Es
evidente que el gobierno chavista, a medida que su crisis se agranda y se torna
inmanejable, recurre a la mentira como medio para sostenerse en el poder; lo ha
hecho antes, desde el principio, el habernos mentido en cuanto a su verdadera
naturaleza totalitaria, comunista, procubana, absolutamente antidemocrática,
haciendo pasar a un candidato y una organización política como si fueran de
tendencia republicana, para luego, una vez en control del estado, iniciar su
labor demoledora de la libertad y los derechos de los venezolanos,
reescribiendo la constitución y creando un monstruo con los retazos de las
instituciones.
Y por
si fuera poco, censura a los medios, los acusa de fomentar conspiraciones en su
contra, tergiversa las informaciones que nos llegan desde el exterior, acalla a
sus opositores, no soporta las diferencias de opinión y fomenta la práctica de
la hegemonía comunicacional, conteniendo cualquier voz que difiera del
pensamiento único.
El
chavismo ha hecho de la mentira una forma de vida, miente a todos y para todo,
adultera información, manipula estadísticas, niega situaciones evidentes, dice
mentiras, acusa sin pruebas, no honra sus compromisos ni su palabra, ofrece lo
que no puede cumplir, difunde sus alucinaciones como si fueran realidades
tangibles… es tan compulsivo recreando la realidad en una ilusión, y lo repite
de manera tan reiterativa que, muchas veces, ellos mismos se creen esas mentiras…
de modo, que llega un momento en que el país no sabe en dónde está parado.
Pero
no pasemos como si fuéramos unos tontos, todos sabemos que los gobiernos
mienten, y por múltiples razones, a veces por “seguridad”, otras para prevenir
un escándalo o una conmoción, la más de las veces motivados por la política, velando
los hechos y sus protagonistas.
Lo
importante es que tal práctica no se convierta en una forma cotidiana de afrontar
la realidad, pues sería desastroso, para cualquier sociedad, vulnerar la verdad
de manera reiterada y en múltiples temas; esto sólo llevaría a potenciar las
incertidumbres y las amenazas, con el ingrediente adicional que deja en estado
de indefensión al país.
Pero
últimamente hemos confrontado el fenómeno de las llamadas fake news, creadas para obtener ganancias, diseminadas a través de
programas estadales, o transmitidas por grupos que tienen agendas particulares,
por medio de una deliberada distorsión de los hechos, incluyendo la intensión
de afectar los resultados de elecciones políticas. Las fake news son un fenómeno mundial, distribuidas fundamentalmente
por medio de las redes sociales, y están poniendo en peligro el mismo futuro de
la democracia.
En el
último reporte elaborado por la Cámara de los Comunes del Parlamento Británico
(29 de julio del 2018) advierten con preocupación lo siguiente:
La diseminación de contenidos falsos,
persuasivos, con la intención de confundir y la manera como estos operadores
malignos, bien sea humanos o autómatas, o ambos en conjunto, distorsionan lo
que es la verdad, con el propósito de intimidar, hacer dinero, o influir en
decisiones políticas… La gente está, cada vez más, averiguando lo que sucede en
su entorno por medio de las redes sociales, en vez de las más tradicionales
formas de comunicación, como sería la televisión, la prensa escrita o la radio,
las redes sociales se han convertido en algo que influye de manera determinante
en nuestras vidas; investigaciones hechas por el Instituto Reuters para el Estudio
del Periodismo muestran que un vasto número de personas tienen acceso a las
noticias e información del mundo por medio de Facebook, en particular, pero
también a través de las redes de mensajería social como WhatsApp. Cuando en
estos medios se distribuyen rumores o fake
news, las consecuencias pueden ser devastadoras.
Algunos datos son impresionantes: aproximadamente 2
billones de personas son usuarias regulares de Facebook, 1.8 lo son de YouTube,
juntas superan al número de creyentes cristianos e islámicos en el planeta; una
persona, en un país desarrollado, revisa su teléfono celular 150 veces diarias,
eso es una vez cada 6.4 minutos, durante 16 horas de actividad por jornada; en
un país como Venezuela, con una plataforma tecnológica primitiva, y con sólo un
porcentaje bajo de afiliados al servicio celular, debido precisamente a la mala
calidad del servicio, ese número de chequeos del teléfono aumentan.
Los
gobiernos de los EEUU y del Reino Unido han sido blanco de importantes
intervenciones de gobiernos extranjeros (principalmente de los Rusos, quienes
tienen la tecnología y el know how, para este tipo de actividad delictiva) y
empresas multinacionales, con el fin de manipular al electorado en una campaña
política, o a consumidores en los grandes mercados mundiales.
El
caso de la empresa de consultores Cambridge Analitical, hoy bajo
investigaciones judicial, que hizo un extensivo trabajo de cosecha de
información de Facebook, para influenciar diversos sectores y grupos sociales
durante las campañas electorales en Europa, es un ejemplo de cómo estas nuevas
tecnologías se pueden utilizar para generar tendencias totalmente artificiales
y manipuladas.
En
nuestro país, los fake news son una
práctica normal y continuada de diversos sectores gubernamentales,
especialmente de la presidencia de la república, para bombardear las redes
sociales con información falsa y tendenciosa, a propósito de sus intenciones de
control e imposición de una verdad única; en la misma intervienen empresas de
consultoría, opinión y encuestadoras alineadas en el interés de presentar una
visión de la realidad parcializada y falsa.
Pero
es que, además de bombardear las redes con información basura, se atreven a
jaquear sitios en internet, principalmente medios de información profesionales
y con líneas editoriales independientes, para sacarlos fuera de la red y
dejarlos inoperativos, adulteran cuentas en redes sociales, por medio de
avatares y personas interpuestas, se afilian a círculos y grupos para
contaminarlos con información preparada en laboratorios de guerra sucia, para
que la gente actúe, piense y opine como el gobierno quiere que lo haga.
Es la
misma guerra sucia e insidiosa de los expertos de la propaganda negra o de
guerra, que existía durante la guerra fría, pero potenciada con nuevas
tecnologías; se trata de la utilización del rumor, la descalificación de las
personas, de la inyección de información falsa, de verdades en apariencia pero
versionadas, para justificar alguna acción o política, el esparcimiento de
noticias tendenciosas para que la gente actúe de determinada manera; la siembra
de la desesperanza y la frustración son elementos cotidianos, que los venezolanos
debemos manejar, al tratar de conseguir una orientación, en medio del desorden
y la crisis del país.
Incluso
hay analistas y estudiosos que ya están hablando de que entramos en la época de
la post-verdad; el término es utilizado para designar a regímenes,
principalmente populistas, que han desechado la verdad para construir “otra
verdad” que conviene a sus propósitos y fines; significa que los gobiernos han
abandonado la verdad, la autenticidad, la integridad y la sinceridad del canon
de valores políticos, lo que se ha perdido son los principios morales y éticos
divorciados de la verdad que las personas ven, siente, escuchan y experimentan
en su vida diaria y son sustituidos por otros completamente artificiales y
contrarios a la evidencia.
No
tenemos sino que escuchar los discursos de Maduro en el extranjero, cada vez
que sale de viaje anunciando los acuerdos y empréstitos que ha logrado, las
nuevas inversiones que vendrán, sus pomposos discursos ante los organismos
internacionales, para caer en cuenta del grado de disociación tremenda en la
que quiere que su público caiga. Los expertos de las instituciones
multilaterales, simplemente, no salen de su asombro al constatar el enorme contraste
que existe entre la versión de la realidad venezolana del gobierno, y la que
sus analistas bosquejan en sus informes, cuando se atienen a hechos ciertos y
mesurables, como en el caso de la diáspora de venezolanos o la muerte por
hambre de niños y ancianos en el país.
Con
estos instrumentos, el totalitarismo obliga a la oposición a caer en
contradicciones tan enormes como las que pretenden los colaboradores del
gobierno, en el caso de un supuesto proyecto de constitución, que será sujeto
de un referéndum, cuando llaman a los ciudadanos a votar, sabiendo que allí no
hay elección posible; todos sabemos que las personas votan y acuden a elecciones
donde su voluntad determina un sí o un no, escogen entre alternativas, pero
éste no será el caso, porque, si van a referéndum, será uno muy viciado y
manipulado, sin importar cuántos venezolanos acudan a expresar su voluntad.
El
gobierno necesita de esa farsa para legitimarse y hay quienes están dispuestos
a cumplir su deseo, a ser manipulados, porque hay expertos del comportamiento
humano y analistas de información que conocen de los valores y principios que
mueven a esos grupos indoctrinados en la falsa idea, de que votar es siempre
deber de un demócrata, y saben cómo manipular esa debilidad, y hasta hacerlos
sentir culpables si no acuden a votar.
Para
ello, el régimen se vale de partidos de una supuesta oposición, infiltrados, que
han demostrado una y otra vez que no son otra cosa que instrumentos de la
opresión y de la oportunidad pragmática de ciertos grupos de interés; para ello
utilizan a periodistas y analistas
que alegan, públicamente, no creer en la
moral ni en la dignidad ni en principios éticos.
Todo pareciera
reducirse a una carrera que hay que ganar, cueste lo que cueste, y dicen creer
que una mayoría de votos contra el proyecto de constitución es un hecho inocultable
y determinante, cuando saben que todo se reduce a un manejo de data, de
guarismos que se ejecutan por medio de computadoras programadas para hacer un
trabajo convincente y aproximado de una verdad fabricada a conveniencia del régimen,
pero que nunca reflejan la verdad.
El
gobierno ha prostituido todo el lenguaje de la democracia, ha distorsionado sus
conceptos más básicos, ha violado sus normas elementales, de modo que lo que
estamos enfrentando es una post-verdad, que quieren hacer pasar como auténtica,
y necesitan de nuestra participación masiva para enseñarles al mundo que ellos
son los legítimos representantes del pueblo.
Si la
gran mayoría de venezolanos no vota, pasaría lo de la última elección, calles
vacías, centros de votación sin un alma, para luego declarar una abrumante
mayoría de fanstasmas que les otorgó la victoria, las máquinas dando un
resultado contrario a la verdad evidente, pero tendría que justificarse ante el
mundo, volverían a quedar desnudos ante la opinión internacional, volverían a
deslegitimarse, obtendrían una constitución “chimba”, que ya de todas maneras
la están aplicando en contra de nuestro consentimiento, pero no nos
prestaríamos a que nos utilicen.
La
batalla es dura y de muchos frentes, pero es importante estar muy claros, no nos
están dando una oportunidad de solucionar nuestros problemas, que la salida
debemos construirla, que sea producto de nuestra razón, nuestra pasión,
creencias y de nuestro sentido común, que haciendo lo que ellos quieren nos
hundirnos más profundamente en la inequidad y la vileza en las que el chavismo
chapotea.
La
verdadera oposición no debe ceder un ápice; la verdad es lo único que nos hará
libres. – saulgodoy@gmail.com
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