Cuando
veo los resultados de la votación sobre la propuesta cubana de levantar el
embargo (no es un bloqueo, hay diferencias) que EEUU mantiene en contra el gobierno
comunista de Raúl Castro y, ahora, del nuevo presidente Miguel Días-Canel, en
vísperas de la asamblea general de la ONU, cuando advierto los resultados, 189
votos a favor de levantar las medidas y dos en contra, caigo en cuenta del
éxito y la penetración de la ideología socialista en el mundo, lo cual no es
una buena noticia para quienes creemos en las libertades individuales y la
democracia.
Pero
en mi país, Venezuela, a pesar de la dura prueba que hemos estado recibiendo
del socialismo hecho gobierno, me llama la atención que, producto de la
desaparición física de Teodoro Pekoff, periodista y editor, ex candidato
presidencial, ex ministro en la democracia, ex guerrillero y siempre un
socialista, una enorme cantidad de personas, que creía afectadas de manera
dolorosa por esta ideología, quebraron lanzas a favor de elevar la memoria del
difunto a niveles de héroe y ejemplo de integridad para los venezolanos.
Cada
día que pasa me convenzo más y más de mi tesis (no es original) de que el
socialismo es una enfermedad mental y, como bien dice el profesor E.O. Wilson,
entomólogo experto en la vida de las colonias de hormigas, el socialismo es
“una gran idea, pero para la especie equivocada”; el socialismo es muy bonito,
pero no es para los humanos, los seres más desiguales y diferentes de toda la
escala de vida animal en el planeta.
Todas
las personas que se dicen socialistas se tienen en muy alta estima, se creen
moralmente superiores a quienes no comparten sus ideas de justicia social, y no
se dan cuenta de que, aún en la más benigna de sus manifestaciones, como podría
ser el socialismo democrático cristiano, lo único que hacen es tender la cama
para que se acueste el más horrible y sanguinario de los totalitarismos.
Esto
es así por varias razones, pero la principal es que los socialistas creen que
sus deseos y pensamientos son tan elevados, que se abrogan el derecho de
imponerlo a los demás, les guste o no. Eso me recuerda a Ralph Waldo Emerson:
“lo que haces grita tan fuerte, que no me deja oír lo que dices”. En su
conveniente lógica: ¿Cómo es que alguien no pudiera gustarle que todos seamos
felices y comamos perdices?, sólo a un egoísta e inconsciente… por lo que
asumen que quienes nos oponemos al socialismo estamos alienados, o locos, y nos
lo aplican, queramos o no…
De
allí que necesiten un estado enorme y poderoso para imponer sus designios – no
pueden hacerlo de otra manera - para apropiarse de nuestras propiedades y
poderlas repartir a quienes no tienen nada, para cargarnos de impuestos que,
supuestamente, van para la atención de los servicios públicos y los pobres
puedan tener alimentación, salud y educación gratis, o a un bajísimo costo,
para entrometerse en nuestros negocios y vidas privadas y poder decidir qué, cómo,
cuándo, cuánto y dónde puedo disfrutar del producto de mi trabajo y esfuerzo…
ojo, todo esto en nombre de la justicia social, o sea, de la igualdad, como las
hormigas.
Es
por ello que un hombre o una mujer socialista son en principio buenos, en su
criterio, nunca podrán ser malos o estar equivocados, porque, se supone,
quieren lo mejor para todo el mundo, sin importarles a quién tengan que
quitárselo para repartirlo y que todos seamos felices… además ¿No es eso lo que
Cristo quería? Los que nada tienen, de ellos será el reino.
¿Y
qué pasa con los que cumplimos con las normas, con los que respetamos la
propiedad privada, con los que trabajamos, con los que tenemos capacidad de
inventiva y mejoramos procesos o descubrimos cosas que mejoran nuestras vidas?
¿No tenemos derecho a gozar de los frutos de nuestro esfuerzo?
Vean
el ejemplo de Canadá, un país socialista, pero sobre todo de Quebec, la
provincia francoparlante; allí impera un socialismo devastador por medio de
cargas impositivas, que le come al ciudadano hasta 2/3 de su sueldo o ganancias,
para atender a un sector público que se mal ocupa de mantener a un porcentaje
de la población que no contribuye con nada o muy poco al mantenimiento del
estado benefactor.
Según
reportes recientes, la salud pública es tan mala que muchos ciudadanos han migrado
a seguros privados, la educación pública se ha deteriorado a tal grado que la
gente prefiere enviar a sus hijos a escuelas privadas… y aún así es imposible
zafarse de la obligatoria contribución a mantener a un aparato público inmenso,
ineficiente y costoso.
Pero
hay muchos políticos que obtienen su ambiente perfecto en ese estado de cosas,
hay una inmensa propaganda que defiende y aboga por la felicidad de todos, aún
asaltando a empresarios y trabajadores que quieren una mejor vida para sus
familias… una propaganda para convencerte de que no hay un mejor mundo que
vivir en socialismo.
Cuba
tiene un régimen asesino y policial, que ha mantenido a su población bajo el
terror por más de cincuenta años, regido por una camarilla de gente
extremadamente violenta y que ostenta fortunas multimillonarias, mientras la
población padece la miseria más degradante; los EEUU ha tratado de mantener una
constante presión para obligarlos a cambiar esa situación, pero hay un mundo de
gobiernos dementes, con la moral dominguera de sus embajadores ante la ONU, que
les impele a levantar la mano para favorecer el totalitarismo.
No en
vano el gobierno norteamericano ha amenazado con retirarse de esta corporación
de la cual paga ¼ de su presupuesto, cerca del 22% de su nómina operativa y
cerca del 30% de su factura para sostener fuerzas de paz en diferentes misiones
en el mundo, lo que amonta a mas o menos 3 billones de dólares todos los años y
¿Para qué? ¿Para darle la razón a unos malvivientes que lo que hacen es
explotar a su pueblo y atacar continuamente la seguridad de los EEUU? ¿Para
promover el socialismo en el mundo? Mal negocio, sobre todo porque una buena
parte de esos embajadores que levantaron la mano a favor de Cuba son países
insolventes con la ONU, no contribuyen a su mantenimiento.
En
palabras del analista en seguridad y defensa Andrew C. McCarthy no sólo se
agrede continuamente con resoluciones condenatorias en contra del estado de
Israel, han prohibido que los representantes expresen opiniones en contra del islam, y para colmo: “Entramos voluntariamente en un arreglo
cuyas acciones afectan la seguridad nacional y la prosperidad pues estamos
sujetos en el Consejo de Seguridad al poder de veto de Vladimir Putin y del
Partido Comunista Chino, principales patronos del régimen Muerte a América, de
Irán, el principal promotor del terrorismo anti-norteanericano”.
En
Venezuela, a estas alturas, la gente debería haberse dado cuenta de que el
socialismo es una gran mentira y quienes lo promueven no pasan de ser unos
embaucadores, pero aún así hay quienes elevan a benemérito a uno de sus
principales protagonistas, las credenciales que muestran son algunas obras de
dudosa reflexión política sobre el socialismo denunciando los excesos
autoritarios sobre pueblos indefensos ante el avance de tanques, o la
dependencia al eje soviético, fueron texto que impresionaron porque nadie se
atrevía a ser crítico sobre una gigantesca mentira, pero la esencia de la
mentira nunca fue tocada.
Hay
quienes piensan que a Teodoro hay que medirlo con varios raseros, la cosa no es
tan fácil, además estamos metidos en medio del vendaval del Socialismo del
Siglo XXI del que inevitablemente fue parte, a favor y en contrario, estas
varias aristas nos obligan a cierta prudencia pues era un personaje complejo, y
que sólo el tiempo dará la perspectiva necesaria para juzgarlo, por lo pronto
lo que me sorprende es la cantidad se sentimientos buenos y nobles que se le
brindan a su memoria, al punto de deformarla.
El
socialismo no tiene versiones potables, todas son altamente tóxicas, puede que
el promotor haya sido una gran persona - por lo general, todos lo son o creen
serlo - pero ese veneno viene envuelto en papel de regalo muy vistoso.
El
problema con el socialismo es que requiere de una debilidad mental congénita,
querer ser bueno no importa cómo, ganarse el perdón de los pecados e ir al
cielo y estar junto a Dios... El colectivismo entra mejor cuando se nos receta
en un baño de asiento; así entra más fácil, sin dolor, haciéndonos creer que
somos parte de un exclusivo club de gente buena y feliz. -
saulgodoy@gmail.com
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