Lo que sucedió el pasado jueves 17 de Octubre en la ONU
con la elección del representante de la dictadura de Nicolás Maduro en
Venezuela, a un puesto Consejo de Derechos Humanos en representación de los
países Latinoamericanos, reitera de manera fehaciente lo que he estado
señalando desde hace ya un tiempo: se trata de una tendencia mundial que viene
incrementándose con fuerza desde finales del pasado siglo, que inclina a las
democracias no consolidadas hacia los gobiernos totalitarios y socialistas.
Este suceso me da la oportunidad de seguir elaborando
sobre los escenarios que se plantean en el mundo para el 2040, y que Venezuela
está siguiendo a pie juntillas, como haberse convertido en un globo de ensayo
de los factores de poder de la izquierda radical que, de tener éxito, y hasta
el momento lo ha tenido, conformará un modelo exportable a otros países del
próximo orden mundial.
Se trata de un plan para imponer un sistema mundial de
aniquilamiento de la libertad y la democracia, y la supremacía del bloque neocomunista,
liderado por Rusia y China, con el fin de instaurar un nuevo orden global, un
gobierno global de la izquierda más extremista, autoritaria y militarista, para
un control efectivo del planeta y sus recursos en manos de una élite internacional
de partidos y personalidades, que creen que la humanidad es un rebaño
domesticable, de mano de obra barata (esclava) al servicio de sus fines de
dominación.
No se trata de paranoia, ni de un maniqueísmo
calenturiento; los hechos están a la vista, el mundo se hace cada vez más
propenso a las intervenciones sino-soviéticas, tanto bélicas y diplomáticas
como militares y económicas, y los EEUU se hacen cada vez más regresivos y con
tendencia a encerrarse en sus fronteras; la política del presidente Trump, de
asegurarse la buena salud de su Norteamérica primero, pareciera estar
debilitando, más que fortaleciendo, las posibilidades de sobrevivencia de los
Estados Unidos en el nuevo milenio, como líder mundial de la democracia y la
libertad.
No me queda la menor duda del inmenso daño que le propinó
Barack Obama al lugar que le correspondía a USA como primera potencia mundial, porque
se rodeó de intelectuales derrotistas, que daban por sentada la fuerza
emergente de China en el mundo y, simplemente, se apartaron, permitiendo que ésta
avanzara sin oposición; se replegaron a un segundo y hasta un tercer lugar. Los
Estados Unidos ya no querían ser líderes en el mundo, su presencia en los lugares
remotos y exóticos no sólo les resultaba costoso, tampoco le veían sentido
político.
El papel que jugaba los EEUU como policía del mundo no
era del agrado de los nuevos políticos norteamericanos, pero era un rol que
garantizaba el libre pasaje en las principales rutas comerciales del mundo, era
el precio que había que pagar por tener factorías en países fuera de la Unión,
muchas de estas unidades productivas, emplazadas en sitios lejanos de Asia y
Eurasia, y cercanos a sitios potencialmente inestables y conflictivos; igual
sucedía con su interés de mantener accesibles materias primas y recursos
naturales, como era el caso de los países productores de petróleo.
Para salvaguardar ese equilibrio planetario era necesario
no sólo contar con un músculo tecnológico y financiero, sino también militar, y
el único que lo tenía era los EEUU, y fue de esta manera como se consolidó un
orden mundial diferente, luego de la Segunda Guerra Mundial, con una sola
potencia mundial y un comunismo internacional tratando de prevalecer.
Pero el modelo cansó a las nuevas generaciones de
norteamericanos, que veían injusto que tuviera que soportar sobre sus hombros
las mayores responsabilidades de seguridad y defensa, y un mundo se estaba
mostrando inquieto y respondón, por lo que estos gastos crecían al igual que
las responsabilidades… pero, de nuevo, era el costo del liderazgo mundial, o lo
aceptabas o lo dejabas, y se lo dejabas estaba el neocomunismo dispuesto a
asumirlo.
Estaba en la carrera Europa, que era el otro complemento
del predominio occidental, pero aún no estaba madura, no se había consolidado
su unión, sus economías no eran tan fuertes, estaban aquejadas de un socialismo
de mercado, y cebados con los aportes de USA, sobre todo en su seguridad y
defensa… una teta que era difícil de dejar.
Pero Rusia y China estaban experimentando crecimientos
importantes, quizás no económicos, pero sí políticos, militares, demográficos y
culturales.
Desde que se dio la revolución bolchevique, a principios
del siglo XX, el comunismo se configuró como un movimiento internacional de
gran fuerza; su tendencia natural era crecer, y lo hizo por la fuerza, de modo
que no era nada extraño que fuera esta ideología la propulsora, primero, de la
Sociedad de Naciones y, luego, de la Organización de las Naciones Unidas; se
veía allí reflejada con claridad su pretensión abarcadora y globalizante para
un Nuevo Orden Mundial.
Tampoco fue fácil para el comunismo implantar su
hegemonía entre estas ideas cosmopolitas, ya que el libre mercado y el
liberalismo necesitaban, igualmente, incursionar entre los países, para
conformar mercados globales y redes de producción, distribución y venta de sus
productos y servicios.
Desde la misma fundación de la ONU, en 1945, estas dos
ideologías, la de los “obreros del mundo uníos” para conformar un socialismo
mundial, y la de del capitalismo, buscando en las democracias los mercados y
clientes para sus productos, estuvieron enfrentadas por el predominio y control
de esta organización.
La carta fundacional le daba a la ONU el objetivo de prevenir
guerras en el futuro, de asegurar seguridad y paz en el mundo, fomentar la
amistad entre naciones y cooperar para su desarrollo; el asunto de los Derechos
Humanos se formalizó posteriormente, aunque el tema siempre estuvo gravitando
en la organización, recordemos que en 1949 la señora Rooselvet culminó una
agresiva política de promoción de la Declaración Universal de los Derechos del
Hombre, hasta que la ONU la adoptó como estándar de comportamiento para sus
miembros.
Fue a partir de 1966 cuando la ONU empezó a suscribir
importantes tratados internacionales, que obligaban a sus miembros a respetar
una serie de derechos políticos, sobre todo hacia minorías, la mujer, los
niños… hasta que, en 1993, se fundó la Comisión de los Derechos Humanos.
La importancia de las actividades de la ONU sobre los
derechos humanos empezaron a tomar importancia a medida que se hacía evidente
del número de personas afectadas por violaciones a estas disposiciones, que se
hacían no sólo endémicas sino sistemáticas, sobre todo en el tema de los
refugiados y desplazados por las guerras; no pasó mucho tiempo para que las
naciones miembros de la ONU se percataran de que, tanto el tema del desarrollo
económico como el de la asistencia humanitaria, iban de la mano de los derechos
humanos.
Durante todo este tiempo, la organización ha tenido sus
altas y bajas, sus momentos de triunfo y derrota, sus ineludibles errores y
grandes aciertos, sobre todo el trabajo que se hizo luego de la Guerra Fría
sobre los procesos de descolonización, que fueron importantes para la paz
mundial; en el ínterin, el seno de la ONU se convertiría en una arena de
conflictos ideológicos, principalmente entre el comunismo y el liberalismo, a
medida que la izquierda mundial se iba ajustando a sus grandes derrotas, entre
las cuales la caída del Muro de Berlín fue definitoria; de la misma manera se
iban ajustando sus parcelas de poder dentro de la organización.
La experta en la ONU, la investigadora Emily
Paddon Rhoads, en su artículo Poniendo
los Derechos Humanos al frente (2019), nos explica como la imparcialidad ha
sido un método de trabajo dentro de la organización que se ha respetado al
máximo, justamente para evitar acusaciones infundadas, hechos no probados,
señalamientos temerarios, entre sus miembros.
En nombre de la imparcialidad se han permitido situaciones
incomodas con su secuela de efectos negativos, las misiones de paz y
humanitarias son asuntos muy delicados que deben estar más que justificados y
aprobados por el más amplio consenso, son actividades que toman tiempo y un
gran esfuerzo técnico.
La izquierda se posicionó de las parcelas culturales, sociales,
ambientales y allí construyó unas instancias a su imagen y semejanza, de modo
que las estructuras, el personal y buena parte de la ideología que se manejan
en esos foros estban plenamente identificados con sus intereses colectivistas e
igualitarios, lo que dejaba un margen bastante estrecho para el ejercicio de la
democracia y la libertad.
Las opiniones y programas de estas instancias marcaban de
manera importante los intereses sino-soviéticos en el mundo, protegían sus
redes de influencia internacionales y se enmarcaban en unos giros
postmodernistas que ayudaban a adelantar las agendas de los radicales
izquierdistas, sobre todo de los revolucionarios y más extremistas, en el uso
de la violencia como medio para la “liberación del hombre”.
En el terreno de los derechos humanos, la lucha apenas
empieza; todos los países considerados potencias mundiales y que tienen el
privilegio del veto en la Asamblea General, sobre los demás miembros de la
organización, lo han utilizado en algún momento para proteger sus acciones y
lineamientos en momentos que han violentado esos derechos, que son los primeros
en sufrir desconocimiento cuando se aplica medidas de fuerza unilaterales.
Pero hay un cambio fundamental en la naturaleza del
totalitarismo mundial, que está marcando de manera importante el balance de la
lucha mundial entre la libertad y la esclavitud, y es el cambio en la dirección
que le está imprimiendo el gobierno Chino a su manera de gobernar esa gran
nación.
Justamente, gracias a los avances de la tecnología de las
comunicaciones y del manejo de la información se han podido crear grandes y muy
efectivos sistemas de vigilancia masivo sobre las poblaciones (control sobre el
contenido de las redes digitales, reconocimiento de rostros, minería de data, referencias
cruzadas de grandes bases de datos, registros automatizados, monitoreo de las
personas, etc.); el Partido Comunista China ha podido inaugurar una nueva forma
de totalitarismo que, en palabras del experto en China, Stein Ringen, en su
libro La Perfecta Dictadura (2016)
nos recuerda: “Impone a su población una
forma compulsiva de lo que es, sin duda alguna, una victoria silenciosa del
totalitarismo… no es fácil imaginarse que un país se esté desarrollando hacia
un sistema capitalista, según lo ven algunos, y continuar siendo leninista…”
Para el doctor David Bartel, otro experto en China, el
Partido Revolucionario Chino se ha convertido en el único régimen
económicamente exitoso en el mundo, que cumple con sus promesas de una
civilización estatista, con ánimos de poder mundial y con medios para lograrlo,
se trata de un estado totalitario que ha madurado lo suficiente para ser tomado
en serio.
El gobierno chino le permite a sus ciudadanos ciertas
libertades, y hasta un punto, controla todo lo que estos pueden ver, escuchar y
hasta pensar (ya que no lo pueden expresar), con lo que no hay posibilidad de
manifestación política alguna, excepto la que permite en partido en sus filas y
allí el control es mayor; llegados al límite permisible, tiene los elementos
para forzar cualquier prohibición, controla y conduce el comportamiento de sus
ciudadanos a cualquier nivel, desde los más pudientes, a los más pobres, desde
los más poderosos funcionarios hasta los miembros del partido, todo el mundo es
controlado aún en situaciones límites como la corrupción o en los actos de
rebeldía en contra del gobierno, la última palabra la tiene siempre el
gobierno, nunca el pueblo.
El programa Chino, conocido como La Iniciativa de la Correa de Caminos (the Belt Road Initiative) y que la licenciada Elizabeth Haley Speyer describió en su tesis,
con elegante rigor, para la Universidad de Pennsylvania (2019), es una nueva
versión de aquella famosa Ruta de la Seda y consiste fundamentalmente en hacer
grandes inversiones en países pobres, ubicados en sitios estratégicos, para
acceder no sólo a los principales mercados del mundo, sino a fuentes de
recursos naturales y rutas de comercio mundial, para llevar la influencia
China, comercial y militar, a donde no tenía como llegar.
El plan es de una simpleza magistral, hacer inversiones en
infraestructura moderna, en transporte y comunicaciones, complejos industriales
de alta tecnología, con empresas y para empresas chinas, que el país receptor
jamás podrá pagar, para ellos posesionarse de estos puntos (principalmente
puertos, redes ferroviarias, desarrollos energéticos) por medios de tratados y
convenios por cien y más años (como hicieron los Ingleses con ellos, en Hong
Kong).
Ustedes ven el mapa donde esto se está dando, y les aseguro que se
les paran los pelos de punta, los chinos van en serio a la conquista del
planeta, y Venezuela ha sido una de sus apuestas tempranas.
Lo que sucede es que los revolucionarios chavistas los estafaron,
se robaron todas esas inversiones… aunque queda el petróleo bajo la tierra, una
garantía nada despreciable para sus planes hegemónicos mundiales y en las
narices de su archienemigo, los EEUU.
A China les queda su influencia sobre los revolucionarios
chavistas, justamente en el momento en que el crecimiento de la economía China
se ha visto afectado por una crisis estructural, no quieren soltar un proyecto
que les ha costado tanto dinero y con un atractivo geoestratégico tan
importante.
En este sentido, no hay sino que conectar los puntos y hacer el
dibujo, ¿Qué tenemos? Por un lado la tiranía de Maduro, importando golosamente
la tecnología China de control de masas, para utilizar todas esas técnicas y
tecnologias totalitaristas para controlar la situación política del país (crear
su propia oposición y negociar con ella, mantener contentos a los
colaboracionistas, impedir que se levante una verdadera oposición…).
El triunfo pírrico de la tiranía chavista en la ONU, ganándose ese
puesto en la Comisión de Derechos Humanos, demuestra dos cosas: la influencia
de Rusia y China en la ONU y el desesperado esfuerzo por salvarle el pellejo a
Maduro, quien está en puertas de ser un reo de la Justicia Penal Internacional.
Y digo que se trata de un triunfo pírrico porque haber permitido
que Venezuela conforme ese Consejo es un tiro en el pie de la organización de
la ONU; el tema de los derechos humanos se convierte cada día en el Santo Grial
de las relaciones internacionales, y no se corresponde ni con la importancia ni
con la gravedad de la situación mundial que una parcela, tan estratégicamente
importante como los DDHH, sea entregada a una banda de torturadores, como la
que representa Maduro, por lo que creo que la alegría cubana y de los demás regímenes
que oprimen a sus pueblos, durará muy poco.
Las acusaciones de violaciones de derechos humanos en contra de
Venezuela, parecieran no estar probadas suficientemente como para evitar que la
tiranía de Maduro se postulara y ganara el asiento en el Consejo, lo que no
significa que las investigaciones se vayan a detener, aunque estamos seguros
que desde su nueva investidura, los chavistas van hacer lo imposible por
impedirlas.
La situación política en Venezuela es tal que ninguno de nuestros
genuinos representantes democráticos y de la verdadera oposición venezolana se
encuentra en el campo de juego; todos están por fuera, luchando como pueden,
porque los colaboracionistas tienen acaparadas todas las posiciones de gobierno
efectivas y legítimas… y para los colaboracionistas sólo hay coimas, sobornos,
regalos, comisiones y simples robos, mientras los rusos, chinos y cubanos hacen
fiesta con el país y nuestra situación se perpetúa.
No sé lo que está esperando los EEUU para una intervención
humanitaria urgente con sus aliados en nuestro país; hay algo que debo estar
obviando en esta complicada situación, hay un factor, una pieza del rompecabezas
que no estoy considerando… de lo que sí estoy seguro es de que la intervención
viene, no porque nos vayan a hacer un favor, ni por nuestra cara bonita, la
intervención viene porque es vital para los intereses norteamericanos, porque cada
día que pasa el problema venezolano se convierte en un hierro al rojo vivo,
difícil y cada vez más peligroso de sostener.
- saulgodoy@gmail.com
En mi libro sin publicar y titulado "Fraude electoral paradigma del poder" y el próximo libro por publicar sobre gobernabilidad científica a la que le dí el nombre EPISTEMOCRACIA; y nombre de mi autoría desde antes del 1980. Con esto, espero ser un miembro más de vuestro excelente Blog.
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