lunes, 10 de agosto de 2020

De la decadencia y fin de los imperios

 

Sigo creyendo que el siglo IV después de Cristo fue fundamental para la historia de occidente; en ese tiempo situé el desarrollo de mi novela histórica Con el Fuego, la Noche (2019) y que está publicada en Amazon, donde pueden adquirirla. Fue ésa una de esas épocas “bisagras”, que cierran y abren nuevos períodos históricos, y donde, en mi opinión, tuvo lugar el fin del Imperio Romano y el comienzo de la Edad Media.

Pero para el profesor de historia italiano Arnaldo Momigliano, uno de los expertos en la decadencia y fin del Imperio Romano, en su interesante libro El Conflicto entre el Paganismo y el Cristianismo en el siglo IV (1963), ese siglo fue apenas un ingrediente entre una infinidad de eventos, personajes y momentos que marcaron un cambio histórico y de era; es muy difícil determinar cuándo fue ese fin, tan importante para toda Europa y fundamental para nuestra cultura. Dice Momigliano en su libro:

 

Cuando se les pregunta en qué momento desapareció el Imperio Romano se obtiene una desconcertante variedad de respuestas. Tanto más porque existe la tendencia a identificar los comienzos de la Edad Media con el final del Imperio Romano: tendencia que habría causado no poca sorpresa a los hombres del medievo, quienes creían firmemente en la continuidad del Imperio Romano. Se trata, naturalmente, de los historiadores que ven los primeros albores del medievo y el inicio del ocaso del Imperio Romano en el momento de la conversión de Constantino (312) o en el de la inauguración de Constantinopla (330). Por otra parte, existen historiadores que querrían posponer el fin del Imperio Romano a 1806, y más concretamente al 6 de agosto de 1806, cuando Napoleón obligó al emperador austríaco Francisco II a suscribir el fin del Sacro Imperio Romano.

 

Pero no contento con esto, sigue mencionando las propuestas de otros historiadores y escuelas: en el 476, cuando Rómulo Augusto perdió el trono; en el 565, con la muerte de Justiniano; o en el 800, con la coronación de Carlomagno; en 1453, con la caída de Constantinopla… pero si hablamos del proceso de decadencia, eso es otra cosa; el historiador británico Arnold Toynbee sostiene, con una muy bien argumentada tesis, que la decadencia de Roma se inició cuatro siglos antes de que el imperio naciera, con la Guerra del Peloponeso, lo que en realidad es una vieja tesis marxista; pero, para complicar las cosas, la idea de la decadencia de Roma tiene mucho más tiempo dando vueltas, retomamos a Momiglianio:

 

El profesor Mircea Eliade ha observado con razón que los romanos «estaban continuamente obsesionados con el fin de Roma». El problema de la decadencia de Roma ya había sido formulado por Polibio en el siglo II a.C. La idea de que Roma se estaba haciendo vieja está claramente expresada en Floro, un historiador del siglo II d.C. Tras el saqueo de Roma por Alarico en el 410, la decadencia de Roma se convirtió en objeto de la más famosa de todas las meditaciones filosóficas sobre la historia, la Civitas Dei de san Agustín.

 

Por eso, el profesor Momigliano no le da una gran importancia a la fecha, a la que considera apenas un símbolo que trata de arrojar luz sobre la continuidad histórica de una cultura o una forma de gobierno, ya que, si realmente hay una ruptura, ésta debería ser fácil de encontrar; el problema surge con las causas multifactoriales que van irrigando la época desde distintas fuentes y en diversos momentos.

Y esta reflexión me sirve para entrar en el tema que quiero tratar hoy. Los venezolanos estamos acostumbrados a que nuestros historiadores y políticos nos hablen de un período democrático, en específico, de 40 años de democracia efectiva y funcional, a partir de 1958, cuando cae la dictadura de Pérez Jiménez, hasta las elecciones de 1999, en las que gana la presidencia el Teniente Coronel Hugo Chávez Frías, iniciando la tiranía de la revolución socialista bolivariana.

¿En que momento perdimos la democracia? ¿Hubo un proceso de decadencia o se trató de una ruptura? Por supuesto, guardando las distancias con la decadencia y el fin del Imperio Romano, que duró siglos, nuestra democracia puede ser estudiada con criterios parecidos; de nuestro primer período democrático no es fácil de explicar y determinar, durante esas cuatro décadas, en qué momento empezó el declive de la democracia, aunque observamos en ese período golpes y alzamientos militares, abundantes protestas y saqueos de la población civil, reformas importantes de nuestras leyes y crisis económicas y financieras, que pudieran haber jugado un papel importante.

¿Fue producto de los procesos judiciales en contra del presidente Carlos Andrés Pérez? ¿Fue con el indulto del presidente Caldera al golpista Hugo Chávez? Hay quienes opinan que fue mucho antes, con la política de pacificación de la guerrilla y el ingreso de los radicales comunistas a la política; aunque no dejo de escuchar que la mecha se prendió con el viernes negro del presidente Luis Herrera Campins, cuando nuestra moneda empezó a perder valor y nunca se recuperó, o a los escándalos durante la presidencia de Lusinchi; algunos le atribuyen el puntillazo fatal a la nacionalización petrolera y otros a la aprobación de la nueva Constitución de 1999, la roja, rojita…

 

Un gran y exitoso experimento social.

 

Pero algunos analistas piensan que esos 40 años de democracia forman parte de un continuum mucho mayor, que hay un proceso de gobiernos socialistas, que empezó con aquel primer gobierno de Betancourt y que no ha parado; la diferencia está en el cambio de los socialistas moderados a los radicales, con lo que llevamos 61 años de gobiernos socialistas sin interrupción, ¿Es eso normal? ¿Es conveniente para una democracia persistir en una misma ideología por tanto tiempo?

Se escuchan opiniones de quienes niegan que realmente hubo democracia en nuestro país, por aquello de libertades suspendidas, intervención del estado en todas las áreas de actividad del país, injerencia militares en asuntos civiles, y un control absoluto de la política electoral por parte de los partidos miembros del Pacto de Punto Fijo,  y ahora por una Mesa de la Unidad, lo que ha dado como resultado una forma de democracia “débil” (en el sentido postmoderno), que lentamente se fue volviendo más autoritaria, que fue moldeando al país, diseñando y ejecutando los procesos educativos hasta lograr al venezolano que tenemos hoy, una ficha al servicio del socialismo internacional… las explicaciones pican y se extienden.

Cuando escribí mi novela, me atuve a la tesis de Gibbon de que el fin del Imperio Romano fue producto del auge del cristianismo, porque tuvieron lugar una serie de jugadas políticas que lo convirtieron en un poder paralelo al del emperador, al principio, pero que luego se tragó al Imperio completo.

Estas desintegraciones y mutaciones de los imperios y de las sociedades, cualquiera que sea el caso, tienen sus puntos comunes; vuelvo a citar in extenso al profesor Momiglianio, para ilustrar esas áreas que se tocan en estos procesos de decadencia:

 

En el siglo III el Imperio Romano se había enfrentado a la desintegración. Sobrevivió gracias a los enérgicos esfuerzos de reconstrucción, que están asociados a los nombres de Claudio el Gótico, Diocleciano y Constantino. El resultado fue una organización fundada sobre la coacción. Por razones que aún no han sido explicadas por completo, la economía monetaria colapsó en el siglo III: hubo momentos en los que pareció que el trueque y los impuestos en especie estaban destinados a sustituir las transacciones monetarias en el Imperio. Esta crisis fue superada. Constantino introdujo monedas de oro, los solidi, que se mantuvieron como medida válida durante cerca de 800 años y sirvieron como base fundamental para el sistema fiscal y las transacciones privadas. Pero, para el uso diario, había una moneda depreciada y Ias fluctuaciones en las tasas de cambio entre la moneda de oro y la moneda depreciada eran una fuente de incertidumbres y una excusa para las extorsiones. La clase medía emergió de la crisis desmoralizada y empobrecida. Los funcionarios y los soldados recibían menos dinero en el siglo IV que en el III y empezaron a contar con gratificaciones y sobornos como complemento a sus salarios. Cualquiera que sea la explicación, la mano de obra comenzó a escasear, mientras las actividades comunes se hacían más onerosas debido al exceso de impuestos y al descontento de la vida en general. Las invasiones bárbaras y las guerras civiles habían destruido una gran cantidad de riqueza. La gente tendía a abandonar sus trabajos y la respuesta del gobierno fue vincular a los campesinos a la tierra haciendo obligatorias y hereditarias ciertas actividades y transformando los consejos comunales en corporaciones hereditarias y obligatorias responsables de la recaudación de los impuestos. El ejército necesitaba hombres: parece que eran necesarios unos 500.000 hombres, y el número de voluntarios no era suficiente para cubrir esta cifra. El reclutamiento no era cosa fácil. Los propietarios de tierras tenían que contribuir con reclutas sacados de entre sus siervos o, al menos, debían avenirse a pagar un cierto dinero. El hijo de un soldado estaba obligado, al menos en determinadas circunstancias, a seguir la profesión de su padre. Pero los mejores soldados eran reclutados entre los bárbaros, principalmente germanos y sármatas, quienes estaban asentados dentro del Imperio ya individualmente, ya en comunidades. El ejército, por tanto, estaba organizado de forma antieconómica, y era aún más antieconómico por la división entre ejército fronterizo y ejército del interior. Las fronteras estaban vigiladas por soldados que estaban peor pagados y eran menos respetados que sus colegas de la fuerza móvil central. Para poder pagar a un ejército así se necesitaba un Imperio próspero, y había razones para creer que la inseguridad y la inflación obstaculizaban el tráfico. No tenemos suficiente evidencia del volumen del comercio circulante en el Imperio Romano en un período concreto. Por tanto, no estamos en condiciones de demostrar con cifras que en el siglo IV había menos comercio que, por ejemplo, en el siglo II. Sin embargo, sí podemos inferir de la decadencia de la bourgeoisie en el siglo IV y de la importancia de los grandes propietarios, que eran sólo unos pocos los comerciantes prósperos. Uno tiene la impresión de que el comercio de larga distancia crecía en manos de las pequeñas minorías de sirios y judíos.

 

Leer a Momigliano es estar viendo una radiografía de la decadencia de la democracia venezolana o de su socialismo continuado; impresionan algunos detalles que inciden en este deslave institucional, aunque los romanos de la época tenían una ventaja sobre nosotros los venezolanos, ellos tenían al cristianismo en formación, que llenaba los espacios que el estado romano dejaba al descubierto; la Iglesia y sus autoridades iban arraigando en el inmenso territorio de Europa y Asia y ejercían el poder, muchas veces con mayor eficacia, lo cual creó esa impresión de continuidad, al punto que resulta difícil señalar cuando finaliza el Imperio Romano.

En nuestro país estamos en plena decadencia de eso que algunos llaman democracia, y no dejo de pensar que en esos intentos de la llamada oposición democrática por negociar una cohabitación con la tiranía no son otra cosa que una mutación de ese socialismo que consume el espíritu del venezolano. Para mí, como para otros analistas, es incomprensible cómo una mayoría de los venezolanos ha sucumbido a los cantos de sirena del socialismo, a pesar de la sangre, el dolor y el sufrimiento que nos ha costado… cómo insisten en marchar como esclavos detrás de las banderas del progresismo.

Con todo lo doloroso que resulta ver a mis compatriotas lamerle la mano al verdugo chavista y pedirle, con dulce y trémula voz, que los emascule de una buena vez, es también interesante observarlos y escuchar sus argumentos llenos de cristianismo, moralidad y pacifismo, arrojándonos a los verdaderos opositores excrementos y maldiciones por no ceder en nuestra indiscutible libertad de pensar y disentir.   -   saulgodoy@gmail.com

 

 

 

                                                                                                                        

 

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario