sábado, 7 de diciembre de 2019

La vieja política


Los cambios en política no son fáciles, hay una inercia que ancla en el presente las viejas prácticas y pareciera inmovilizarlas; se trata de imponer una cierta resistencia, que se entiende, pero no deberíamos aceptar; lo que ha demostrado reiteradamente ser inoperante y perjudicial para el país debemos erradicarlo, mientras más pronto mejor, es de tontos insistir en lo que no sirve.
Todos estamos enterados de que hay unas prácticas indeseables en la manera como se hace política en nuestro país, y lo son porque no son democráticas, aunque se publiciten como tales, no son responsables con el interés común y terminan perjudicando a los ciudadanos, robándoles iniciativa, posibilidades reales de cambio, pero sobre todo, disminuyendo nuestra libertad, que es lo más grave.
Recordemos que en Venezuela, en este momento, contamos con dos gobiernos: el revolucionario, en posesión de la mayor parte de las instituciones claves y operativas del país, y el de transición, que es un gobierno sólo circunscrito a la Asamblea Nacional, pero con el reconocimiento internacional más importante. El gobierno revolucionario cuenta con la fuerza de las armas y controla el presupuesto de la nación y la producción minera (petrolera), su fortaleza es inminentemente interna, pero no cuenta con el apoyo mayoritario del país.
El gobierno de transición tiene su cancha en el plano de las relaciones internacionales y es soportado por las naciones de mayor poder fáctico en el mundo, controla las cuentas en el extranjero, pero aún no cuenta con el apoyo íntegro de los órganos multilaterales debido a la injerencia del comunismo internacional en las mismas, pero es desde el exterior desde donde se trata de controlar al régimen de Nicolás Maduro por medio de sanciones y con ayuda humanitaria tanto para la enorme migración de refugiados producto de la imposición de controles biopolíticos, como para los venezolanos que se han quedado en medio de grandes carencias e injusticias.
De esta manera, el país ha sido dividido artificialmente en dos partes, producto de la imposición de una ideología que no es nuestra, sino un constructo marxista-castrista, que tiene que ver con el odio de clases, con esa filosofía infeliz de la liberación de supuestas cadenas colonialistas imperiales, sólo para imponernos el colonialismo chino-cubano-ruso, que es mucho más peligroso que el supuesto imperialismo capitalista.
Así nos encontramos con un país escindido entre los revolucionarios, el proletario, los pobres, los desposeídos y, principalmente, los militares, por un lado, con las armas y el ánimo de hacer “justicia social”, acompañados por una iglesia timorata y socialista y unos colaboracionistas-oportunistas, una fauna que incluye “bolichicos”, comunicadores sociales e intelectuales tarifados y empresarios socialistas acostumbrados al monopolio y al favor estatal… y, por el otro, nosotros, los opositores y demócratas, la gran mayoría de la Venezuela decente y trabajadora.
Y es que nuestro sistema político pareciera haber sido diseñado para oprimirnos y hacernos herramientas de unos agentes políticos todopoderosos, con agendas personales o partidistas que nada tienen que ver con los intereses del país; esta impresión se ha visto confirmada en la realidad cuando descubrimos por accidentes, errores inocultables, investigaciones periodísticas, escándalos de corrupción, desaguisados internos por las luchas por el poder, que una parte de los partidos políticos actúan con dirección propia, y hacia metas que no toman en cuenta a los venezolanos, a pesar de su discurso patriotero y social.
Y en este punto debo llamar la atención de mis lectores en el discurso, en el uso del lenguaje, en la retórica socialista que ha contagiado, con su dialéctica absurda, el pensamiento político nacional, al punto que conceptos básicos como democracia, constitución, soberanía, igualdad, libertad, entre otros, han sido relativizados y disueltos en el ácido corrosivo del postmodernismo.
Ese contraste entre acción e intención es ambiguo y desgastante, y llama a la anarquía entre todos los actores involucrados, trátese de agencias o gobiernos foráneos, instituciones, funcionarios, sectores sociales interesados, electorado, público en general… hay en definitiva una opacidad de anuncios y resultados, que terminan perjudicando la expectativa de los ciudadanos, fomentando desconfianza hacia la clase política e inoculando con desesperanza las expectativas de los actores demócratas que tratan de ayudarnos.
El grueso de la actividad política en nuestro país se agota en campañas mediáticas, en supuestos resultados, imposibles de constatar, excepto por una serie de estadísticas y anuncios de expertos, que se pierden en abigarradas presentaciones y explicaciones que no reflejan el sufrimiento y el costo en vidas humanas que los venezolanos hemos pagado por defender nuestra libertad.
Y es que la vieja política, en su absurda concepción de tolerancia e inclusión, ha aceptado que se nos endosen una serie de ideas, personajes, organizaciones, países, creencias, que nada tienen que ver con la democracia y la libertad; todo lo contrario, haciendo uso de una vocación para el “autosuicidio”, le abrieron las puertas a las tendencias más radicales del fundamentalismo, incluso entregándoles nuestras universidades a tales ideologías, sin contraponerles el conocimiento republicano y libertario que hubiera minimizado estas fatales influencias, que enfermaron a varias generaciones de jóvenes venezolanos y le hicieron la cama al comunismo que hoy nos acogota.
La vieja política se está apagando, por desgaste, como si se tratara de una vela consumida hasta su cabo; pero quedan los chispazos, queda la mentalidad terriblemente equivocada y confundida entre sectores de nuestra sociedad reacias al cambio, lamentablemente, incluye muchos jóvenes, que no han conocido otro mundo que los oscuros laberintos del socialismo autoritario y la doble moral.
Hay una argumentación que considero terrible para este momento, en que caen las máscaras de nuestros supuestos líderes y descubrimos a los corruptos y falsos demócratas, debido a que la Asamblea Nacional ha sido reconocida por la comunidad internacional como la representante legítima y constitucional del pueblo de Venezuela, se pretende proteger a los funcionarios corruptos, como si ellos personificaran la institución, fomentando la idea de que los procesos y ayudas de nuestros aliados con la AN, se fueran a detener si ellos salen del panorama. Así se reitera el famoso meme de no cambiar de montura a la mitad del río, justifican la permanencia de los corruptos en sus cargos para no perjudicar el funcionamiento del aparato, en aquella deleznable costumbre de la vieja política, de confundir a la persona con el cargo. 
La remoción de los funcionarios sospechosos de corrupción, y el actual presidente del parlamento es un funcionario público, se debe hacer de inmediato, sin prolegómenos, sin excusas, eso es lo único que nos dará fortaleza y el mensaje que queremos transmitir al mundo es que somos gente seria y responsable, sabemos de la gravedad de nuestra situación y haremos lo humanamente posible por remediarlo, incluyendo rechazar al chavismo en su intento por retomar el control de la AN, lo que ha sido una de las debilidades de la vieja política, abrirles de nuevo las puertas del parlamento a sus enemigos declarados.  -   saulgodoy@gmail.com

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