jueves, 26 de diciembre de 2019

Conspiraciones en el mundo del arte



Ya que es fin de año, vamos a entretenernos con uno de mis autores favoritos en mi extensa galería de teóricos de la Conspiración, esta vez se trata del misterioso Miles Willian Mathis que de acuerdo al sitio en Intenet, RationalWiki, un sitio dedicado a desenmascarar “habladores de pistoladas” del mundo entero, se trataría de un surfista californiano venido en filósofo, científico, matemático y cazador de conspiradores en las profundidades del mundo de los espías y las operaciones psicológicas.
Pero en realidad es un tejano nacido en 1964 con habilidades y dotes muy particulares, principalmente en el dibujo y la pintura, en el ballet (fue bailarín clásico profesional en una compañía en Austin), en matemáticas y física, materias sobre las que ha publicado una serie de controversiales trabajos, y en lo que particularmente me interesa más de su extensa producción, como crítico e historiador del arte (y para rematar es un excelente caricaturista).
Aunque es una figura conocida en estas áreas, su fama le viene como teórico de la conspiración especializado en descubrir eventos falsos preparados para distraer la atención de la opinión pública, su página web es muy popular debido, entre otras cosas por su extenso y variado contenido que van desde su tesis de que el número π no es 3,1416… (y dele), sino 4, por lo que todos los cálculos que se han hecho sobre el anterior valor de pi están equivocados.
Se declaró descubridor y ha desarrollado su propia teoría de un Campo Unificado (una Teoría del Todo) en física, y ha logrado producir una ecuación que la explica de manera impecable, igualmente sostiene que las hipótesis de los derivados matemáticos cuyas funciones se han utilizado en calculo, están todas equivocadas.
Pero además es un extraordinario creyente, recopilador e investigador en diversas teorías conspirativas, entre ellas: que Shakespeare nunca existió y su obra pertenece a un colectivo de autores asignados a un personaje ficticio, que el asesinato del Presidente Lincoln fue puro teatro, que la CIA está en control de la divulgación de todos la mayor parte de los supuestos adelantos en la física, que Stephen Hawking murió mucho antes de la fecha de su deceso oficial y fue suplantado por un doble, que John Lennon está vivo y viviendo en Canadá, que el certificado de nacimiento que presentó Obama como prueba de su nacionalidad norteamericana es una falsificación, que Donald Trump y Elon Musk son en realidad judíos, y una larga lista de sospechosos, de gente famosa que son agentes encubiertos de los servicios de inteligencia.
Dicen algunos que en realidad Miles es un colectivo, que es la única manera de explicar el impresionante volumen y variado material que tiene rodando por el mundo, que se trata de una empresa de desinformación del este de Europa, que trabaja para Langley… nadie sabe quién es en realidad Miles Mathis, pero en internet está vivito y coleando, respondiendo a los innumerables ataques y críticas que reciben sus escritos.
Pero lo que más me gusta de Miles son sus teorías conspirativas sobre arte y literatura, unas verdaderas piezas de argumentación históricas que lo dejan a uno dudando sobre la posibilidad de que las cosas hayan sucedido tal y como él las comenta, por lo menos,  se trata de alguien muy leído y que ha investigado a fondo algunos temas, como sería el caso del arte moderno.
Con el largo título de: Me gustaría consignar un expediente sobre un reporte de transacciones sospechosas durante todo el siglo XX (2013), Miles nos adentra en una historia alternativa del arte en el siglo pasado, donde nos dibuja una estratagema global financiera, de trafico de obras de arte, operaciones encubiertas de servicios de inteligencia y construcción de mitos que verdaderamente asombran si fueran verdad (recuerden que soy de los que creen que en toda teoría conspirativa hay algo de verdad).
Vamos a empezar por el final, ya que el ejemplo que ilustra el artículo, tiene una fuerza tremenda para la comprensión de lo que quiere decirnos.
Para el año 2011 la pintura más costosa del mundo recayó sobre Los Jugadores de Carta de Paul Cezanne, que se vendió por un precio estimado entre 250 y 300 millones de dólares (una de las cosas insólitas en estas operaciones, es que el público nunca sabe el valor final de la transacción), los compradores fueron los Al Thanis, la familia real de Qatar, y el vendedor fue el empresario naviero griego George Embiricos, dueño de una enorme flota de barcos petroleros, a partir de esta operación de compra-venta Miles empieza a tejer una red de conjeturas.
Empieza por decirnos que el gobierno de los EEUU estuvo involucrado en esta negociación ya que en realidad la estaba usando para ocultar un pago que le hacía el gobierno norteamericano del momento, a los mandatarios de Qatar, por sus servicios en la guerra contra Libia con la intención de derrocar el régimen de Gaddafi.
Explica Miles, que los EEUU no quería se supiera que uno de sus aliados estaba peleando una guerra por ellos, el pago debía hacerse por vía privada, y la venta de una obra de arte es una de las formas usuales de pago por servicios ejecutados, según Miles es una forma altamente sofisticada de lavado de dinero que va como sigue: La empresa naviera de Embiricos estaba en competencia con la empresa estatal libia por el petróleo que este país producía, pero se trataba de un monopolio al que no le permitían acceso, y Grecia estaba muy cerca de Libia de modo que las operaciones podrían ser bastantes cómodas para el magante griego.
De modo que lo que en realidad estaba obteniendo Embiricos por vender el Cezanne a Qatar, era el derecho de acceder a ese petróleo, según la hipótesis de Miles, la operación fue una tapadera, un show, para ocultar una operación encubierta de transferencia de dinero entre unos protagonistas de aquella guerra, se pregunta Miles: ¿Fue una coincidencia que la pintura más costosa de ese año intercambiara de dueños con el fondo la guerra con Libia, y entre dos aliados partícipes en la misma?
Pero el negocio es mucho más complejo de lo que uno pudiera presumir ya que lo que menos importaba era el cuadro, que efectivamente fue enviado a Qatar; para la familia real era mucho más práctico y sencillo que recibieran el dinero sin necesidad de traficar con la pintura, pero lo que realmente estaba en juego era una operación financiera secreta entre bancos, el cuadro era apenas la ficha de la operación.
Los bancos involucrados no transfieren oro o dinero, ellos simplemente abren créditos o cancelan deudas, todo es automatizado, sólo ceros y unos, pasando de una computadora a otra, Qatar recibió ambos, el cuadro y el crédito bancario, la pintura servía sólo de acompañante a esa transacción digital, pero como es un señuelo, le puede servir para aumentar el valor de su patrimonio, y para “engordar” el valor del cuadro (la ficha), ya que la próxima vez que salga al mercado se cotizará por una cifra superior a lo que pagaron.
Miles nos plantea la hipotética situación de que alguno de nosotros, simples mortales, robáramos el cuadro para intentar venderlo en el mercado negro, no recibiríamos ni un millón de dólares por el cuadro, no porque estuviere siendo buscado y fuera mercancía “caliente” muy difícil de colocar, sino porque quienes trafican con fichas tan altas son gobiernos o empresas multinacionales, que tienen que cubrir transacciones muy privadas y utilizan el cuadro para hacerlas, y pactan el precio entre ellas.
La obra de arte es perfecta porque tapa el verdadero negocio, los entes reguladores, agencias de espionaje, investigadores y demás interesados, no están viendo la verdadera transacción y todo es público y legal.
Miles tiene abundante material sobre como el arte moderno es utilizado, manipulado y controlado por agencias de inteligencia e instituciones bancarias mundiales para sus propios fines, y como se fabrican ingentes fortunas en el proceso, en uno de sus artículos más interesantes, The Stolen Century, nos cuenta como la famosa exhibición del Armory Show  en 1913 en New York, fue la gran oportunidad para el público norteamericano de apreciar por primera vez el nuevo arte europeo que estaba rompiendo con las viejas tradiciones de la academia, y explorando formas y conceptos totalmente experimentales.
Pero para Miles, el grueso de las obras creadas por el modernismo europeo eran pura basura, pinturas y objetos sin ningún valor estético, propuestas sin sentido, trabajos que parecían más bien una burla a la inteligencia y el buen gusto, pero tenían detrás de ellos el apoyo financiero y la promosión de gobiernos. Empresas y bancos dispuestos a convertirlos en preciados objetos de valor.
Los datos y la narrativa concuerdan con otros autores que han investigado el tema, allí estaban involucrados los servicios británicos de inteligencia, los norteamericanos (el Armory Show se hizo en una instalación militar), los grandes bancos, empresas petroleras y del hierro, familias poderosas como los Rockefeller, se dieron movimientos de una precisión impresionantes como el de que el Congreso eliminara las tarifas que pechaban el arte europeo hasta el momento, que se fundara el MOMA, que se involucraran los mejores críticos de arte y la academia de los EEUU para elevar el arte moderno como símbolo de la libertad y el progreso del nuevo siglo.
Las familias más ricas y los bancos simplemente compraron barato y vendieron caro en uno de los movimientos de inversión en el arte más impresionantes de la historia, y de éste espectacular negocio nació la posibilidad de crear nuevas maneras de lavar dinero con el arte, y eso sucedió con la música, con la literatura y con todas las demás manifestaciones artísticas del siglo XX.
El arte moderno, según Miles fue una fabricación artificial, una manipulación global de la cultura occidental de la postguerra para crear las condiciones y los elementos necesarios para la globalización, que estaría controlada por unas pocas familias y organizaciones, y con elementos psicológicos y de manipulación de masas que les daría la oportunidad de poner en práctica las técnicas y procedimientos que hoy distinguen un mundo totalmente controlado y artificial, a la usanza de Matrix.
De nuevo les dejo una palabra de advertencia, las teorías conspirativas son adictivas, tienen la peligrosa facultad de sustituir la realidad con argumentos y giros de los acontecimientos, alimentan la paranoia, la fantasía y el miedo, y pueden confundir y extraviar incluso a expertos en el tema, sobre todo en estos tiempos postmodernistas, para mí son un divertimento, me proporcionan un panorama mucho más amplio de la historia pero indudablemente, si usted se va a sumergir en estos temas, hágalo a consciencia, pues puede terminar preso de la locura si se deja llevar por estas historias, dicho esto, si se sienten atraídos por estas visiones, internet es una mina inagotable de teorías de la conspiración, creadas y ciertas.   -   saulgodoy@gmail.com







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