lunes, 14 de enero de 2019

La oposición y sus contradicciones


Los partidos políticos que conforman el bloque opositor venezolano son un universo heterogéneo, compuesto, en su mayoría, de organizaciones socialistas; en este bloque se destaca Voluntad Popular, el partido fundado por el preso político Leopoldo López y al que pertenece el actual presidente de la Asamblea Nacional, Juan Guaidó. Éste conglomerado tiene entre pecho y espalda una transición signada por dos claros objetivos: la reconciliación y, con miras a unas elecciones lo antes posible, la idea es estabilizar el sistema democrático.
Estas dos metas, reconciliación y elecciones, tienen un sustrato claramente electorero; está pensado para cosechar votos con base a una militancia que esos partidos piensan que tienen soportado por sus registros, encuestas, listados, sus números… y los escenarios sobre los que trabajan les indican que, a medida que se alargue la fecha de las elecciones, habrá un mayor deslave y pérdida del interés de los votantes. Por otro lado, incorporando a los ex chavistas, prometiéndoles participación e impunidad, esperan recuperar los números, con miras a colocar a uno de sus candidatos socialistas en el poder.
Es por ello el terror que se siente en partidos como Acción Democrática, Un Nuevo Tiempo, Primero Justicia y otros, entre ellos el mismo Voluntad Popular, por la aparente independencia y criterio propio con que se ha manejado Guaidó, una figura nueva, joven, un rostro fresco, que surgió por la fuerza de las circunstancias y las complejas situaciones políticas que vive el país, a raíz de la pérdida de legitimación de Nicolás Maduro.
La Asamblea Nacional está trabajando a toda máquina para conformar un gobierno de transición, pero el interés electorero les ha trancado el serrucho; hay demasiados intereses y repartos de espacios políticos; mientras sigan pensando en reconciliación y elecciones, y no fijen el foco en resolver la crisis humanitaria y de seguridad del país, están equivocando, de manera garrafal, sus propios intereses con los de los de la nación, y en esta confusión gana tiempo el chavismo.
Y eso es algo que ni los partidos, ni Guaidó, ni algunos de los países que nos brindan su apoyo reconocen, mientras lo importante es cortarle a Nicolás Maduro cualquier oportunidad de que gane tiempo, recobre resuello o aproveche una tabla de salvación para sostenerse a flote… mientras no se decida, de una buena vez, si el presidente de la Asamblea Nacional es o no el Presidente encargado de la República, el chavismo y el comunismo internacional están trabajando a tiempo completo para buscarle una salida al enorme problema de la deslegitimación de Maduro.
El acto de juramentación de Maduro ante la asamblea constituyente cubana no pasa de ser un acto litúrgico, en el caso del chavismo, un acto mágico, tratando de llenar los requisitos de ley para su supuesta legitimación ante el mundo y Venezuela, y en realidad resultó en una confirmación de su aislamiento internacional y del abuso de poder al imponerse por las armas y por la trampa sobre la voluntad popular, que lo rechazó, con su masiva abstención a las urnas de votación, el día de su supuesta elección, pero igual, justifica tener las herramientas necesarias para llenar todos los requisitos para ser reconocido como presidente en un nuevo período, tiene una asamblea constituyente, un Tribunal Supremo de Justicia, dice haber sido elegido con la mayoría de los votos, cumpliendo la constitución y con observación internacional.
Este desprecio supino por la constitución y la racionalidad indican, que para la oposición no es posible la estrategia de hacer las cosas con tiempo, construyendo las bases de un estado consensuado, creando las redes de sustento de la institucionalidad, como proponen Ramos Allup, Julio Borges y el mismo Leopoldo López. La emergencia en que se encuentra el país clama por medidas heroicas, por aprovechar cada resquicio u oportunidad que nos den los acontecimientos; todo lo que implique tiempo corre a favor de los comunistas, están copando sin pausa cada espacio de libertad que queda, ya viene el control del espacio cibernético, el encadenamiento de internet y la muerte de las redes sociales… no es tiempo para las grandes estrategias, nos queda apenas la oportunidad de reaccionar, pero de hacerlo bien.
Si Guaidó se juramenta, o decide actuar investido como presidente encargado en actos de gobierno, quedaría resuelto quién manda en Venezuela; mientras no lo haga, Maduro seguirá subrogándose esa pretensión. Esto crearía, por lo menos, el conflicto de poder en Venezuela, quedaría a la vista de todos que la oposición tiene su líder; supongamos que Maduro no reconozca al nuevo presidente, o peor, que lo persiga, la oposición tendrá un rostro y una figura para los siguientes pasos, lo cual es una gran ventaja, seguirá el contraste de poder entre los chavistas y el resto del país, pero ya con el cuadro completo.
Pero, de nuevo, en los partidos de la oposición hay grandes inseguridades sobre su destino, saben que el país ha cambiado, que sus planes, idearios y estructuras están caducas, y en vez de tratar de renovarse, de reinventarse, como lo está haciendo el país, pretenden seguir con la misma tradición partidista marxista leninista que heredaron del siglo pasado; es por ello que la sola idea de que Guaidó sea el presidente encargado, un novel político con pasión y que siente la expectativa del cambio, los pone nerviosos; no saben cuán obediente será a la disciplina partidista y a la presión de los partidos coaligados, pero también piensan que sería una ventaja electoral muy importante para los planes presidenciales de Leopoldo López, uno de los muchos candidatos que se preparan para la gran carrera electoral.
La pelea por la conformación de un gobierno de transición es a cuchillo, no se están midiendo las necesidades del país y se está difiriendo el nombramiento de personas idóneas para enfrentar uno de los momentos más delicados de nuestra historia, que deberían ser los mejor preparados para manejar el reto de sacar al país del hueco donde yace… por el contrario, los partidos están calculando las fuerzas electorales, las oportunidades de colocar a su gente en el próximo gobierno y, probablemente, designen una serie de comisarios políticos, cuyo principal interés sea el de organizar al país para las elecciones.
No quiero ser mal entendido, considero que la reconciliación y las elecciones son capítulos necesarios para la reconstrucción del país; de hecho, en todos los manuales internacionales que he estudiado, para hacer posible la reconstrucción de los países en situación de post conflicto, ambos son objetivos importantes que hay que alcanzar, pero en nuestro caso el problema es uno de tiempo, nuestra crisis humanitaria y de seguridad es tan grave que, si no resolvemos primero éstas, será imposible lograr los otros.
Establecer y ejecutar un programa de atención a nuestra crisis humanitaria requiere de un esfuerzo logístico superior a cualquier experiencia que hayamos tenido en el pasado; se trata de una tarea donde debemos estar involucrados todos, principalmente los partidos políticos, igual en la cuestión de desarme y en traer la paz en nuestros territorios; en estas tareas debemos coordinarnos con las organizaciones internacionales y expertos mundiales en la resolución de estos problemas de manera muy cercana.
No puede haber reconciliación con una penetración tan profunda y generalizada como la que ha hecho Cuba en Venezuela; estamos infiltrados por el comunismo internacional, el papel de Rusia y China en algunas zonas del país está al nivel de autoridades coloniales, todos los registros de y sobre la población están adulterados, no hay manera de garantizar pulcritud en los censos, hay estados donde las autoridades son guerrilleros, o pranes, o carteles mafiosos… unas elecciones en un país tan fragmentado sólo pueden desembocar en un fraude masivo.
La reconciliación sin un proceso anterior de depuración de grupos armados y violentos, que implicaría un plan nacional de desarme, de conversaciones de paz, de aplicación de la justicia por los crímenes cometidos, de expulsión de elementos violentos extranjeros del país… una reconciliación sin filtrar quiénes son venezolanos, sería dar carta blanca a esos factores para que vuelan a intervenir en nuestros asuntos políticos, y las elecciones no pasarían de una puesta en escena, una burla al país, cuando más de la mitad de nuestro territorio está en manos de fuerzas extranjeras o insurgentes, cuando no del crimen organizado… y eso no se borra con una simple declaración o un acto voluntarista.
Repito lo que he dicho en varias maneras, lugares y medios: la transición en Venezuela tiene que durar un mínimo de dos años, con tiempo para hacer un trabajo de limpieza mayor, con tiempo para descubrir que la crisis humanitaria es mucho más compleja de lo que creemos… y el trabajo no se puede detener por unas elecciones improvisadas,  hechas a la carrera; hablar de transición, sin tener a mano estudios serios de amnistía y perdón, es una irresponsabilidad que atenta contra nuestra sobrevivencia…
Jamás se podrá sustituir, como prioridad, el solventar la crisis humanitaria y de seguridad, porque sería un suicidio; en este asunto hemos sacrificado demasiado, hemos invertido sangre sudor y lágrimas, para perder lo logrado por la presión y la impaciencia de unos políticos inseguros y sin otro interés que ganar o mantener sus espacios políticos; contra eso tenemos que pronunciarnos y detenerlos en su locura, y espero que Guaidó aclare sus conceptos y no se deje influir, que no se deje vencer por las indecisiones. La omisión es tan imperdonable como la usurpación… y el país está primero que los partidos políticos. -  saulgodoy@gmail.com


No hay comentarios:

Publicar un comentario