Cuando
Stephen Hawking, el gran astrofísico británico, murió en marzo de este año,
dejó registrada su preocupación sobre la seria amenaza que constituye para la
humanidad que los adelantos de la ingeniería genética fuesen utilizados sólo
para favorecer un grupo privilegiado de individuos, los más ricos, para hacer
de su descendencia una raza de humanos mejorada, con mayores capacidades y
chance de sobrevivencia que el resto, lo que a su vez implicaría, el cultivo de
una raza de superhombres, que pudiera convertirse en una clase dominante y
superior al resto de nosotros, los simplemente humanos.
Y el
temor de Hawking estaba plenamente fundado: ya se hizo el mapa del genoma humano,
como bien dicen algunos, ya se conoce qué contiene el libro de la vida, y lo
que faltaría hacer es reescribirlo, para mejorarlo, para crear algo maravilloso,
o terrible.
Los
avances de esta ciencia son realmente extraordinarios, las principales enfermedades
hereditarias degenerativas son hoy fácilmente identificables en el ADN humano,
con la posibilidad de suprimirlas o
modificarlas; se está llevando a cabo impresionantes experimentos en
laboratorios, con animales, para manipular ciertos comportamientos como el
miedo, el tiempo de aprendizaje, la alegría… se puede manejar los centros de
placer y cambiar los patrones de respuesta a los premios y castigos, se puede
diseñar respuestas agresivas o pasivas, o hacer cambios en la concentración de
la atención, o en la rapidez de reacción de los sujetos experimentales…
A
medida que la neurobiología aporta los resultados de sus hallazgos, se puede
buscar en las combinaciones genéticas cómo programar la memoria, la fantasía,
los sentimientos; se puede reducir los riesgos a la propensión al alcoholismo o
a la senilidad; se puede modificar los comportamientos egoístas o altruistas en
los individuos; se puede, incluso, aumentar o disminuir la inteligencia, el
remordimiento y, por ende, la culpa.
La
verdad es que Hawking se nos fue bien preocupado, y suponemos que él, una de
las mentes más brillantes de su país, en contacto con pensadores e
investigadores de avanzada en las ciencias en todo el mundo, algo sabía que no
nos dijo.
Yo he
sido, por muchos años, un transhumanista activo y responsable; procuro estar
enterado de los avances en la creación de este nuevo ser humano, que ya se está
produciendo, por sí solo y de manera acelerada, gracias a las condiciones de
vida y al ambiente estimulante del mundo actual. Para todos es sabido que cada
vez somos más inteligentes, nuestros cuerpos se hacen más perfectos y
funcionales, podemos vivir con mejor salud por más tiempo, nuestras capacidades,
tanto físicas como mentales, han aumentado, en referencia a otras generaciones
del pasado… ahora, imaginen lo que pudiéramos hacer con todas esas herramientas
y tecnologías desarrolladas hasta el momento si intervenimos en la creación de
ese nuevo ser humano, las posibilidades serían infinitas, y eso es aterrador.
El
transhumanismo nació, justamente, para seguir de cerca esta intervención humana
sobre lo humano, y hay cuestiones éticas fundamentales que nos obligan a
revisar conceptos que dábamos por sabidos ¿Cuál es nuestra naturaleza? ¿Qué nos
define? ¿Hacia dónde nos dirigimos?, el asunto no es solamente apasionante,
sino sumamente complejo, hay principios humanistas, creencias religiosas,
valores morales, condiciones históricas, aspectos de seguridad, que deben ser
tomados en cuenta antes de hacer cualquier movimiento sobre este nuevo tablero,
y que implica un cambio de paradigma para la raza humana.
Las
posibilidades de una transformación importante en nuestro organismo, por medio
de diversas tecnologías, es hoy una realidad; no se trata sólo de la ingeniería
genética, sino que hay una cantidad inmensa de recursos disponibles, como la
nanotecnología, inteligencia artificial, bio-receptores, órganos artificiales y
clonados, neuro-implantes, y otros, como nutrientes y drogas de diseño para
atender problemas puntuales de desarrollo, que pudieran afectar, de manera
significativa, el funcionamiento de nuestro cuerpo.
Para
darnos una idea de cómo funcionaría un cuerpo humano 2.0, el filósofo e
investigador de la ciencia Ray Kurzweil nos habla de sangre sintética
autopropulsada, que se moverá irrigando todos nuestros órganos, haciendo al
corazón innecesario; igualmente, no necesitaremos aparto digestivo, ya que
todos los nutrientes serán llevados en la sangre por nanorobots, de acuerdo a
las necesidades detectadas por microsensores (la disposición final de los
deshechos cambiará todo el ritual de ir al baño, bajo este sistema será como
una diálisis); ya no tendríamos necesidad de comer para alimentarnos, excepto por
placer o relaciones sociales; ya hay componentes micromecánicos para la vista y
el oído, que nos darán mejores resoluciones y posibilidades de frecuencia, más
rápidas y claras, que las que proporcionaban nuestros órganos naturales.
Pero
en el caso de la ingeniería genética, ésta tiene la gran ventaja de que es una
tecnología que afecta directamente nuestro diseño biológico, recomponiendo
nuestras estructuras moleculares y desarrollándolas con cambios inscritos en
nuestro soma; es decir, vamos a mejorar biológicamente nuestro cuerpo
insertando nueva información y combinándola de novedosas maneras, de una forma
“natural”, sin agregar hardware,
simplemente optimizando lo que tenemos, hasta llegar al máximo, con unos planos
de construcción diferentes y permitiendo que el feto madure, se le alumbre y
crezca y se haga hombre o mujer.
El
problema al que apunta Hawkings es que estas tecnologías, en su fase de
desarrollo y experimentación, son sumamente costosas y están sólo al alcance de
gente con mucho dinero; éste es un paso necesario para poder universalizar sus
usos e ir reduciendo su costo, de manera que sea accesible a más y más gente;
hay un proceso económico insalvable y mientras más rápido se dé, mas rápido
estará la tecnología disponible de manera masiva y al alcance de cualquier
presupuesto.
Pero
mientras se llega allí ¿Qué pasa?
Ya
para estos momentos, en algunos países desarrollados hay personas, parejas, que
tienen acceso a reproducciones y gestaciones de sus hijos dirigidas
científicamente, pueden no sólo tener a mano toda la información de diseño de
su nuevo hijo, desde la posibilidad de eliminarle o reducirle los riesgos a
contraer enfermedades mortales o discapacitantes, hasta la posibilidad de acceder a un menú de opciones para hacerlo
más fuerte, rápido, bello e inteligente; se puede escoger detalles como sexo, altura,
color de los ojos, tipo de cabello, hasta controlar la recurrencia de estados
depresivos o conducta agresiva… en pocas palabras, se trata de controlar las
características de la cría de la manera más perfecta posible y al gusto de los
padres.
Incluso
existe la posibilidad de que los padres se puedan clonar en sus hijos, es decir,
crear una réplica de sí mismos, o recurrir a un banco genético para agregar
características que nunca hubo en su historial reproductivo.
Mucho
se ha escrito y hemos visto películas de ciencia ficción sobre instituciones
con poder, como serían la fuerza armada, con programas de desarrollo para el
soldado perfecto ¿Recuerdan la serie de películas Universal Soldier? En ella, laboratorios fabricaban, prácticamente
en serie, estos perfectos especímenes, inmunes al dolor, altamente resistentes
a las peores condiciones de vida, ajenos al miedo y capacitados para la
destrucción… algunos de estos modelos eran cyborgs, con algunos componentes
sintéticos de refuerzo, acondicionados para el trabajo más duro en los frentes
de batalla… el sueño de todo comandante: disponer de estos seres casi
indestructibles, diseñados para seguir órdenes sin titubeos.
Una
generación de estos super humanos, producidos para las familias más ricas del
mundo, pondría un enorme poder en las manos de unos pocos individuos fuera de
lo común, para proteger y aumentar sus patrimonios y constituir una clase
dominante como nunca antes se había visto. Esto parece ficción, pero ya estamos
allí, en el terreno de lo posible.
No estamos
exagerando; simplemente, esto bastaría para que nuevos individuos, con mayor
inteligencia y poder de concentración, existieran, dejaran al grueso de los
humanos rezagados en los procesos educativos, habría que crear universidades
especiales para ellos, acapararían las mejores oportunidades laborales, sería
imposible competir por los mejores puestos y remuneraciones, se destacarían
como los mejores en todo, en deportes, en las artes, en el conocimiento, en
conseguir las parejas ideales, en tener sus proles mejoradas, serían los
verdaderos H+, diferentes a nosotros.
Si
vemos nuestro penoso presente desde esta perspectiva, y advirtiendo cómo deja
el chavismo a nuestro país, debido a la desnutrición y a la falta de atención
médica de millones de niños, que ya están naciendo con retardos, problemas de
crecimiento y cognitivos, deficiencias en la atención y comportamientos
violentos, estas nuevas tecnologías podrían, de alguna manera, auxiliarnos a
disminuir el impacto social que estas generaciones nacidas en la absoluta pobreza
tendrían sobre nuestro futuro.
Sería
interesante constituir un grupo de trabajo, contando entre otros, con muchos
venezolanos en la diáspora que se encuentre en contacto con las mejores
universidades y centros de investigación genética del mundo, que estoy seguro
que los hay, para que adelanten opinión sobre cómo podemos amortiguar los
efectos negativos que esta terrible política eugenésica chavista-cubana ha
tenido sobre nuestras generaciones más jóvenes, y lo que podemos hacer para
modificarla o al menos, disminuir su impacto.
Si se
puede hoy diseñar super humanos, estoy seguro de que se puede evitar las
trágicas consecuencias de esta generación de humanos con problemas; tengo la
absoluta confianza de que se puede, por lo menos, elevarlos sobre sus
discapacidades y evitar que sus ADNs dañados se integren libremente al torrente
genético de la nación. Nadie, en sano juicio, puede pensar que degradarnos
genéticamente es bueno (aunque ahora se trate de una política de estado); nadie
debería creer que permitir que estas generaciones de venezolanos desnutridos y
mal formados lo hagan sin hacer nada al respecto, sea lo correcto. -
saulgodoy@gmail.com
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