No sé
si fue una buena idea de embarcarme en una novela histórica como primera obra,
cuando empecé a pasearme por las calles de aquella Alejandría del año 383dC e
imaginaba a mis personajes interactuar en aquel escenario tan exótico y rico, pero
la curiosidad y la imaginación se me desataron como si tuvieran vida propia y
no pude parar.
Escribir
la primera versión de la novela me llevó dos años de investigación, un año de
escritura y un año de revisiones, fue un trabajo envolvente y absorbente; casi
que puedo decir que, durante ese tiempo, mientras vivía en un apartamento en
Santa Fe y luego en el anexo de una casa en Prados del Este, en Caracas; el
incienso de las ofrendas, el rancio olor de los orines de los camellos, las
oraciones multitudinarias de rudos legionarios a la diosa Mitra, los gritos de
los portadores del puerto y los coros de los sacerdotes entonando sus cánticos
en los atrios de los templos, se escuchaban por la calle, el incienso y la
mirra se sentían y el balar de los rebaños de ovejas, conducidos por los pastores
al mercado los escuchaba en mi casa.
Mi
biblioteca estaba llena de mapas, de fotos de los monumentos, de planos de la
ciudad de Alejandría, de libros y más libros marcados con citas, referencias,
descripciones, memorias y estadísticas; me leí todas las novelas históricas que
pude conseguir sobre la época, vi una buena parte de las películas que se
hicieron y que tenían que ver con el tema, todos los volúmenes de historia,
geografía y política disponibles sobre la región, estaban marcados sobre y debajo
de las mesas, las enciclopedias que me daban datos sobre el curso del Nilo, desde
la botánica hasta las formas arquitectónicas, se apilaban abiertas una sobre
otras, coleccioné una gran cantidad de información sobre Alejandría y aquel
siglo tumultuoso.
Tuve
que leer de patrística, sobre los primeros concilios, de revelaciones, me
interesaron las herejías y los múltiples cismas que se dieron en la Iglesia, tuve
discusiones sobre el talmud y la cábala, corrí con la suerte de encontrarme con
expertos en el libro de los muertos, con alquimistas aficionados y estudiosos
de la astrología egipcia, escuché disertaciones sobre los viajes de Alejandro y
la conquista de Egipto, sobre Cleopatra y César, los Tolomeo, la historia de
las rutas navales, las bibliotecas hermanas de Rodas y Pérgamo, la historia de
los seguros, tragué libros sobre escultura y arte, sobre música, historia
militar, carreras de caballos, prostitutas de la antigüedad, medicina, venenos,
gastronomía, etc.
Fue
una inmersión completa para poder darle vida a mis personajes, que resultaron todos
tener personalidades complejas, terminé creyendo que toda aquella gente que
vivía en un mundo de tantas supersticiones y creencias tenían que estar un poco
desequilibradas mentalmente, o más bien, el supuesto equilibrio que hemos
alcanzado con nuestra civilización lo
fuimos logrando poco a poco, porque el mundo en que vivían los alejandrinos del
siglo IV era alucinante, en múltiples planos, y la realidad, se confundía con
las fantasías.
Aproveché
el marco histórico creado para jugar con ciertas hipótesis que me daban vueltas
en la cabeza, como con la presencia de ciertos animales prehistóricos aún en
existencia para ese momento, de eventos con extraterrestres que quedaron
registrados, con fuerzas cósmicas que jugaban con la magia y la fe, y ensayé
con algunas teorías literarias y del discurso poco manoseadas.
La
novela tuvo innumerables percances para ser publicada, no disponía de un agente
literario, de modo que la envié a diferentes concursos, preparé varios pesados
paquetes llenos de fotocopias de la novela y los remití a diversas editoriales
en España y Argentina, sin suerte, pero cada carta de rechazo me obligaban a
revisar la obra.
Traté
de publicarla en la editorial venezolana Monte Ávila y me sucedió algo
insólito, luego de casi un año en manos de un supuesto comité de lectura, y
tras varios intentos por averiguar el porqué del retraso en la decisión de
publicarla o no, por fin me enteré que la editorial había entrado en una de sus
múltiples crisis financieras, no pudo pagarle los honorarios a los lectores que
contrataba, a los cuales les enviaba los manuscritos para que las leyeran y
presentaran un informe sobre sus méritos, y éstos, al no ser honrados los
compromisos de pago de sus honorarios, habían secuestrado las obras que tenían
en curso, hasta que la editorial les cancelara lo que les debía.
Finalmente,
me devolvieron los borradores, luego de un año de secuestrada (y, me entero en
ese momento, con un informe positivo del lector), con una nota de Monte Ávila
en la que me informaba que, por los momentos, no podían publicarla porque falta
de presupuesto.
La
retuve conmigo por todos estos años y la corregí seis veces, aumentándola,
escribí dos nuevos capítulos, pasó un buen tiempo engavetada hasta que
finalmente la envié a la Latin Heritage Fundation, en USA, una
organización cuasi gubernamental, que se encargaba de llevar a diversas ferias
de libros en países comunistas una muestra de obras producidos en capitalismo,
y tenían un extenso catálogo de jóvenes escritores latinoamericanos.
Se
interesaron en la publicación de mi novela, incluso me hablaron de la
posibilidad de hacerla traducir y editarla en español y en inglés, me enviaron
algunos documentos, entre ellos un contrato y cuando todo estaba listo, algo
sucedió, el Departamento de Estado suspendió su apoyo, le retiraron los fondos
a la editorial y decidieron cerrar la fundación… y como son las cosas en ese
país, la orden se acató de inmediato, el que iba a ser mi editor se quedó sin
trabajo y de un día para otro ya no existía la LHF, afortunadamente me
devolvieron todo lo que les había enviado.
La
poca gente que la ha leído le gustó, una buena parte me dijo que les encantaría
ver la película, ya que pareciera estar escrita con ese fin; los más críticos
me observaron que el rigor histórico se mantiene durante toda la obra y le da
la verisimilitud necesaria, aún durante los pasajes más fantásticos; algunos
opinaron que la violencia y el erotismo tienen un marcado acento; otros me
reclamaron que fui muy duro con la historia de la iglesia de ese tiempo… en
fin, creo que es una buena novela histórica, gocé un mundo escribiéndola y creo
que se nota.
Por
supuesto, me tomé ciertas libertades que sólo la ficción permite, por ejemplo, puse
a vivir en Alejandría algunos personajes históricos que nunca coincidieron en
el tiempo, había una variedad de calendarios en la época para marcar los
eventos, unos de usos oficiosos, otros religiosos, aún otros gremiales; en
Alejandría, siendo un centro comercial de importancia entre oriente y occidente,
la actividad cambiaria hacía posible la coexistencia de innumerables monedas y
valores de cambio que, de entrar en detalles, me hubiera perdido en un
laberinto numismático y de fechas, de modo que lo trancé a un mínimo
permisible, que me permitiera contar la historia con una cierta economía de
datos.
Creo
que logré registrar las principales corrientes de pensamiento de aquellos
tiempos y, por medio de algunos personajes, recrear el pulso vital de la
metrópoli perdida en el tiempo; pero son ustedes, dilectos lectores, quienes en
el mágico acto de la lectura recrearán en sus mentes lo que me propuse, y
juzgarán sin tuve éxito en mi propósito.
Pero
hay algo sobre lo cual quiero llamar su atención, cuando estén leyéndola hagan
una abstracción y dense cuenta que en el fondo, hay una estructura política que
define muy bien nuestra situación en la Venezuela actual, no sé si lo hice
inconscientemente o fue pura casualidad, pero está allí, cambie usted algunos
nombres, obvie la temporalidad y se dará cuenta que es la situación venezolana
que hoy padece el país.
Hice
algo que tenía que haber hecho desde el principio y que era lo más sensato,
conseguirme un agente que mercadeara mi obra y la colocara. La novela nunca estuvo
en mejor forma para su publicación y, de acuerdo a información reciente, las
novelas históricas representan uno de los segmentos más dinámicos y populares
del mundo editorial hispanoamericano.
En lo
que a mí respecta, viajé en el tiempo y estuve en la Alejandría de los tiempos
de Teodosio, leyendo pergaminos de mis autores preferidos en la Gran Biblioteca,
al lado de mi amigo, Ebrón de Casis, sacerdote de Serapis. ¿Quieren ustedes acompañarme?
Para
adquirirla sólo ingresen en la página de Amazon, en novelas en español, por
ahora se consigue solamente en nuestro idioma, espere les guste. –
saulgodoy@gmail.com
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