domingo, 7 de octubre de 2018

Las Fake news y los consumidores de mentiras



Es evidente que el gobierno chavista, a medida que su crisis se agranda y se torna inmanejable, recurre a la mentira como medio para sostenerse en el poder; lo ha hecho antes, desde el principio, el habernos mentido en cuanto a su verdadera naturaleza totalitaria, comunista, procubana, absolutamente antidemocrática, haciendo pasar a un candidato y una organización política como si fueran de tendencia republicana, para luego, una vez en control del estado, iniciar su labor demoledora de la libertad y los derechos de los venezolanos, reescribiendo la constitución y creando un monstruo con los retazos de las instituciones.
Y por si fuera poco, censura a los medios, los acusa de fomentar conspiraciones en su contra, tergiversa las informaciones que nos llegan desde el exterior, acalla a sus opositores, no soporta las diferencias de opinión y fomenta la práctica de la hegemonía comunicacional, conteniendo cualquier voz que difiera del pensamiento único.
El chavismo ha hecho de la mentira una forma de vida, miente a todos y para todo, adultera información, manipula estadísticas, niega situaciones evidentes, dice mentiras, acusa sin pruebas, no honra sus compromisos ni su palabra, ofrece lo que no puede cumplir, difunde sus alucinaciones como si fueran realidades tangibles… es tan compulsivo recreando la realidad en una ilusión, y lo repite de manera tan reiterativa que, muchas veces, ellos mismos se creen esas mentiras… de modo, que llega un momento en que el país no sabe en dónde está parado.
Pero no pasemos como si fuéramos unos tontos, todos sabemos que los gobiernos mienten, y por múltiples razones, a veces por “seguridad”, otras para prevenir un escándalo o una conmoción, la más de las veces motivados por la política, velando los hechos y sus protagonistas.
Lo importante es que tal práctica no se convierta en una forma cotidiana de afrontar la realidad, pues sería desastroso, para cualquier sociedad, vulnerar la verdad de manera reiterada y en múltiples temas; esto sólo llevaría a potenciar las incertidumbres y las amenazas, con el ingrediente adicional que deja en estado de indefensión al país.
Pero últimamente hemos confrontado el fenómeno de las llamadas fake news, creadas para obtener ganancias, diseminadas a través de programas estadales, o transmitidas por grupos que tienen agendas particulares, por medio de una deliberada distorsión de los hechos, incluyendo la intensión de afectar los resultados de elecciones políticas. Las fake news son un fenómeno mundial, distribuidas fundamentalmente por medio de las redes sociales, y están poniendo en peligro el mismo futuro de la democracia.
En el último reporte elaborado por la Cámara de los Comunes del Parlamento Británico (29 de julio del 2018) advierten con preocupación lo siguiente:

La diseminación de contenidos falsos, persuasivos, con la intención de confundir y la manera como estos operadores malignos, bien sea humanos o autómatas, o ambos en conjunto, distorsionan lo que es la verdad, con el propósito de intimidar, hacer dinero, o influir en decisiones políticas… La gente está, cada vez más, averiguando lo que sucede en su entorno por medio de las redes sociales, en vez de las más tradicionales formas de comunicación, como sería la televisión, la prensa escrita o la radio, las redes sociales se han convertido en algo que influye de manera determinante en nuestras vidas; investigaciones hechas por el Instituto Reuters para el Estudio del Periodismo muestran que un vasto número de personas tienen acceso a las noticias e información del mundo por medio de Facebook, en particular, pero también a través de las redes de mensajería social como WhatsApp. Cuando en estos medios se distribuyen rumores o fake news, las consecuencias pueden ser devastadoras.

Algunos datos son impresionantes: aproximadamente 2 billones de personas son usuarias regulares de Facebook, 1.8 lo son de YouTube, juntas superan al número de creyentes cristianos e islámicos en el planeta; una persona, en un país desarrollado, revisa su teléfono celular 150 veces diarias, eso es una vez cada 6.4 minutos, durante 16 horas de actividad por jornada; en un país como Venezuela, con una plataforma tecnológica primitiva, y con sólo un porcentaje bajo de afiliados al servicio celular, debido precisamente a la mala calidad del servicio, ese número de chequeos del teléfono aumentan.
Los gobiernos de los EEUU y del Reino Unido han sido blanco de importantes intervenciones de gobiernos extranjeros (principalmente de los Rusos, quienes tienen la tecnología y el know how, para este tipo de actividad delictiva) y empresas multinacionales, con el fin de manipular al electorado en una campaña política, o a consumidores en los grandes mercados mundiales.
El caso de la empresa de consultores Cambridge Analitical, hoy bajo investigaciones judicial, que hizo un extensivo trabajo de cosecha de información de Facebook, para influenciar diversos sectores y grupos sociales durante las campañas electorales en Europa, es un ejemplo de cómo estas nuevas tecnologías se pueden utilizar para generar tendencias totalmente artificiales y manipuladas.
En nuestro país, los fake news son una práctica normal y continuada de diversos sectores gubernamentales, especialmente de la presidencia de la república, para bombardear las redes sociales con información falsa y tendenciosa, a propósito de sus intenciones de control e imposición de una verdad única; en la misma intervienen empresas de consultoría, opinión y encuestadoras alineadas en el interés de presentar una visión de la realidad parcializada y falsa.
Pero es que, además de bombardear las redes con información basura, se atreven a jaquear sitios en internet, principalmente medios de información profesionales y con líneas editoriales independientes, para sacarlos fuera de la red y dejarlos inoperativos, adulteran cuentas en redes sociales, por medio de avatares y personas interpuestas, se afilian a círculos y grupos para contaminarlos con información preparada en laboratorios de guerra sucia, para que la gente actúe, piense y opine como el gobierno quiere que lo haga.
Es la misma guerra sucia e insidiosa de los expertos de la propaganda negra o de guerra, que existía durante la guerra fría, pero potenciada con nuevas tecnologías; se trata de la utilización del rumor, la descalificación de las personas, de la inyección de información falsa, de verdades en apariencia pero versionadas, para justificar alguna acción o política, el esparcimiento de noticias tendenciosas para que la gente actúe de determinada manera; la siembra de la desesperanza y la frustración son elementos cotidianos, que los venezolanos debemos manejar, al tratar de conseguir una orientación, en medio del desorden y la crisis del país.
Incluso hay analistas y estudiosos que ya están hablando de que entramos en la época de la post-verdad; el término es utilizado para designar a regímenes, principalmente populistas, que han desechado la verdad para construir “otra verdad” que conviene a sus propósitos y fines; significa que los gobiernos han abandonado la verdad, la autenticidad, la integridad y la sinceridad del canon de valores políticos, lo que se ha perdido son los principios morales y éticos divorciados de la verdad que las personas ven, siente, escuchan y experimentan en su vida diaria y son sustituidos por otros completamente artificiales y contrarios a la evidencia.
No tenemos sino que escuchar los discursos de Maduro en el extranjero, cada vez que sale de viaje anunciando los acuerdos y empréstitos que ha logrado, las nuevas inversiones que vendrán, sus pomposos discursos ante los organismos internacionales, para caer en cuenta del grado de disociación tremenda en la que quiere que su público caiga. Los expertos de las instituciones multilaterales, simplemente, no salen de su asombro al constatar el enorme contraste que existe entre la versión de la realidad venezolana del gobierno, y la que sus analistas bosquejan en sus informes, cuando se atienen a hechos ciertos y mesurables, como en el caso de la diáspora de venezolanos o la muerte por hambre de niños y ancianos en el país.
Con estos instrumentos, el totalitarismo obliga a la oposición a caer en contradicciones tan enormes como las que pretenden los colaboradores del gobierno, en el caso de un supuesto proyecto de constitución, que será sujeto de un referéndum, cuando llaman a los ciudadanos a votar, sabiendo que allí no hay elección posible; todos sabemos que las personas votan y acuden a elecciones donde su voluntad determina un sí o un no, escogen entre alternativas, pero éste no será el caso, porque, si van a referéndum, será uno muy viciado y manipulado, sin importar cuántos venezolanos acudan a expresar su voluntad.
El gobierno necesita de esa farsa para legitimarse y hay quienes están dispuestos a cumplir su deseo, a ser manipulados, porque hay expertos del comportamiento humano y analistas de información que conocen de los valores y principios que mueven a esos grupos indoctrinados en la falsa idea, de que votar es siempre deber de un demócrata, y saben cómo manipular esa debilidad, y hasta hacerlos sentir culpables si no acuden a votar.
Para ello, el régimen se vale de partidos de una supuesta oposición, infiltrados, que han demostrado una y otra vez que no son otra cosa que instrumentos de la opresión y de la oportunidad pragmática de ciertos grupos de interés; para ello utilizan a periodistas y  analistas que  alegan, públicamente, no creer en la moral ni en la dignidad ni en principios éticos.
Todo pareciera reducirse a una carrera que hay que ganar, cueste lo que cueste, y dicen creer que una mayoría de votos contra el proyecto de constitución es un hecho inocultable y determinante, cuando saben que todo se reduce a un manejo de data, de guarismos que se ejecutan por medio de computadoras programadas para hacer un trabajo convincente y aproximado de una verdad fabricada a conveniencia del régimen, pero que nunca reflejan la verdad.
El gobierno ha prostituido todo el lenguaje de la democracia, ha distorsionado sus conceptos más básicos, ha violado sus normas elementales, de modo que lo que estamos enfrentando es una post-verdad, que quieren hacer pasar como auténtica, y necesitan de nuestra participación masiva para enseñarles al mundo que ellos son los legítimos representantes del pueblo.
Si la gran mayoría de venezolanos no vota, pasaría lo de la última elección, calles vacías, centros de votación sin un alma, para luego declarar una abrumante mayoría de fanstasmas que les otorgó la victoria, las máquinas dando un resultado contrario a la verdad evidente, pero tendría que justificarse ante el mundo, volverían a quedar desnudos ante la opinión internacional, volverían a deslegitimarse, obtendrían una constitución “chimba”, que ya de todas maneras la están aplicando en contra de nuestro consentimiento, pero no nos prestaríamos a que nos utilicen.
La batalla es dura y de muchos frentes, pero es importante estar muy claros, no nos están dando una oportunidad de solucionar nuestros problemas, que la salida debemos construirla, que sea producto de nuestra razón, nuestra pasión, creencias y de nuestro sentido común, que haciendo lo que ellos quieren nos hundirnos más profundamente en la inequidad y la vileza en las que el chavismo chapotea.
La verdadera oposición no debe ceder un ápice; la verdad es lo único que nos hará libres. –   saulgodoy@gmail.com

No hay comentarios:

Publicar un comentario