“Los venezolanos, de ningún
hombre se dicen esclavos ni súbditos”.
Saúl
Godoy
Lamentablemente
la frase no es mía, pertenece a Esquilo y viene de su famosa tragedia Los Persas, y la frase en su original
se refería a los griegos, no a los venezolanos, pero igual, la siento mía y la
plagio con gusto.
Y es
que entre los autores griegos de estas magníficas tragedias, escritas todas
durante el siglo V antes de Cristo, eran una vitrina de lo que era la vida
política de aquella época, las utilizaban no sólo para entretener a sus
audiencias, ganarse la vida y cosechar prestigio, también eran los mejores
vehículos para educar al pueblo, en los peligros, virtudes y complejas
situaciones que pudieran presentarse en la lucha por el poder político.
La
democracia se estrenaba como sistema político en acción y para ello era
necesario, sobre todo para los atenienses, que el pueblo estuviera bien
informado de que se trataba todo aquel asunto de reunir a los ciudadanos en el
foro para explicarles los problemas de la ciudad, escuchar las opiniones en
contrario, discutir las alternativas para solucionar desencuentros, premiar a
sus héroes, contratar obras, reunir un ejército, escoger gobierno o construir
barcos.
Todo
se discutía y se sometía al voto de los presentes, ganaba el que tuviera la
mayoría, el método era un poco engorroso pero tenía sus ventajas por encima de
la voluntad de algún tirano, o de un grupito, o de los militares, que a punta
de sus picas y espadas imponían su voluntad; la única manera que aquel nuevo
sistema de gobernanza funcionaria, es que todos tuvieran la oportunidad de
expresar sus puntos de vista, y al final votar, un hombre, un voto.
De
todo el Ática, Atenas era la más perseverante con aquella manera de resolver
los conflictos, Esparta se sostenía con un estricto régimen militar, Tebas se
la pasaba fluctuando entre democracia y tiranía, y el resto del Peloponeso
conservaban sus reyes o representantes de las familias principales, los tres
sistemas de gobierno, oligarquía, monarquía y democracia se ensayaban en las
diversas ciudades que conformaban la región.
Fue
gracias a la democracia, que Atenas era sin duda la más estable, próspera y
culta de todas aquellas ciudades estados, hay investigadores como Mark Douglas
Fisher, de la Universidad de California en Berkeley, quien afirma que Atenas
fue concebida y construida como una ciudad para la democracia, y era la misma
ciudad, convertida en símbolo y ejemplo, la que exigía, por medio de su
historia, de sus grandes héroes, de sus grandiosos monumentos, templos,
avenidas, foros y barriadas, un ambiente que hacía impensable otra forma de
gobierno, el orgullo que sentían sus ciudadanos por la ciudad los impulsaba al
compromiso de mantenerla en democracia.
Los
autores de aquellas tragedias, que se presentaban con gran éxito en los teatros
de toda la región, escogían situaciones y episodios del pasado, para educar a
la gente en la importancia de hacer decisiones políticas razonables, de acuerdo
a las leyes y la voluntad de los dioses, para de esta manera preservar el
sentido de igualdad y justicia, la sencillez del trato entre los ciudadanos, y
la capacidad de criticar y hablar de los problemas de manera abierta y pública,
eso hacía de Atenas un lugar diferente a todo lo demás.
Para
ese tiempo, Grecia contaba con dos millones de habitantes y un millón de
esclavos, y la ciudad de Atenas tenía 50.000 ciudadanos y 100.000 esclavos, las
principales ciudades en la región además de las nombradas eran Siracusa, Corintio,
Sicilia, Mileto, Cartago, y otras, cada una con sus gobiernos locales, sus
formas de producción, sus culturas, dioses y pactos de mutua ayuda, o en
conflicto entre ellas.
El
siglo V fue uno de los más movidos de la historia en Grecia, empezó con la
invasión Persa de los ejércitos de Darío I, pero fueron derrotados por los
atenienses en las llanuras de Maratón y luego, por el rey Leónidas de Esparta
en las Termopilas, los persas se retiran para reorganizarse y vuelven con un
ejército mucho más grande al mando de Jerjes, un déspota tan loco que mandó a
azotar al mar porque no le había obedecido durante una tormenta, casi tan
alucinado como el tirano de la Venezuela actual, que pretende crear monedas de
la nada y una economía hecha de solo buenos deseos.
Mientras
tanto, se sucede la Guerra del Peloponeso, que fue un enfrentamiento fratricida
entre los mismos griegos, principalmente entre Atenas y Esparta, Atenas recibe
la peor parte, es incendiada y su flota destruida.
Pero
con Pericles, el gran político y general Ateniense que hace vida pública a
mediados de siglo, se da un esfuerzo notable por el rescate de la ciudad, se
reconstruye una buena parte de la Acrópolis, se construye el templo a Teseo, se
contrata a Fidias, el gran escultor, para que pueble de estatuas de dioses los
principales edificios, y a pesar de los golpes de estado, la epidemia de peste
y el inicio de la guerra con Esparta, Atenas florece como nunca, atrayendo el
comercio, a extranjeros dispuestos en hacer negocios en la ciudad, vinieron a
una gran cantidad de artesanos y artistas de todos lados, de la talla de
Píndaro, el músico, de pintores como Polignoto y Micon, de los arquitectos
Lectinos y Calicrates que restauraron el Partenón, entre otras muchas obras y
emprendimientos.
El gobierno democrático según
Atenas.
Pero
¿Cómo funcionaba la democracia en aquellos tiempos? Según los registros que nos
llegan, se hacían no menos de cuarenta Asambleas Generales al año, con una
asistencia promedio de no menos de 6.000 ciudadanos por cada una, ese era el
cuerpo de decisión máximo, donde residía la soberanía popular, estas Asambleas
tenían un Consejo que era un cuerpo de funcionarios que llevaban los registros
de la decisiones, hacía en trabajo secretarial, elaboraban los candelarios para
las reuniones y lo más importante hacían la agenda de las reuniones, cuando la
Asamblea no se reunía el Consejo era el encargado de recibir embajadores,
despedir funcionarios o nombrarlos, redactar los edictos.
Para
la mayoría de los asuntos rutinarios funcionaban los jueces, que mas que jueces
eran jurados, y estaban conformados por ciudadanos comunes que prestaban un
juramento de hacer cumplir las leyes de la ciudad, y en caso de dudas, aplicar
el mejor sentido común posible, estos jurados se constituían para resolver
querellas, conflictos y crímenes menores, de acuerdo a los últimos estudios
sobre la materia, la verdadera democracia ateniense funcionaba en estos
tribunales, que era lo más cerca que tenía el ciudadano para resolver sus
asuntos locales y cotidianos.
El
Areópago, que era el consejo de los aristócratas de la ciudad, quedó, luego de
las reformas de Pericles, para resolver los asuntos que implicaban las penas
capitales, y eran quienes resolvían los homicidios.
De
igual manera, una vez al año se hacía reuniones públicas donde se rendían
cuentas de las actuaciones de estos jueces, ocasión que se utilizaba para
cursar reclamos y denuncias de los ciudadanos, y se hubiere lugar, sanciones u
honores para estos hombres.
En el
año habían jornadas de selección y juramentación de estos jueces, pero lo
normal era que los gremios y clases se reunieran y completaran el jurado con
ciudadanos comunes que pasaban por el sitio, había una consciencia del deber
hacia la ciudad que hacía a todos sus ciudadanos responsables por su
participación en estos asuntos públicos, y era un honor pertenecer a estos
cuerpos colegiados, con el tiempo se fueron profesionalizando, y en el siglo IV
ya recibían sueldos por esta labor.
Todo
ésta escenografía la dibujo, para enmarcar a los dramaturgos griegos que
vivieron en ese espléndido siglo V, todos eran igualmente ciudadanos, Los
doctores Alberto Medina González y Juan Antonio López Pérez en la introducción
a las Obras Completas de Eurípides,
nos refieren: “Ejemplo arquetípico… de la
efectista unión de los destinos de los tres trágicos en torno a la Batalla de
Salamina (480 a.de C) en la que los griegos derrotaron por completo a la Armada
persa. A tener por cierta esa tradición más o menos novelesca, Esquilo
participó personalmente en tan memorable lance; Sófocles, todavía adolecente,
formó parte del coro que celebró la victoria, y Eurípides nació el mismo día de
la batalla”.
En sus obras, estos tres dramaturgos compendian
ejemplos de las ideologías y formas de gobierno que se daban en la época, y al tomar
cualesquiera de sus tragedias, inmediatamente salta a la vista que en aquellos
tiempos también existían regímenes muy parecidos al Socialismo del siglo XXI, y
figuras tan nefasta como Nicolás Maduro o Rodríguez Zapatero, hay unos
paralelismos increíbles.
El
uso de arquetipos, de modelos universales para personificar al bien y al mal, o
situaciones peligrosas o beneficiosas, fue una herramienta desarrollada por la
literatura para fijar en sus narrativas, en este caso, en estos libretos de
teatro, ejemplos tomados de la vida real, de la historia de aquellos pueblos,
personajes que existieron y cuyos actos afectaron de manera importante la vida
de las personas, y que de alguna manera había que enseñarle a la gente a
identificarlos y como actuar cuando por circunstancias de la vida, les tocaba
padecerlos o disfrutarlos de nuevo, es por ello, que de estas obras de teatro,
se desprenden una serie de caracteres que no están muy lejos de lo que vemos
hoy en día en pleno siglo XXI, y de las tramas de estas obras parten sus
enseñanzas.
Por
ejemplo, es muy fácil identificar a los persas con el comunismo internacional,
que en la actualidad está representado por el gobierno socialista de España,
para proteger a sus esbirros cubanos y venezolanos, o el caso de una nación que
ha caído en desgracia y necesita de la solidaridad de otras para poder superar
sus problemas, como el lamentablemente el caso de mi patria, Venezuela.
Las tragedias como lecciones de
ciudadanía y democracia.
Al
leer por ejemplo Las Suplicantes de
Eurípides, es la historia de las viudas y madres de la ciudad de Argos, que
perdieron a sus hijos en una guerra en contra de Tebas, y su gobernante, el
tirano Creón les niega el derecho de enterrar a sus muertos, cosa que para los
griegos era algo sagrado.
Los
sobrevivientes de Argos no les queda otra que ir hasta Atenas y rogarle al su
gobernante, el sabio y demócrata Teseo, que por favor intervenga a su favor y
haga justicia obligando a Tebas a entregarles sus difuntos.
Atenas
era la cuna de la democracia, sus hombres y mujeres eran gente proba,
trabajadora y honesta, y gracias a su disciplina lograron convertirse en una
potencia en su época, no era extraño que los más débiles o los que temían por
su seguridad, vinieran a Atenas a pedir ayuda, lo cual no era fácil, pues en
democracia todos sus ciudadnos tenían que decidir sobre estos delicados asuntos
que probablemente significarían una guerra.
La
madre de Teseo interviene a favor de las madres suplicantes y le dice al
gobernante de Atenas: “Es justamente esto
lo que haría tu gloria: obligar a esos hombres violentos… a poner fin a
prácticas que destruyen las leyes de los griegos ¿Quién salvará a las ciudades?
El que respeta las leyes”.
Se
asemeja mucho al pedido que los venezolanos demócratas estamos haciéndole al
mundo libre, a las democracias consolidadas de occidente, rogándoles que
intervengan, que nos liberen de los hombres violentos, del narcotráfico y el
terrorismo que tienen secuestrado el país, porque destruir una democracia es
destruirlas a todas y los violadores de la ley no pueden ni deben permanecer
sin castigo, so pena, de ir perdiendo las otras ciudades y permitiendo que el
mal se entronice.
Nos
dice la profesora argentina Ines de Cassagne en la estupenda obra que ya he
recomendado y nunca me cansaré de promocionar, Aletheia, lo siguiente: “La
misión de un gobernante es -hacer respetar las leyes- y, con ello, -salvar la
ciudad- de la que es responsable. Ahora bien: en el caso de un régimen
democrático habrá de hacerlo logrando que sus conciudadanos participen y asuman
la responsabilidad que les toca en el asunto”
Para
los griegos, los tiranos, el gobierno de un solo o de pocos hombres, era una
práctica de pueblos bárbaros, veían con desprecio a los persas, quienes tenían
un rey tan poderoso que humillaba a su propio pueblo y les exigía adoración
como si fuera un dios, para ellos era patético el espectáculo de una corte
oriental, donde se cometían las más grandes injusticias para saciar los
apetitos animales de la corte.
Los
griegos no padecían el comunismo o el socialismo, pero sí tenían a los
sofistas, esos demagogos especialistas en retórica, leguleyos y embaucadores de
fina palabra, que con sus argumentos falaces engañaban al pueblo en las
Asambleas, con la intensión de manipular sus votos y beneficiar los intereses
de los grupos o personas que contrataban sus servicios.
Al
respecto nos ilustra la historiadora y literata, la Dra. Cassagne:
… sucedía entonces en las asambleas
atenienses bajo el disfraz de la libertad de expresión, se exponían puntos de
vista contrarios a la verdad, contra la naturaleza misma de las cosas, contra
la ley ínsita en ellas por esencia. A esto habían llegado por obra de los
sofistas, pseudo-pensadores relativistas que se desentendían de la verdad
porque lo único que tenían en vistas era el manipuleo de la opinión pública.
Con ese objeto- el poder- enseñaban el arte de la persuasión, que consistía en
argumentar de manera astuta e ingeniosa y adornar los discursos para que resultaran
convincentes. Desde tal postura y con tales recursos, todo- lo verdadero y lo
falso, lo bueno y lo malo- podía ser demostrado como cierto y bueno. Los
sofistas buscaban la apariencia de verdad no la verdad en sí… Contra este doble
mal actuaba por entonces Sócrates, tratando de rehabilitar la capacidad de
razonar de los atenienses y animándolos por este medio a buscar la verdad, a
alcanzar lo que de ella puede ser alcanzado. Eurípides tiende a lo mismo en sus
obras dramáticas. Denuncia la perversión de la palabra y el gran peligro que
esto significa para las instituciones democráticas, so capa de los cuales se
difunde, y cuyos fundamentos, con tal confusión, resultan minados.
Me
resulta corto el espacio para seguir hablándoles de las maravillosas tragedias
griegas, pero no quiere despedir este breve encuentro para recomendarles que
busquen alguna, cualquiera de estas obras maestras y la lean, se darán cuenta
de lo que les digo, nunca unas obras de teatro han estado tan vigentes como
estas joyas de la literatura clásica, me hace pensar que la tesis del eterno
retorno es cierta, que la historia se repite, porque lo que hoy vive el pueblo
de Venezuela ya sucedió hace mas de de 2500 años, en una lejana península del
Asia Menor. - saulgodoy@gmail.com
No hay comentarios:
Publicar un comentario