viernes, 2 de noviembre de 2018

Porque el socialismo es tan popular




Cuando veo los resultados de la votación sobre la propuesta cubana de levantar el embargo (no es un bloqueo, hay diferencias) que EEUU mantiene en contra el gobierno comunista de Raúl Castro y, ahora, del nuevo presidente Miguel Días-Canel, en vísperas de la asamblea general de la ONU, cuando advierto los resultados, 189 votos a favor de levantar las medidas y dos en contra, caigo en cuenta del éxito y la penetración de la ideología socialista en el mundo, lo cual no es una buena noticia para quienes creemos en las libertades individuales y la democracia.
Pero en mi país, Venezuela, a pesar de la dura prueba que hemos estado recibiendo del socialismo hecho gobierno, me llama la atención que, producto de la desaparición física de Teodoro Pekoff, periodista y editor, ex candidato presidencial, ex ministro en la democracia, ex guerrillero y siempre un socialista, una enorme cantidad de personas, que creía afectadas de manera dolorosa por esta ideología, quebraron lanzas a favor de elevar la memoria del difunto a niveles de héroe y ejemplo de integridad para los venezolanos.
Cada día que pasa me convenzo más y más de mi tesis (no es original) de que el socialismo es una enfermedad mental y, como bien dice el profesor E.O. Wilson, entomólogo experto en la vida de las colonias de hormigas, el socialismo es “una gran idea, pero para la especie equivocada”; el socialismo es muy bonito, pero no es para los humanos, los seres más desiguales y diferentes de toda la escala de vida animal en el planeta.
Todas las personas que se dicen socialistas se tienen en muy alta estima, se creen moralmente superiores a quienes no comparten sus ideas de justicia social, y no se dan cuenta de que, aún en la más benigna de sus manifestaciones, como podría ser el socialismo democrático cristiano, lo único que hacen es tender la cama para que se acueste el más horrible y sanguinario de los totalitarismos.
Esto es así por varias razones, pero la principal es que los socialistas creen que sus deseos y pensamientos son tan elevados, que se abrogan el derecho de imponerlo a los demás, les guste o no. Eso me recuerda a Ralph Waldo Emerson: “lo que haces grita tan fuerte, que no me deja oír lo que dices”. En su conveniente lógica: ¿Cómo es que alguien no pudiera gustarle que todos seamos felices y comamos perdices?, sólo a un egoísta e inconsciente… por lo que asumen que quienes nos oponemos al socialismo estamos alienados, o locos, y nos lo aplican, queramos o no…
De allí que necesiten un estado enorme y poderoso para imponer sus designios – no pueden hacerlo de otra manera - para apropiarse de nuestras propiedades y poderlas repartir a quienes no tienen nada, para cargarnos de impuestos que, supuestamente, van para la atención de los servicios públicos y los pobres puedan tener alimentación, salud y educación gratis, o a un bajísimo costo, para entrometerse en nuestros negocios y vidas privadas y poder decidir qué, cómo, cuándo, cuánto y dónde puedo disfrutar del producto de mi trabajo y esfuerzo… ojo, todo esto en nombre de la justicia social, o sea, de la igualdad, como las hormigas.
Es por ello que un hombre o una mujer socialista son en principio buenos, en su criterio, nunca podrán ser malos o estar equivocados, porque, se supone, quieren lo mejor para todo el mundo, sin importarles a quién tengan que quitárselo para repartirlo y que todos seamos felices… además ¿No es eso lo que Cristo quería? Los que nada tienen, de ellos será el reino.
¿Y qué pasa con los que cumplimos con las normas, con los que respetamos la propiedad privada, con los que trabajamos, con los que tenemos capacidad de inventiva y mejoramos procesos o descubrimos cosas que mejoran nuestras vidas? ¿No tenemos derecho a gozar de los frutos de nuestro esfuerzo?
Vean el ejemplo de Canadá, un país socialista, pero sobre todo de Quebec, la provincia francoparlante; allí impera un socialismo devastador por medio de cargas impositivas, que le come al ciudadano hasta 2/3 de su sueldo o ganancias, para atender a un sector público que se mal ocupa de mantener a un porcentaje de la población que no contribuye con nada o muy poco al mantenimiento del estado benefactor.
Según reportes recientes, la salud pública es tan mala que muchos ciudadanos han migrado a seguros privados, la educación pública se ha deteriorado a tal grado que la gente prefiere enviar a sus hijos a escuelas privadas… y aún así es imposible zafarse de la obligatoria contribución a mantener a un aparato público inmenso, ineficiente y costoso.
Pero hay muchos políticos que obtienen su ambiente perfecto en ese estado de cosas, hay una inmensa propaganda que defiende y aboga por la felicidad de todos, aún asaltando a empresarios y trabajadores que quieren una mejor vida para sus familias… una propaganda para convencerte de que no hay un mejor mundo que vivir en socialismo.
Cuba tiene un régimen asesino y policial, que ha mantenido a su población bajo el terror por más de cincuenta años, regido por una camarilla de gente extremadamente violenta y que ostenta fortunas multimillonarias, mientras la población padece la miseria más degradante; los EEUU ha tratado de mantener una constante presión para obligarlos a cambiar esa situación, pero hay un mundo de gobiernos dementes, con la moral dominguera de sus embajadores ante la ONU, que les impele a levantar la mano para favorecer el totalitarismo.
No en vano el gobierno norteamericano ha amenazado con retirarse de esta corporación de la cual paga ¼ de su presupuesto, cerca del 22% de su nómina operativa y cerca del 30% de su factura para sostener fuerzas de paz en diferentes misiones en el mundo, lo que amonta a mas o menos 3 billones de dólares todos los años y ¿Para qué? ¿Para darle la razón a unos malvivientes que lo que hacen es explotar a su pueblo y atacar continuamente la seguridad de los EEUU? ¿Para promover el socialismo en el mundo? Mal negocio, sobre todo porque una buena parte de esos embajadores que levantaron la mano a favor de Cuba son países insolventes con la ONU, no contribuyen a su mantenimiento.
En palabras del analista en seguridad y defensa Andrew C. McCarthy no sólo se agrede continuamente con resoluciones condenatorias en contra del estado de Israel, han prohibido que los representantes expresen opiniones  en contra del islam, y para colmo: “Entramos voluntariamente en un arreglo cuyas acciones afectan la seguridad nacional y la prosperidad pues estamos sujetos en el Consejo de Seguridad al poder de veto de Vladimir Putin y del Partido Comunista Chino, principales patronos del régimen Muerte a América, de Irán, el principal promotor del terrorismo anti-norteanericano”.
En Venezuela, a estas alturas, la gente debería haberse dado cuenta de que el socialismo es una gran mentira y quienes lo promueven no pasan de ser unos embaucadores, pero aún así hay quienes elevan a benemérito a uno de sus principales protagonistas, las credenciales que muestran son algunas obras de dudosa reflexión política sobre el socialismo denunciando los excesos autoritarios sobre pueblos indefensos ante el avance de tanques, o la dependencia al eje soviético, fueron texto que impresionaron porque nadie se atrevía a ser crítico sobre una gigantesca mentira, pero la esencia de la mentira nunca fue tocada.
Hay quienes piensan que a Teodoro hay que medirlo con varios raseros, la cosa no es tan fácil, además estamos metidos en medio del vendaval del Socialismo del Siglo XXI del que inevitablemente fue parte, a favor y en contrario, estas varias aristas nos obligan a cierta prudencia pues era un personaje complejo, y que sólo el tiempo dará la perspectiva necesaria para juzgarlo, por lo pronto lo que me sorprende es la cantidad se sentimientos buenos y nobles que se le brindan a su memoria, al punto de deformarla.
El socialismo no tiene versiones potables, todas son altamente tóxicas, puede que el promotor haya sido una gran persona - por lo general, todos lo son o creen serlo - pero ese veneno viene envuelto en papel de regalo muy vistoso.
El problema con el socialismo es que requiere de una debilidad mental congénita, querer ser bueno no importa cómo, ganarse el perdón de los pecados e ir al cielo y estar junto a Dios... El colectivismo entra mejor cuando se nos receta en un baño de asiento; así entra más fácil, sin dolor, haciéndonos creer que somos parte de un exclusivo club de gente buena y feliz.  -   saulgodoy@gmail.com


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