lunes, 24 de septiembre de 2018

Una constitución para la tiranía



Para un gobierno de fuerza tanto la legalidad como la legitimidad son adornos, no son principios ni conceptos esenciales, y más cuando en el discurso, la tiranía se quiere hacer pasar como una revolución popular y democrática, pero en la realidad lo que verdaderamente importa, lo decisivo, es quien tiene el dedo en el gatillo del arma, todo lo demás es retórica.
Si bien la tiranía venezolana tuvo orígenes plebiscitarios, la gente quería a unos militares gobernando en democracia, esa fue la idea que vendió Chávez y sus colaboradores cuando llegó a la presidencia del país una vez que le falló el intento golpista, pero la gente no se dio cuenta, por ignorante, y nuestros políticos lo permitieron, por idiotas, que esa era una oferta imposible de cumplir, que eran elementos excluyentes; pero el paracaidista, teniente coronel, convertido en jefe de estado, quiso y tuvo que mantener esa ilusión, no tanto por complacer a sus gobernados, sino para mantener unas apariencias ante el mundo.
Y esa apariencia indicaba que la comunidad internacional no iba a tragarse un régimen totalitario y militarista poniendo en riesgo la estabilidad de la región; para no aislarse y evitar sanciones y resistencia a su gobierno, Chávez eligió como estrategia guardar ciertas apariencias y respetar algunas normas de conducta democrática, revistiendo sus actos con ropajes democráticos (elecciones, referéndums, consultas, participación de los colectivos), conservando algunas instituciones claves como el parlamento, los tribunales de justicia, el organismo electoral, aunque fueran solo para encubrir la realidad imperante, el mandato y la voluntad de un único hombre sobre su pueblo.
La izquierda internacional se ocupó de echarle “tierrita” al asunto y de destacar el espíritu democrático, innovador y de avanzada del socialismo del siglo XXI, vendiéndolo como la solución a los ingentes problemas del mundo, confrontado con graves situaciones de pobreza, desigualdad y justicia, y cuando el gobierno de Cuba se hizo parte de esa comparsa, motivo suficiente para encender las alarmas en el mundo libre, fue celebrado en el Washington de la época, con nuevos acercamientos al régimen de la isla, reducción de sanciones, aperturas y mejoramiento de las relaciones entre el presidente Obama y Fidel Castro, igual sucedió posteriormente con el acercamiento del Vaticano.
Visto en perspectiva, un hecho tan grave como el inicio de una dictadura totalitaria en el continente americano, fue tomado como una nueva etapa en la consagración de las libertades y el estado de derecho para los países del tercer mundo, sin duda, alguien se estaba haciendo “el chino”, como decimos en Venezuela cuando alguien se quiere hacer pasar como que no entiende una situación que es obvia.
Y a pesar de la enorme propaganda socialista, de los apoyos comunistas, del colaboracionismo internacional desde diversas instancias, incluyendo posiciones tomadas por la izquierda dentro de los entes internacionales encargados de la seguridad y la paz mundial, el deterioro de la situación venezolana se fue haciendo patente y predecible con el transcursos de los años, Venezuela se fue convirtiendo en un estado fallido y al mismo tiempo en un transgresor contumaz del orden y de la convivencia entre naciones civilizadas.
Escudados detrás de los principios de la soberanía absoluta, de los principios de no intervención en los asuntos internos de las naciones, de la pluralidad de pensamiento y del derecho de los pueblos a la autodeterminación, las mafias y sindicatos del crimen, asociados a los socialistas internacionales y regímenes de fuerza en otras latitudes, se conjuraron en la defensa explícita que tenía un gobierno criminal, genocida y esclavista a tener un lugar bajo el sol, y hacer lo que le viniera en gana, porque era su derecho.
Un derecho entendido de manera oportunista y utilitaria, un derecho que no tomaba en cuenta los DDHH, que no creía en los principios de la alternabilidad de los factores políticos en el poder, que desconocía la voluntad popular y su derecho a elegir por medio del voto, que aplastaba la disidencia y la oposición, y se adjudicaba el derecho de criticarle a los poderes democráticos su función contralora y de legitimación.
Volvemos al principio de nuestro artículo, la tiranía en su naturaleza no tiene la necesidad ni la pretensión de disimular su poder, que se encuentra en el cañón de un arma apuntada a la cabeza de quienes oprime y que amenaza con guerra a quien se le oponga, y mientras el régimen de Maduro cuente con ese poder a lo interno, se hace lo que él disponga, entre otras muchas cosas, el dotarse de una constitución donde se formalice de manera taxativa su voluntad de explotar, violar los derechos fundamentales y hasta matar a sus gobernados.
Y para hacer esta nueva constitución le paga a unos mercenarios del derecho y la teoría jurídica, para que le componga a su medida, una carta magna, que de una vez por todas elimine todos esos criterios, normas y medidas que le impiden ser el amo de su propia granja de animales, porque uno de los primeros propósitos de esta nueva constitución es convertirnos en cosas, deshumanizarnos, quitarnos nuestros derechos humanos, empezando por obviar nuestro derecho a la vida, a la alimentación y a la salud.
¿Qué podemos hacer los ciudadanos de Venezuela para evitar que el tirano de este paso, con el que pretende legalizar su mandato y legitimar su gobierno?
Creo que hemos hecho lo suficiente y razonable; hemos declarado a la constituyente comunal cubana ilegítima, la Asamblea Nacional declaró vacante el cargo de la presidencia, Maduro no es el presidente de Venezuela, el gobierno y sus funcionarios son perseguidos por la justicia internacional, el principal redactor de la nueva constitución, el obeso y perverso abogado, Herman Escarrá, está siendo solicitado en varios países para que rinda declaraciones sobre el origen de dineros y cuentas a su nombre, el CNE está funcionando de manera irregular y sus actuaciones son contrarias a la ley y aún así sigue declarando quien gana procesos electorales, el TSJ ilegítimo es un antro del chavismo más fundamentalista, contrario a toda concepción de justicia imparcial y es por ello que contamos con un TSJ y una Fiscal en el exilio.
Pero a pesar de todo, nuestros supuestos políticos de oposición hablan como si nada de lo que hemos hecho para protegernos de totalitarismo chavista fuera real, constitucional y legítimo, piensan y actúan como si en realidad Maduro fuera el presidente y esa constitución que están cocinando puertas adentro, fuera una carta magna que nos representa a todos los venezolanos, y fuera un hecho nuestra sujeción a este bodrio jurídico, que no se sustenta sino en la mente afiebrada de unos narcotraficantes.
Cuando las bandas criminales se adueñan del poder, deforman la democracia, y en palabras de uno de los juristas del nazismo alemán, el brillante abogado Carl Schamitt, en su obra Legalidad y legitimidad (1932) nos dice como las formas jurídicas en manos de oportunistas pueden complicarle la vida a una nación:

Si la mayoría puede fijar a su arbitrio la legalidad y la ilegalidad, también puede declarar ilegales a sus adversarios políticos internos, es decir, puede declararlos hors-la-loi, excluyéndolos así de la homogeneidad democrática del pueblo. Quien domine el 51 por 100 podría ilegalizar, de modo legal, al 49 por 100 restantes. Podría cerrar tras sí, de modo legal, la puerta de la legalidad por la que ha entrado y tratar como a un delincuente común al partido político contrario, que tal vez golpeaba con sus botas la puerta que se le tenía cerrada. En vista de esta grave posibilidad, hoy se intenta casi siempre conservar cierta protección, mediante la introducción de mayores dificultades y calificaciones para la obtención de la mayoría de votos, exigiendo para determinados asuntos mayorías de dos tercios u otras cualificadas y tratando, en general, de una parte, de asegurar, bajo la engañosa consigna de “protección de la minoría”, garantías frente a la mayoría del 51 por 100.




De allí que la manera como se va a aprobar la nueva constitución tiene toda la intención de obviar la opinión del pueblo, de burlar los mecanismos de expresión de la voluntad popular, y en su lugar, van a imponerla por otros medios para-legales, cortados a la medida de su necesidades y siempre con esa presunción que lo que hacen es legal, o cuando menos, legítimo.
Pues al contrario de que piensa algunos, que por medio pacíficos, constitucionales (según la actual constitución de 1999 que es la Bolivariana, hecha a la medida de Chávez), democráticos y electorales, los venezolanos vamos a seguir insistiendo en derrotar a un sistema del horror y la violencia a granel, como si no hubieran sido suficientes estos largos veinte años de fracazos, a pesar de todos nuestros sacrificios, luchas, iniciativas, negociaciones, elecciones, no hemos podido detener el avance de este oprobioso régimen, yo creo que más bien se ha colaborado en sostener a Maduro en el poder y si sigue actuando desconociendo nuestra realidad.
¿Qué le queda a una persona que tiene a un agresor con el arma en la cabeza? Lo único es esperar que lleguen los buenos, y a la fuerza, lo liberen, gritar por ayuda, no rendirse, no colaborar y esperar no morir en el intento de liberarnos.
Protestar, decir que no, manifestar nuestro desacuerdo, señalarlas violaciones a las formalidades de la nueva carta magna, denunciarla como una burla a la verdadera democracia no servirá absolutamente de nada, el show va a continuar y la nueva constitución será aprobada, así sea espuria desde su propio origen.
Mientras el tirano cuente con las armas y nos castigue con la violencia, el país seguirá desangrándose de sus habitantes, persistirá la muerte de venezolanos como si fuéramos moscas, el hambre y las enfermedades se adueñarán del país, no quedará un solo árbol en pie ni un río con agua limpia, la región y en especial los EEUU continuarán en peligro de contagio con el peligroso germen de la revolución bolivariana.
¿Hasta cuándo puede la estupidez humana ser superior a la razón y a la evidencia? ¿Puede la ideología enferma del socialismo prevalecer sobre nuestra propia sobrevivencia? ¿Puede el comunismo reinar en América sin resistencia de los hombres y mujeres libres del continente?
Sigue el tirano apuntándonos con un arma a la cabeza, amenazando a todo el mundo que no se metan, que no es problema de ellos, sin importarle que su sola presencia en la región arruina las economías, aleja oportunidades, desestabiliza el área, mientras las voces cobardes y colaboracionistas insisten en que se puede negociar y se puede resolver por vías pacíficas.
-saulgodoy@gmail.com




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