las comunicaciones, que se da el tupé, como lo hizo el importante diario el New York Time, en poner en entredicho su credibilidad, al tomar partido por la sobrevivencia del corrupto régimen de Maduro, sólo para dañar la imagen del presidente Trump, violando de manera inexplicable toda su visión y misión democrática y de preservación de las libertades humanas.
El pensamiento socialista ha sido nuestra perdición, pues arrulla con canciones de cuna ese malévolo resentimiento inculcado por los predicadores de la igualdad y que el paraíso, es sólo para los pobres, y este es el caldo de cultivo de los dictadores y de los totalitarismos.
El drama venezolano está bañado en sangre y sufrimiento, en niños y jóvenes perdidos por siempre sobre el asfalto de nuestras calles en manos de una banda de mafiosos a quienes no les importa la vida, han fallecido y siguen muriendo ancianos, enfermos, parturientas, nuestros aborígenes están a punto de la extinción, tenemos lúgubres cárceles llenas de presos políticos que están siendo, en este justo momento, torturados y violados por el simple pecado de pensar diferente, no hay enemigo más encarnizado del sionismo internacional que el chavismo, replica tropical de aquel nazismo que quiso exterminar a los judíos en el pasado siglo en Europa, y que ahora exhibe con orgullo sus propios Gulags y campos de exterminio, por ello el éxodo masivo de venezolanos a países vecinos, para huir del horror y el hambre.
Los gobiernos Latinoamericanos de la actualidad todavía sufren del síndrome de Estocolmo, se han enamorado y siente afecto por los regímenes socialistas que los han secuestrado, temen que si unen esfuerzos para intervenir a favor de uno de los suyos para liberarlo de las cadenas de la esclavitud, estén ellos, abriendo las puertas para que en algún momento también los intervengan a ellos en caso similar, y eso va en contra de la mitología soberana y de la libre determinación de los pueblos, una de las máximas socialistas con las que aseguran las supervivencia de sus regímenes.
Todavía pululan entre sus políticos los que creen, en la conmiseración del sufrimiento humano por medio de la redención en el socialismo, que son los pueblos los que deben buscar sus propias salidas, así estén siendo diezmados y huyendo de sus secuestradores, creando caos e inestabilidad en la región, me recuerdan mucho a esa secta de los anabaptistas radicales, que vinieron a América y se constituyeron como los Amish, una comunidad que no cree en los adelantos tecnológicos, que prefieren trasladarse en coches tirados por caballos, vivir sin electricidad y sin recurrir a la medicina occidental, entre ellos a los antibióticos, para tratar sus enfermedades, en la creencia que es la voluntad de Dios la que los quiere y se complace en que vivan de esa manera.
Pero a pesar de este acendrada mitología socialista en el continente, y que exista en Venezuela un gran número de venezolanos confundidos por las pesada niebla del socialismo, por una visión de la vida que favorece la flojera, el parasitismo, la esclavitud y el conformismo, contamos sin embargo, con un importante grupo de personas que creen en otras posibilidades, que han podido pensar por cuenta propia y  que creen en la libertad individual, poseen una reserva moral a prueba de balas, son espíritus libres e indomables, hombres y mujeres dispuestos a la lucha y al arrojo, porque en lo más profundo de nuestras almas no soportamos ninguna cadena que nos inmovilice,
Venezuela ha sido un país generoso, abierto, pluralista, que siempre se sintió orgullosos de su mestizaje y por ende de su multiculturalismo, nos mostramos al mundo como personas con espíritu cosmopolita, a nuestros vecinos del Caribe, de Centro América, de América del Norte, y del subcontinente Latinoamericano los hemos tratamos con deferencia y generosidad en la época de las vacas gordas, los consideramos amigos y siempre dispuestos a tenderles una mano o cuando menos, a ser solidarios en sus tragedias, los europeos, por ejemplo, que han sido tan magníficos con nuestra lucha en contra de la tiranía, y que son parte indesligable de nuestra herencia cultural y genética, siempre tendrán un lugar en nuestros corazones, pero hemos descubierto con tristeza y con sorpresa que hay otros gobiernos, más que pueblos, pequeños grupos xenófobos y fanáticos del socialismo del siglo XXI, que en realidad han sido hostiles con nuestra causa libertaria y se han complacido en insultarnos y maltratarnos.
Yo estoy seguro que más pronto que tarde saldremos de nuestros problemas políticos, sociales y económicos, probablemente con la ayuda de países amigos, de personalidades tan magníficas como la del Sr, Luis Almagro en la dirección de la OEA, nuestro propio Cid Campeador, con el Senador Marco Rubio y el mismo presidente Donald Trump, ambos pertenecientes al partido republicano, los verdaderos amigos de una Latinoamérica libre y próspera, el presidente de Argentina Macri, nuestros amigos del gobierno de Costa Rica, nuestros hermanos peruanos y colombianos y tantos brasileños que nos han acompañado en estas horas oscuras.
Sabemos que no estamos solos y que en algún momento, cuando se den las circunstancias correctas, se producirá la acción definitiva para acabar con nuestra ordalía y la amenaza chavista al mundo y volveremos a ser un país de avanzada y muy rico, pero esta vez por nuestro propio esfuerzo e ingenio, y espero, que de esta lección de vida que nos ha dado el chavismo infausto, no se nos olvide jamás: el mundo y la vida no son un lecho de rosas, hay que trabajar muy duro para poder ser libres y sobrevivir, y hay que ser implacables en la competencia para triunfar y poder tener un futuro propio.
Esa imagen del venezolano bonachón, simpático y desprendido tiene que cambiar, tenemos que invertir nuestro foco de prioridades, no son los extranjeros y los extraños a quienes debemos ayudar en una primera instancia, es a nuestra propia gente, nuestros conciudadanos, a nuestros nacionales a quienes nos debemos.
Los que se han portado a la altura con nuestras desgracias, los que nos han tendido la mano, y como bien dice Johnson, los que nos que nos han hecho bien, con ellos debemos ser magníficos y abrirles nuestras puertas, compartir nuestros éxitos y ser solidarios con sus desgracias, es nuestra obligación ser el doble o el triple más generosos de lo que fueron con nosotros.
Pero aquellos que se negaron a auxiliarnos, los que nos trataron como apestosos después de haber recibido y consumido nuestros regalos y obsequios, los que sin ninguna duda se esmeraron en hacer de nuestra condición de víctimas una desgracia permanente y quisieron destruirnos, a ellos, bastará con ignorarlos para que sientan que son retribuidos en su mala fe.
Venezuela ha repartido de manera prodiga su fortuna en el mundo, hemos ayudado hasta más allá del límite de nuestra posibilidades a otras sociedades a prosperar y atender sus necesidades, quedamos exhaustos y empobrecidos luego de nuestra locura de buen samaritano, enceguecidos por un socialismo ramplón y absurdo, y porque hemos conocido en carne propia la necesidad de quien lo pierde todo, cuando lo volvamos a tener, cuando recuperemos nuestro lugar en la comunidad de naciones, seremos diferentes… y justos.
Esto no quiere decir que vamos a cambiar nuestra naturaleza, lo que vamos es a utilizar un poco más nuestro raciocinio, ser más selectivos, actuar con mayor recato y prudencia, ser efectivos, pero actuar de la mejor manera, ir a la acción con inteligencia, no quedarnos en el sentimiento, creo que al final de cuenta esta enorme crisis nos hará mejores hombres y mujeres, y estoy convencido de que esta vez, sí vamos a construir un gran país, la casa que todos nos merecemos, y que siempre estará allí, para acogernos.   -   saúlgodoy@gmail.com




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