jueves, 19 de agosto de 2021

El juego de los abalorios de Hesse

 


 


La causa de la ruina del Estado de los Chu fue el haber inventado la música mágica. Asaz resonante es esta música, sí, mas se ha distanciado de la real esencia de la música. Y como que dista de la verdadera sustancia musical, no es serena. Si la música no es serena, el pueblo murmura y la vida adolece. Débese todo ello a que se ignora la esencia de la música y sólo se han logrado rumorosos efectos sonoros. Por eso, en tiempos bien ordenados, la música es tranquila y amena y la gobernación equilibrada. La música de una era inquieta es agitada y rabiosa, y su gobierno está trastocado. La música de un Estado decadente es sensiblera y triste, y su gobierno peligra.

A modo de introducción, Hermann Hesse.

 

Les informo, hace poco y cansado de escuchar la música producida en serie, monótona y pueril, decidí explorar la música étnica primitiva, y me fui lo más atrás que pude, conseguí unos registros antropológicos de una música aborigen australiana y unas piezas chinas que se presumen del período de la Dinastía Chu (1122 aC.- 256 aC.) que menciona Hesse en su intro.

Mi experiencia con la música aborigen australiana fue de terror, el sonido del didjeridu, un tubo largo de madera que amplifica los sonidos de la garganta del músico, produciendo un sonido áspero y profundo, el croar de una pieza de madera que gira sobre una cuerda imitando el efecto de una enorme rana de pantano, y la hoja de un árbol que se ponen entre los labios para soplar y producir un extraño silbido entrecortado y enervante, acompañado esto por unas letanías repetitivas de voces monocordes, me pusieron la tensión arterial en el techo de mi casa, no pude soportarlo ni diez minutos, esa música estaba hecha para excitar mi cerebro reptiliano o de Brocca que debo tenerlo un tanto afectado.

Con la música china me fue mejor, fueron unas cortas piezas de flautas hechas de hueso y de arcilla, algunas con flautas de bambú y un instrumento de cuerda que se pulsaba con una uña, música de la corte del Emperador Amarillo que hizo lo posible por que los instrumentos imitaran el sonido de pájaros, algunas más complicadas fueron compuestas para ser danzadas ya en patrones formales y con voces atipladas, me imagino que de los eunucos.

Eran, quizás, muestras de la música[UdW1]  más antigua del planeta interpretadas para un público muy básico, con un cerebro definitivamente diferente a los de hoy, pero lo que quiero destacar, es que en ambas experiencias sentí en mi interior algo que me inquietó lo suficiente para que pudiera observarlo, esa música complacía a mis entrañas, sentí a mis tripas saltar de alegría, mis sistemas límbicos y parasimpáticos se arrobaron extasiados.

Que la música afecta profundamente al ser humano es casi un lugar común, que algunas melodías nos despiertan sentimientos encontrados, que unas nos provocan llorar o bailar y otras nos prepara para la acción y actos heroicos, que hay música que nos dan miedo… eso lo sabía, de todos los antiguos, Platón mejor que nadie, y que fue Pitágoras quien estudió aquellos sonidos, creando unas notaciones matemáticas para poder reproducirlos, pero fue Platón quien reparó en el hecho notorio que la música podía volver locas a las personas, hacerlos comportarse extrañamente e incluso, hacerlos huir al escuchar el sonido de ciertas trompetas… un conocimiento que algunos militares conocían y utilizaban en sus campañas.

Pues Hermann Hesse quien era uno de los melómanos más aplicados de su tiempo conocía de primera mano el efecto profundo de la música en los pueblos y la psique humana, y dentro de la construcción de su novela más importante El Juego de los abalorios (1943), se esmeró porque la música y las matemáticas tuvieran un especial protagonismo.

Conocedor profundo de la música antigua, de los madrigales, del arte de la fuga, de la música coral en sus diferentes tipos, de la ejecución de piezas para órgano de iglesias, admirador de los trabajos de Wagner y Mahler, quería rendirle tributo con su arte literario a ese otro arte, el musical, y creo que en buena medida, lo logró.

Pero la música fue solo una parte de ese inmenso trabajo de relojería que haría con esta novela, que cuando la Academia Sueca le otorgó el Premio Nobel de Literatura para el año de 1946, justo después de la Segunda Guerra Mundial, dijo que ocupaba un lugar especial en su obra, para ese justo momento la novela era casi una desconocida, solo se había publicado en alemán, tuvo que esperar hasta 1949 para ver la primera traducción al inglés y ya se había convertido en un clásico de la literatura utópica, una especie de novela futurista en un país regido por sus intelectuales, o más bien, por sus guías espirituales, el asunto es que se había convertido en una novela sobre el tema de la educación y de ese ideal platónico de una sociedad regida por sus filósofos.

La novela le tomó a Hesse once años escribirla, su novela más larga y para muchos críticos su obra maestra, aún por encima del Lobo Estepario, Demian, Siddartha, Narciso y Goldmundo, Bajo la rueda y otras magistrales narraciones.

Escrita durante uno de los períodos de su vida más intensos y peligrosos, pero porque tenía la ciudadanía suiza no era un objetivo fácil, aunque como bien nos dice recordando esos años:  

 

Pasé la guerra en Berna, en un tremendo ambiente de política, espionaje, corrupción y agiotaje- incluso entonces difícil de encontrar- rodeado de diplomacia enemiga, neutral o alemana. De la noche a la mañana la ciudad fue invadida por diplomáticos, agentes políticos, espías, corresponsales, traficantes y logreros, Viví en el mundo diplomático y militar. Traté a mucha gente, a veces de naciones enemigas; el aire que respiraba era como una tupida red de espionaje y contraespionaje, de observación, de intriga, de maniobras políticas y personales. ¡Y yo no advertí nada de esto en aquellos años! Fui observado y espiado, fui a menudo sospechoso a mis enemigos, a veces a los neutrales o a mis compatriotas. ¡Y todo se me escapó! Sólo mucho más tarde caí en la cuenta. No comprendí entonces como en tal atmósfera había podido vivir tranquilo y sin ser molestado. Sin embargo, así fue.

 

Pues en aquellos años y en aquel ambiente escribió El Juego de abalorios en una especie de visón contraria al Reich que los nazi levantaban en Alemania sentando las bases de un proyecto totalitario, militarista y violento, Hesse creó en Castalia, una provincia imaginaria en algún lugar del centro de Europa, una comunidad regida por unos austeros intelectuales que manejaban la escuela de Waldzell, lugar donde la Orden, impartía el entrenamiento y la educación a sus pupilos con diversos fines, por un lado, promover en los jóvenes el estudio y la excelencia en sus vidas, crear un cuerpo de docentes para la Provincia y mantener y enriquecer la vigencia del juego de abalorios, una práctica y una filosofía que los llevaba al entendimiento y mejora del mundo, visto como un sistema oracular cuyas partes se encuentra en relación e interactuando, el juego proporcionaba las vías para una mejor vida individual y de la sociedad.

El juego, del que nunca se detallan sus partes y reglas, constituye el logro más importante de aquella institución, sabemos sí, se trata de unas cuentas de colores que se disponen en posiciones elaboradas en base a composiciones musicales y fórmulas matemáticas, una especie de máquina de Leibniz, aquella otrora famosa Universal Characteristic con las que el filósofo y polimauta pensaba podía ordenar el conocimiento existente y descubrir nuevas verdades.

El profesor Stanley Antosik (1992), de la Universidad de St. John, en su artículo Utopian Machines: Leibniz's “Computer” and Hesse's Glass Bead Game,  nos refiere:

 

Según Hesse, su máquina se origina de una especie de ábaco donde distintas líneas de alambres horizontales sostienen piezas de vidrio de distintos colores y tamaños para indicar el valor temporal de notas musicales. Manteniendo una muy estrecha afinidad entre la música y las matemáticas, los matemáticos desarrollaron el juego de modo que intelectuales y artistas de distintas disciplinas pudieran contribuir en la aparición de algo que parecía un inmenso órgano (Riesenorgel) sin los abalorios. Trabajando con pedales, manuales y paradas, esta complicada maquinaria podía abarcar sobre “el contenido completo del universo” (der ganze gektige Weltinhalt). Ese contenido era expresado por medio de signos y símbolos de un “lenguaje internacional” que se parecía en mucho a la idea de la Universal Characteristic que Leibniz había pensado.

 

Yo había leído esta novela cuando era un adolecente, me costó terminarla, y lo que me quedó en aquel momento fue la idea del trabajo y las penurias que unos jóvenes iniciados tuvieron que enfrentar durante sus años de formación en una especie de monasterio.

Pero al leerla de nuevo haces unos meses atrás, mis circunstancias eran otras, sobre todo mis recientes lecturas sobre teología y religión, mi aproximación a la magia y mis investigaciones sobre el Tarot como método adivinatorio, estuvieron presentes cuando me detenía a reflexionar sobre lo leído, por supuesto la lectura fue totalmente diferente, al punto que me atrevo a proponer una nueva aproximación a esta importante obra de Hesse.

Creo que Hesse, uno de los hombres más cultos de su época, escribió esta novela en clave esotérica, introduciendo elementos de la tradición ocultista europea dentro de los pliegues de una narrativa experimental y salpimentando la cocción con importantes nociones de magia orientalista y escatología oracular principalmente china.

Ya imagino las carcajadas o la expresión de horror de los puristas en las cátedras de literatura ante mi propuesta, pero he visto el rastro y las huellas de Hesse incursionando por estos abismos, en principio veamos lo que nos tiene que decir un contemporáneo de Hesse, el maestro P. D. Ouspensky, en unos escritos sobre filosofía del ocultismo en ilustraciones y números, nos informa:

 

Ningún estudio de filosofía oculta es posible sin el conocimiento del simbolismo, ya que las palabras ocultismo y simbolismo correctamente utilizadas, significan casi una misma cosa. El simbolismo no puede ser aprendido como se enseña a construir puentes o aprender una lengua extranjera, y para la interpretación de los símbolos es necesario una estructura mental especial. El que entienda el uso del simbolismo en el arte, sabe, de manera muy general, lo que significa el simbolismo oculto. Pero aun así necesitaría un entrenamiento especial, para poder comprender el “lenguaje de los iniciados”, y poder expresar en este lenguaje las intuiciones que van naciendo.

 

Durante la Edad Media florecieron los saberes de las ciencias ocultas, conocimientos reservados para una élite de intelectuales, muchos de ellos afiliados a las grandes religiones del momento como la judía, la musulmana y pos supuesto, la cristiana, y a sus instituciones educativas como las incipientes universidades, monasterios y escuelas, dispensaban materias como la astrología, la cábala, y sobre todo, la alquimia, y mucha magia natural contrabandeada como tratamientos y remedios, era un conocimiento que estaba organizado de manera de atender, entre otros, la educación de los príncipes y de funcionarios importantes.

Castalia fue un modelo sublimado de esas escuelas y talleres donde se impartía el conocimiento a las élites que gobernarían los dominios, y que utilizando todo tipo de recurso disponible, iban moldeando a los futuros administradores del estado, entre ellos utilizando el elemento lúdico en la forma de juegos de guerra, prospectivas, ejercicios adivinatorios y estrategias políticas.

El historiador británico Richard Kieckhefer en su interesante libro La Magia en la Edad Media (1989) nos dice:

 

Un historiador ha computado más de doscientos sucesos clave en los reinos de la dinastía de los Habsburgo, tales como coronaciones, tratados, enlaces matrimoniales y batallas, y ha calculado las posiciones de los astros (según los cálculos medievales) para cada uno de estos sucesos. Los enlaces matrimoniales resultan haber tenido lugar en momentos astrológicos más propicios que el resto de los eventos. Esto no nos debe sorprender, puesto que sería difícil controlar la fecha de batallas y otros asuntos de Estado, mientras que los enlaces matrimoniales podían ser fácilmente pospuestos a la espera de una conjunción propicia de los astros.

 

Hermann Hesse era uno de los orientalistas más versados en la cultura china y de la India en la Europa de su tiempo, su obra desborda conocimiento y sapiencia en temas como el yoga, la reencarnación, los métodos adivinatorios y oraculares chinos, sabía de las creencias de Hitler sobre los cátaros, sobre sus inclinaciones sobre la antroposofía desarrollada por Steiner y que luego prohibió en Alemania, conocía de la escuela de Gurdjieff, de los escritos de R, Gueron, se paseó por las logias más importantes, leyó las obras de Jacob Bohem, de modo que era uno de los ocultistas más enterados de su tiempo, en uno de los pasajes más reveladores de su Breve historia de mi vida, luego de haber incursionado sin éxito en el difícil mundo de la ópera, nos cuenta lo siguiente:

 

Por eso dejé la música y me dediqué de lleno a la magia. Si había fracasado en mi sueño de artista y no podía llegar a La olla dorada ni a La flauta mágica, era evidente que había nacido para mago. Estaba hacía tiempo lo suficientemente familiarizado con el camino oriental de Lao-tse y de I ching como para conocer a la perfección la eventualidad y la transformación de lo que llamamos realidad, que la magia  me ayudó a dirigir según mi deseo. Nada me causaba tanto placer, aunque he de confesarlo, muchas veces traspasaba el tierno jardín de la magia blanca, y la viva llama que ardía en mí ser me llevaba alguna que otra vez al otro lado, al de la magia negra. Cumplido los setenta años, poco después de ser distinguido por dos universidades con el título de doctor honoris causa, fui llevado a los tribunales por seducción de una menor, a la que había atraído por medios mágicos.

 

La novela El juego de los abalorios es una obra complicada para quienes no tienen la paciencia de incursionar en una forma de escritura arcaica y florida, al mejor estilo de Goethe, si logran solventar lo largo de la obra y su estructura experimental, con la inserción de tres biografías y una muestra de poesía de Joseph Knecht, el personaje principal de la obra, que pareciera estar viviendo en multiversos paralelos, se encontrarán con una de las obras utopistas más arriesgadas del siglo XX, incluyendo ahora, el ángulo ocultista que propongo como aporte a su análisis, espero la disfruten tanto como yo la disfruté.    -     saulgodoy@gmail.com

 

 


 [UdW1]

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