Es cierto, Venezuela es un laboratorio de ensayos
políticos en Latino américa, lo que sucede en nuestro país es lo que va a
suceder en los otros países de la región, no como una guía o un marcador de
tendencias, pero sí como muestrario de posibilidades, que hay que decir, no
todas son novedosas, las más de las veces se trata de reinterpretaciones o de
variaciones sobre un mismo tema, que están allí para ser utilizadas como
experiencias en caso de necesidad.
Podría dar la impresión de que somos un país adelantado
políticamente, que no es el caso, muchos de estos experimentos políticos son
retardatarios, conservadores y con cierto tufillo al orden tribal, que nos ha
marcado desde nuestro conformación como comunidad más o menos homogénea, y
apenas organizada.
Donde sí sacamos el primer premio es en la frecuencia de
esos cambios políticos, somos una comunidad muy inquieta, propicia al cambio
constante, y uno de los indicadores que lo señalan son las 26 constituciones
nacionales que hemos tenido, los diversos ensayos de tendencias absolutistas,
de derecha, izquierda, centro, buscando un republicanismo que no podemos
estabilizar; dados a las revoluciones, golpes de estados, gobiernos
militaristas, experimentos humanistas, con una fuerte injerencia de la iglesia
en nuestros asuntos políticos, de potencias extranjeras, de ideologías
subversivas, fáciles de contagiar por el populismo.
El centro magnético de nuestra vida política sufre de un
continuo desplazamiento, nuestros ciclos son relativamente cortos, lo que
supone una tolerancia mínima a los diferentes modelos políticos, esto se puede
explicar debido a nuestra breve historia como comunidad política, hace apenas
cien años había grandes regiones del país prácticamente incomunicadas con el
centro de poder, que estaba en la región norte costera; el acceso a la
educación y los servicios sanitarios por parte de la población general fue algo
de reciente data y que ha sufrido de importantes interrupciones, las grandes
políticas públicas parecieran imposibles sostenerlas en el tiempo.
El abrazo de la barbarie y la violencia ha sido tenaz,
pareciera que esa parte de nuestra naturaleza ha sido difícil de controlar y
cuando aparece y se desborda, hace imposible el avance del país, un avance que
ha sido llevado por saltos más que por una continuidad, por lo que no hemos
tenido la oportunidad de construir un verdadero piso para una tradición
republicana.
Pero hay algo en la constitución espiritual del
venezolano que juega a su favor ante estas desfavorables circunstancias, y es
su vocación para la libertad y el emprendimiento, que me imagino viene de esa
tradición de los hombres y mujeres venezolanas de estar en contacto con
espacios abiertos, con una naturaleza indómita, y donde la sobrevivencia
significa un trabajo duro tanto personal como del grupo o la tribu.
Nuestros grandes líderes políticos, nuestros
historiadores e intelectuales que se tomaron el tiempo de escribir y pensar
sobre la mejor forma de organizarnos como sociedad, del gobierno que deberíamos
tener, del tipo de estado que deberíamos construir, no tenían grandes
esperanzas sobre nuestra naturaleza y aunque reconocía a la democracia como el
mejor de los caminos posibles, el más justo y razonable, los modelos que
finalmente implementaron en nuestro país y que ellos llamaron democráticos, lo
eran en apariencia, en sus intenciones, en su discurso, pero en la parte
normativa como en la del ejercicio del poder, eran otra cosa, mucho más
autoritarios y personalistas de lo que les hubiera gustado admitir.
Todos nuestros gobiernos, que nuestros académicos y
estudiosos designan como democráticos, no lo eran, eran más bien gobiernos con
un marcado perfil socialista que incluían rasgos estatistas, y debido a la
enorme influencia marxista en Latinoamérica en aquellas primeras décadas del
siglo XX, nuestro sistema político fue dotado con una variedad de partidos de
corte bolchevique, que propendían a la
planificación central, lo que llamaba Herbert Marcuse, La Nueva Racionalidad,
que en su libro El Marxismo Soviético
(1958) los expresa de la siguiente manera:
1-Industrialización
total, sobre la base de una producción nacionalizada. 2- Colectivización
progresiva de la agricultura. 3- Mecanización general del trabajo y extensión
de la enseñanza politécnica, que llevarían a la igualación entre los sectores
rural y urbano. 4- Elevación gradual del nivel de vida general. 5- Instauración
de una moral de trabajo universal, emulación socialista y eliminación de todos
los elementos psicológicos e ideológicos trascendentes. 6- Conservación y
fortalecimiento de la organización estatal, militar, empresarial y del Partido,
como vehículo adecuado para la realización de estos procesos. 7- La transición
a la distribución del producto social según las necesidades individuales.
A este modelo socialista se
le puso el apelativo de democrático al convertir el voto universal, secreto, y
al principio, obligatorio, en un fetiche, en el centro de la vida democrática,
de allí que nuestra democracia se convirtió en electorera, pues las actividades
políticas que competía a los ciudadanos individualmente u organizados en grupos
de interés, ahora sólo podían hacerlo dentro de los partidos y con un solo fin,
ganar unas elecciones.
Ello explica por qué durante
tanto tiempo, y aún continúan, suspendidas hasta nuevo aviso nuestras
libertades económicas, el único actor de relevancia en la economía, es el
estado, el dueño de nuestros principales medios de producción, el regulador y
árbitro de nuestra vida económica, el dispensador de los recursos, el que nos
dice cómo, en que, cuando, cuanto y donde, podemos gastar nuestro dinero, con
esta inmensa traba ( más bien es una tara ideológica) en nuestro sistema
democrático, los engranajes de ciudadanía, libre expresión y pensamiento, libre
emprendimiento, respeto a la propiedad privada, independencia ciudadana están
bajo control de un reducido grupo de hombres y mujeres que actúan de manera
autoritaria y sin consulta sobre tan importante aspecto de nuestra libertad.
De modo que efectivamente
nunca hemos tenido democracia en Venezuela, así los interesados de mantener los
privilegios y el poder del estatus quo
nos digan que sí, que tenemos democracia y que es perfectible… me disculpan,
pero no es verdad, tuvimos una autocracia presidencialista, un régimen de
partidos políticos que alimentaba a un clientelismo electoral, vivíamos en un
socialismo despótico cuyo centro era una estructura de estado benefactor cuyo
principal interés era que no hubiera ciudadanos, que existiera gente preparada
en especialidades politécnicas sí, y al servicio del estado, a lo sumo pequeños
empresarios, que al final crecieron, como fue el caso de algunos banqueros, y
como bien nos lo enseña la historia los presidentes y sus partidos se
encargaron de mantenerlos a raya, quebrando sus bancos.
Lo que llamamos democracia
carece en realidad de sustancia y vigor, no hay ciudadanía, no hay
participación política de la sociedad, y lo vemos claramente en el desempeño
local, en nuestros municipios, donde el Alcalde y su partido son realmente los
actores fundamentales de la gestión, ellos son quienes diseñan y ejecutan las
políticas públicas, las consultas y asambleas de vecinos que organizan son en
realidad actos proselitistas camuflados de participación, simples shows de un
foro público sin la menor consecuencia en la realidad local.
No hay manera de ejercer
contraloría social, no existen mecanismos de revisión de la gestión ni de
exigencia de responsabilidades, y si esto ocurre en nuestra realidad más
inmediata, ya todos sabemos lo que ocurre con nuestros gobernadores, diputados,
jueces y los demás cargos por elección o concurso, nada se diga del presidente
de la república, no hay manera de que estos funcionarios nos sirvan, todo lo
contrario, se establece una relación de dominación autoritaria, y nos imponen
sus decisiones unilateralmente, en el caso venezolano, como en muchos casos en
Latinoamérica, los ciudadanos estaban al servicio del estado, nunca el estado
al servicio del ciudadano.
Por supuesto, luego de
lustros de entender la política y la democracia como una forma de opresión,
algo bueno han debido haber hecho, alguna obra, algún servicio… nos restriegan
en el rostro sus avances en educación, sus programas de salud que en algún
momento cumplieron con sus metas, pero al hacer el verdadero balance, y visto
los resultados del desastre de país que hoy tenemos, los sesenta años de
democracia en Venezuela no sirvieron para nada.
Ahora, mi pregunta ¿Cómo es
posible que los venezolanos estemos enfrascados en una discusión tan bizantina
de quien es más demócrata entre los partidos y líderes políticos que ahora
tenemos? Mientras no cambiemos nuestro marco de referencia, nuestro modelo de
conducirnos como nación, nuestra forma de organización, vivir en democracia no
pasará de ser una quimera y tengamos que contentarnos entre lo malo y lo peor,
que a mi manera de ver no es una elección, es un tiro a la cabeza, un suicidio.
Siempre creí que ésta
oportunidad que tiene el país de cambio, de cambio real y efectivo, sobre
nuestra visión de mundo y forma de comportarnos podría traernos un nuevo
paradigma de país y de vida, porque seamos claros, en nuestra situación actual,
con el país en ruinas, todo hay que refundarlo de nuevo, lo único bueno de esta
debacle es la oportunidad de un nuevo comienzo.
Pero me da un inmenso dolor y
una gran desazón ver a mis compatriotas enfrascados, una vez más, en el eterno
dilema de unos idiotas tratando de volver a reincidir en sus errores y pecados,
de nuevo el socialismo es la única opción en el paisaje, otra vez el estado
interventor y abusivo, de nuevo los más vivos contra los intereses del pueblo, enredados
otra vez en una discusión sobre unas elecciones que no eligen nada…
Pareciera que tanta
“democracia” nos secó lo que teníamos de cerebro, ¿Es que no podemos darnos
cuenta del inmenso entramado que nos tiene preparado Raúl Castro y los
socialista europeos? ¿No es suficientemente claro que los dineros de la
corrupción y el narcotráfico están financiando tanto la campaña del chavismo
como los de la supuesta oposición venezolana?
Plan País y Plan de la Patria
son los mismos engendros de mentes antidemocráticas y totalitarias, con
diferentes afeites y velos pero hieden igual, no hay redención, no hay
arrepentimiento, no hay pensamiento, sólo un hambre voraz por riquezas fáciles
y opresión a granel.
No se queden en la idea, de
que saliendo de Maduro, se nos terminan los problemas, esto es mucho más
complejo, y mientras más rápido caigamos en cuenta de nuestra situación, mejor
será para conseguir una solución, ya hay gente con propuestas, tenemos la
atención de aliados importantes en buscar soluciones reales, pero tenemos que
despertar. - saulgodoy@gmail.com
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