A
raíz de la muerte de Teodoro Petkoff he caído en cuenta de la cantidad de
venezolanos que todavía, a pesar de las circunstancias devastadoras del
chavismo sobre el país, conservan sus corazoncitos socialistas, venezolanos que
yo consideraba de la oposición, es decir, ideológicamente opuestos a una idea
de un gobierno, de una política y de un sentimiento que fue el precursor del
actual deslave de Venezuela; en ese grupo hay una cantidad grande de
intelectuales, empresarios y venezolanos comunes que veían en la figura de
Teodoro a un líder, una referencia moral para nuestra nación.
Muchos
de ellos, estoy conteste, eran sus amigos personales, otros le debían favores,
los más sentían la simple admiración por el hombre de acción que militó en el
socialismo, en sus diversas escalas, desde la posición más radical a la más
conservadora, pero siempre dentro de la ideología socialista, a la cual jamás
renunció.
Supongamos,
sólo por un instante, que este grupo de dolientes del socialismo benigno se
trate de los que llaman Socialistas del Champagne, o los gauche caviar, como le dicen los franceses, esos socialistas
privilegiados, tanto de fortuna como en cultura, producto acabado de las
ventajas de clase que nadie más puede ostentar, excepto los burgueses mejor
acomodados, lo que para los socialistas de a pie pudiera ser un sector de
hipócritas y confundidos, son ahora, después de la quemazón, los que siguen
añorando el socialismo.
He
leído los innumerables elogios, desde los que hablan de un hombre que supo
rectificar, pasando por la del político comprometido, que supo adaptarse a las
diversas circunstancias del país, hasta la del eficiente estadista,
protagonista de un liderazgo incuestionable en todas las circunstancias que le
tocó vivir, la mayor parte de estos in
memoriam resaltan características que debería ser parte de todo ciudadano,
como su participación en los asuntos públicos, su confiabilidad, disciplina en
el trabajo, patriotismo, pero que en nuestra sociedad desvencijada por el
socialismo no figuran en el común, por lo que hacen ver lo ordinario como
extraordinario.
Efectivamente
Teodoro tuvo una vida rocambolesca, llena de aventuras, de espectaculares
fugas, de una vida como guerrillero, de candidato a la presidencia de la república…
siempre se lució como orador competitivo, como organizador y, cuando abordó su
tarea como ministro de Cordiplan de Rafael Caldera, muchos lo recuerdan como un
eficiente burócrata, que supo darle orden a un estado desbordado por la
ineficiencia.
Pero
su vida como periodista fue la más interesante, fundó un periódico y fungió
como su editor hasta casi el final de su ciclo vital; en lo personal, me
gustaba como escribía, muchos de sus editoriales eran retratos maestros de
nuestra actualidad; fue premiado en diversas ocasiones, siempre por
organizaciones socialistas internacionales, que lo tenían como ejemplo del buen
revolucionario.
Con
el chavismo tuvo su relación de amor y odio, apoyándolo, cuando creía que era
necesario, y atacándolo cuando se salía de los límites de lo que consideraba
aceptable; terminó su vida perseguido y demandado por el gobierno de Maduro.
Fue
un hombre público, con una enorme influencia dentro de los medios de
comunicación, por lo que sus opiniones ayudaron a moldear el pensamiento
opositor, sobre todo antes de que se retirara, aquejado por la enfermedad de la
que fue víctima.
Dejó
tras de sí una enorme estela de amistades y detractores, admiradores y enemigos,
como correspondía a una personalidad tan combativa y gregaria como la suya;
esto en cuanto al personaje, pero hay algo que su desaparición despertó en el
público y es la gran cantidad de personas que no sólo sentían simpatía por el
hombre, sino identificación por el proyecto que suscribía, por la
socialdemocracia en la que creía, tan adeca, copeyana y primero justicialista
como la de los principales partidos socialistas de nuestro entorno político… he
allí lo preocupante.
Me
parece verdaderamente asombroso que, a pesar de todos los agravios, desastres,
manipulaciones y crímenes cometidos por el actual régimen, existan todavía
personas, a las que consideraba medianamente inteligentes, que son incapaces de
hacer la conexión entre socialismo y chavismo, entre socialdemocracia y
castrocomunismo, entre la izquierda “light” o centro izquierda y los
extremismos totalitarios y fascistas.
Es
cierto, la derecha igualmente pudiera tener estas conexiones, pero son menos
posibles debido a que la derecha cultiva la prosperidad para una clase media
fuerte y amplia, no le gusta la pobreza y la combate; las dictaduras de derecha
se han dado en las naciones más como reacciones a los gobiernos de izquierda
que a un proceso de acomodo y evolución de sus instituciones (excepto en el
caso de los militarismos, que nacen del seno de las Fuerzas Armadas); igual que
la izquierda, la derecha es un estado mental donde impera la racionalidad y no
los sentimientos, como en la izquierda.
Si
Teodoro hubiera llegado a la presidencia de la república y hubiera desarrollado
ese socialismo benigno y eficiente que tenía en la cabeza, estoy seguro que más
temprano que tarde habría llegado un radical de izquierda y hubiera llevado al
país al mismo desastre que el actual, porque, sencillamente, lo uno es
consecuencia de lo otro; y no es porque lo diga yo, la historia nos da
incontables ejemplos de este paso, casi que obligatorio de gobiernos moderados
y reformistas de izquierda, que lleva a las revoluciones sangrientas y
destructivas, empezando por la misma Revolución Francesa, y siguiendo con la
Rusa, la China, las del sureste asiático, las del este de Europa, la cubana,
etc.
David
North uno de los marxistas más completos y experto en esta ideología, Director
del Partido Igualdad Socialista en
los EEUU, expresaba en reciente entrevista (2017) con Adam Stromme, editor en
jefe de la publicación St. Andrews
Economist, de Escocia, lo siguiente:
Nuestra meta es reemplazar el actual
sistema capitalista en los EEUU y el mundo, con el control democrático sobre
los medios de producción y la introducción de la planificación científica. Es
nuestra creencia que de esta manera la clase trabajadora establecerá un sistema
económico basado no en la competencia de individuos por riquezas y ganancias,
pero en la erradicación de la pobreza y la creación de los medios para una
genuina democracia. Haciendo esto, la clase trabajadora también eliminará las
causas de la guerra, de la opresión política, y de todas las otras formas de
supresión de genuinos y humanitarios valores y principios… la primera vez que
se usó la palabra socialismo, fue en 1820 por Lorenz Stein. Lo definió como –
una ciencia sistemática de la igualdad social… Nosotros no juzgamos al régimen
venezolano por los títulos que se da a sí mismo, especialmente el de
socialista. En muchos países, donde la burguesía es extremadamente débil y se
encuentra entre dos poderosas fuerzas: la clase obrera y el imperialismo
internacional, grupos de la clase dirigente tienden a adoptar la fraseología
socialista para mantener apoyo popular. El programa de Chávez fue financiado
temporalmente por los precios del petróleo. Pero, con el tiempo, su programa
pseudo-socialista probó ser una ilusión.
Justamente, otro de los graves problemas del
socialismo, cuando fracasa, que lo hace siempre, es que jamás se responsabiliza
por sus acciones, siempre le echa la culpa a los otros, a los farsantes, a
quienes nunca fueron realmente socialistas, ni aplicaron la receta correcta, es
por ello que, tanto el socialismo como el comunismo, son tareas siempre en
desarrollo y nunca culminadas.
Este pensamiento débil y sin cuajar se refleja claramente
en la vida de Petkoff; probó todas las recetas que habían en la despensa
socialista y ninguna le funcionó; pero, de seguro, murió esperanzado, con fe en
que, en algún momento, alguien lo lograría.
Mi pregunta ¿Qué hay que admirar de los utopistas
fracasados? Aún cuando embarcan a sus sociedades en experimentos sociales sin
sentido, en revoluciones y recetas de cambios traumáticos, no lo hacen con la
razón como guía, sino con esas puntadas, esas fantasías, esos sentimientos de
bondad con el prójimo y, como cruzados de la justicia social, obligan a todos a
seguirlos. Bueno, el asunto es que hay mucha gente que quedó al descubierto en
su admiración incondicional por el “socialista bueno” que encarnaba Teodoro;
aparentemente, hay venezolanos masoquistas de closet, a los que les encanta que
los martiricen y le hagan daño a los suyos. ¿Dígame usted, amigo lector, si
esto no es un indicio de una demencia incurable? -
saulgodoy@gmail.com
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